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TRATADISTAS DE BELLAS ARTES

EN EL

RENACIMIENTO ESPAÑOL

(Discurso de recepción leído en la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, en 31 de Marzo de 1901.)

SEÑORES:

Nunca como en esta ocasión me he sentido necesitado de indulgencia. Y esto, no sólo por el natural temor de levantar mi voz profana en el recinto de esta Academia, de tan gloriosa historia, restauradora y conservadora de la cultura artística en España durante más de siglo y medio; sino por la especie de remordimiento que me abruma á causa de haber dilatado tanto, no obstante vuestras benévolas insinuaciones, el cumplimiento del deber reglamentario que ordena presentar el discurso dentro de un plazo que os habéis dignado prorrogar una vez y otra. Sin duda estabais persuadidos de que en mi tardanza no tenía parte alguna la fea ingratitud al honor tan grande como inesperado que vuestros votos me habían concedido, sino la dura y constante labor literaria que embarga mis horas, y el justo recelo que á todo el que no es artista de profesión y llega á esta noble casa sin más ejecutoria que el vago título de crítico, ha de infundirle el tomar asiento entre artistas verdaderos, á

quienes su propia estética genial y espontánea, corroborada por la pericia técnica, debe de hacer mirar con cierto desdén las lucubraciones teóricas y eruditas de los que quizá haríamos mucho mejor en reducirnos al oficio de meros contempladores de las maravillas que ellos crean. Yo mismo, señores, en la región del arte literario, la cual he frecuentado más y en que me reconozco menos forastero, muchas veces me he reído de las dogmáticas simplezas que suelen enunciar acerca de la poesía y sus géneros tratadistas famosos de filosofía del arte y otras personas doctas y graves, insignes acaso en la ciencia pura, pero que ni han sentido jamás la sincera emoción estética, ni son capaces de juzgar con espíritu desinteresado una obra de arte, ni de apreciar el valor de los elementos formales, ni mucho menos de penetrar en los misterios de la concepción poética. Y si esto acontece tratándose de la literatura, arte universal y popular por excelencia, cuyo instrumento, que es la palabra, está al alcance de todo el mundo, y cuya preceptiva sencillísima fácilmente se aprende ó se adivina con un poco de observación y de lectura, más bien de los modelos que de los libros doctrinales, ¿qué ha de acontecer en las artes del dibujo y en la música, que exigen un aprendizaje técnico tan especial y

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