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CAPITULO V.

De cómo vestido Guzmán y siendo mayordomo del clérigo, trata amores con unas mujeres, y lo que pasó con ellas.

Quiso Dios nuestro Señor que llegamos à la ciudad de Nápoles, lo que yo mucho deseaba por mudar el pelo viejo, que ya tenia órden de mi amo para que me vistiese à mi gusto, y dinero todo lo que yo habia menester, lo que fué causa de toda mi perdicion; que el dinero en mi poder antes me hacia daño que provecho, por lo mal que supe usar dél, que fué como arma en mano de loco; y así dicen que es como el vino, que aprovecha ó daña conforme se usa dél, y no es la culpa del vino, sino del que le bebe.

lán, muy curioso y bien acabado, herreruelo de refino, media de seda, que parecia que era hijo de un príncipe, segun me adornaba el nuevo aparato que, como dicen, un palo aderezado parece bien. Yo me miraba, y no me conocia. Acordéme de la otra vez que me había vestido en Toledo, y de los malos lances que eché. Pensé que en Nápoles ya no podia haber mala suerte, pues entraba de pié derecho.

Vuelvo a mi posada, y apenas me reconocian los demás criados; porque la transformacion habia sido en todo el hábito, y en breve tiempo apenas me apuntaba el bozo y parecíale á mi madre, que de puro rubio no se me echaba de ver el pelo en el rostro. Todos me daban el parabién del vestido, y me hacian reverencia y obedecian de mejor gana á mis mandamientos, como si con el vestido me hubieran dado la suficiencia para el oficio. Allí ví claramente lo que importa el vestido para conservar el respeto y decoro, aunque el hombre no se ha de gloriar de los vestidos, que es desvanecerse con bienes ajenos; pues es tan pobre y miserable que en todo vive de limosna. Y siendo así, ¿por qué se ha de ensoberbecer en verse vestido, pues los mesmos vestidos dan voces contra él, diciendo que son prestados? Pero como la locura del mundo todo lo entiende al revés, mas se estima el vestido que la persona, y á él se le hace la honra y reverencia. Estando pues en el patio de casa, dando órden en las cosas della conforme mi oficio, haciendo apercibir la carroza para mi amo, y haciendo poner en talle la ropa del camino, se puso à una celosía del mismo patio una dama que luego imaginé lo que era, que seria hermana de mi amo, porque le parecia un poco, y sin duda era linda hembra por estremo. Debió querer ver el mayordomo nuevo, saludéla con gentil donaire, parece que me puso los ojos mas suspendidos que los solian poner en mi aun mujeres de poca cuenta, cuando yo estaba sin tan buen pellejo. Eché de ver que me acreditaba el vestido; es verdad que yo no era tiznado ni de malas facciones, y con el vestido y el aire con que yo sabia acomodarle parecia algo. Mucho me alborotó el pecho el suave mirar de mi seño

Es el apetito y furor juvenil desenfrenado al dinero, todo le obedece, la ocasion hace al ladron, mi poca edad y manejar el dinero juntaron la potencia y el deseo, y así me dejé llevar de tan buen abogado, que nunca echa lance en vano; y por mas peligrosa que sea la enfermedad, promete muy cierta la salud con solo un récipe de oro potable; no hay puertas de yerro á quien no rompa un martillo de plata; no hay montaña tan alta que no la suba un asno cargado de oro. Al fin, tanto es estimado el dinero, que llegan muchos ignorantes avaros á hacelle su dios, y piensan que lo es porque todo le obedece, y en él se encierran todas las cosas, porque el que le tiene lo tiene todo, pues todo recibe funcion, y se estima por el dinero. El hace nobles, ilustres y estimados; él conserva linajes y familias; quita las manchas de padres y abuelos, y es el fundamento para que los hombres sean ensalzados; hace elocuentes, hermosos y discretos; por maravilla vereis rico necio ni pobre agudo habla el rico, y todos le escuchan; habla el pobre, y dicen: ¿quién es este? Las mujeres ya no buscan Medoros ni Adónises; miden el amor con la vara del interés, y con ellas quien da mas tiene damas, y puédese decir: ¿ damas quieres? pues da mas; tienen las manos mas eficacia que la boca para recabar cualquier cosa; son frias las razones sin dones, y las palabras se las lleva el aire, si no les echan contrapeso de plata; es mudo Sócrates, bárbaro Demós-ra Livia; y ya me hallaba en nuevos cuidados y pensatenes, y necio Tulio con toda su elocuencia, donde no se persuade con ofrenda. Es gran tercero y corredor entre las partes el interés, y lo que por este camino no se aicanza, los médicos del buen negociar lo condenan por enfermedad desahuciada.¶

Pues yo, que me vi con una vena continua de dinero, facilmente me dejé llevar de su corriente, como el que no miraba sino el presente gusto, aunque afeitado y fingido. En amaneciendo Dios, salto de la cama con el cuidado que tenia de ponerme galán, que este vicio es propio de gente moza. La consideracion era buena, porque queria parecer en el hábito debido; pero el efeto fué malo, que de la vanidad del vestir vine al desear y procurar cosas dañosas. Así suele ser ello en toda manera de gente, que por esta vanidad suelen pasar al templo del vicio, como se solia por el del trabajo pasar al de la virtud; particularmente los españoles solemos ser muy amigos de vestidos y ropas, tanto, que hacemos devancar á los sastres, que ninguno viene á cortar las ropas en que se examinó de maestro; y creo yo que no tuviera habilidad ni memoria Lázaro Baifio á que no se le fueran de número y nombre en el libro que escribió de Re vestiaria; y hombres y mujeres por este vicio suelen dar al través en la castidad; que con los vestidos ricos, curiosos y regalados suele hacer el demonio guerra descubierta à esta virtud. Este es el fruto | del ornato esterior y aderezo delicado, que es echar leña al fuego de la concupiscencia. Fuíme à la plaza (esto tiene Nápoles, que con dinero en mano todo se halla ), echo los ojos por aquelos roperos; y porque á mi oficio y á lo que se profesaba en casa mi amo convenia así, acomo · déme con un vestido negro de terciopelo labrado de Mi

mientos, aunque veia que era quimera y tocar con el dedo en el cielo; pero como a los deseos no bay imposibles, antes de hacer consideraciones y reparar en los inconvenientes, embelesome su hermosura, y no me parecia que pudiera ver cosa de mas gusto en el mundo para mis ojos. Bien consideraba mi bajeza é indignidad; pero yo no apetecia con afecto, que à tal imposible no podia soltar el vuelo de mis alas de cera, y mas siendo cosa de casa y pieza contada. Dejé entonces este pensamiento, porque mi amo me llamaba, que ya estaba medio vestido. Holgóse de verme en el hábito, parecióle que hinchia bien la plaza de mayordomo, y que él habia hecho una buena eleccion de mi persona; y fuera así si yo conservara el fervor del principio, y no fuera corrida de caballo francés. Dijome que si tenia aparejado, que queria salir a visitar algunos príncipes sus parientes. Todo le dije que estaba a punto. Salinios de casa, él en su carroza, yo en un alazán a la brida, que aunque babia platicado poco la cabaHlería, parecia bridon de veinte años. Anduvimos muchas calles; entró en algunas casas de parientes. Espantéme de ver la belleza de Nápoles que es un mundo abreviado: la curiosidad y suntuosidad de sus edificios, el órden de sus oficiales, las calles espaciosas, hermosos vertanajes y sobre todo bellas mujeres. Empecé à sentir en mi nuevos apetitos que no había tenido en mi mendiguéz y pobreza, y nuevas esperanzas nacidas de verme en buen hábito y con dinero en mano; osaba poner los ojos en las mujeres que antes no osara mirar, y hallaba también otra correspondencia que solia: que al mendigo y pobre no hay ojos que le miren.

Consideré la diferencia que hay en esto de estado á

pausa que van las mujeres, y la que llevaba mi amo con su carroza, mi dama tropezó y cayó, ó de veras, ó porque quiso fingirlo. Salté del caballo como un viento, y ayude

un mármol pario, blanquísima y muy bien hecha; y dijela, que en viéndola me habia robado el alma, que mirase por ella, y la tratase con mas piedad que á mí me trataban mis pensamientos por su causa. Espantose de ver mi lenguaje español, aunque mostró holgarse mas, y dijo, que no habia en ella partes donde yo me pudiese emplear. Volví á mi caballo, y á pocos pasos ella y su madre se entraron en su casa que estaba en la misma calle, harto buena; y las señas della las deprendí de paso, que no hube después menester guía ni adalid. Ya comencé àá fabricar castillos en el aire, y sentir gran revolucion de pensamientos. En el pecho de todas maneras estaba inquieto, que aunque el amor era niño en mí, se habia hecho ya gigante, porque fácilmente daba la posesion de mi libertad, como quien todo le parecia sobrado de bueno para mi intento, y lo poco que yo merecia. Consideré aquellas palabras que me dijo, que no habia partes en ella para que yo me emplease. Quise de aquí inferir que no estaba mal conmigo; y en la mujer el no aborrecer es señal de amor, porque no tiene medio, y la que no desdeña quiere ser solicitada.

estado, y que para conservar la castidad es mas siguro y menos ocasionado el del pobre ; que aun al que ha gasta do su hacienda en mujeres, el tiempo mismo le trae á que se despida desta pasion, porque le castigan los verdugosla á levantar. Trabéla de la mano, que la tenia como de de la miseria, de la desnudez, de la enfermedad, de la hambre y falta de sustento, y en el último estremo entra la mendiguéz, y hacerse uno pordiosero, pues se sacan de tales romerías estas veneras; y quien gasta sin propósito, viene á demandar á propósito; y quien da lo que tiene á malas mujeres, pronto viene á pedir lo que le falta á puertas de buenos hombres. Mientras que es uno rico, adinerado y próspero, convidansele mil mujercillas, ofrécensele mil terceras ó alcahuetas, en cualquier meson le dan puerta; pero en viniendo á pobreza nadie le conoce, y en este estado solamente se mantiene el pobre con el deseo, por el vicio que le queda del tiempo pasado; andase tras el olor, y con solo la vista apacienta su alma. Claro simbolo desto fue el hijo pródigo que primero trató de ser señor, y no topó con ello; procuró regalos de mujeres que tampoco le duraron, y vino á tiempo que trataba de lo puro necesario, que es el sustentarse. Con esto ya no se le hacia la cama mal mullida, aunque era de campo, teniendo por cortinas los vientos y por cielo el estrellado. Ya no se quejaba del mal talle que le hacia el vestido, aunque era agironado y lleno de bastas costuras. Ya no se le hace mal sazonado el pan, aunque era de borona, y tiénele por reciente, siendo cocido de quince dias. Todos estos daños vienen claramente al que sigue el aficion de mujeres. Pero es tan grande el incentivo que tenemos para ello, y es cosa tan rigurosa y mar tan furioso, que pocos navíos escapan sin tormenta, y muchos quedan anegados hácenos guerra el fomes, astilla, rastro ó reliquia que quedó de la corrupcion de la humana naturaleza, y de la rebelion contra la razon nacida de la privacion de la justicia original, aunque á la verdad, la concupicencia está en el libre albedrío depravado con ignorancia, y engañado so color de bien aparente. Quien oye esto luego me dira: pues «¿cómo, Guzmán, siendo vos tan predicador, no tomábades esos consejos? ¿De dónde habeis sacado tan buenas consideraciones y tan ruines hechos y propósitos?» Haz, hermano, lo que digo, y no lo que hago. Ya te digo cuán perversa era mi inclinacion por la vida que habia profesado libre y sin superior, aunque realmente tenia muchas veces buenos pensamientos; que si mi buen natural hubiera tenido buena direccion, y hubiera tratado con gente virtuosa, hubiera llevado vida muy recogida. Bien lo eché de ver en mi vida picaresca, que muchos hijos de buenos padres que la profesaban, aunque después los quisieron recoger, no hubo remedio tal es el bebedizo de la libertad y propia voluntad. Mas como en casa de monseñor casi por fuerza estudié latinidad y griego, y ví muchos libros, con mi buena memoria se me quedaron muchas especies de cosas de mil maneras; y así no te maravilles, amigo, que haga algunos discursillos, y te dé cuenta de mis pensamientos, pues te podrian ser de provecho si los consideras que para esto te cuento mi vida, para que escarmientes en cabeza ajena.¶

Y volviendo al principio de mi digresion, en verme galán, parece que me ufané como el caballo, que siente cuando el que va en él sale galán y gallardo. Quisiera irme todo el dia por las calles, porque me vieran en el nuevo traje. Topéme con una venerable vieja que traia de la mar.o una dama como un serafin, que parecia su hija; parecióme que ya volvian acia su casa, porque ya seria hora de comer. Pesábame de ir atado acompañando á mi amo, porque no podia hablalle: que en viéndola parece que me habló con los ojos, y me hizo buen acogimiento. Robábame el corazon con solo levantar su vista que tenia no sé qué de suavidad. Conocí que ni le pesaba de haber nacido, ni de que yo pusiese en ella los ojos. Fué mi ventura, ó desgracia por mejor decir, que yendo como emparejados con la

Llegamos á casa, púsose mi amo á la mesa, y sentóse también mi señora Livia su hermana. Ya no me pareció tan hermosa como por la mañana, ó porque la habia visto tras celosía, y se me habia antojado mas de lo que era, ó porque yo habia dejádome llevar de la señora que cayó por hacerme caer. Pero todavía tenia mucha hermosura y gentil gracia. Preguntóme mi amo: «Guzmán, ¿qué os ha parecido de Napoles? » ( subiéndome de tú á vos por razon del nuevo oficio y traje.) Dijele: «señor, no se puede negar que es muy principal ciudad; de grande nobleza, muchos edificios, grande lustre y pulicía. » Mirábame mucho mi señora Livia cuando yo estaba descuidado mirando á otras partes. Parecíame que todas se morian por mí, y que tenian razon, segun á mí se me antojaba, que estaba galán y gentilhombre; mas el corazon tenia yo fuera de casa, y así no hacia quimeras en lo que pasaba en ella; que el que ama, mas está en lo amado que en sí mismo: aquello me parecia fácil de obtener, lo de casa malo de digerir.

¶Y siempre guardé la regla que se ha de ir muy lejos de casa á hacer carne, como el lobo; y creo que el amor mas me entró por las manos que por los ojos, porque de tocar la mano quedé perdido y rematado; que el sentido del tacto es muy violento, es capitán de ladrones, conde de gitanos; y así que goza lo que otros roban, y ast dicen que es mas pernicioso que los otros sentidos, porque traerá los demas cómo á jornal para que le sirvan en sus regalos y deleites; y se sabe muy bien aprovechar desta tiranía; porque en todos tiene echado pecho que le den de sus ganancias fuera del que él se usurpa, aunque no se lo den. Echase bien de ver este dominio y señorío en esta materia; porque lo que los ojos ven, los oidos oyen, las narices huelen y el corazon desea, es á fin de servir con ello á este sentido, dándole de sus ganancias, repartiendo con él de sus despojos, y no gozan de buen bocado que no le conviden con él. De manera, que como las líneas de la circunferencia se van á rematar en un centro, así todos los sentidos cuanto cazan por de fuera es en órden de regalar este hermano que siempre pide gollerías: los demás son ladroncillos que lo han de lejos; pero el tacto lo ha de cerca, y es un loco de muchos temples, que hace muchos males; los demás acuden á una cosa; pero el tacto hace su obra sitiando, escalando, poniendo manos à la labor: en los demás consisten las previas disposiciones de la enfermedad; pero cuando este llega ya es muy cerca la muerte. No se me hizo duro de

creer que san Leon, papa, se sintiese gravemente tentado | de que una mujer le habia besado la mano, y de hecho se la cortó por huir de la fuerza de la tentacion.¶

Mi amo se detuvo aquella tarde en casa, que no quiso salir; quiso que se averiguasen cuentas del camino con el despensero, y que yo me hallase para que de allí adelante estuviese á mi cargo el pasallas. Y como habíamos acabado tarde de comer, no pude salir en toda la tarde de casa, que estaba de los cabellos y bien contra mi voJuntad, porque deseaba volver a tentar el vado, y ver si era llano lo que me habia parecido facil : no hubo remedio, de que no tenia yo poco sentimiento, que se me hacia de mal perder ocasion por impedimento de mi oficio. Púseme en la cama, y di muchos vuelcos en ella, que no podia cuajar sueño, que era para mí cosa bien nueva; pues apenas me allanaba en un poyo con un canto por cabecera, cuando me zabullia hasta que el sol del otro dia me servia de despertador, sin que hubiese menester la invencion flamenca de relojes ni despertadores. Anduve vacilando en muchas cosas, ya de la vida pasada, ya de la pasion y presente seria mas de media noche, y siento à la puerta de mi estancia dos ó tres golpecillos bajitos a manera de que rascaban la puerta. No tuve sospecha de que eran ladrones, porque era una casa muy bien cerrada; mas con el desvanecimiento que de mí tenia me vino al pensamiento que mi señora Livia me enviaria algun recaudo con alguna criada. Todo me alteré, teniendo esto por cosa averiguada. Yo era de mi natural atrevido, estaba harto de mudar asientos, cualquier lugar me parecia patria, y ninguno me dolia de dejalle. Determiné entre mí, que si mi señora me queria bien, podia sacalle mucho, pues estaba en casa tan rica; que el primer estímulo fué el del interese. Representábame el diablo que se podía hacer con mucho secreto, y cuando se supiese podia tomar calzas de Villadiego. No ponia yo duda en que mi señora me queria bien, pues el amor no repara en igualdad.

Levantome de la cama en camisa, y voy á la puerta : hacia la noche muy escura, y como era dentro de casa, tan escuro estaba fuera del aposento como dentro digo bajito: «ce, señora, ¿quién es?» Nadie me respondió, y yo sentia ruido muy cerca de mí. Crei que se burlaba, y alargo el brazo para echarle mano, y topo con una cabeza con sus cuernos; penséme que era el diablo que me venia á espantar, como yo estaba con imaginaciones torpes. Poco faltó para caerme de mi estado: el pelo se me erizó en la cabeza, y de puro espanto no pude echar ninguna voz no podia mover los piés de un lugar. Estando en esta suspension y miedo vine à caer en la cuenta de lo que era; que en casa tenia mi amo diversos animales, mona, papagayo, y dos carneros de cuatro cuernos, y que debia ser el uno dellos. Cobré animo, encendi una luz con aparejo que tenia à mi cabecera, y hallé el carnero que no se habia movido de la puerta echado, y estaba remugando con que hacia un ruido lento y bajo, el cual hacia cuando yo le toqué la cabeza, y cuando le toqué paró. Y el ruido de la puerta le habia hecho como estaba arrimado á ella, y levantaba la cabeza de manera que parecia que rascaba con los cuernos en la puerta. He aquí despintada mi sospecha de los amores con la señora Livia, y me vuelvo a la cama corrido de tal pensamiento y de mi facil credulidad, y alborotado del suceso que casi me habia sacado de sentido, y cansado de vacilar y fabricar trazas é invenciones para hablar á mi señora, la que me parecia que de veras me habia mostrado aficion, y que para mi tuvo tan buena mano, que la vi entregada en la mia. Volvióme la imaginacion á traer á la burla del carnero y qué fácilmente habia yo pensado que era recaudo de mi señora Livia.

¶Acordóseme de lo que habia oido predicar en Roma en la cuaresma pasada, en el sermon de la Madalena, tratando del vicio de la sensualidad: que es el diablo de tak

jaez, que en esta materia procura siempre hacernos caer con menos ocasion, y sin gastar mucho almacén por su parte; porque si puede con solo el deseo, no procura que se siga el acto; si con una fea, que no sea con una hermosa; si con una estatua de piedra, cual del otro mancebo ateniense, que no sea con mujer de talle; y por esto se dice que los enamorados son ciegos, porque hacen mil despropósitos. Contando san Gregorio la mala casta que safe desta madre lujuria, pone por hija mayorazga la ceguera del entendimiento. Cuando uno da por las paredes, decimos que ó está ciego, ó no escapa de loco. Pues, ¿qué menos concepto se puede tener del enamorado y sensual, sino que de ciegos se quiebran muchas veces las cabezas perdiendo el seso, y como privados de la razon dan en disparates nunca pensados? Dime ( yo te ruego), tú que escuchas mi vida, ¿cuántas veces en la tuya has quedado fallado de tus deseos? Eu lo que agora tratamos, ¿cuantas veces te dieron hora, y no puerta abierta? cuautas te has visto á pique de perderte, por ser casi cogido con el hurto en la mano, y otras has gastado gran parte de tu dinero, sin obtener lo que deseabas? Lances son deste juego, tretas deste ajedrez, suertes desta guerra. No te maravilles de mi suceso, y pon los ojos en los tuyos, y déjame dormir, que tengo alambicado el juicio de hacer discursos en materia que tanto aflige el entendimiento.¶

CAPITULO VI.

En que se prosigue la materia del capitulo pasado, y cuenta Guzmán los favores que recibió de su dama, y la inquietud que le causaban. Bien fueron menester golpes à la puerta para recordarme que el sol andaba muy alto, y yo estaba en mi profundo sueño, que como creedor riguroso cobraba de mí con puntual ejecucion. Salté de la cama, y empecé à vestirme á toda priesa por no caer en falta; y como la imaginacion es tan lijera, y en cualquier tiempo hace su oficio, luego me trujo otra vez la burla del carnero, que casi fué como la de la borriea que me sucedió en Malagon. Estaba atónito de mi ceguera, que preciándome de agudo, de limado y rompido, me dejase llevar de tan despropositado pensamiento: conocí la brevedad con que encanta este vicio y trastorna el juicio del hombre; que por horas le da los términos, y á los primeros paroxismos parece que le roba el seso y entendimiento.

Por eso Apuleyo y los poetas, en ia descripcion que hacen del dios Cupido, le pintan niño y ciego con los ojos vendados; niño, porque los que aman, como niños reciben engaños; y embelesados con la pasion, ni entienden ni discurren cubiertos los ojos. Porque se vea que no hay cosa mas sin luz que el hombre picado deste alacrán, no mira en lo que se mete, ni discurre si lo que apetece es posible ó imposible, si le está bien ó mal, si corre peligro ó está en salvo; solamente a ojos cerrados se arroja adonde, le lleva su aficion, prueba venturas sin ventura, acomete trances mal mirados, pónese á riesgos evidentes, emprende temeridades, que tienen malas entradas y peores salidas. Si esto se mira con agudeza y ojos de razon, ninguno se dejará de maravillarse, si se quiere dar la causa de tal desconcierto, porque consigo se la trae. Y es que entonces manda otro mas en casa que el que solia, por donde no hay otro remedio sino es apelar de la sala de la cordura, haciendo pasar su negocio á la de la ignorancia, No hay otra capa para cubrir su desnudez, salvo la pobreza de seso y sequedad de entendimiento. No es poca miseria, que habiendo Dios hecho al hombre tan bidalgo de su libertad, y habiéndole dado libre albedrío, ingenio y juicio angélico, le haya él baratado tan mal, que por una pasioncilla pierda el hombre, y con esta injuria mendigue el perdon de sus necedades, diciendo que no se entiende. Un loco hace ciento, y el amor hace cien mil. No he menester para probar esto la autoridad de Origines, que cada dia lo vemos; pues por el amor muches pierden el

seso, y vienen á dar en grandes disparates, llamando á las mujeres su vida, su alegría, su alma y aun su dios, diciendo blasfemias contra el cielo, y adorándolas no solo con palabras de blasfemos, sino con obras de gentiles.

Al fin, cuando bien hube discurrido y acabádome de vestir, ya hallé que mi amo salia de casa; acompañéle hasta la iglesia. Y como no se me cocia el pan de la que me daba cuidado, con gran brevedad fuí á la puerta de su casa. Estaba puesta à una celosía como si me estuviera esperando, y en viéndome se quitó della. Quedé muy congojado y pensativo; que entendí que era como el lance de la noche pasada, y en esto sale una criada y con grande disimulacion me hizo del ojo que la siguiese. Llevóme tres ó cuatro calles de allí, y dijome; que su señora habia quedado muy pagada de mí, y que la tarde pasada me habia estado esperando, y nunca parecí. Pero que advirtiese que era doncella recogida, y tenia madre y parientes muy honrados, y que no convenia que le diese vuel-. tas por la calle, ni podia entrar en su casa de dia, ni de noche por entonces, porque su madre la guardaba mucho, y ponia gran cuidado en las puertas; pero que después de las doce la podia hablar por la ventana. Agradeci mucho el favor, y por albricias à mi tercera le puse dos reales de á ocho en la mano, porque me parecia que ya no habia bombre mas dichoso ni con mas felicidad. Héme aquí vuelto Fúcar, y en liberalidad un Alejandro, y ayer no tenia canto que arrimarme por cabecera. Creí estar empleado en cosa de un rey; quise saber de la que me trujo el recaudo quién era aquella señora; pero como yo era nuevo en la tierra, por mucho que me dijese, no podia caer en la cuenta, solo entendí que era de gente noble. Afirmábame que era doncella. Esto no podia yo creer por la desenvoltura que había visto; mas por lo que la queria bolgaba de estar en este engaño. Volví á acompañar á mi amo á su casa, y hacer quimeras cómo podria yo salir aquella noche de casa, porque era muy cerrada, y queria que nadie saliese, y luego se cerrase. El aficion es grande maestra, y no hay dificultad por donde no rompa. Acordéme que la ventana de mi aposento era baja y sin reja, y que por allí podia salir aunque quedaria la ropa sobre su palabra y à beneficio de inventario. Al fin no pude hacer otra cosa cada hora se me hacia mil años.

Salí por mi ventana dejándola, junta, y llego á la ventana de mi dama, la cual estaba abierta, y le veia la luz por la celosía. Todo me alegré; mas luego siento grandes voces, á manera de que la vieja reñia á su hija. Pesóme de que la vieja estuviese tan tarde de piés y no se hubiese acostado, porque me habria de detener mucho para esperar ocasion; y no es mucha la seguridad de un español de noche por Nápoles. Sosegáronse las voces, y de allí á buen rato veo bulto en la ventana: lleguéme y era la criada, que me dijo : « señor, esta noche no habrá remedio, porque mi señora perdió ayer una joya, y hoy la ha echado menos su madre, y hala reñido mucho sobre esto, y está muy afligida. Yo conocí que podia ser treta, como la que me habian hecho en Toledo; pero como los enamorados son ciegos, y aqui tenia yo la bolsa á mi cargo, dijele que procurase que saliese y yo le pudiese hablar, que todo se remediaria, y que pareceria la joya ó se haria de nuevo. Hizome esperar, y cerca de las dos de la mañana salió la señora, diciéndome con mucho melindre, que mirase no me viese nadie, porque era grande atrevimiento suyo, y á mucho peligro de su vida y honra el salirme à hablar. Hicele las gracias desta merced, y que mirase cómo le podia quitar el disgusto de la joya perdida, porque mas pena sentia yo en el alma, y que no reparase en nada, porque yo no habia de sufrir, aunque se perdiese el mundo, que tuviese disgusto la que era dueño de mi vida. Dijo que me esperase, que parecia que sentia ruido en casa. Volvió luego diciendo que no era nada, sino que el miedo la tenia inquieta, y que habia hecho

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mas en salir á la ventana que si esperara un toro en el coso. Pasamos muchas cosas mostrando que se habia pagado mucho de mí, y que á la primera vista se aficionó luego, y que mas se holgaba que fuese español, y que no se engañaba en pensar que yo seria bien nacido y de buenos padres, que mis obras lo mostraban. En conclusion quedé condenado en haber de pagar la joya que decia que habia perdido, que valia ochenta escudos, que era un papagayo de esmeraldas con dos diamantes por ojos; porque decia que el dia que yo la topé le habia perdido, y le traia de mostralle en la platería para que le hiciesen otro como él, y que era prestado, y por eso babian sido las voces de su madre, la cual se persuadia que el hombre que la habia levantado del suelo se le habria quitado; y así vino bien el decir, que aunque aquel hombre no le habia quitado, pero que le restituiria. Quedó aplazado que á la otra noche á la misma hora yo traeria el dinero, y se subiria con una liga por la ventana. Con esto nos despedimos, quedando yo mas ufano que si hubiese descubierto unas Indias.

No quisiera dejar de haber visto Nápoles por los haberes del suelo. Vesme aquí, amigo, del todo inquieto, sin saber de qué estaba contento ó de qué melancólico; porque pensando cómo podria dar tal golpe de dinero sin que hiciese señal, tuve bien en que desvanecerme, y me resolví de darle (aunque se hubiese de saber), solo por ver si podia gozar lo que deseaba, porque el enamorado no mira sino el tiempo presente. Como me hallaba rico, y los dineros me bullian en las manos, solo bacia caso de comprar contentos de presente, sin echar la cuenta para el año de porvenir, y así me sucedió lo que dice el refrán: que quien adelante no mira, atrás se halla. Quien como prudente no juzga tiempos con tiempos, razones con razones y sucesos con sucesos, indigno es de llamarse avisado. Y deberia considerar que no pudiendo andar al trote de mis antojos, ni pasar con tantos gastos adelante de la manera que en profecia, y aun en acto se me representaban, que habia de vivir fatigado, alcanzado, misero, y con el verdugo de la necesidad á mis espaldas, que es puerta por donde salen todos los bienes y en tran todos los males; que es arriero la necesidad que trajina cualquier trabajo, y es tierra la pobreza do se cogen ciento por uno, y mas la debia yo merecer como cirujano bien acuchillado, que pudiera vender esperiencias y leer cátedra de mal pasar; mas á posta me le ponia todo atrás, y adrede me lo despintaba de la memoria como cosa que no me acarreaba gusto, y me privaba del presentaneo que yo deseaba. Cerrábame, como dicen, de campiña, y como la sierpe al encantador, atendiendo solo á llevar adelante lo empezado, como si dello dependiera todo mi ser, vida y contento. Llego á mi casa, y fué gran ventura que los ladrones (que no habia pocos) no hubiesen dado con la ventana abierta: acontecimiento fue acaso y buena fortuna; pero luego torció la rueda, como veras adelante.

Acostéme lleno de favores; y con el alegría del buen suceso y buenas esperanzas, que me prometia el cansancio grande y ser cerca del alba, me sepulté en la imágen de la muerte; que quien me viera pensara que la habia retratado al vivo. También hube menester golpes á la puerta cerca de medio dia, que pensaban que ya no estaba en el mundo. Yo como conocia las faltas que bacia, procuraba soldallas con levantarme aprisa, tingir que habia estado de mala gana aquella noche, y mostrarme en casa solícito. A los golpes que daban à mi puerta de entresuelo, habia salido mi señora Livia à una ventana del palacio, donde dije que la vi la primera vez, y al salir de mi aposento dijo: « cómo, Guzmán, ¿ en España también se usa madrugar poco? - No (dije), señora, en los de mi calidad y que habemos de acudir à obligaciones de nuestro oficio; pero los señores bien suelen hacer del dia noche y de la

noche dia, alumbrarse con la luna y cerrar sus ventanas al sol; mas yo no lo he hecho por voluntad sino por necesidad, porque me he hallado esta noche indispuesto. >> Mostró pesalle de que esta fuese la causa, y creo que si supiera la verdadera le pesara mas, segun me fiaba de que estaba amartelada. Deseaba yo la noche, que me parecia que amanecia mi dia en ella, y culpaba al sol de que tan de espacio se iba á reposar, por quitarme à mí el reposo. Aquel dia me entregó mi amo quinientos escudos para el gasto, que no se gastaban menos cada mes. Vino la hora, salgo por mi ventana, dejándola junta como la noche pasada, y llevando en una bolsilla de ámbar los ochenta escudos de la joya perdida del papagayo que parece que me decia: ¡cómo estás loco! ¡ cómo cautivo perro! Hallé ya á mi ninfa esperando á la ventana, pedí que echase la liga, y ya la tenia aparejada y subió con ella el dinero, el cual debia ella esperar con mas cuidado que á mí. Hizome grandes muestras de quererme del alma, y que si estuviera en su mano aquella noche me hubiera puesto en su casa; pero que ella daria traza brevemente como yo pudiese entrar, y á vueltas de los amores injirió que mi aseo y curiosidad en el vestido le habian parecido maravillosamente, que ella de su natural era amiga del aseo y galas curiosas, y señaladamente de vestido á la española. Ofrecí de darle para uno la noche siguiente, pero que procurase de abrirme la puerta. Ella lo ofreció, y que haria todo lo posible, no solo por mi gusto, pero por el suyo, que lo deseaba con mayor afecto. Hinchiome los cascos de viento, el entendimiento de embelecos y la voluntad de buenas esperanzas; que es propio de mujeres encantar y embelesar, y mientras anda la bolsa próspera, todas anidan en ella, con mil donaires le cantan la buena ventura; mas en faltándole lo de dentro, ellas se retiran afuera; que son como las golondrinas, de las cuales dice san Isidoro que son grandes adevinas de la casa cuando se quiere caer. Y así en entendiendo tal pronóstico, sin dar las gracias á los caseros del hospedaje hacen san Juan y Corpus Cristi en un dia, y se pasan á otra posada; y así hacen las mujeres cuando barruntan que ya no hay tras que andar; à la rebusca mudan bisiesto, ó arman alguna riña con que despedirse y buscar la vida en otra parte. Por esto dijo Filon, que la mujer es animal muy costoso de sustentar: siempre está diciendo daca, daca; no mira si lo hay, ni que tiene pelado al hombre hasta los cañones; haya que robar, haya que coger, haya que le den, que aunque sea de hurtado no se le da nada. Volví también esta noche á casa cerca del dia no quise acostarme, por no hacer falta como las otras veces, sino que así vestido me senté sobre una silla que pensé que allí no prendia el sueño como en la cama; mas presto tuve el desengaño, que apenas me pudieron recordar segun me habia engolfado en alta mar, que el sueño es ladron de casa, enemigo solapado, traidor encubierto. Confieso que el sueño fué dado naturalmente al hombre para su conservacion, porque no hay obra natural en él, que es mundo menor, que no tenga necesidad de descanso y alternacion, como la tiene este mundo mayor, en el cual hay invierno y verano, frio y calor, noche y dia. Y así el sueño, segun Plutarco y Tertuliano, es un reparador de la virtud cansada, y con su ayuda y servicio refresca al hombre, dale nuevo aliento, y después de las fatigas y trabajos le resucita con fuerzas mas enteras para nuevo trabajo.

Pero el sueño, que yo tenia de puro rendimiento, así me acometió en la silla como en la cama: como yo estaba poco enseñado à regalos, adonde quiera me parecia cama regalada, y no tomé yo al sueño sino que él me tomó á mí, pareciéndole que era necesario para el descanso de los espíritus y recreacion de los sentidos. Es verdad que tras tanto trabajo y la buena costumbre que yo me tenia de dormir á rienda suelta, era casi imposible vencer el sueño, y no quedar vencido dél; porque no es otra cosa

sino un lugar donde se recogen los miembros fatigados del trabajo, para tomar aliento y descansar, y es un adormecimiento y pasmo de los sentidos, causado de la evaporacion y humos que suben del estómago y manjar al celebro, donde, templándose aquel vapor cálido con la frialdad que él tiene, deciende y suspende el uso de los sentidos y de todos los movimientos esteriores. De aquí viene que, retrayéndose el espíritu vital al corazon, quedan suspensas todas las acciones deliberables, hasta que | recobrando el espíritu nuevas fuerzas y cesando aquellos vapores, el hombre despierta tornando á los sentidos y potencias, á sus operaciones; y segun esto diremos que el sueño es una venta de descanso y casa de recreacion para los que estan fatigados del trabajo y brumamiento; y Estacio le pinta como un mancebo alegre, porque no puede sucederles ninguna cosa á los mortales mas alegre que la quietud después del trabajo.

Salí muy listo por casa, y ya hallé que mi amo habia sentido la dificultad que habian tenido en recordarme, y los criados le habian dicho lo que dormia cada mañana. Dióme una reprehension muy cargada, diciendo, que era un vicio dañoso y perjudicial el mucho dormir, aunque no le faltan abogados y procuradores en todas audiencias que salgan en su proteccion, y muchos defensores de su injusticia que por muchos fiscales que se levanten contra él, también hay jueces que contra todo derecho sentencian en su favor; y que mirase que los que se levantan muy tarde dan grande nota de que andan reñidos con el sol, pues, por no toparse con él, le huyen el cuerpo haciendo sus alianzas con la noche, y son como la lechuza, que por no poder sufrir la claridad se pasa todo el dia en el nido, y á la noche sale cubierta de las tinieblas á sus ocupaciones; y el que sigue el norte de la prudencia y pone cada cosa en su lugar, sin pervertir los estatutos del cielo, sale de mañana á su labor, hace lo que debe en el dia y descansa á la noche como en tiempo diputado para ello; y que mirase que en su casa se profesaba vida política y de hombres racionales. Vesme aquí con una sofrenada por los amores nuevos, que bastara para alzar la mano dellos, si yo fuera capaz de buen consejo; mas siguiendo mi gusto, me iba á precipitar en los daños que se me siguieron. A los consejos de mi amo dí la oreja de la manera que la otra hija á su madre, que decia : « castigame mi madre, y yo trómposelas. >>

Hice la tercera noche lo que las pasadas: salgo por mi ventana, y llevaba cien escudos en la bolsilla para el vestido que ofrecí á mi dama. Halléla á la ventana, y por cogerme en el lazo, luego me dijo que andaba trazando cómo podria abrir la puerta. Yo pensando que era facilitallo, digo que me bajase la liga, y atéle la bolsilla con los cien escudos. En viéndose con ellos, ó que le pareciese que en mí no habia mas que pelar, y fuese traza suya, ó que ella tuviese algun galán (que no seria menos), que me habria visto hablar la noche pasada, al tiempo que hubimos discurrido por muchas cosas, parece que se resolvia en abrirme la puerta; salen cuatro de través, y embistenme á cuchilladas. Yo, como era mozuelo, y ví tantos contra mí y en parte que no era conocido, tomé el consejo del leon, que huye ocasiones donde no le ven, y con mi espada envainada supe por esperiencia que correr y huir no es todo uno. Siguiéronme poco: yo quedé harto atemorizado de los amores, que casi me costaron la vida, y no sabia de quién me habia de guardar, y con el primer resuello me habian dejado tan gastada la bolsa, que no sabia qué cuenta podria dar á mi amo: ya me vi afligido, y acongojado, que no quisiera haber soltadome á nadar tan incautamente.

CAPITULO VII.

De cómo Guzmán de Alfarache fué puesto en la cárcel, y lo que en olla le sucedió.

Menos mal hubiera sido, si aquella noche no me sucediera otro avieso sino el espanto que me dieron los que

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