Imágenes de páginas
PDF
EPUB

que antes de hacerse la eleccion en un distrito, se dijese para los votantes la misa que se denomina del Espíritu Santo, rogándole que descendiese sobre el pueblo, y le inspirase el mejor acierto. Fué el Padre Varela el escogido para decir esta misa en la iglesia del Santo Cristo del Buen Viaje, cabeza de una de las parroquias más populosas de la Habana; y á la bondad del Señor Bachiller y Morales debemos una copia del discurso que pronunció en aquella ocasion.

Este discurso se publicó en el Diario del Gobierno de la Habana, del juéves 29 de Octubre de 1812, no 813 del tomo V, y dice así:

Discurso que el Presbítero D. Félix Varela hizo el 25 de Octubre de 1812 á los feligreses del Santo Cristo del Buen Viage en la misa de Espiritu Santo, que se celebró ántes de las elecciones.

Veritatem tantum et pacem diligite. Zach. 8, 19.
Amad solamente la verdad Ꭹ la paz.

Penetrado Zacarias de un celo ardiente por la gloria de Dios, y lleno de un santo regocijo, le habla á la casa de Israel, manifestándole que llega el tiempo en que el Señor convierte los gemidos en cánticos, las penas en delicias, la perturbacion en paz eterna. Les recuerda la brecha que abrieron los caldeos en los muros de Jerusalem y el incendio del templo, la muerte de Godolías, el sitio de la ciudad santa: desgracias á que correspondian los ayunos de los meses 4o, 5o, 7o y 10o, pero que iban á transformarse en bienes que parecerian increibles en algun tiempo á las reliquias de aquel pueblo, exigiendo solamente para entrar en la posesion de estas felicidades, que amen la verdad y la paz ̧ ¿Y de qué otro modo deberé yo hablar á un pueblo católico que se congrega para pedir al padre de las luces el acierto en un acto civil, que siendo justo producirá una gran parte de la felicidad pública, y cuyo vicio puede ocasionarle su miseria? Sí, cristianos, yo os exhorto á que ameis la verdad y la paz, para alcanzar del Señor los innumerables dones que puede proporcionarnos la eleccion que va á emprenderse.

La religion es la base y cimiento del suntuoso edificio del Estado, y este cae envolviendo en sus ruinas á los mismos que lo habian fabricado, luego que la impiedad y la supersticion, dos mónstruos formidables

llegan á minar y debilitar aquel apoyo. Entónces su antigua opulencia sólo sirve para hacer más horrorosa su caida; se deshace en graves y destructoras masas, que oprimen á sus moradores, cuyo destrozo presenta la espantosa imágen de la muerte, y el espeso polvo que rodea á aquellos miserables fragmentos de la prosperidad y gloria ciega y aturde á los que tuvieron la fortuna de escapar de la comun calamidad. Una multitud de voces melancólicas se esparce por los aires; pero vanos son los gemidos, vanos los esfuerzos, cierta la desgracia: el espectador sensible de esta espantosa catástrofe se conmueve y aterra aprendiendo prácticamente que sólo es prosperidad la que se funda en la virtud.

Tal es la imágen de un pueblo, cuyo infortunio le ha conducido á la irreligiosidad; al paso que una nacion fomentada con el fuego sagrado de la religion sube como el árbol fértil para producir copiosos frutos. El amor á la verdad y á la paz, de que nos habla el citado profeta, amor inseparable de la verdadera creencia, es el único principio de la felicidad política. Si la estrechez del tiempo no me lo impidiera, os manifestaría esta verdadad confesada aun por las naciones idólatras. El Egipto, aquel pueblo pacífico y verdaderamente sabio, que admiran las historias, nos daria una leccion importante; allí veriais el acierto en elegir su junta de judicatura, presidida por la paz y amor á la verdad: una quietud pública y un desinterés heroico que causaria vuestra admiracion. Podria representaros á Tébas, floreciente por la sabiduría de sus reyes, mereciendo particular consideracion los dos Mercurios. Oiríais, sí, al Trimegisto inspirar al pueblo la paz y el amor á la verdad como medio seguro del tino en toda accion popular. Por el contrario, podria manifestaros los funestos efectos de la desunion de los grandes héroes que abatió al pueblo dividido: veríais al gran Milciades, á Arístides y al sábio Focion ser víctimas de la furia popular. Os recordaría aquel ostracismo que privó á las repúblicas de los mejores hombres, por la indiscrecion de un pueblo que no amaba la verdad, que no conocia la paz.

Pero estas reflexiones me detendrian demasiado. Yo me ceñiré únicamente á exhortaros á que desatendiendo la voz tumultuosa de las pasiones que encadenan y ponen en una tenebrosa cárcel al espíritu humano, oigais la voz apacible aunque enérgica de la razon. No considereis otra cosa que el bien de la patria, y para conseguirlo, haced que la palabra de Dios sea la luz de nuestro camino, segun decia el profeta. Dejad todas las miras privadas que puedan presentaros como odiosos los ciudadanos más beneméritos, y como apreciables los más delincuentes. Meditad y reflexionad vuestra eleccion; no procedais por

un ciego instinto y mera costumbre, que es otro de los principios que inducen á error al entendimiento. Ciudadanos virtuosos y sabios deben ser el objeto de vuestras miras, sean del estado y condicion que fueren. De este modo podreis gloriaros de haber contribuido al bien de la patria.

Conservad la paz y el sosiego público que debe caracterizar á un pueblo cristiano. No quebranteis por pretexto alguno esta tranquilidad, porque inducireis á males mayores que los que quereis evitar. Se engañan mucho los que creen que sirven á la patria con excitar acciones que, aunque justas é íntimamente combinadas con el bien público, unas circunstancias poco felicez suelen convertirlas en calamidades y miserias. Estos hijos indiscretos de la patria la devoran. Sacrificad vuestros intereses privados en obsequio de la sociedad. Ojalá se impriman en vuestros pechos estas máximas de la verdadera política, y entónces conocereis que no es la multitud de enemigos que lleva el vencedor asidos á su carro triunfal, quien trae la felicidad á los pueblos, sino sus virtudes que inspiran unas sabias leyes. Los horrores de la guerra suelen ser la defensa del cuerpo político de los males eternos que le aquejan; mas las virtudes y la religion son el alma que lo vivifica así como el vestido en el cuerpo físico le defiende contra la intemperie y los males externos; mas su animacion le viene de un principio interno.

Concluyo, pues, con el mismo Zacarías, exhortándoos á que ameis la verdad y la paz: veritatem tantum et pacem diligite. Si lo hiciéreis, esperad del Señor los auxilios necesarios para vuestro acierto, y bien de la patria, haciéndoos acreedores á la bendicion que á todos vosotros deseo, en el nombre del Padre, del Hijo, y del Espíritu Santo. Amen.

El anterior discurso mereció muchos aplausos del vecindario y de la prensa: y segun nos ha informado el Señor Bachiller y Morales, en 1o de Noviembre del mismo año se publicó una carta del Padre Varela, dirigida al Señor Don Juan de Arango, que era el que habia enviado su oracion á los periódicos, dándole gracias, y por él al público, por los elogios con que se le favorecia. Las modestas expresiones de esta carta contribuyeron mucho á aumentar su popularidad.

CAPÍTULO VI.

1816.

EL ELENCO DE 1816.

Desenvolvimiento y madurez de las ideas filosóficas del Padre Varela.-Su enseñanza encuentra una fórmula decidida en el Elenco de 1816.-Importancia de este trabajo.—Sus proposiciones más notables.—Espíritu de templanza y moderacion política del santo y sabio catedrático.

Ha quedado ya constante en los capítulos precedentes que, bajo la proteccion ilustrada del grande Obispo de la Habana, Señor Don Juan José Diaz de Espada y Landa, y en obedecimiento, ademas, á la incontrastable accion del tiempo, el campo de la Filosofía y las ciencias en la isla de Cuba, y especialmente en la Habana, se iba ensanchando de dia en dia. Un grande paso se habia dado con sólo libertar la ciencia de las trabas numerosas que le imponia la necesidad de emplear para su estudio la lengua latina, ó mejor dicha aquella jerga especial indigna de este nombre, y que generalmente se llamaba "latin de las escuelas," ó "latin de cazuela." Pero era inmenso, ciertamente, y hasta, en concepto de muchos, peligroso y revolucio

nario, el que se dió en el Seminario de la Habana, bajo la direccion del Padre Varela, desterrando para siempre y condenando al desprecio, en mucha parte al ménos, las formas de Aristóteles, tan de antiguo consagradas por la tradicion y aun por la ley. La Filosofía trataba ya de escaparse de los claustros para entrar en el mundo, y parecia aspirar á divulgarse entre el pueblo, y á que se la contase en lo futuro entre las ciencias prácticas y aplicables.

Todo el honor de este trabajo, que por lo menos en una forma concreta y determinada, reducida á sistema, si así puede decirse, se debe ciertamente al Padre Varela, encuentra un nuevo título en el Elenco importantísimo de que es objeto en especial este capítulo. La enseñanza que nuestro esclarecido compatriota estaba dando á sus alumnos en el Colegio, quizas no habia encontrado todavía una fórmula bastante explícita y comprensiva, ó que pudiera decirse con fundamento que contenia la totalidad de su doctrina. Ademas de la vacilacion, ó por mejor decir, de la prudencia con que se habia de proceder en los primeros pasos para no comprometer el éxito de la reforma, hay que tener tambien en cuenta la evolucion que siempre existe en las ideas del hombre y del maestro, y el hecho indubitable de que una vez que se convierte la enseñanza en verdadero sacerdocio, y se practica bajo la inspiracion constante del patriotismo y del deber moral, no es posible que pase ningun dia sin que traiga una mejora ó un progreso, más ó ménos importante y trascendental.

Se aproximaban los exámenes á que la clase del Seminario debia presentarse en el mes de Julio de 1816:*

* En los dias 16, 17, 18 y 19 de Julio de 1816.

« AnteriorContinuar »