Imágenes de páginas
PDF
EPUB

la ira en que ardin le ayudara, que semejante coraje acrecienta las fuerzas, y mas que los cogiera descuidados; pero considerando no el peligro, sino el estado de sus negocios, por no perderlos estuvo sosegado, mordiéndose los labios, torciéndose las manos, mirando al cielo, dando pisadas à la tierra como un loco. Viendo pues que el tiempo era pasado se fué tan disgustado, cuanto alegre la noche pasada.¶

Luego el siguiente dia estos dos hombres fueron en busca de Dorido, y le dijeron: « ya, señor, sabeis que somos vuestros amigos, y como tales no es justo entre nosotros haya cosa oculta; lo mismo es justo, si lo sois nuestro, se haga de vuestra parte, diciéndonos la verdad que se os preguntare y fuere lícito. Ayer, á cuatro horas andadas después de anochecido, paseando por nuestra calle, que así la podemos llamar (pues en ella tenemos cada cual de nosotros el alma), buscando nuestra ventura, vimos un hombre que nos anduvo acechando, siguiéndonos los pasos sin perdernos de vista un solo credo. Tuvimos deseo de reconocer quién fuera, y lo dejamos de hacer por no causar un escándalo no pudimos aun sospechar quién fuese, hasta después estar certificados, por lo que sucedió, ser vos; y fué que habiéndonos parado cerca de la ventana de vuestra dama, la sentimos abrir y ponerse á ella Scintila, que viendo los bultos y no conociendo, dijo: « Dorido, ¿por qué no subis?» Cuando aquello le oimos, con una impertinente curiosidad, fiados de vuestra amistad, le respondi: «¿por dónde?» A esta palabra, sin replicar otra alguna, cerrando la ventana se entró dentro de donde sospechamos debíades de haber hecho algun concierto, y por no impedirlo nos fuimos de allí luego y en vuestra busca, mas no parecistes; y así no podimos deciros hasta ahora lo pasado. Mas porque deseamos serviros, y que, conservando nuestra amistad, nuestras pretensas vayan adelante, cada uno con la suya, sin que podamos impedirnos, partamos la noche nosotros tomaremos de la media hasta el dia, y si lo quereis al trocado, sea como gustáredes, que á nosotros todo nos viene á ser una cuenta. » Dorido quisiera disimular con ellos; mas hallándose atajado con razones, no pudo, y así escogió la primera que le ofrecieron, y con esta llaneza prosiguió la noche tercera su visita, bien falto de esperanza de hacerla, y que ella allí volviese por el suceso pasado. Mas como Clorinia amaba, nada se le ponia por delante, que con mucho cuidado solicitaba si volveria su galán, por alegrarse con su vista, y saber qué impedimento le hubiera hecho faltar la noche pasada.¶

[ocr errors]

dió muy encarecidamente desistiese de los amores de Clorinia y le diese lugar, pues el fin de ambos era tan diferente.¶ ¶ Valieron mucho con Dorido las afectuosas palabras y ruego licito de Horacio, y así le respondió ser muy contento, prometiéndole, si su señora dello gustase, desembarazaria el puesto, dejándole desocupada la plaza sin contradicion alguna, y viviese seguro que no le seria competidor, para lo cual haria dos cosas: la una, desengañar á Clorinia, diciéndole cómo por cierto voto él no podia ser casado con ella; y la otra, que para poderla olvidar procuraria amar en otra parte; pero que por la grande amistad que con Valerio tenia, no podia dejar de visitarla, y dello podria resultarle algun provecho, y de ninguna manera daño; pues entendia favorecerlo en las ocasiones que se ofreciesen. Quedó con esto Horacio contento, satisfecho y muy agradecido á Dorido, no considerando que habiéndolo dejado á la eleccion de Clorinia, hasta saber su voluntad, habia poco negociado; y el haber hecho Dorido la oferta, fué confiado que hablar á Clorinia en ello fuera sacarle el corazon. Con estas varias confianzas, Horacio pidió á Dorido hablase por él, y así se lo prometió por conservar su amistad, no dando nota ni escándalo en sus amores. Como lo ofreció lo hizo, que viéndose con su dama, le relató una grande arenga de todo lo pasado, diciéndole, que si su voluntad era amar á Horacio, que nunca Dios permitiera que él impidiera su honrado intento; mas á lo menos, cuando no lo quisiese, tenia obligacion de agradecerle la voluntad, no mostrándosele áspera, y si pasase por la calle no huille, que le hiciese rostro alegre, aunque fuese fingido. A esto respondió Clorinia con enojo, diciendo que no le mandase tal ni hablase mas en ello; porque cuando por este fin él la dejase, antes gustaria de ser aborrecida, que ofenderle y ofenderse, poniendo su amor en otra parte; que él babia sido el primero y seria el último en su vida, la cual desde luego le sacrificaba, para que no siendo caso de mandarle que lo olvidase, dispusiese de todo lo restante de su voluntad.¶

¶ No dejaba Dorido de recebir contento, por ser el verda dero crisol donde se afinaban sus amores, y la seguridad con que lo amaba; y así no se lo volvió á tratar, antes prosiguió sus visitas de dia y noche, habiendo primero desengañado à Horacio de lo pasado. El no lo quiso creer, entristecióse grandemente de oirlo, y con todo esto no dejaba de servirla; mas nunca la halló dispuesta en hacerle algun favor, antes áspera y rigurosa, de donde resultó que viéndose desdeñado y á Dorido preferido, el furor irritó la paciencia, encendiéndose de tal manera en una ira infernal, que el amor que le tenia trocó en aborrecimiento; y asi como por lo pasado siempre deseó servirla, de allí adelante se desvelaba buscando su daño, poniendo en ello todo su estudio y diligencia, de tal manera, que como hubiese algunas veces acechado a Dorido, y supiera la hora, lugar y modo cómo subia por el paredon y se hablaban, una noche se anticipó a la venida del verdadero amante, y fingiendo ser el subió al puesto y hizo un pequeño ruido con la piedra que estaba en el agujero, segun lo habia visto hacer algunas veces; pues como Clorinia sintió la seña, y sin considerar el tiempo, que era muy anticipado, acudió al reclamo luego; quitando la piedra, recibió con dulces palabras al fin

En tanto que sus padres estaban cenando, levantándose de la mesa fué al agujero podialo hacer con seguridad, porque la chimenea, junto a la cual cenaban, estaba la una puerta de la sala, que era grande, y la ventana del agujero á la otra, cerca del rincon della, y en medio había ciertos embarazos que impedian la vista de la una parte á la otra. Sus padres estaban de manera que facilmente pudiera llegar y hablar bajo sin ser sentida de alguno; verdad es, que estaba sobre aviso de lo que pudiera suceder para quitarse presto. Ella llegó á tan buen tiempo, que ya Dorido la estaba esperando, porque desde la calle le pareció sentir pasos en la sala: fué cierta sefal para él que serian de su dama; subió presto á verlo, y como era la segunda vez que se veian, ya no tuvieron el empacho que primero. Hablaronse con mas osadia, logido amador, que callado estaba, lo cual incitó mas à Hoque les dió lugar el tiempo (que fué aquella noche breve y como hurtado), despidiéronse con grandes ternezas, dejando concertado que en cuanto la luna les diese lugar con la menguante, gozasen ellos de su creciente, hasta que otro mejor medio se hallase. En este tiempo un mancebo, muy gran amigo de Dorido, que llamaban Horacio, se enamoró de Clorinia, serviala, no embargante que entendia ser prenda de su ango; pero juntamente sabia que no trataba de casarse con ella, y él sí. Confiándose de su grande amistad en la justa peticion y causa honesta, le pi

racio en su traicion; y metiendo la mano por el agujero, asió de la de Clorinia y se la sacó afuera, fingiendo querérsela besar; así se la tuvo apretada con la suya izquierda, y con la derecha, sacando un afilado cuchillo que llevaba, sin mucha dificultad y con suma impiedad se la corto y llevó consigo, dejando á la triste doncella en el suelo amortecida; porque el dolor que se habia de desfogar con voces y quejas, refrenólo, haciendo fuerzas à la flaqueza femenil; encerróse en el corazon, y ofendiendo los espiritus vitales, quedó casi muerta. ¶

• Atlı acabara sin duda, si brevemente no acudieran, que como la hallasen menos, y llamándola no respondiese á sus padres, alborotados dello salieron á buscarla, y la ballaron desangrándose en el suelo junto del agujero que quedó abierto; y en verlo ensangrentado, dió indicios de la causa de su muerte, que tal se juzgaba, pues en ella no habia señal de vida. Viendo los afligidos padres el cruel espectaculo triste, y el tronco del brazo sin su mano, no pudiendo refrenar el dolor, cayeron como muertos juntos à la sin ventura hija, no menos desalentados que ella estaba; mas volviendo luego en sí, con las mayores lastimas que nunca se oyeron, comenzaron à lamentar su mucha desventura y lastimoso caso; pero en medio de escesivo dolor, consideraron ya que la vida de la hija se perdia, que también perdían la honra, y no ser lícito aventurarlo todo junto. Parecióles ocultar el suceso, refrenando los suspiros y gemidos; así sosegaron la casa; y llevando à Clorinia, con los muchos beneficios que le hicieron la volvieron algo en si; la cual viéndose en medio de sus padres llorosos y de aquella manera, le fué otro tanto dolor, y acrecentado de la vergüenza, de nuevo se amorteció. Visto por ellos, creció su dolor, de manera que se les arrancaban las almas; y con las palabras mas tiernas que podian, regaladamente procuraban consolarla, diciéndole dulces amores, como padres que tanto la querian, para curarle con ellas la herida del ánimo, que era la que mas ella sentia. Con esto la afligida Clorinia se alentó algun tanto, y llorando su mal, que hasta entonces no habia podido, movia las piedras à sentimiento. Luego con gran secreto trataron de curarla. Valerio, su hermano, fué á llamar un cirujano amigo suyo, de quien podia secretamente fiarse. La noche hacia muy oscura, llevaba una lanterna, con la cual al atravesar una calle reconoció á Do. rido, que muy descuidado venia para verse con su dama, ignorante de todo lo pasado; comenzólo à llamar con voz dolorosa y triste, y como volviese, le dijo: «¡ay, amigo verdadero! ¿dónde vais? ¿ Vais por ventura á llorar con nosotros nuestras desgracias, y el trágico dolor que nos acaba las vidas? ¿Habeis visto ó sentido desventuras como la nuestra, y de la desdichada Clorinia? ¡Ay! que á vos, que sois amigo verdadero no se podrá encubrir lo que á todo el mundo habemos de negar; porque sé que habemos de tener en vos compañero á nuestro duelo; y que como nosotros mismos hareis diligencia en la venganza, procurando saber quién sea el cruel homicida de mi hermana. »¶

Dorido quedó sin sentido de oir estas palabras, y fué maravilla poderse tener en pié, segun le hirieron en el corazon; pero cobrándose algo con el deseo de entender el caso, procurando esforzarse, con voz turbada preguntó lo que habia sido. Valerio le dijo por órden lo pasado, y cómo iba á llamar un cirujano; rogóle se fuese con él, pues corria peligro la tardanza con la vida de Clorinia. Dorido lo acompañó, y aunque le hacia mas menester ser consolado que dar consuelo, todavía lo menos mal que pudo dijo así: Valerio hermano, es tanto lo que siento vuestras lástimas, y de la desdichada Clorinia, que no menos que á vos me pueden dar el pésame de su desdicha: de tal manera lo siento, que estoy seguro y cierto que no me haceis ventaja; empero viendo cuán poco el dolor aprovecha ni el llanto importa, no acudo á mas que aconsejaros en lo que se debe hacer; y os digo que se busque al traidor que tal maldad ha hecho, para que en él se ejecute la mayor venganza que nunca se hizo. Yo me encargo dello, que para esta diligencia bien creo seré bastante á salir con ella, descubriendo rastros por donde lo halle. Vos id por el cirujano, que no es bien, donde à tanto se ha de acudir, que todos asistamos á una cosa, siendo la de mi cargo tan forzosa; cada uno baga la suya; idos con Dios, que no me basta la paciencia en detenerme punto; con esta se apartaron. ▲ Dorido se le asentó en el ánimo, que otro que Horacio no pudo haber sido autor de tal maldad, por muchas ra

|

zones que concurrieron, que cada cual era manifiesto indicio dello; y así determinó hacer en él un castigo igual a lo que su justo enojo le pedia. Con esta determinacion se fué á su casa, y entrando en su aposento, soltó las riendas al llanto, lamentando el áspero desastre : « Clorinia (le decia) de mis ojos, bien veo el mal que por mi te ha venido ; yo fui la causa dello; engañóte el traidor Horacio, pensaste que era tu querido Dorido. ¡Ay desdichada señora de mi vida! Yo te truje á este paso tan amargo; yo te he muerto, pues te inquieté de tu reposo, yo te saqué de tu recogimiento. ¡Ay malditos ojos que te vieron ! ¡Ay maldita lengua con que pedi me hablases! Amada Cloninia, vida mia, ya no vida sino muerte, pues con la tuya veudrà la mia yo te hice este mal, mas viva yo hasta que te vengue; y vive tú hasta que sepas la venganza en el traidor, que será tan ejemplar como es justo, para que quede por memoria en siglos venideros. Yo prometo sacrificar á tus cenizas la impía sangre del traidor Horacio; por un a mano que te quitó dará dos suyas: una cortó inocente, dos le cortaré sacrilegas. Déte tanta vida el cielo, que lo alcance y deje gozar el galardon que por ello te debo. Y tú, dulce Clorinia, perdona la culpa que tengo, que si fuese tu gusto mi muerte, con mis manos te lo hubiera dado.»¶ Con estas y otras lastimosas palabras lloraba el caso digno de eternas lágrimas, y bien el dolor le acabara segun le apretaba; mas ibase sustentando con el deseo de venganza, y así entre muerte y vida pasó aquella noche. Luego el siguiente dia los fué á visitar; los padres y hermano de nuevo renovaron las lágrimas abrazando los unos á los otros; y el padre dijo: «¿qué desdicha tan grande, hijo Dorido, ha sido la nuestra? ¿Qué rigor de cielos contra mi se conjuraron? ¿Qué furia infernal intentó semejante delito? ¿Qué os parece de nuestra desgracia? ¿ Cómo sentis nuestra honra? ¿Qué capa cubrirá mancha tan fea? ¿Y qué venganza podrá mitigar delor semejante? Decidnos, ¿qué consuelo será el nuestro? ¿Cómo podremos vivir sin la que nos daba vida?» Dorido no pudiendo resistir las lágrimas, consolando á los afligidos padres y hermano, dijo: «no es tiempo señores, de gastarlo lamentando, antes debemos ocuparlo en lo que mas á todos nos es importante; y aunque para lo que quiero proponer fuera necesario no ser yo mismo, la ocasion y secreto me obliga que lo haga. Bien conoceis y habeis visto la general desdicha sucedida, tan vuestra como mia, y mas mia que vuestra. Por sentir vuestro dolor juntamente con el mio veo cortado el hilo de mi vida, que solo espero la muerte tan amarga, cuanto creí me fuera dichosa, si la acabara primero que Clorinia. Ya sabeis quien soy, y sé yo vuestro mucho valor y calidad, que cuando al mio no sobrepujára, lo hiciera la singular amistad que me habeis tenido, poniéndome en obligacion eterna. Este caso es propio mio, y para que así lo entienda el mundo, lo que después por otro tercero habia de suplicaros, quiero pediros de merced me dejs à mi Clorinia por esposa, y con esto haceis dos cosas, rescatais vuestras honras, y ejecutais con mano propia la venganza. Si el cielo me fuere tan favorable que le conceda vida, conmigo quedará, no como merece su calidad, mas como se debe à mi deseo de servirla; y si otra cosa sucediere, bien es se sepa que hizo su esposo lo que estuvo obligado, y no Dorido amigo de sus padres; concededme este bien, por lo bieu que á todos podria resultar dello. » A los padres y hermano pareció justa y honrada peticion, agradeciérouselo mucho; mas porque quien mas en ello habia de ser parte era Clorinia, quisieron tomar su parecer, la cual cuando se lo dijeron le salieron las lágrimas de gozo, y dijo: «con sola esta espero tener vida, y si mas caro me costara la compraba barato; confio en Dios de vivir alegre y morir consolada; y así suplico se haga como mi esposo Dorido lo pide. » Luego lo llamaron, y viéndose juntos, en mucho rato no pudieron hablarse, con lo que las almas de los dos

muerto. Luego Dorido, atándole los plés y brazos fuertemente á los de la misma silla, cerradas todas las puertas de la casa, y ellos dos en ella solos, le dió á oler una poma, con que luego recordó del sueño en que estaba sepultado; y viéndose de tal modo, sin ser señor de poderse menear, conoció ser castigo de su culpa. Dorido le cortó ambas manos, y en el canto de la silla le dió garrote, con que le dejó abogado; y esta madrugada lo trujo antes de amanecer delante de sí en la silla de un caballo, y poniendo un palo en el agujero donde cometió el delito, lo dejó ahorcado dél, y con una cinta las dos manos atadas al cuello. Con esto se ausentó de Roma, pareciéndole que sin su Clorinia, patria ni vida pudieran consolarlo. Hoy que amaneció este espectáculo ha fallecido Clorinia, y en este punto acaba de espirar. »> ¶

sentían; y así se juraron, quedando concertado el matrimonio, y hechas en él con todo secreto las diligencias que convino, entre tanto que pudieran ser desposados. En esto pasaron tres dias, y del contento parecia tener Cloriuia alguna mejoría; mas era fingida, porque con la mucha sangre que le habia salido, poco a poco se acababa. ¶ ¶Viendo Dorido ser imposible escapar su esposa con la vida, porque muriese de todo punto alegre y satisfecha (si tal puede haber en la muerte) al cuarto dia, pareciéndole tiempo conveniente á lo que tenia trazado, para el quinto convidó à Horacio como hacia otras veces, el cual confiado en el secreto con que cometió el delito, y que ni en la ciudad ni vecindad se hablaba ni entendia palabra, paseábase muy seguro como si tal no hubiera hecho, y asi no se recelaba. Dorido, para mas desvelarlo, fingió no saber alguna cosa, mostróle el rostro alegre, la boca risueña, que asegurado también con esto aceptó el convite. Habia hecho Dorido conficionar un vino que daba profundo sueño siendo bebido, el cual secretamente mandó que le sirviesen á la mesa; hízose así, y habiendo comido, con el postrer bocado se quedó en la silla como un

Al embajador causó gran lástima y admiracion el caso; era hora de ir á palacio y despidiéronse; yo di mil gracias a Dios, que no me hizo enamorado; pero si no jugué los dados, hice otros peores baratos como verás en la segunda parte de mi vida, para donde, si la primera te dió gusto, te convido. ¶

FIN DE LA PRIMERA PARTE DE GUZMÁN DE ALFARACHE.

GUZMAN DE ALFARACHE.

PARTE SEGUNDA.

LIBRO PRIMERO.

DONDE CUENTA LO QUE LE SUDEDIÓ Desde que sirvió AL EMBAJADOR SU SEÑOR, HASTA QUE SALIÓ de Roma.

CAPITULO PRIMERO.

Guzmán de Alfarache disculpa el proceso de su discurso, pide atencion y da noticia de su intento.

Comido y reposado has en la venta ; levántate, amigo, si en esta jornada gustas de que te sirva, yendo en tu compañía, que aunque nos queda otra, para cuyo dichoso fin voy caminando por estos pedregales y malezas, bien creo que te se hará fácil el viaje, con la cierta promesa de llevarte a tu deseo. Perdona mi proceder atrevido, no juzgues á descomedimiento tratarte desta manera, falto de aquel respeto debido a quien eres ; considera que lo que digo no es para ti, antes para que lo reprehendas à otros, que como yo lo habian menester.

¶ Hablando voy á ciegas, y dirásme muy bien, que estoy muy cerca de hablar á tontas, pues arrojo la piedra sin saber dónde podrá dar, y diréte à esto lo que decia un loco que arrojaba cantos: cuando alguno tiraba daba voces, diciendo guarda aho, guarda aho, todos me la deben, de donde diere. Aunque también te digo, que como lengo las hechas, tengo sospechas. A mí me parece que son todos los hombres como yo, flacos, fáciles, con pasiones naturales aun estrañas, que con mal seria, si todos los costales fuesen tales; mas como soy malo, nada juzgo por bueno: tal es mi desventura; y de semejantes convierto las violetas en ponzoña, pongo en la nieve manchas, maltrato y sobajo con el pensamiento la fresca rosa. Bien me hubiera sido en alguna manera no pasar con este mi discurso adelante; pues demás que tuviera escusado el serte molesto, no me fuera necesario pedirte perdon para ganarte la beca, y conseguir lo que mas aqui pretendo; que aun muchos, y quizá todos los que comieron la manzana, lo juzgarán por impertinente y superfluo, empero no es posible; porque aunque tan malo, cual tienes de mi formada idea, no puedo persuadirme que sea cierta, pues ninguno se juzga como le juzgan; yo pienso de mi lo que tú de tí: cada uno estima su trato por el mejor, su vida por la mas corregida, su causa por justa, su honra por la mayor y sus elecciones por mas bien acertadas. Hice mi cuenta con el almohada, pareciéndome, como es verdad, que siempre la prudente consideracion engendra dichosos acaecimientos, y de acelerarse las cosas nacieron sucesos infelices y varios, de que vino á resultar el triste arrepentimiento, porque dado un inconveniente, se siguen dél infinitos. Así, para que los fines no se yerren, como casi siempre sucede, conviene hacer fiel examen de los principios, que ballados y elegidos está hecha la mitad principal de la obra, y dan de sí un resplandor que nos descubre de muy lejos con indicios naturales lo por venir. Y aunque de suyo son

en sustancia pequeños, en virtud son muy grandes y están dispuestos, á mucho: por lo cual se deben dificultar cuando se intentan, procurando todo buen consejo; mas ya resueltos una vez por acto de prudencia, se juzga el seguirlos por osadía; y tanto mayor, cuanto fuere mas noble lo que se pretende con ellos. Y es imperfecion, y aun liviandad notable, comenzar las cosas para no fenecerlas, en especial și no las impiden súbitos y mas graves casos, pues en su fin consiste nuestra gloria. ¶

La mia (ya te dije) que solo era de tu aprovechamiento; de tal manera, que puedas con gusto y seguridad pasar por el peligroso golfo del mar que navegas. Yo aqui recibo los palos, y tú los consejos en ellos; mia es la hambre y para ti la industria, para que no la padezcas. Yo sufro las afrentas de que nacen tus honras; y pues has oido decir que aquese te hizo rico que le hizo el pi co, haz por imitar al discreto yerno, que sabe con blandura granjear del duro suegro, que le pague la casa, le dé mesa y cama, dineros y esposa con que se regale, abuelos, que como esclavos y truhanes crien, sirvan y entretengan á sus hijos. Ya tengo los piés en la barca, no puedo volver atrás; echada está la suerte, prometido tengo, y como deuda, debo cumplirte la promesa en seguir lo comenzado. El sujeto es humilde y bajo; el principio fué pequeño; lo que pienso tratar, si como buey lo rumias, volviéndolo á pasar del estómago á la boca, podria ser importante, grave y grande. Haré lo que pudiere, satisfaciendo al deseo, que hubiera servido de poco alborotar tu sosiego, habiéndote dicho parte de mi vida, dejando lo restante della. Muchos creo que diran, ó ya lo han dicho mas valiera que ni Dics te la diera, ni asi nos la contaras, porque siendo notablemente mala y distraida, fuera para ti mejor callarla, y para los otros no saberla. Lejos vas de la verdad, no aciertas con la razon en lo que dices, ni creo ser sano el fin que te mueve antes me causa sospecha, que como te tocan en el ax, y aun con solo el amagarte, sin que te lleguen, te lastiman; que no hay cuando al disciplinante le duela, y sienta mas la Ilaga que se hizo él propio, que cuando se la curan otros.¶ 10 te digo verdades, ó mentiras ; mentiras no, y á Dios pluguiera que lo fueran, que yo conozco de tu inclinacion que holgaras de oirlas, y aun hicieras espuma con el freno; digo verdades, y bácensete amargas. Picaste dellas, porque te pican: si te sintieras con salud, á tu vecino enfermo; si diera el rayo en cas de Ana Diaz, mejor lo llevaras, todo fuera sabroso, y yo de tí muy bien recebido. Mas para que no te me deslices como anguila, yo buscaré hojas de higuera contra tus bachillerías, no te me saldrás por esta vez de entre las manos. Digo, si quereis

oirlo, que aquesta confesion general que hago, este alarde público que de mi te represento, no es para que me imites á mí; antes para que sabid as corrijas las tuyas en ti si me ves caido por mal reglado, haz de manera que aborrezcas lo que me derribó; no pongas el pié donde me viste resbalar, y sírvate de aviso el tropezon que dí, que hombre mortal eres como yo, y por ventura no mas fuerte ni de mayor maña. Da vuelta por ti, recorre à espacto y con cuidado la casa de tu alma, mira si tienes hechos maladares asquerosos en lo mejor della, y no espulgues ni murmures que en casa de tu vecino estaba una pluma de pájaro à la subida de la escalera.

Ya diras que te predico, y que cual es el necio que 'se cura con médico enfermo? Pues quien para sí no alcanza la salud, menos la podrà dar à los otros. ¿Qué cóndito cordial puede haber en el colmillo de la vibora, ó en la puntura del alacran? ¿Qué nos podrá decir un malo que no sea malo? No te digo lo soy, mas aconteceráme contigo lo que al diestro trinchante à la mesa de su amo: que corta curiosa y diligentemente la pechuga, el alon, la cadera ó la pierua del ave, y guardando respeto á las calidades de los convidados á quien sirve, à todos hace pla- | to, à todos procura contentar, todos comen, todos quedan satisfechos, y él solo sale cansado y hambriento. A mi costa y con trabajos propios descubro los peligros y sirtes para que no embistas y te despedaces, ni encalles adonde te falte remedio á la salida. No es el rejalgar tan sin provecho, que deje de hacerlo en algo, dineros vale y en la tienda se vende; si es malo para comido, aplicado sera bueno. Y pues con él emponzoñan sabandijas dañosas, porque son perjudiciales, atriaca seria mi ejemplo para la república, si se atosigasen estos animalazos fieros, aunque caseros y al parecer domésticos (que aqueso es lo peor que tienen); pues figurándosenos humanos y compasivos, nos fiamos dellos: fingen que lloran de nuestras miserias, y despedazan cruelmente nuestras carnes con tiranías, injusticias y fuerzas. ¶

¡Oh si valiese algo para poder consumir otro género de fieras! Estos que lomi-enhiestos y descansados andan desempedrando calles, trajinando el mundo, vagabundos, de tierra en tierras, de barrio en barrios, de casa en casas, hechos espuma-ollas, no siendo en parte alguna de algun provecho, ni sirviendo de mas, que como los arrieros en la alhóndiga de Sevilla, de meter carga para sacar carga, llevando y trayendo mentiras, aportando nuevas, parlando chismes, levantando testimonios, poniendo disensiones, quitando las honras, infamando buenos, persiguiendo justos, robando haciendas, matando y martirizando inocentes. ¡ Hermosamente parecieran, si todos perecieran! Que no tiene Bruselas tapicería tan fina, que tanto adorne ni tan bien parezca en la casa del príncipe, como la que cuelgan los verdugos por los caminos. Premios y penas conviene que haya : si todos fueran justos, las leyes fueran impertinentes; y si sabios, quedaran por locos los escritores para el enfermo se hizo la medicina, las honras para los buenos, y la horca para los malos. Y aunque conozco ser el vicio tan poderoso, for nacer de un deseo de libertad sin reconocimiento de superior humano ni divino, ¿qué temo, si mis trabajos, escritos y desventuras padecidas tendrán alguna fuerza para enfrenar las tuyas, produciendo el fruto que deseo? Pues viene á ser vano y sin provecho el trabajo que se toma por algun respeto, si no se consigue lo que con él se pretende. Mas como ni el retórico siempre persuade, ni el médico sana, ni el marinero aporta en salvamento, habréme de consolar con ellos, cumplidas mis obligaciones, dandote buenos consejos y sirviendète de luz, como el pedreñal herido que la sacan dél para encenderla en otra parte, quedandose sin ella. De la misma forma el malo pierde la vida, recibe castigos, padece afrentas, dejando a los que lo ven ejemplo en ellas

[ocr errors]

Quiero volverme al camino que se me representa eu este lugar, lo que á los labradores y aun á los muy labrados cortesanos, cuando pasan por la ropería, si acaso alzan los ojos á mirar, que luego se arriman á ellos, unos les tiran y otros estiran, y allí los llevan y acullá los llaman, y no saben con cuáles ir seguramente. Porque pareciéndoles que todos engañan y mienten, de ninguno se fían, y andan muy cuerdos en ello; yo sé muy bien el por qué, y lo que venden lo dice á voces. Ahora bien, démosles lado, dejémosles pasar, siquiera por las amistades que un tiempo me hicieron, en comprarme prendas que nunca compré, dándome dineros à buena cuenta de lo que les habia de vender, y enseñandome a hacer de la noche à la mañana ropillas de capas, vendiendo los retazos para hacer soletas. O lo que suele suceder al descuidado caminante que, sin saber el camino, salió sin preguntarlo en la posada, y cuando tiene andada media legua, suele hallarse al pié de una cruz que divide tres o cuatro sendas à diferentes partes; y empinandose sobre los estribos, torciendo el cuerpo, vuelve la cabeza, mirando quién le podrá decir por dónde ha de caminar. Mas no viendo à quien lo adiestre, hace consideracion cosmógrafa, eligiendo a poco mas o menos la que le parece ir mas derecha acia la parte donde camina. Veo presentes tantos tan varios gustos, estirando de mi todos, queriéndome llevar a su tienda cada uno, y sabe Dios por qué y para qué lo hace. Pide aqueste dulce, aquel acedo, uno hace freir las aceitunas, otro no quiere sal ni aun en el huevo, y habiendo quien guste de comer los piés de la perdiz tostados al humo de la vela, no falta quien dice, que no crió Dios legumbre como el rábano.

Así lo vimos en cierto ministro papelista, por escelencia mal quisto y mentiroso, aunque sobre todo avariento: el cual como se mudase de una posada en otra, después de llevada la ropa y trastos de casa, se quedó solo en ella rebuscándola y quitando los clavos de las paredes. Acertó á entrar en la cocina, donde halló en el ala de la chimenea cuatro rábanos añejos, que como tales los dejaron perdidos y sin provecho. Juntólos y atólos, y con mucho cuidado los llevó á su mujer, y con cara de herrero le dijo :*« así se debe ganar la hacienda, pues así se deja perder; como no lo trujistes en dote, de todo se os da nada: ¿veis esta perdicion? Guarda esos rábanos que dinero costaron, y volvedlos á echar á mal perdida, que yo lo soy harto mas en consentir que por junto se traiga un manojo á casa. » La mujer los guardó, y aquella noche (por no tenerla negra con pendencia) los hizo servir à la mesa; y comiéndolos el marido, dijo: « ahora por Dios, hermana, que sobre todos los gustos, tiene lugar principal el de los rábanos añejos, que cuanto mas lacies mejor saben, sino, probad uno destos »; y haciéndole fuerza, la obligó à comerlo contra toda su voluntad con asco. Gentes hay que no se contentan con loar aquello que dicen aplacerles, ya sea por lo que fuere, sino que quieren que los otros lo hagan, y que a su pesar sepa bien y se lo alaben. Y juntamente con esto que vituperen el gusto ajeno, sin considerar que son los gustos varies, como las condiciones y rostros; que si por maravilla se hallaren dos que se parezcan, es imposible hallarlos en todo iguales. Así habré de hacer aquí lo que me aconteció en una comedia, donde por ser de los primeros, vine à ser de los delanteros; y como tras de mi hubiese otros no tan bien dispuestos, me decian que me hiciese á un lado; y en meneandome un poco, se quejaban otros, á quien hacia también estorbo; los unos y los otros me ponian á su modo, porque todos querian ver; de manera que, no sabiendo cómo acomodarme acomodándolos, hice orejas de mercader, púseme de pié derecho, y cada uno alcanzase como mejor pudiese.

Querrian el melancólico, el sanguino, el colérico, el flematico, el compuesto, el desgarrado, el retórico, el

« AnteriorContinuar »