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traba, hasta la ropa de su cama, las cucharas de su mesa, sus propios vestidos. Y estos actos jamas hubieran sido conocidos, si los objetos de su caridad, como sucedió en dos ocasiones diferentes, no hubiesen sido arrestados por la policia, por sospecharse que habian robado lo que el caritativo sacerdote les habia regalado. El Padre Varela inspiró en su congregacion un grande espíritu de piedad, y será siempre recordado por los fieles, á quienes guió con su palabra y con su ejemplo en el ejercicio de sus deberes."

Una apreciable religiosa de la Habana, que en tiempos anteriores á su profesion monástica habia habitado en este país, y acostumbraba confesarse con el Padre Varela, ha manifestado á instancias nuestras, y en contestacion á las preguntas que se le hicieron por un amigo comun, lo que contiene la siguiente nota:

"Sé que nunca le podian dejar reloj, ni ropa de cama aun, porque todo lo daba á los pobres; y para que no se lo impidieran por la puerta, convidaba por la ventana, y por allí tiraba cuanto tenia; y se mortificaban los sirvientes cuando iban á su cuarto, y le encontraban sin ropa de cama, ó sin otras cosas. Tambien cuando me iba á ver á mi casa, los mismos protestantes que solia encontrar allí decian que sentian una cosa particular cuando él entraba como si se hallasen, en la presencia de un ángel.”

El Señor Don Cristóbal Madan nos ha contado; entre otras cosas, el subterfugio de que se valieron sus amigos para obligarle á conservar un reloj, que tan indispensable le era para sus mismas obligaciones. Convencidos por la experiencia de repetidos casos de que era inútil volver á regalarle un prenda de esta especie, pues que á los pocos dias esta seguramente se habia de hallar en manos de algun pobre, que en seguida las pasaba

á las de un judío prestamista, escogitaron el expediente de prestársela, bajo promesa formal de devolverla al cabo de algun tiempo, lo que cumplia religiosamente.

El servicio de la mesa del Padre Varela distaba mucho de realizar las nociones más elementales de lo que los amigos del fausto suelen querer cohonestar con el nombre de decencia. Cuantos objetos de plata habia en ese servicio habian ido poco á poco desapareciendo, y sustituyéndose por otros de peltre, hierro, ú otro metal ordinario. Sus amigos lo notaron, y le regalaron un juego nuevo de plata fina. Pero este no tardó en seguir el mismo camino que sus antecesores, y una cuchara, que regaló en una ocasion á una pobre anciana, que vino á contarle sus cuitas, en los momentos en que estaba almorzando, y sin tener en el bolsillo ningun dinero, dió ocasion á que se descubriera este rasgo de caridad; pues arrestada aquella anciana, explicó lo que habia sucedido, y tuvo el Padre Varela que acudir á la estacion de policia para asegurar la libertad de la detenida, confirmando con extraordinaria repugnancia y disgusto lo que aquella habia manifestado.

Una vez en el invierno, llamado á administrar los sacramentos á un enfermo, en el lugar denominado las Cinco puntas, encontró que el paciente era un pobre, y que sufria extremadamente con el frio. El Padre Varela le regaló la capa con que habia salido de su casa, y se volvió á ella, tiritando, y sin abrigo.

En otras ocasiones, en circunstancias semejantes, regaló la levita que llevaba puesta debajo de la sotana quedándose tan sólo con el chaleco.

Nos ha contado el Señor Madan con referencia al Señor Shea, que ya en los últimos años de la permanencia del Padre Varela en Nueva York y aproximán

dose el invierno, la mujer que desempeñaba en la casa las funciones de ama de llaves, llegó á comprender que el Padre Varela habia recibido algun dinero, y como sabia que éste necesitaba un sobretodo, y que no habia frazadas en la casa, y que la ropa interior y de abrigo era vieja y escasa, se valió de un piadoso fraude, ó subterfugio, para obligarle á proveerse de todo eso. Se le presentó manifestándole que un individuo de su conocimiento, que acababa de llegar al país, pobre, sin recursos, ni amistades, carecia de todo, y corria riesgo de perecer en el invierno, pues le faltaba hasta lo más indispensable. Hízole tal pintura de la situacion desgraciada de aquel extrangero, que el Padre Varela se llenó de compasion, y le entregó en el acto la suma que en el concepto de la bondadosa intercesora se consideraba suficiente para hacer frente á aquellos gastos. Con gran sorpresa suya, se convenció poco despues, de que el pobre de que se le habia hablado no era otro que él mismo, y que el dinero que habia desembolsado se consumió con particular inteligencia y cuidado, en proporcionarle aquellos artículos y en ponerlo á salvo, sin que él mismo lo supiera, contra las inclemencias de la estacion.

"Todo lo daba," nos ha dicho el Rev. P. Mc. Gean su sucesor en el curato de la Transfiguracion; "todo lo daba, y lo que sus amigos le regalaban, si no era dinero que distribuia en seguida, no tardaba en encontrarse en las casas de empeño, á donde lo llevaban los indigentes." Pero á la vez que era verdad, como observa el artículo necrológico del Freeman's Journal que “nada habia que pudiese poner límites al ejercicio de su caridad," tambien lo era que "la mayor parte de las obras suyas de esta clase, permanecieron ocultas en Dios, sabiéndose tan sólo de aquellas que por circunstancias

inevitables llegaron á hacerse públicas, porque la humanidad del Padre Varela corria parejas con su espíritu caritativo, sin que saliera nunca de sus labios una sola palabra que contuviese la más ligera alusion á nada que hubiese hecho en este sentido."

Se conservan en poder del Señor Doctor Don Agustin José Morales, en el original inglés, algunos de los sermones pronunciados por el Padre Varela en el período á que nos estamos refiriendo. Sabemos por el mismo señor que otros muchos discursos de este género se han perdido lastimosamente; pero debemos agregar que relativamente hablando, fueron pocas las ocasiones en que le fué permitido al Padre Varela preparar su oracion, teniendo que improvisar frecuentemente. Hemos oido á muchas personas, entre ellas al Señor Don Martin Mueses, que era entónces un jóven que comenzaba sus estudios en este país bajo la direccion del Padre Varela, que frecuentemente se encontraba este en la necesidad de predicar, porque no habia quien lo hiciera, en su iglesia propia, ó porque de momento venian á invitarlo para que fuera á hacerlo en otra; pero sus discursos é instrucciones, aunque no estuviesen preparados jamás dejaron de ser buenos, ni de escucharse con interés.

CAPÍTULO XXXIII.

1838.

EL SEGUNDO TOMO DE LAS CARTAS A ELPIDIO.

Publica el Padre Varela el segundo tomo de las CARTAS A ELPIDIO.—Análisis de la obra.

Como se indicó anteriormente, fué en el año de 1838 cuando el Padre Varela publicó en New York el segundo tomo de sus Cartas á Elpidio, en que se ocupa en especial de la supersticion.

Cuando escribió este libro, ya habia vivido bastante en los Estados Unidos, y adquirido suficiente experiencia de lo que en ellos pasa, para conocer á fondo lo que es la supersticion en los paises de libertad. Él la habia visto y estudiado en España, y ahora acababa de conocerla por completo, examinándola bajo otro aspecto, y en condiciones esencialmente diferentes. "Donde florece la verdadera religion, nos dice él mismo, haciendo como una especie de resúmen de sus obser

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