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el pueblo de Madrid y otras ciudades de la Península se entregaba á los vergonzosos excesos que registra la historia, penetrando á mano armada en las iglesias y conventos, y asesinando inicuamente á los indefensos religiosos, hasta en las mismas gradas del altar. La carniceria y el homicidio consentidos, si no autorizados por el Gobierno, y el robo franco y sancionado por la ley, se dan la mano para sellar fatídicos los primeros pasos de un sistema, que no es parco en tributarse á sí mismo grande elogio por su avanzado espíritu y la liberalidad de sus principios y sus miras. ¡Funesta ceguedad de la nacion, un tiempo tan grande, y hoy llevada por sus hombres de gobierno al borde mismo de la ruina!

El Padre Varela, todavía en 1838, cuando ya estaba de todo punto consumada su separacion de España, y cuando nada se ocupaba, ó se ocupaba muy poco, de política, hablaba sin embargo con respeto de la nacion, en que fué proscrito, y se interesaba por su suerte. "La guerra oculta, decia en una de sus cartas á Elpi

viuda Doña María Cristina de Borbon, su augusta madre, como Gobernadora del Reino, á todos los que las presentes vieren y entendieren, sabed:

"Que las Córtes han decretado y Nos sancionamos lo siguiente: "Articulo 1o Quedan extinguidos en la Península, islas adyacentes y posesiones de España en Africa, todos los monasterios, conventos, colegios, congregaciones y demas casas de religiosos de ámbos sexos.

"Articulo 14o Se prohibe á las personas de ámbos sexos el uso público del hábito religioso.

"Articulo 20o Todos los bienes raices, rentas, derechos, y acciones de todas las casas de comunidad de ámbos sexos, inclusos las que quedan abiertas, se aplican á la Caja de amortizacion para la amortizacion de la deuda pública, quedando sujetos á las cargas de justícia, que tengan sobre sí.

"Artículo 25o. Así mismo aplicará los archivos, cuadros, libros y demas objetos pertenecientes á ciencias y artes, á las bibliotecas provinciales, museos, academias, y demas establecimientos de instruccion pública.

"En Palacio, á 29 de Julio de 1837."

dio, * más que la pública de los fanáticos supersticiosos en punto á creencia, y de los fanáticos políticos y supersticiosos, quiero decir de los señores masones y los comuneros, ha sido y será la ruina de España. Cuando tuve el honor y la desgracia de hallarme en el cuerpo representativo de aquella nacion, me convencí á la evidencia de esta verdad."

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Esto no quita, sin embargo, que el profundo disgusto que le causaba, y debia causarle, ver ligada su patria á un país de demagogos ó reaccionarios, desconocido en la práctica el principio por él siempre defendido de que "los males intelectuales exigen más que los otros, que la cura se deba á la misma naturaleza, por reflexion y convencimiento," y establecido que á título de reformar abusos se sancionase el despojo, ("por cuanto á que V. es supersticioso y retrógrado, suelte Vd. su dinero, y por cuanto á que yo veo claro debo embolsármelo,”. "enriqueciéndose á título de fidelidad, ó de patriotismo, segun sopla el viento, con los bienes eclesiásticos,”) influyese en su espíritu en el sentido que domina en sus publicaciones posteriores, y le inspirase un gran deseo de asegurar la independencia de la isla de Cuba. El hombre que admiraba hasta tal grado la figura colosal del gran O'Connell, á quien llamaba "el hombre del siglo, el verdadero hombre grande, que ha hecho temblar el poder británico sin auxilio de sociedades secretas, sin ninguna intriga, y sin mas armas que su lengua y su pluma," el que tanto amaba á su país, y habia contribuido tanto á su cultura, no podia cerrar los ojos á la experiencia, dolorosamente sentida hasta en su misma persona, y dejar de desear al fin de todo, que se disolviera por completo la conexion política de Cuba con España.

* Cartas á Elpidio. Tomo II, pag. 68.

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Llegada del Padre Varela á Nueva York.—Su viaje á Filadelfia.— Empieza á publicar EL HABANERO en la capital de Pennsylvania.-Lo continua en Nueva York.-Se fija definitivamente en esta ciudad.—Efecto que produjo en la Habana la publicacion de aquel papel.—Tentativa de asesinato del Padre Varela en el año de 1825.—Invitacion para trasladarse á Méjico que le hace el General Don Guadalupe Victoria, Presidente de aquella República.— Segunda edicion de las LECCIONES DE FILOSOFÍA.

En los primeros años que pasó el Padre Varela en los Estados Unidos y que constituyen lo que pudiera llamarse con bastante propiedad el período de su aclimatacion en el país, tanto en lo físico, como en lo intelectual y lo social, su espíritu incansable, aguijoneado, mas bien que adormecido, por las circunstancias especiales en que la emigracion lo habia colocado, le hizo lanzar de lleno, desde el principio, en la ejecucion de

varias obras, de diverso género, que, á más de su importancia intrínseca, presentarán siempre el interés de establecer marcadamente una transicion naturalísima entre los períodos anteriores de la vida del Padre Varela Ꭹ el que va á comenzar en este momento. Estos trabajos fueron el pasto del entendimiento del gran cubano, mientras no le fue posible apoderarse de la lengua inglesa, y durante el tiempo que necesitó para penetrar á fondo en el torrente de la civilizacion americana, y asimilarse su espíritu; y viene á formar, como si se dijera, una especie de peldaño, por donde tuvo que pasar para llegar más tarde á alturas indecibles.

Desembarcado en Nueva York, en uno de esos dias de crudo invierno, en que la nieve congelada sobre el pavimento de las calles, lo convierte en una superficie resbaladiza y tersa lo mismo que un espejo, donde no puede darse un paso sino ayudado por la costumbre ó por el arte, tuvo el Padre Varela que caminar constantemente apoyado en el brazo, entónces juvenil y robusto, de un cubano, á quien despues amó con predileccion, y que siempre se distinguió por su talento, sus gustos literarios, sus sólidos y variados conocimientos, y su espiritu patriótico y levantado. Este cubano, que es el Señor Don Cristóbal Madan, con cuya amistad nos sentimos honrados, se hallaba entónces en la primavera de su vida, y ocupaba una plaza en el escritorio mercantil de los Señores Goodhue y Compañia á quienes el Padre Varela venia recomendado, y que estaba en el núm. 44 de South Street. Como jóven, como compatriota, y como hombre de espíritu elevado, fué este Señor, naturalmente, el que se puso desde luego á la disposicion del ilustre proscrito para acompañarle, buscarle alojamiento, servirle de intérprete, y ayudarle en todo cuanto pudiese necesitar. No tardó

mucho en establecerse entre los dos una afeccion profunda, paternal y reconocida en el uno, y llena de respeto y admiracion en el otro, de que se encuentran mil vestigios en la correspondencia interesante que siempre conservaron. Cuando ese jóven lo llevaba sujetándolo por el brazo, y sosteniendo tambien al mismo tiempo á los Señores Gener y Santos Suarez, que resbalaban constantemente, en su camino á la pension de Mrs. Mann, en Broadway, donde por lo pronto debian alojarse los fugitivos representantes de nuestra patria en las Córtes de España, observó con delicadeza y buen humor que él sólo estaba haciendo, sin ayuda de nadie, lo que la España entera no habia podido ejecutar.

En el fac-símile que publicamos en union de este libro, para que con él se conserve este recuerdo del hombre grande que en él se conmemora, se encuentra revelada por un lado, el alma dulce y afectuosa con que Dios habia dotado al sacerdote, y por el otro la disposicion que tuvo siempre el Señor Madan para servir á sus paisanos.

Así que el Padre Varela logró fijar algun tanto sus cosas, se dedicó con infatigable ardor al estudio de la lengua inglesa. Esta lengua no le era simpática. Aun despues de poseerla perfectamente, escribiéndola con correccion notable, y hasta hablándola, casi sin acento, como se dice entre los americanos, todavia manifestó, algunas veces, que "los silbos ingleses le sonaban en los oidos como moscas impertinentes, y no le dejaban gusto para escribir en castellano." Pero todas estas dificultades quedaron dominadas pronto, y solo le quedó que luchar con el clima, al que no logró acostumbrarse sino con gran trabajo. El Señor Shea en su notable Historia de la Iglesia Católica en los Estados Unidos, hace constar que en "los primeros años de la residencia del Padre Varela en este país, el clima lo trató muy mal, hasta el

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