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1808.

CAPITULO V.

La corte de España reconoce al fin abiertamente la perfidia de Napoleon y sus inícuas miras. Adopta por consecuencia varias medidas de defensa.

viaje.
de él.

Proyecto de trasladar la corte á Méjico. - Alarma del pueblo de Madrid. Manifiesto de Cárlos IV, calmando la agitacion pública contra los franceses, y el proyectado Alarma de Aranjuez, viendo los preparativos Violenta esplosion del pueblo contra Godoy.Su caida. Conmocion de Madrid. — El Príncipe de Asturias salva á Godoy de las manos del pueblo, - Cárlos IV abdica solemne y voluntariamente la Corona en su hijo primogénito el Príncipe de Asturias. Pruebas de ser voluntaria la abdicacion. Sube al trono de las

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Universal júbilo de

IV participa á Na

la Nación con tal motivo. Cárlos
poleon su espontánea abdicacion. Odio que los espa-
ñoles han tenido siempre á los favoritos, y señales vi-
sibles del que profesaban á Godoy,

La corte, que hasta entonces habia estado deslumbrada con las falaces promesas de Napoleon, abrió los ojos, aunque tarde, y procuró salvarse del horrendo precipicio que ella misma se habia abierto. Se espidieron órdenes al Marqués del Socorro que se hallaba, como hemos dicho, en Portugal, para que evacuando el Alentejo se replegase á Badajoz. Se aumentó considerablemente la guarnicion de Aranjuez, donde se hallaba la familia Real, y se pidió á Junot

permitiese retirar la division española mandada 1808. por Carrafa, bajo el pretesto de guarnecer las costas meridionales que se suponian amenazadas por los ingleses. Se trató de formar un ejército en Talavera, y se tomó la resolucion de trasladar la corte á Sevilla. El valido, á quien unian los vínculos de amistad con el Duque de Berg, Murat, ya sea porque estuviese enteramente vendido á la Francia, ó porque veia próximo el fin de su poder, persuadió á S. M; á que trasladase su corte á Sevilla, y desde allí, á imitacion de los Príncipes de Braganza, pasase á sus dominios de Ultramar, y fijar en Méjico el trono de su vasta Monarquía. El Ministro de Gracia y Justicia se opuso en vano á esta resolucion, que indudablemente se hubiera llevado á efecto si el pueblo español, menos amante de sus Soberanos, los hubiese dejado alejar de su patria, aumentándose su inquietud por la ausencia del Príncipe de Asturias, que era el ídolo de la Nacion, y que habia inspirado á todos la mas profunda compasion por los tristes sucesos del mes de Octubre anterior, y por las circunstancias en que iba a emprender este viage al lado de Godoy, su mortal enemigo, y sin mas apoyo que la ternura de su hermano Cárlos y de su tio el Infante Don Antonio,

El rumor de la próxima partida para Sevilla se divulgó con una celeridad eléctrica entre los habitantes de Madrid y de Aranjuez. La consternacion se apoderó del ánimo de todos, y una inmensa multitud corrió de la Capital al Sitio,

1808.

en la mayor efervescencia se reunió en la plaza de Palacio, y manifestaba el sentimiento de la Nacion por creerse abandonada de sús Reyes, y acusaban al Príncipe de la Paz como único autor de los males que pesaban sobre España. Entonces, para tranquilizar los ánimos, dió S. M. y se publicó el siguiente decreto :

DECRETO.

«Amados vasallos mios: vuestra << noble agitacion en estas circunstancias es un «<nuevo testimonio que me asegura de los sen«timientos de vuestro corazon; y yo, que cual «padre tierno os amo, me apresuro á consola<«<ros en la actual angustia que os óprime. Res<< pirad tranquilos: sabed que el ejército de mi « caro aliado el Emperador de los franceses << atraviesa mi Reino con ideas de paz y de amis<< tad. Su objeto es trasladarse á los puntos que << amenaza el riesgo de algun desembarco del ene«migo; y que la reunion de los cuerpos de mi guardia ni tiene el objeto de defender mi per<«<sona, ni acompañarme à un viage que la mali«< cia os ha hecho suponer como preciso. Rodeado de la acendrada lealtad de mis vasallos ama«dos, de la cual tengo tan irrefragables prue«bas, ¿qué puedo yo temer? Y cuando la nece«sidad urgente lo exigiese, podria dudar de <«< las fuerzas que sus pechos generosos me ofre« cerian? No: esta urgencia no la verän mis pue<«<blos. Españoles, tranquilizad vuestro espíritu; << conducios como hasta aquí con las tropas del « aliado de vuestro buen Rey, y vereis en bre«vés dias restablecida la paz de vuestros cora

«<zones, y á mi gozando la que el cielo me dis- 1808. «pensa en el seno de mi familia y vuestro amor. «Dado en Aranjuez en mi Palacio Real á 16 de << Marzo de 1808. A Don Pedro Ceballos.»

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Este decreto calmó la efervescencia del pueblo, y causó el mayor entusiasmo á favor del Rey, á quien por su corazon recto y virtuoso amaban todos. La multitud le saludó con mil vivas cuando se asomó al balcon de Palacio para satisfacer el amor de su pueblo.

Pero los preparativos de marcha continuaban con la mayor celeridad en el Palacio y en la casa de Godoy. Los Guardias de Corps, los batallones de Guardias Españolas y Walonas, la guardia del Almirante y dos regimientos de suizos que se hallaban en Madrid, fueron á Aranjuez, y esta estraordinaria reunion de tropas alarmó de nuevo lás gentes.

Madrid y Aranjuez no se prestaban con la facilidad que Lisboa y Mafra á la marcha de sus Soberanos, y los habitantes de la capital no pudieron ver sin conmocion la salida de la guarnicion. Millares de habitantes de Madrid y pueblos circunvecinos corrieron á Aranjuez resueltos á detener la partida de los Reyes, enterneciéndoles con sus lágrimas, ó por la fuerza. El dia 17 corrió la voz de que todo estaba preparado para las doce de la noche, y el pueblo vigilaba las avenidas del Palacio, y todos estaban en la mayor consternacion, y amenazaba una terrible esplosion, A poco mas de media noche, dos tiros que se oyeron fueron la señal del

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1808. rompimiento, y el pueblo en la mayor exaltacion corrió mezclado con la tropa, á la voz de viva el Rey, al palacio de Godoy. Su hermano Don Diego, Duque de Almodóvar del Campo, vino á su socorro á la cabeza de uno de los dos regimientos de Guardias Españolas; pero los soldados eran españoles, participaban de los sentimientos de la Nacion, y lejos de obedecer su voz, la desconocen, y le conducen arrestado. El pueblo arrolla la guardia de Godoy, derriba las puertas del palacio, quema los preciosos objetos que le adornan, devasta las habitaciones, y destroza con generoso desprendimiento la mal adquirida fortuna del odiado favorito. Este, que horas antes dirigia los destinos de España, y que no cabia en los alcázares Reales, busca asilo entre unas esteras en un sucio desvan, donde permanece escondido con una pistola que el cobarde no sabe emplear, ni contra sí, ni en su defensa.. Un ejército frances se hallaba entonces cerca de la capital, y admiró con la Europa entera la cordura del pueblo español, que en el momento de la esplosion terrible de su odio al valido, comprimido largo tiempo, destrozó los monumentos de su mal adquirida grandeza, sin dar lugar á la rapacidad, ni insultar á la Princesa, que fue conducida en un coche, tirado por el pueblo, á Palacio, con el decoro debido á su rango y virtudes. La célebre causa del Escorial se encontró en su casa en una papelera de maderas finas, con un telégrafo y varias cifras anotadas en él. Mal satisfecho estaba el furor popular

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