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Disensiones civiles. - Deplorable situación del pueblo.- Despotismo de los magnates

I

s tan antigua la fecha de las deplorables disensiones que

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han ensangrentado la tierra alavesa, que ya en tiempo del rey D. Sancho García y de D.a Urraca su mujer, año 924, consta que había bandos y enemistades en Alava y dice que los desafíos y desagraviamentos que acostumbraban hasta allí, los hayan y puedan hacer en adelante en el lomo de Otero de Estibaliz en los días primeros de Mayo, después del sol salido hasta el sol entrado, y no desde más adelante hasta el otro día 1.o de Mayo venidero..

Aquí se daban reglas ó se consignaba cierta especie de organización á aquellas luchas, que no es presumible observasen

regularidad alguna y se atuviesen á reglas, si no había autoridad que las impusiera, y siendo los contendientes dueños de la fuerza y por consiguiente del país. Si nos atenemos á otros pareceres, ya en el siglo vi existían enemistades entre los vascongados, que si no eran producidas por gamboinos y oñacinos, lo eran entre otros linajes; no faltando quienes las hagan ascen

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der á los tiempos de los romanos. En todos podían existir, porque la ambición, el interés y todas las malas pasiones tienen más antiguo abolengo.

Al comenzar el siglo xv no pudo librarse Alava de la perturbación que por todas partes y más á su alrededor reinaba. Trataron algunos valerosos alaveses de hacer frente ó poner término á las mutuas diferencias de los magnates, especialmente del conde de Castañeda, y más adelante de D. Pedro López de Ayala, contra quien se hicieron fuertes las hermandades, llegan

do hasta cercarle en su villa de Salvatierra; pero acudió en su ayuda á levantar el cerco el conde de Haro, que cayó sobre la hermandad con 500 lanzas y 4,000 infantes y la mató gente. Así se protegían mutuamente los magnates poderosos; prolongaban las luchas, aumentaban los desastres y devastaban la tierra.

En las contiendas entabladas por los aristocratas Ayalas contra los demócratas Callejas, llegaron á hacerse campo de batalla las calles y casas de Vitoria (1). Los Ayalas celebraban y tenían sus hermandades en San Miguel; los Callejas en San Pedro. Los primeros á veces en los hospitales, cuyas ha. ciendas gastaban en bandolerías, comidas y borracheras. Así continuaron hasta el año de 1476, en que el católico rey Don Fernando V los extinguió, dándoles para su gobierno y oficios el famoso arreglamento capitulado (2), ó sean las ordenanzas de aquel año y el siguiente, que estuvieron en vigor hasta que en 1747 se sancionaron las modernas.

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Los servicios que á los reyes prestaron los alaveses en las guerras contra Navarra (para la que sólo el valle de Aramayona aprestó 500 hombres) y Portugal, en la invasión francesa en Guipúzcoa, y en las expediciones contra Málaga, Vélez-Má laga y Granada, en cuya conquista les guiaba Diego Martínez de Alava, les granjearon de tal manera la voluntad de los Reyes Católicos, que guerreando éstos con el de Navarra, accedió á los deseos de los alaveses de que conquistaran para sí la fortaleza de Estella. Y tan deferente estuvo siempre con ellos, que cuando entró en Vitoria D. Fernando al frente del ejército que conducía á Guipúzcoa contra los franceses, como en Alava estuvieran preocupados desfavorablemente respecto á ciertos prelados que en sus negocios mostraron malas intenciones á favor

(1) Hasta hace pocos años han existido algunas con sus torres, y hoy existe la de Avendaño y otras, aunque ya desfiguradas por las reparaciones que han experimentado.

(2) Padre Vitoria.

de los privilegios alaveses, no querían estos en su término ningún obispo; iba con el rey el prelado de Pamplona, se resistieron á recibirle, y D. Fernando por complacerles le despidió. No

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podía de esto deducirse, como dedujo el obispo de Girona en su Parolipomenon Hispania de los alaveses, que la religión cristiana sólo en sus labios la profanan. Quizá en Alava, como sucedía en Vizcaya y en Guipúzcoa, no estaría el país muy sa

tisfecho de la ingerencia del clero en ciertos asuntos que debieran serles algo, sino totalmente, extraños.

No es porque en Alava dejase de estar encarnado el espí ritu democrático; pero dominaban corporaciones más aristocratas que populares, y los señores atendían más á sus disensiones intestinas y rivalidades que á los principios que informaban la constitución político-administrativa del país que les debe algu. nos infortunios. Aquel pueblo que no abría las puertas de Vitoria á D.a Isabel la Católica, y la detuvo ante ellas hasta que juró sobre los Evangelios la observancia y confirmación de sus fueros y privilegios (1); y que, á pesar de las regias cartas con

(1) «En veinte y dos de Setiembre, año del nacimiento de Nuestro Señor JesuChristo, de mil y quatrocientos y ochenta y tres años, este dicho dia fueron en las puertas que dicen el portal de Arriaga de la leal ciudad de Vitoria, estando cerradas las dichas puertas é las cerraron por acuerdo de dicha ciudad é de la Junta general de la provincia de Alava, que en el dicho tiempo estaban juntos en la dicha ciudad, estando la Reina Nuestra Señora Doña Isabel, por la gracia de Dios, Reina de Castilla, de Leon, Aragon y de Galicia, etc., que venia á estar en la dicha ciudad con otras muchas gentes de perlados y caballeros que con su Alteza venian, en presencia de mí, el escribano, y testigos de inso escritos, salieron fuera de las puertas de la dicha ciudad á recibir á su Alteza el alcalde, justicia y regidores, caballeros, escuderos, hijosdalgo de la dicha ciudad, e los diputados, alcaldes, e procuradores de las hermandades, villas e tierras de la dicha provincia, e juntamente suplicaron e pidieron por merced á dicha Señora Reina Nuestra Señora, que á su Alteza pluguiese, pues ahora nuevamente venia y entraba en la ciudad y su provincia, de les observar y mandar que les fuesen guardados y observados, y confirmados todos los privilegios, exenciones, libertades, fueros, buenos usos y costumbres de la dicha ciudad de Vitoria e su tierra, e de las otras villas, e lugares que son comprehensos en la dicha provincia tierra de Alava, e de no nos enagenar de su corona real, e guardar todo el privilegio que señaladamente la dicha tierra de Alava tenia dado y otorgado por los reyes de gloriosa memoria, e confirmado por sus Altezas: e aquello le dixeron á su Alteza como Reina y su señora natural: e luego la Reina Nuestra Señora dixo, que á su Alteza le placia de lo así facer, e pusieron delante á su Alteza un libro de los Evangelios, e sobre el libro una cruz, e su Alteza quitó un guante que en su mano traia e tocó con su mano derecha sobre la cruz en el dicho libro e dixo que juraba por Dios vivo e verdadero, e por la gloriosa Vírgen María su Madre, e á las palabras de los Santos Evangelios do quier que son escritas, que su Alteza guardaria e observaria, e mandaria guardar e observar todos los privilegios y libertades, y excnciones, buenos usos y costumbres, e preheminencias, e franquezas que la dicha ciudad de Vitoria y su tierra, e las otras villas e lugares de la dicha provincia de Alava tenian, c no enagenaria su Alteza, ni daria lugar que fuesen enagenados de su corona real por ninguna via ni manera, ni que los fuese contravenido ni pasado contra ellos por ninguna ni alguna nanera, e que para lo así facer dixo su Alteza que daba e dió su palabra real; e así fecho este auto por su Alteza, abrieron las

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