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cion fue general. El Gobierno portugués, para 1807. desarmar el brazo terrible de Bonaparte, se esforzó en cumplir las tres proposiciones, y no solo hizo estrañar á los vasallos del Rey Jorge, sino' tambien á los ingleses avecindados ya y naturalizados. Todo fue en vano: la suerte del Portugal estaba fijada por Napoleon de un modo irrevocable. Godoy, que arrastraba á pasos agigantados la España á su ruina, intentó manchar con un baldon eterno el lustre de sus armas. La corte mantenia en Paris un Embajador, que era el Príncipe de Maserano; y Godoy tenia tambien un plenipotenciario desde 1806 autorizado por el Rey, y era Don Eugenio Izquierdo, Consejero de estado honorario; sin que ni el Ministro de estado, ni el Embajador, Príncipe de Maserano, tuviesen conocimiento del objeto y de las credenciales de su mision.

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Este seguía una correspondencia muy activa con el Príncipe de la Paz. No tardó en verse su resultado; y el 27 de Octubre de 1807 firmó Izquierdo con el grau Mariscal de palacio Duroc el famoso tratado secreto de Fontainebleau, afrentoso borron de nuestra política, y causa de nuestros males. Este tratado consta de 14 artículos, que espresan: Que la Reina de Etruria cedia á Napoleon sus dominios de Toscana, recibiendo por indemnizacion la provincia portuguesa de entre Duero y Miño con la ciudad de Oporto, bajo el título de reino de Lusitania septentrional. Que Don Manuel Godoy seria declarado Soberano' hereditario de los Algarbes. Que las provincias

1807. de la Beyra, Tras-los-montes y la Estremadura portuguesa quedarian en depósito hasta la paz. general, para disponer de ellas segun las circuns tancias y del modo que conviniesen entre sí Cárd los IV y el Emperador. Que si se estinguian las dinastías reinantes en la Lusitania septentrional, ó en los Algarbes, el Rey de España tendria el des recho de dar la investidura á quien quisiese, con! condicion de que jamas se reuniesen en una misma persona estas dos soberanías, ni á la corona de España; que el Rey de España seria el protector perpétuo de estas dos potencias, y que sin su consentimiento jamas podrian hacer la guerra y la paz. Que si á la época de la paz general eran restituidas á la casa de Braganza las provincias ceni trales de Portugal en cambio de Gibraltar, la isla de la Trinidad y otras colonias adquiridas por los ingleses y pertenecientes á la España, el Sobera→ no de dichas provincias portuguesas quedaria bajo la proteccion del Rey de España en los mis-> mos términos que el de la Lusitania septentrional y los Algarbes. Que el Rey de España a la conclusion de la paz general, ó tres años despues á mas tardar de la fecha de este tratado, tomaria el título de Emperador de las Américas; y en fin, que las posesiones de Ultramar de Portugal se di vidirian entre la España y la Francia por una convencion particular.io..

Asi Godoy sacrificó á la ilusoria esperanza del una soberanía efímera la buena opinion de Cár los IV; Hegando su audacia hasta el estremo del disponer de Etruria sin el consentimiento de lai

y

Reina, como si este pais dependiese de él. Este 1807. fatal tratado, obra entera de Godoy, pues ningun conocimiento tuvo de él el Ministro de Estado Cevallos, es una vergonzosa mancha de nuestros anales diplomáticos. Contiene á la vez la garantía de todas las propiedades del Rey de España, las disposiciones preparatorias para despojarle de ellas en una palabra, la misma garantía servia de velo y ocultaba la espoliacion que se meditaba. El insignificante título de Emperador de las Américas, que socolor de mantener la igualdad de rango entre los dos Soberanos, concedia Napoleon á Cárlos IV, parecia mas bien el refugio á que pronto tendria que apelar para salvarse de su perfidia y preponderancia.

En el mismo dia en que se concluyó el tratado de Fontainebleau, Cárlos IV y el Emperador por medio de los mismos plenipotenciarios formaron una convencion separada en siete artículos, espresando que 25.000 hombres de infantería francesa y 3.000 de caballería entrarian en España y marcharian directamente sobre Lisboa, agregándoseles 8.000 hombres de infantería española, 3.000 de caballería y 30 piezas de artillería. Que al mismo tiempo una division separada de 10.000 españoles tomaria posesion de la provincia portuguesa de entre Duero y Miño y de la ciudad de Oporto, y otra division española de 6.000 hombres haria lo mismo con las provin cias de Alentejo y de los Algarbes: que la España mantendria las tropas francesas: que las provincias secuestradas serian gobernadas por el Ge

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1807. neral francés, y las de Lusitania y los Algarbes por los españoles: que todas las tropas y los comandantes españoles estarian á las órdenes del General francés, escepto en el caso de que el Rey de España ó el Príncipe de la Paz fuesen á mandar la espedicion en persona; pues entonces tanto las tropas francesas como las españolas estarian bajo sus órdenes: que se reuniria un nuevo cuerpo de ejército de 40.000 hombres para marchar á Portugal, atravesando la España en el caso de los ingleses enviasen socorros á los enemigos. ó amenazasen atacar el Portugal; pero que la entrada de estas tropas en España seria precedida de una nueva convención entre los Soberanos contratantes.

que

Esta convencion funesta fue el medio de asegurar la conquista de nuestra España, profundamente meditada por Napoleon Bonaparte.

Este astuto político conoció que si sus águilas habian de pasar, como enemigas, los Pirineos, lindes eternos de nuestra península, el triunfo seria dudoso, y sus legiones perecerian antes de haber podido llegar á conmover el trono de San Fernando, firmemente sostenido por la intrepidez y lealtad española.

El Conde Don Julian en 714, en el reinado de Rodrigo, abrió la puerta á los árabes para que devastasen y dominasen su patria; y en 1807 la corona del Monarca de Castilla se vió en peligro por la traicion de un nuevo Conde Don Julian, el Príncipe de la Paz.

Dos dias despues de concluido el tratado de

Fontainebleau y antes de su ratificacion, Junot 1807. pasó el Vidasoa y entró en la península. La España hizo los mayores sacrificios para poder cumplir las obligaciones que se la imponian en el tratado, y el General Carrafa reunió en Alcántara una division para incorporarse con Junot al pasar por aquella ciudad. El Marqués del Socorro debia marchar con otra division desde Badajoz á ocupar el Alentejo; y el General Tarancó se dirigia por el norte hácia Oporto. Tal era el estado de penuria de nuestro ejército, que no se pudieron completar los cupos de estas divisiones, que se hallaban mal equipadas é incompletas, á pesar del interés grande que en esta malhadada espedicion tenia el valido.

Mientras que el Gobierno se ocupaba con mas actividad en los preparativos de sojuzgar el Portugal, y en el momento en que la vanguardia del ejército de Junot se hallaba ya casi en el centro de la península, un suceso estraordinario y que debia tener la mayor influencia sobre los destinos de la España, consternó la capital y llenó de indignacion á toda la Monarquía.

La Nacion, á pesar de los desastres que habia sufrido en los últimos años, respetaba á Cárlos IV, cuya bondad generosa la hubiera hecho feliz, si el inepto y perverso Godoy no se hubiese apoderado de su privanza hasta el estremo de dirigirlo todo. El pueblo sufria resignado los efectos de su mala administracion, y maldecia su escandaloso poder, que habia introducido la discordia en la familia augusta de sus Soberanos.

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