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BARCELONA: Imp. de Tomás Gorchs, calle del Cármen núm. 38.-1859.

11.8

PRÓLOGO.

Habíamos deseado volver á escribir en todo ó en parte lo que de los Anales de España publicamos años ha: pero las enfermedades no nos lo han permitido, y desde el reinado de Carlos Quinto estos Anales van tales como ya en otra ocasion se habian impreso para servir de continuacion à nuestras antiguas crónicas. En el reinado de Carlos Quinto hay que atender á que la nacion no sabia bien si era alemana ósi era española, pues Carlos era al mismo tiempo que rey de España emperador de Alemania: y seria dificil investigar en qué circunstancias fuimos satélites y en qué otras fuimos impulsores. Esta situacion indefinida no era del gusto de la Alemania ni de la España, porque las dos naciones estaban demasiado distantes para poder complacerse en confundir sus glorias y en darse la mano en sus quebrantos. La Alemania deseaba tener su príncipe en su casa, y la España el suyo en la suya; y no pudiendo conseguirlo mientras aquella union existiese, suspiraban por el divorcio. Lo mismo hubiera sucedido si Carlos Quinto hubiese conseguido la union que tanto deseó de la España y la Inglaterra. Esta union estuvo á punto de obtenerse como ya se habia obtenido la de España y la Alemania: pero hubiera sido un mal casamiento, no preparado, que no hubiera tenido luna de miel ni otra espectativa que el divorcio. En la abdicacion de Cárlos Quinto da comienzo verdaderamente la dominacion de nuestra dinastía austríaca. Este tomo nono la comprenderá integra. En él se verá el estado en que recibió la España, y aquel en que la entregó á los Borbones. En el reinado de Felipe II presenciaremos el cumplimiento de uno de los mas ardientes votos de los moradores de la península : la union de todos sus estados en un solo

pueblo. Si entonces Lisboa, dicen algunos, hubiese sido declarada capital de España, tal vez los destinos de esta tierra hubieran sido muy otros de lo que medio siglo despues se manifestaron, rompiéndose una cadena cuyos eslabones parecian muy fuertes, y transformándose en una triste dualidad lo que antes promelia ser una unidad envidiable. Otros hacen responsable de esta gran desgracia ibérica al espíritu satírico que impelia á los castellanos á hacer el blanco de sus pullas á los lusitanos. El mal que de ahí se originó, dos siglos ha que se lamenta; y sus consecuencias será difícil que las haga desaparecer el tiempo. A la dinastía austríaca le cupo la gloria de haber consumado lo que podíamos llamar el complemento del bello ideal de nuestros anales; y á la misma deben serle atribuidos los desaciertos que destrueron aquella obra incomparable Repetimos que estos dos últimos tomos llevan en si la fisonomia de nuestra juventud, siendo asi que en los anteriores está nuestra edad madura. Al leerlos ahora de pruebas nos ha parecido las mas de las veces que no eran nuestros.

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