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Investigaciones históricas. - Señores en Guipúzcoa.- Cambios de dominio. Su voluntaria unión á Castilla.- Lealtad y nobleza de ambas. Cuestiones exteriores

S

I

I hubiéramos de hacer la historia de Guipúzcoa, nos veríamos precisados á prescindir de sus orígenes: tal carencia hay de datos. Sólo por meras conjeturas nos haríamos eco de los que han dicho que los iberos no vivieron sin mezclarse con los celtas, más que en las inmediaciones de los Pirineos; pues aunque es verdad que no tenemos noticia de que los celtas dejaran monumentos como testimonio de su existencia en la provincia

de Guipúzcoa, como los hemos visto en Álava, y es un dato importante que puede y debe apreciarse, hay que proceder en todo por conjeturas, inclinándonos siempre á considerar á los guipuzcoanos como los más antiguos habitantes en la península, sino los primitivos; fundándonos para esta verosímil creencia en el idioma y en la naturaleza del país. Así, pues, los constantes pobladores de aquella región, los antiguos éuscaros, caristos ó várdulos, pueden mirarse como descendientes de los primitivos pobladores de tan seculares montañas, los legítimos guardadores del idioma vascongado.

Constituyendo primitivamente la población de Guipúzcoa caserías esparcidas, á la vez que el aumento de sus moradores, se harían precisas las divisiones de territorios gobernados con independencia unos de otros por medio de sus respectivas judicaturas, cualesquiera que fuesen. Estos particulares territorios con limitadas dimensiones se titularon valles, y es el más antiguo género de población que nos consta por auténticos documentos haber tenido esta provincia. Después se fueron creando las villas, como atestiguan los privilegios otorgados por los reyes sus fundadores.

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Á lo que dejamos escrito respecto a la Cantabria y á las guerras de Roma, poco nos resta que añadir. Insistiremos en la creencia de algunos, de que en la segunda guerra púnica siguie ron los guipuzcoanos como auxiliares y confederados las banderas de Aníbal, ocupando puesto preeminente y hallándose en las batallas del lago Trasimeno y de Cannas.

En cuanto á la dominación romana, la acusan las piedras de valor y monedas encontradas en Irún (1), habiendo méritos, según el erudito investigador Sr. Gorosabel, para considerar á Irún como colonia romana. Que no fueron extraños á las guerras de aquellos tiempos, lo dicen las tan debatidas palabras de Julio César, que los considera auxiliares de los aquitanos; y

(1) Se encontraron en 1790 en el prado de Beraun.

aunque no hay prueba evidente de que lo fueran los guipuzcoanos, lo hace probable la vecindad.

De todas maneras, no se han hallado aún en Guipúzcoa los vestigios romanos que en Álava; y sólo se han visto en el límite de ella, pudiendo creerse con fundamento que no habría residencia de romanos en el interior de la provincia. Esto no impide ni afecta á su independencia, que más se la garantizaba el país que á los alaveses, ni el que tomaran parte en algunas guerras de Roma, como enseñan algunas tradiciones y relaciones históricas, y aun el famoso canto de Lelo, si tiene la antigüedad que se le supone (1).

Las irrupciones de los suevos, de que hablan antiguas historias, más se refieren á los vascones que á los várdulos; á éstos pudieron afectar de rechazo las de los érulos; consta que Eurico se apoderó de Pamplona después de vencer á los suevos, y sólo por conjeturas se cree que combatiera contra los guipuzcoanos. Por conjetura también cree Moret que en el tratado que ya no subsiste, entre el rey godo Atanagildo y el emperador Justiniavo, tal vez se estipularía la conservación de la libertad de los vascongados amigos del imperio, y que no estuviesen sujetos á los godos, siendo cierto que aquel tratado en nada era favorable á los mismos godos, y por eso San Gregorio Magno excusó enviar copia suya á Recaredo, sin embargo de haberla solicitado (2).

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Es el argumento que un tal Zara tuvo relaciones ilícitas con una matrona mujer de Lelo, durante la ausencia de éste en la guerra. Habiendo quedado la matrona cmbarazada, temió la vuelta del marido, resolviendo matarle de acuerdo con el amante, que lo ejecutó así al regresar aquél. Averiguado el crimen, se formó el Batzaar ó junta de mandones del país, se desterró á perpetuidad á los adúlterosasesinos, y se mandó que en lo sucesivo, en los cantos poéticos ó Erecias se mencionase la muerte del inocente Lelo. (Los Euskaros.)

(2) Diccionario Geográfico-Histórico de España, por la Real Academia de la Historia.

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