Imágenes de páginas
PDF
EPUB

veía en torno suyo, su inmaculada ortodoxia vitruviana le redujo aquí, como en todo lo demás, al papel de teórico.

Y aun en esta parte le fué adversa la fortuna, ó por lo menos desigual á sus merecimientos. Ninguna de sus obras llegó á imprimirse en su tiempo, ni lo fué tampoco la traducción castellana de los libros de la pintura antigua que había hecho, en vida de su autor, otro pintor portugués domiciliado en Castilla que tenía por nombre Manuel Denis (Diniz) (1). Texto y traducción quedaron, no

(1) Esta traducción fué acabada en 28 de Febrero de 1563. Lleva el prólogo siguiente: «Manoel Denis, al lector. Considerando yo con el autor la falta de conocimiento que en estos nuestros reinos hay de esta illustre arte, movido por zelo más que por cobdicia, me quise poner en semejante aprieto de trasladar la presente obra de portugués en mi romance castellano, para que siquiera teniéndola presente, los grandes entendimientos se pueden emplear en cosa tan dina de ellos, y los no tanto entiendan que no deven de menospreciarla, oyendo de los que mejor la entienden, sus loores y alabanzas; y porque el prólogo del autor es harto largo en éste no lo quiero yo ser, sino solamente avisar al curioso lector, que de tres cosas que en semejantes traducciones se suelen guardar, creo hallará aquí las dos, y sino dos, à lo menos la una. La primera, la verdad del original, la qual yo con todas mis fuerzas he pretendido, teniendo siempre atención al sentido, quando las palabras no han podido concordar con mi lenguaje, porque en esto nos aventajan los portugueses que tienen términos más significativos para declarar sus conceptos que los castellanos. La segunda, que es el buen frasis y manera de hablar, no me atrevo a dezir que la he guar

solamente inéditos, sino olvidados por cerca de dos siglos, hasta que nuestros eruditos del tiempo de Carlos III fijaron la atención en ellos. Fué, según creo, Campomanes (1) el primero que mencionó, aunque de pasada, el manuscrito castellano de los Diálogos, que poseía entonces el escultor D. Felipe de Castro, y pertenece hoy á la Biblioteca de esta Real Academia. Ponz, en el segundo tomo de su Viaje de España (1773), siempre útil y curioso, no olvidó, entre los manuscritos de

dado, por ser de nación portugués, aunque criado en Castilla casi desde mi niñez, y aun de estar sujeto á hombres de tanta elegancia y tan cortesanos, como serán muchos de los que este libro leyeren. La tercera, que es contar la vida del autor, del todo la callo: lo uno por ser él vivo, guardando aquello que el sabio Salomón dice «antes de la muerte no alabes al varón»; y lo otro porque fuera menester otro tratado más largo que el presente para contar sus virtudes...»

En los trozos de Francisco de Holanda que voy a compendiar, prescindiré de esta traducción, ateniéndome únicamente al original.

(1) «Francisco de Holanda, Pintor Portugués de mucha práctica y teórica sobre estas materias, dice así: «El qual dibuxo es la cabeza y llave de todas estas cosas, y artes de este mundo.»

«En otras partes de la misma obra manuscrita repite Holanda con mucha precisión la necesidad absoluta del dibuxo para las artes, inclusas las de la guerra; y trae un caso especial de lo que sucedió al Emperador Carlos V y á los Españoles en Provenza por la falta de no tener carta ó diseño del pais, al paso sobre el Ródano.>>

Discurso sobre la Educación Popular de los Artesanos y su fomento. (Madrid, Sancha, 1775), pág. 100, nota v.

la Biblioteca Escurialense que podían interesar á las artes, el libro de diseños de Francisco de Holanda, describiéndole con bastante exactitud (1). Un artículo breve, pero substancioso, dedicó al iluminador portugués Ceán Bermúdez en su Diccionario (1800), encareciendo la importancia de los Diálogos, que califica de la mejor obra de pintura escrita en España, y haciendo votos para que se publicase. Pocos años antes un académico portugués, Joaquín José Ferreira Gordo, enviado á Madrid en comisión de su Gobierno para recoger documentos concernientes á la

(1) «Es de mucha estimación otro libro de dibujos, en cuya fachada está escrito en lengua portuguesa: «Reynando en Portugal el Rey Don Joaon III, Francisco de Ollanda passou á Italia, é das antiguallas que... vió, retrató de sua mao todos os desenhos deste libro. Empie-za por un retrato de Paulo III, y otro de Miguel Ángel, iluminados. Se ven en este libro con eruditas explicaciones dibujados perfectisimamente los mejores trozos de la antigüedad de Roma; entre los cuales el Anfiteatro de Vespasiano, las columnas Trajana y Antoniana, los trofeos de Mario, el Templo de Jano, el de Baco, el de Antonino y Faustina, el de la Paz, los baxos relieves de Marco Aurelio, el Septizomio de Septimio Severo, y otros muchos monumentos y pedazos de ruinas, como cornisas, frisos, capiteles, que aún subsisten, pero no tan enteros como cuando estos dibujos se hicieron. También hay en él vistas de Venecia y de Nápoles, con algunos sepulcros de la Via Apia, el Anfiteatro de Narbona, y muchos dibujos de mosaicos, de estatuas antiguas y otras cosas.>> (Ponz, tomo 11, pág. 215.)

historia de su país (1), encontró en una biblioteca particular que no especifica, el manuscrito, al parecer autógrafo, de los Dois livros de pintura antigua, y llevó á Lisboa una copia de él, que se conserva en la Biblioteca de la Academia Real das Sciencias y hace las veces del códice original, cuyo paradero actual desconocemos. El mismo Ferreira escribió sobre Francisco de Holanda una sucinta Memoria, que quedó inédita; pero ni él ni ningún otro erudito de su país ni del nuestro acometió la publicación de los Diálogos, y la Península tuvo que agradecer el primero, aunque imperfectísimo extracto de ellos, á un aficionado extranjero, el

(1) Sobre esta misión puede verse la interesante memoria que lleva por título: Apontamentos para a Historia Civil e Litteraria de Portugal e seus dominios, colligidos dos Manuscritos assim nacionaes como estrangeiros, que existem na Biblioteca Real de Madrid, na do Escorial, e nas de alguns Senhores, e Letrados da Corte de Madrid. (En el tomo 111 de Memorias de Litteratura Portuguega, publicadas pela Academia Real das Sciencias de Lisboa. Lisboa, 1792.) Era, en 1790, afortunado poseedor de los manuscritos originales de Holanda, el escritor montañés D. José Calderón de la Barca, caballero de San Juan de Malta y Oficial de una de las compañías de Guardias de Corps, de quien lo heredó su întimo amigo Diego de Carvalho Sampaio, encargado de negocios de Portugal en Madrid, y autor de notables estudios sobre la fisiologia de los colores. Hoy se ignora el paradero de este precioso códice.

conde de Raczynski, ministro que fué de Alemania en Lisboa, autor de trabajos poco maduros, pero en su tiempo originales, sobre el arte portugués. Raczynski, que tenía muy imperfecto conocimiento de las lenguas por-tuguesa y castellana, no es enteramente responsable de los muchos yerros que hay en la versión que publicó, puesto que no la hizoél, sino el pintor francés Roquemont; pero sí lo es de las notas, bastante impertinentes, que añadió al mutilado texto (1). Así y todo, lo que imprimió era tan curioso, que fué leído con avidez en toda Europa, y á cada momento se encuentran citados estos extractos en todas las obras modernas relativas á la historia artística del Renacimiento, y especialmente en las nuevas biografías de Miguel Angel y de Victoria Colonna.

Pero la misma importancia y celebridad del texto, y las exigencias cada día mayores de la erudición reclamaban una verdadera edición, completa y crítica, del texto portugués, único que podía citarse sin recelo. Tal

(1) Les Arts en Portugal. Lettres adressées à la Sociéte Artistique et Scientifique de Berlin et accompagnée de documents, par le Comte A. Raczinski. Paris, Renouard, éditeur, 1846. Los extractos de Francisco de Holanda que llegan hasta la pág. 77 son lo más notable que encierra esta compilación bastante confusa y farragosa.

« AnteriorContinuar »