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Aguilar; y, como hemos dicho, les pesó mucho á los Reyes Católicos, los cuales, como viesen la brava resistencia de los moros por estar en tan ásperos lugares, no quisieron enviar por entonces contra ellos mas gente. Mas los moros de la serranía, viendo que no podian vivir sin tratar en Granada, los unos pasaron á Africa, y los otros se dieron al rey don Fernando, el cual los recebió muy bien, lleno de clemencia y gozo. Este fin tuvieron los bandos y guerras de Granada, á honra y gloria de Dios nuestro Señor.

FIN DE LA PRIMERA PARTE DE LAS GUERRAS CIVILES DE GRANADA.

GUERRAS CIVILES DE GRANADA,

POR GINES PEREZ DE HITA.

PARTE SEGUNDA.

CAPITULO PRIMERO,

En donde se ponen las causas por qué se tornó á levantar Granada y su reino esta última vez, y la órden que se tuvo entre los moriscos para hacer de secreto un alarde de toda la gente de guerra del reino, y

otras cosas.

Rematadas las prolijas y sangrientas guerras que los reyes cristianos de Castilla y Leon tuvieron con los moros que ocupaban á España, desde el infante don Pelayo hasta don Fernando V y reina doña Isabel, reyes de gloriosísima memoria, habiéndose pasado en la conquista ochocientos años; acabada de todo punto por estos dos esclarecidos monarcas la toma de Granada, como ya tenemos tratado en la primera parte desta historia, y habiendo los mismos puesto y adornado á esta ciudad con toda aquella grandeza que la pertenecia, con una real chancillería y corte, y otras cosas de mucha nobleza, haciendo una real y suntuosa capilla, lugar diputado para su enterramiento, y quedando ya la ciudad y reino quietos y sosegados; después de hechas muchas y muy grandes mercedes á los caballeros moros que en aquella conquista les habian sido propicios y favorables, así como también á sus grandes y a otros que se señalaron en la tal guerra, se tornaron para Castilla, dejando á Granada muy poblada de valerosos cristianos, y la famosa y real Alhambra con muy buena y segura guarnicion de soldados. Pusieron por alcaide della al valeroso conde de Tendilla, llamado don Iñigo Lopez de Mendoza. Pero no habian pasado aun dos meses que los Católicos Reyes habian partido de Granada, cuando ciertos lugares de las Alpujarras se tornaron á levantar y tomar armas contra los cristianos. Esta rebelion fué presto apaciguada, porque los cristianos, haciendo armas con los moros inquietos, los sojuzgaron y oprimieron, y á los principales promovedores castigaron cruelmente.

Mas muy poco aprovechaban estos ejemplares castigos, porque todavía los moros no dejaban de hacer gran daño á los cristianos de secreto, matando al que cogian, de tal forma que estos no osaban andar por la ciudad de noche, ni salir á las huertas siendo menos de cuatro ó seis de camarada, pues si iban de otra suerte, los moros los mataban. Duró esto todo el tiempo que los moros estuvieron en el reino, y no eran parte los crueles castigos que en ellos hacia la justicia para que no usasen sus maldades y odios contra los cristianos. Levantóse entre los moros uno muy bravo, llamado Arroba, el cual con trece compañeros, tan malos y endiablados como él, hacian tanto daño y causaron tantas muertes de cristianos, que pasaron de cuatro mil los que mataron en los caminos de AguasBlancas, entre Granada y Guadix. Mas Dios fué servido de que al fin él y los suyos fueran presos y hechos piezas, y sus cabezas puestas en una torre; la de Arroba un palmo mas alta que las otras, porque fuese conocida. Sin este hubo otros muchos moros que hicieron grandes males, y se pasaron en Africa. Otro muy bravo y cruel, llamado el

Cañari, tomando por guarida el espeso Soto de Roma con varios compañeros de su traza, bizo muchos daños en los cristianos que pasaban por los caminos; pero también quiso Dios que él y su compañía fuesen presos y hechos

cuartos.

Con todo eso, aprovechaban muy poco estas diligencias, porque de secreto eran muchos cristianos muertos y hechos pedazos, y amanecian puestos en la plaza Nueva y en la de Vivarambla, lo que fué causa de que los cristianos, no pudiendo sufrir semejantes maldades, acordaron de pagarles en la misma moneda; y juntándose en cuadrillas muchos, muy bien aderezados, salian de noche, y al moro que encontraban luego le mataban, y al otro dia amanecian los muertos tendidos por la ciudad y por las huertas. Así vino á tal estado el negocio, que dentro de la misma ciudad se renovaron las guerras civiles de tal forma que nadie osaba andar por las calles, y convino que estuviese puesta en arma muchos dias, hasta que fué aplacándose aquella furia infernal por los crueles castigos que hacia la justicia, tanto en los cristianos como en los moros. Mas, aunque se aplacó, no paró por eso el mortai odio de los moros contra el bando cristiano, ni quedó jamás desarraigado de sus ánimos, no olvidando las ofensas recebidas con la pérdida de su antigua ciudad: así se puede decir con verdad, que Granada y su reino no fueron acabados de ganar segun las cosas sucedian, porque siempre los moros tuvieron deseo de tornar en su libertad, y recobrar su dominio, procurándolo por muchas vías y modos, y teniendo para ello en varias partes armas y bastimentos escondidos, que después fueron hallados, como diremos mas adelante.

Desta suerte el estado granadino estuvo setenta y siete y mas años, floreciendo sin embargo la ciudad tan altamente, que bien se puede decir que en España no habia otra, por populosa y grande que fuera, que la hiciese ventaja en tratos y comercios, grandes bastimentos y soberbios edificios. Hizose en ella uno de los mas famosos templos del mundo, el cual se puede tener por una de las siete maravillas dél, y además otras muchas y muy famosas iglesias y conventos de todas las órdenes, especialmente el del glorioso San Jerónimo, donde está el enterramiento del duque de Sesa, adornado de inmortales trofeos, banderas y estandartes, señal de las famosas y gloriosas victorias suyas y de sus pasados, especialmente de aquel famoso y gran capitan Gonzalo Fernandez de Córdoba, claro sol del hispano suelo, cuya gloria inmortal será para siempre viva entre los bombres.

En este tiempo pues el católico y serenísimo rey don Felipe, segundo deste nombre, mandó con piadoso celo, y por la honra de Dios, que los moros de Granada siendo bautizados y cristianos, para que mejor sirviesen á Dios nuestro Señor, mudasen de habito, no hablasen su lengua ni usasen sus leylas y zambras, ni biciesen las bodas a su

usanza, ni en las navidades y dias de años nuevos sus comidas segun su costumbre, que las llamaban mezuamas, siéndoles además desto vedadas otras cosas, porque no convenia que las usasen. Haciaşe esto asi para que los moriscos se enterasen mas en las santas costumbres de la fe católica, y olvidaran el Alcorán y las cosas de su secta. Mandólo su Majestad por acuerdo de los de su real consejo, y de otros santos varones, amigos de Dios y celosos de su honra. Publicado esto en Granada y su reino, se impusieron graves penas á los moriscos que faltaran á su cumplimiento; y estuvo bien acordado y mandado, porque el corazon del rey está en la mano de Dios, y al cabo debia ser así, pues no se menea la hoja del árbol sin la voluntad divina: se hizo con santo celo, y quiso Dios que fuese así, para que aquel antiguo reino fuese de todo punto conquistado, y quitados los moros de tan antigua posesion : es verdad también que dello resultó gran pérdida y derramamiento de sangre cristiana, grande menoscabo en las rentas de su Majestad, y ruina de muchos pueblos del reino de Granada, que han caido y se han perdido para siempre.

Habiéndose pregonado pues que los moriscos de Granada dejasen lengua y hábito, luego todo el reino fué alborotado, y quedó mal contento de tal mandamiento; y así los mas principales de la tierra se comunicaron sobre lo que harian en este caso. Después de haber tratado muchas cosas sobre ello, pareciéndoles no poder sufrir las que se les mandaban que cumpliesen, teniéndolas por graves é intolerables, determinadamente acordaron de levantarse y tomar armas, incitados de una infernal furia y movimiento, y predominando sobre ellos algun furor celeste. Porque se entiende no poder ser menos este movimiento, sino que el sangriento Marte les incitara, baciéndoles tomar armas y tender banderas contra las cristianas legiones, bajando al furioso infierno, y despertando á la cruda guerra que estaba ya olvidada y descuidada del bullicio de las armas. Salió esta pues de la tenebrosa oscuridad, y dando en el verjel rico de Granada y sus tierras, sopló tan duramente en los oidos y entendimiento de los moros granadinos, que les bizo dar en un acelerado movimiento belicoso, disponiéndose á tomar las armas contra el cristiano bando. Y así de todo punto determinados á tan sangrientos pensamientos, habiéndose comunicado los mas poderosos del reino, fué acordado que se hiciese alarde de la gente de guerra que podia haber en él, y que esto fuese con tal secreto, que de nadie fuera entendido, para lo cual se dió en una diabólica astucia, y fué pedir á la ciudad de Granada licencia para hacer un hospital muy grande, en donde fuesen curados los moriscos pobres enfermos del mal de la lepra. Habida esta licencia, y señalado el sitio en San Lázaro fuera de la ciudad, camino de Albolete, dieron órden con cartas y permiso del provisor, que era el doctor Román, grande hombre en letras, para que fuesen dos moriscos por todo el reino y por todas las Alpujarras á pedir limosna para la obra de aquel hospital. Y el órden que en esto se llevaba era, que la casa en que habia dos hombres de pelea diese dos cuartos, y donde uno, uno; deste modo, segun el número de hombres que habia en cada casa, asi se daban los cuartos; y por este secreto ardid, contando los cuartos se balló que habria cuarenta y cinco mil hombres de pelea, puestos ya en una lista, y conjurados á tomar armas. Acordaron luego escribir al Ochalí, rey de Arjel, una carta, cuyo tenor es el siguiente:

«El gran Mahoma manda muy espresamente en su ley, » que los moros necesitados y puestos en trabajos sean » por los de su ley socorridos, especialmente en las guer>> ras contra los cristianos: esto nos dice en el Alcorán, en > el libro intitulado De la Espada. Ahora pues, esclare> cido rey de Arjel, forzados de inmensa necesidad en » que estamos por causa de los españoles cristianos, te

» suplicamos que para salir de tan notables trabajos y pe» sada esclavitud, nos dés favor y ayuda con armas y gentes » de guerra; que así lo haciendo, te ofrecemos de dar y >> entregar á España en tus manos. Y para ello sabrás que >> tenemos cuarenta y cinco mil hombres de guerra, toda » gente moza, y con deseo de usar las armas ; así con el » favor del santo Alá será puesta España debajo del mando » del Gran Señor, como lo fué en otros tiempos; porque >> ahora hay mejor aparejo y ocasion para poderlo ser, por » estar las Alpujarras deste reino muy pobladas de beli>> cosa gente y deseosa de novedades. Puertos te daremos > seguros, bastimentos y dinero para pagar á los tuyos; » aquí hay un lugar, llamado Sorbas marítimo, donde po>> drán seguramente desembarcar, y sin este otros muchos >> lugares, bien conocidos de tus cosarios, adonde ellos y >> tu gente podrán acudir. Por el santo Alá, que no dejes » de tomar esta empresa, pues tanta honra y gloria te >> promete el cielo por ella, y con esto cesamos. De Gra> nada á 20 dias del mes de abril de 1568. »

Esta carta escribieron los moros de Granada al Ochali, rey de Arjel, y le fué enviada por la parte de Vera, como se supo después; y á esta sazon estaba allí un hidalgo de Lorca, llamado Tomás de Sigura, que hubo en su poder un traslado della, el cual trujo á Lorca, y allí se leyó poco antes del levantamiento. Dada pues esta carta en las manos del famoso renegado Ochali, luego mandó se juntara toda la gente de guerra que en Arjel ganaba sueldo, y con ella á muchos capitanes y cosarios de mar; la leyó delante de todos, y después de leida pidió que le diesen su parecer sobre lo que debia hacerse en aquel caso. Muy grande ruido se movió entre toda aquella canalla, habiendo muchos y diversos pareceres : unos decian, que era justo dar socorro a los moros granadinos; otros decian que no, porque la gente granadina era ruin, y de poca palabra, y mal astuta en la guerra, sin esperiencia alguna de las armas, y que no podia resultar bien ninguno de aquella ida en España, porque la española gente es muy brava y robusta y muy diestra en las armas. A todas estas cosas estaba presente un morabito muy anciano, hombre de solitaria vida, de los moros de Arjel muy estimado, y de quien se hacia muy grande cuenta; el cual, vista la vocería de aquella turbamulta y los pareceres tan diversos que tenian sobre el socorro de Granada, alzó un baculo que llevaba en la mano, haciendo señal para que todos callasen; y habiéndose sosegado, aguardando lo que diria Cide Bujao, que así se llamaba el morabito, habló desta manera, mostrando gran majestad y gravedad en el rostro.

<< Valientes y famosos capitanes, bajáes de tierra, y los que el mar de Libia sulcais y las riberas españolas, mostrando los aceros de las armas á las cristianas gentes en servicio de nuestro santo Alá y de Mahoma : entended bien lo que ahora quiero deciros, que es muy justo, y es muy santo, y á todos provechoso, y muy propicio á nuestra ley tan justa y tan loable, segun lo dejó escrito nuestro Mahoma en su libro De la Espada, adonde dice, y manda espresamente, que estemos aprestados con las armas en contra de los cristianos, y que demos socorro a los nuestros si le piden; y no haciéndolo, como es justo, caemos en desgracia de Mahoma. Ahora pues es tiempo, gente ilustre, de hacerle este servicio, guardando bien su ley y mandamiento, lo que así será si socorremos al bando granadino que nos llama, y quiere volverse á su Mahoma, dándole bastante ayuda con las armas para que España quede por los nuestros, y el Gran Señor corona della tome, que no pequeña gloria será nuestra. Por tanto, amigos todos, que al momento se les dé socorro á los granadinos, pues son de nuestra parte y sangre nuestra; y yo prometo daros una bula y un jubileo pleno de mil gracias, conforme a nuestros ritos y ley justa, á todos los que dieren armas y otras cualesquier municiones de guerra al granadino bando moro. Muy bien sabeis que tengo autoridades,

das por el emperador nuestro señor, y por su augusto hijo don Felipe II, las cuales he visto yo en Murcia en poder de Luis Albayar, granadino. Este don Fernando que decimos era mancebo de veinte y dos años, de poca barba, color moreno, verdinegro, cejijunto, ojos negros y grandes, gentil hombre de cuerpo: mostraba en su talle y garbo ser de sangre real, como en verdad lo era, teniendo los pensamientos correspondientes. Era veinticuatro de Granada, y de todos los moros granadinos muy estimado y respetado. Doy tantas señas dél, porque le vi vestido de luto en compañía de los demás veinticuatros en las bonras de la serenisima reina doña Isabel de la Paz, mujer de nuestro católico rey don Felipe II, y entonces supe quién era y cómo se llamaba. En este pues pusieron los moros sus ojos para que fuera su rey, y no sabré determinar si ya le tenian hablado; pero déjase entender que sí, segun después pareció.

poder y mando para darlo todo; por tanto, cada uno se disponga á dar socorro, armas y otras cosas tocantes á la guerra granadina, pues nos resulta á todos dello gloria.. Esta oracion bizo el falso morabito al rey de Arjel y á todos sus soldados, y fué de tanta eficacia, que todos á una voz dijeron que era muy justo dar socorro y armas á los de Granada. Luego se diputó una grande mezquita para que allí se allegaran las armas y pertrechos de guerra, y fué cosa de maravilla lo que aquel dia y al otro se puso en la mezquita. Unos llevaban alfanjes, otros arcos, otros plomo, pólvora, cuerda, escopetas, y hasta las mujeres y muchachos llevaban lino y cáñamo para hacer las cuerdas; otros llevaban flechas, y otros harina, pan y bizcocho para los navíos que habian de pasar. En fin, tanto llevaron, que la mezquita, tan grande como era, ya no cogia mas; todo por codicia de ganar el jubileo desaventurado, del morabito prometido. Estando ya la mezquita llena de todas estas cosas, el Ochali mandó llamar á consejo de guerra en su mismo palacio real, y todos los que en él se hallaron fueron capitanes y otros guerreros muy ancianos y esperimentados. Tratándose de lo que se haria sobre el caso, y de si enviarian aquellas armas y municiones à los de Granada, al fin de muchos pareceres fué acordado que no se enviase cosa ninguna sin hacérselo saber antes al Gran Señor. Y así en saliendo del acuerdo fué despachada luego y á toda priesa una galera muy velera, cuyo capitán fué un renegado, llamado Mamí, calabrés, mozo y robusto, muy entendido en la mar, y terribilisimo cosario; el cual tomó el camino de Constantinopla como le fué mandado, llevando despachos para el Gran Turco acerca de lo que pedian los granadinos. Recebidos por el turco los despachos, y enterado este muy bien de lo que en ellos se contenia, habiendo pedido dictámen á los de su consejo, fué acordado que aquel caso fuese remitido al Ochalí, pues er a gobernador de Arjel, entendia bien la guerra, y estaba frontero de las costas de España. El turco con este acuerdo despachó al renegado Mami, calabrés, dandole carta suya para el Ochalí; y aquel famoso cosario volvió en pocos dias á Arjel, donde ta carta del turco fué abierta Ꭹ leida por el Ochalí, diciendo así:

«Recebi tu carta con la de los moriscos de Granada, en » que me avisas del aparato y conjunto de armas que tie>nes hecho para su socorro; pero no te dispongas sin ha>>ber buena causa. Envía primero doscientos soldados, tur» cos de nacion, y no mas, y que estos sean valerosos; y > segun fuere el suceso de la guerra, así te dispondras y >> me darás aviso. Si es tal que pueda tomarse semejante > empresa, pediré al francés los puertos necesarios, y yo >> con gran poder entraré por Italia, y daré aviso al de Fez » y Marruecos para que entre por la parte del poniente; y >> si acaso la guerra no saliese á nuestro gusto, se dará de >> mano. No mas. Destambor. Selim Solimán, »

Leida esta carta por el Ochali, estuvo muy bien con lo que el turco le avisaba y mandaba, y después la mostró á los de su consejo, quedando todos conformes. Luego el Ochali tuvo cuidado de buscar doscientos buenos solda . dos, turcos de nacion, para enviarlos al reino de Granada, á los cuales dejaremos ahora, por decir lo que pasaba en aquella ciudad. Es de saber que en este tiempo, así como los moros de Granada enviaron los recados al Ochalí, rey de Arjel, se iban comunicando de secreto unos con otros sobre á quién podrian elegir por rey, y todos los mas principales pusieron los ojos en don Fernando Muley, señor de Valor, porque era de la casta de los reyes de Granada, muy cercano y descendiente del Miramamolin de Marruecos y Córdoba, llamado Mahomat. Este don Fernando era hijo de don Juan Muley, y nieto de don Fernando Muley, á quien los Católicos Reyes hicieron muchas mercedes, y dieron grandes privilegios de armas y apostamientos de lanzas con aventajados sueldos, como aparece por las reales cédulas de sus Majestades, confirma

Es ahora de saber, que este don Fernando Mulev, entrando un dia en la sala de ayuntamiento de caballeros, habiéndose quitado la espada de la cinta para dejarla fuera, como es costumbre entre los regidores ó veinticuatros, no se quitó igualmente la daga, segun los demas habian hecho. Por esta razon un caballero veinticuatro, alguacil mayor perpetuo de Granada, llamado don Pedro Maza, al ver que don Fernando de Valor habia dejado la espada y no la daga, le dijo: «señor don Fernando, mal lo hace vuesa merced en no dejar la daga con la espada, como los demás caballeros. - Don Feruando le replicó: « por cierto, señor don Pedro, que inadvertido lo he hecho; pero importa muy poco que yo entre con daga en el ayuntamiento, pues no hay que recelar de mí, especialmente siendo un caballero tal, que muy bien podria entrar con espada y daga. - No niego eso, dijo don Pedro. que ya se sabe que por ser tal tiene vuesa merced real privilegio para poder llevar armas y traerlas en partes vedadas y no vedadas; mas sabe vuesa merced también, que es uso y costumbre en todos los reinos y señoríos de su Majestad, que ningun caballero, por delantero que sea, pueda meter ningun género de armas en la sala del ayuntamiento; y así no es justo que vuesa merced las meta, habiendo otros tan buenos como vuesa merced que no las

meten.»>

Destas palabras se indignó mucho don Fernando contra don Pedro, diciéndole : « ninguno hay que sea tan bueno como yo, ni que con mas libertad las pueda meter en cualquiera parte.» A don Pedro le enojó esto que don Fernando dijo; y ateniéndose á su oficio de alguacil mayor, le intimó la órden siguiente: «pues por el oficio que tengo, debo de derecho quitarle la daga, que no puede tenerla en la cinta sin tener la espada, y le tengo de bacer por ello denunciacion. » Diciendo esto se llegó á don Fernando, y le quitó la daga de la cinta. Don Fernando, ardiendo en ira al ver que por ser alguacil no podia estorbárselo, se la dejó tomar, diciendo: «vos lo habeis hecho como villano, y juro por la real corona de mis pasados, de quien soy digno, que yo tome tal venganza de vos, y y aun de algunos que han consentido que la daga se me quite, que mi agravio quede bien satisfecho.» El corregidor, que oyó estas palabras, mandó que le prendiesen; mas don Fernando por no ser preso salió de la sala con gran presteza, y fué adonde estaba su espada, la que tomó y desenvainó, diciendo á los porteros que le querian preu der, que se tuviesen, y si no, los mataria. El alguacil mayor quiso echarle mano, pero no pudo hacerlo, porque don Fernando, como era mozo muy suelto se desvió afuera, y tomando la escalera, que era Ilana y ancha, la salvó toda en solos dos brincos; y en llegando al zaguán halló su caballo que tenian aprestado sus criados, y sin poner pié en el estribo saltó en la silla, y apretándole las piernas salió de las casas del cabildo con tanta lijereza como un rayo. Sus criados, visto el alboroto, y que no podian

seguir á su señor, se metieron en la capilla real, que está muy cerca de las casas consistoriales. Por esto se presume que don Fernando de Valor Muley estaba en la conjuracion del levantamiento del reino; esto es, por haber ido aquel dia à cabalto al ayuntamiento, y por haber querido entrar con la daga para tener por ella aquella ocasion de salirse de Granada. Esta desazon, y las demás que antes hemos contado, fueron parte para que el reino se levantase. Maldita sea la daga, y malditas las demás ocasiones de que tantos males resultaron, y tanto derraniamiento de sangre cristiana en las civiles guerras que se tuvieron, y que así pueden llamarse; pues fueron cristianos contra cristianos, todos dentro de una ciudad y de un reino, y tan trabajosas como diremos adelante. Desto pasado pondremos un romance por no quebrar el estilo de la parte primera.

Después que Fernando quinto Ganó la insigne Granada, El Alhambra y Alijares, También su fuerte Alcazaba ;

Las fuertes Torres-Bermejas, Bibatambién que acompaña, Y todos los rededores Que están en la vega llana; Loja, Málaga y Moclin, Y aquella nombrada Alhama, Con Alcalá de Albenzaide. Que ahora la Real se llama, Y la rica Colomera, Que de Granada es cercana; Los lugares de la sierra, Que les llaman Alpujarras;

Los que están junto à la Peza,
Guadix, Almeria y Baza,
Con toda su hoya junta,
Que la tiene bien poblada;
Y el gran rio de Almeria,

Y el de Almanzora nombrada,
Se vuelve para Castilla
El rey que todo lo gana,
Acompañado de grandes

Que llevó en esta jornada:
La tierra deja segura,
De cristianos bien poblada.
Setenta años se pasaron

Y siete, en cuenta muy clara,
Que Granada estuvo quieta
Sin alborotos de nada.

Mas al cabo deste tiempo,
Que Filipo gobernaba,
Segundo de aqueste nombre,
Claro rey de nuestra España,
El fiero Marte da vuelta,
Su bandera desplegada,
Que parece ociosidad
Tenerla tanto plegada,

Y los moros granadinos
Les incita a guerra y saña.
Todo el reino se alborota;
Desean tomar las armas.

Y al rey de Arjel escribieron, El cual Ochali se llama, Para que las dé, y socorra, Prometiendo darle a España. Lo que pasó deste trato Diremos á otra jornada.

CAPITULO II.

Que trata cómo salido de Granada don Fernando Muley Abenhumeya, se fué à Valor, lugar suyo, y cómo se juntaron con él muchas gentes, y fué alzado por rey de Granada; pónense otras cosas tocantes á esta historia.

Dijimos que salió á toda priesa de Granada don Fernando Muley Abenhumeya, que así se llamaba, y es de saber que en aquella ciudad hubo otro linaje de caballeros Muleyes, á los cuales llamaban así, porque eran de sangre real, pues Muley en arábigo es rey. Mas este don Fernando Muley se nombraba también Abenhumeya, por ser descendiente de aquel grande Abenhumeya alcalifa, descendiente de la hija mayor de Mahoma, llamada Fátima; y deste linaje de Abenhumeya hubo en España alcalifas y reyes, que gobernaron en Córdoba, y en Fez y Marruecos. De la otra hija de Mahoma, llamada Haza, salió el linaje de Alduramen, en que también hubo alcalifas y reyes en Arabia, Africa y España; pero el de Abenhumeya era de mas valor y del que mas reyes hubo, como se halla en Esteban de Garibay en los compendios que hizo tratando destas cosas, al que me remito. Pues este don Fernando Muley Abenhumeya, babiendo salido de Granada lleno de ardiente cólera por haberle quitado la daga, se fué sin parar basta que llegó á Valor, lugar suyo en las Alpujarras, cerca de Cadiar, otro en donde estaba un tio suyo llamado Abenchoar, hombre rico y poderoso en aquella tierra, y respetado de todos por su linaje. Como supo este que su sobrino don Fernando estaba en Valor, al momento le fué á visitar acompañado de otros moros ricos, descendientes de gente noble.

Al verse juntos tio y sobrino, se alegraron sobremanera, y tratando de muchas cosas contó don Fernando todo lo que le habia sucedido en Granada con don Pedro Maza, y cómo le habia quitado la daga. Esto lo contaba don Fernando con tanta cólera y coraje, que de pura pasion lloraba, jurando de tomar venganza con su mano del agravio recebido. Su tio Abenchoar, lleno de pesar por el caso, le dijo: «no con lágrimas, amado sobrino, se toman las venganzas, sino con las armas : ahora es tiempo que se mues tre tu valor, y cómo derechamente vienes de los pasados

T. III.

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reyes de Córdoba y Granada. Todo el reino está movido á buscar su libertad, y te ha escogido por su rey y señor, y pues eres digno de la corona que te viene de derecho, no rehuses la parada. Al rey de Arjel tienen escrito, y dél aguardamos gran socorro de armas y gente. Siendo rey tú, como queda dicho, te podrás vengar á manos llenas de tus enemigos, y destruirles las haciendas. » Todos los que habia presentes le rogaron que admitiese la corona que el reino le ofrecia, prometiendo ellos ayudarle con sus bienes y personas. Don Fernando, que no deseaba otra cosa sino ser rey, dijo luego que lo seria de buena voluntad, y que prometia libertar á todo el reino, y ampararlos y favorecerlos.

Con esto se fueron todos muy alegres, y luego quisieran besarle la mano y alzarle por rey. Mas Abenchoar dijo que no habia de ser de aquella suerte su coronacion, porque él queria que todos los moros ricos del reino que estaban encartados se hallaran presentes en tales fiestas; y así luego fueron despachados mensajeros por todo el reino con recado para que viniesen á Valor. Deste modo fueron juntos en ocho dias muchos moriscos ricos de Granada y otros Jugares, con tanto secreto que no pudieron ser sentidos; y estando allí juntos, lo primero que se hizo fué marchar el mismo don Fernando acompañado de mucha gente á Ojíjar, y allí, á pesar de quien lo quiso defender, mandó romper la cárcel, y echó afuera mas de cien moros que estaban presos por muertes y robos, á los cuales dió luego libertad, haciendo que se proveyeran de armas lo mejor que pudiesen. Visto esto por los demás moros de Ojijar, se levantaron todos apellidando libertad. En aquella sazon los de Verchul mataron á los escuderos que estaban alli puestos de guarnicion por el general del Alhambra.

Desta suerte fueron levantados otros muchos lugares, poblándose muchas cuevas seguras y ásperas, que jamás pudieron ser ganadas, y haciendo grandes apercebimientos de armas, de harina, trigo y cebada, miel, aceite y otros diversos mantenimientos para mas de seis años. Asimismo ponian allí sus riquezas, consistentes en sedas, paños y oro, metiéndolas en silos debajo de tierra, y en otras partes muy ocultas, para que de los cristianos no pudieran ser balladas. Luego los moros, alzadas banderas, comenzaron á hacer grandes daños, y publicando libertad, reducian por fuerza á levantarse á los pueblos que se mantenian tranquilos. Cuando vió don Fernando que el negocio de todo punto era roto, y que ya no podia hacer otra cosa sino morir ó pasar adelante, mandó que se recogiese en Cadiar toda la gente de guerra que se hallaba junta, para darles órden de lo que habian de hacer, y porque con la voluntad dellos queria ser coronado. Toda esta gente recogida allí, se reunió en el campo en una parte cómoda para el caso, y debajo de una grande y frondosa olivera, sobre un rico estrado, se pusieron dos sillas, encima de las cuales habia un soberbio dosel de seda, reliquia de los pasados reyes de Granada, y en la una se sentó don Fernando Muley, y en la otra á su mano izquierda su tio Abenchoar, quien teniendo al rededor de sí muchos ricos-hombres de aquellos y de otros lugares, y viéndolos acompañados de gran multitud de gente armada, se levantó, y en voz que todos pudieron oir, mostrando gravedad, comenzó á hablar lo siguiente:

<< Caballeros ilustres, gente valerosa, estimadas reliquias de las moras y granadinas naciones: bien teneis en la memoria cuál solia ser Granada, cuáles eran sus gentes, y lo que es ahora; también sabeis cómo casi hay ya cien años que los cristianos nos tienen robadas y usurpadas nuestras felices glorias y estimados trofeos, en los pasados tiempos por los nuestros adquiridos y ganados; y que no contentos con esto, quisieron quedarse con nuestras ciudades, villas y lugares, habiendo prometido de no quitárnoslas; y también nos quitaron las armas, intimándonos graves penas si usábamos dellas. Ya con todo esto

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