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la vena y aumentando la de los productos con ella fabricados, aun cuando sólo llevaran lingotes á las grandes fábricas de Alemania, Inglaterra y Francia, en vez del mineral que van á buscar á Bilbao sus grandes vapores.

En el sitio denominado El Desierto, á la orilla del Nervión, frente al histórico puente de Luchana, y á los célebres Monte de Cabras y alto de Banderas, que tan belicosos recuerdos evocan, toda aquella fértil comarca de Baracaldo, que hoy atravie. san ferro-carriles y tranvías, no hace muchos años que apenas veía interrumpido el silencio de sus campos y de sus aislados caseríos por otros vehículos que la chillona y pesada carreta: en el Desierto se ostentaba antes silencioso convento; hoy se ve poblado de bulliciosas fábricas, y en vez de las gruesas y pesadas torres, cuyas campanas llamaban al recogimiento, se ven ahora elegantes, esbeltas y enhiestadas chimeneas que anuncian los progresos de la industria y los milagros de la inteligencia; y aquellas blancas y perennes nubes de vapor que hienden los aires, parecen coronar en el cielo los admirables destellos de la inteligencia humana, que no pretende, locamente, como los titanes de la fábula, escalar el cielo, sino ponerse en inmediata comunicación con Dios por ser su instrumento en la tierra, derramando en ella dones de sabiduría que producen veneros de riqueza.

La civilización se mide hoy por los progresos de los pueblos. ¡Desgraciados los que la desatienden! los que apegados á añejas costumbres se quedan rezagados en la marcha de la humanidad! El hombre no se pertenece á sí mismo; esto sería la apoteósis del egoísmo. La inteligencia humana tiene mucho campo en qué obrar, y si no refleja sobre los demás, sobre la humanidad toda, será estéril, infecunda, inútil. Es también la inteligencia humana como el sol que para todos luce, á todos alumbra, á todas partes lleva el vivificante ardor de sus espléndidos rayos.

¡Qué aspecto tan diferente el de aquellos campos hoy al

que presentaban durante las guerras civiles! Allí reina la paz, antítesis de la guerra; allí se rinde culto al trabajo que produce, que enaltece al obrero, más útil que el guerrero, pues si aquél construye, éste destruye y deja en pós de su terrible huella montones de ruinas y cenizas, arroyos de sangre, charcos de lágrimas, luto y orfandad, vergüenza y miseria.

Así presenta Bilbao la magnífica perspectiva, el encantador panorama, del que dan idea las láminas; y poco más adelan te, á la izquierda de la ría, los muelles de todas las sociedades mineras, que descargan el mineral conducido por ferrocarriles en los mismos buques. La lámina que representa los muelles de la sociedad franco-belga, hace concebir en parte el gran movimiento de vapores y de caminos de hierro, dedicado todo exclusivamente al transporte del mineral, venero de tanta ri

queza.

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del Duranguesado, que se separó de la provincia á mediados del siglo Ix, tiene en su recinto con la advocación de San Pedro de Tavira, un templo considerado como el primero de la religión cristiana en Vizcaya. Conserva poco de su fundación por los reparos que ha sufrido: frente á la puerta de ingreso se ve del lado del evangelio en su parte baja un trozo de gótico purísimo, ejecutado en tabla; tienen mérito también cuatro pequeñas estatuas de madera colocadas sobre otros tantos tizones que sobresalen de las paredes laterales, y que se supone fundadamente fueron en un tiempo peanas de estatuas de piedra. Un sepulcro de la misma materia, que se cree guarda ó guardó los restos

convertidos en esqueletos ó momias de Sancho Estiquiz y Dalda su mujer, fallecidos á fines del siglo Ix, no ha sido conservado como por la tradición y la historia merecía; bien es verdad que tampoco lo ha sido el templo, próximo á desaparecer.

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Entre las pocas obras del renacimiento que hay en Vizcaya, sobresale el coro de la iglesia de Santa María de Uribarri, en Durango. Esta es más antigua, y reedificada y ampliada á fines del siglo xvi, debe ser de esta época el coro, formado de un atrevido arco escarzano, en bóveda, sostenido por cuatro lindí simas columnas empotradas en las primeras pilastras de la iglesia, todo recamado de una rica ornamentación, cuyo frontis representa el firmamento tachonado de estrellas, con el sol y la luna en sus extremos. De buena talla la sillería del coro, sobresale como verdadera obra de arte el grandioso marco tallado dorado de un cuadro representando á Nuestra Señora de Guadalupe de Méjico, regalado por el durangués D. Antonio de

y

Meabe. Hay en la sacristía é iglesia algunos otros objetos notables, aunque nada llama tanto la atención como el pórtico de este templo, formado de atrevidos arcos de madera. Pueden cobijarse en este pórtico más de dos mil personas, y sirve de mercado y de paseo en los días lluviosos.

Se concede mérito á la cruz de piedra que se conserva en el barrio de Crutriaga, junto al antiquísimo humilladero de la Veracruz. Están esculpidos en ella personajes y escenas del Paraíso y del Evangelio, atribuyéndose esta obra correcta á los siglos xiv y xv.- La cruz de Goico-errota, también es notable.

Durango, que en el siglo xv tenía su caserío todo de tablas, hoy tiene buenos edificios y la torre de Lariz, que albergaba á los reyes en sus visitas á la villa.

II

Después de lo mucho que se ha escrito y cuestionado referente al Ídolo de Miqueldi (1), que, como se ha dicho, está muy lejos de ser despreciable para el discreto arqueólogo, y no es deshonroso ni indigno del pueblo á que es debido, y conviniendo en su significación histórica, el Sr. Delmas, libre de las pre

(1) Según el Sr. Trueba, « la escultura de Miqueldi no es monumento de cartagineses, ni romanos, ni ningún otro pueblo extranjero y mucho menos monumento religioso; » y añade: «Sabido es porque lo atestiguan aún muchos monumentos, que en la Edad media se adornaban los edificios más suntuosos con esculturas, algunas extravagantísimas, que representaban animales, escenas puramente fantásticas ó alegóricas y pasajes de la Historia Sagrada y profana. En los terribles incendios que redujeron casi completamente á cenizas la villa de Durango en los años de 1554 y 1672, desaparecieron edificios muy notables, en los que, si existieran aún, llamarían la atención del viajero las caprichosas esculturas á que aludo, pues se ven en el día en una de las pocas casas que no desaparecieron en los incendios ó inundaciones que también han desolado á la villa.»

Conviene sin embargo en que «la escultura de Miqueldi, prescindiendo de que tuviese ó no el origen y la significación que le habían atribuído Otálora y Flórez, era ya un objeto curioso y digno de ser conservado por el solo hecho de haber servido de tema por espacio de más de dos siglos á tantas suposiciones y controversias ».

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