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Alamandus de aqua viva Gerundensis Sacrista.

Signum Berengarii de galliners.

Arbertus scriptis postremus scripsit in istis.

Signum Petri de Castilione qui hoc scripsi cum litteris supra scriptis in v linea, die et anno quo supra.

Bernardus stephani levita et publicus scriptor Gerunde subscribo.

Notable es en este documento la firma de Pedro de Figueras para la historia de aquella villa. Un año antes, es decir, á los 17 de Junio de 1206, el papa Inocencio III habia concedido á Don Raimundo de Rocabertí arzobispo de Tarragona (1199–1214) y á sus sucedores en la mitra primada de las Españas el privilegio de ungir ó consagrar á los reyes de Aragon. Nuestro documento atestigua la presencia de Don Raimundo en Gerona en Junio de 1206 y da nueva luz á su viaje á Roma acompañando á D. Pedro el Católico quien, como es sabido, fué coronapor Inocencio III.

do

Páselo V. bien; y conste que nuestro Neubauer, tan benemérito de la literatura hebreo-gerundense no se llama Adam sino Adolfo.

Suyo afectísimo

FIDEL FITA.

Correspondiente de las Academias Española y de la Historia,

EL MONASTERIO DE SAN LLORENS DE MUNT.

No hace mucho tiempo que la prensa se ocupó del fallecimiento del erudito eclesiástico don Antonio Vergés y Mirassó autor de varias obras históricas y filosóficas, algunas de las cuales han quedado inéditas. Entusiasta por los monumentos artístico-históricos, lamentaba el desgraciado abandono en que yacian muchos de ellos, procurando siempre contribuir con todos los medios qne á su alcance estaban á su conservacion y arreglo. Cerca de Tarrasa en la cumbre de una elevada montaña veíase hace algunos años un pequeño arco de sillería, como restos de una fachada; una cruz latina era la forma de la planta baja de un templo que quedaba, un torreon á su izquierda y restos de un claustro, todo esto formaba el antiquísimo monasterio de San Llorens de Munt, que despues de incesantes trabajos restauró á sus costas llegando á presentar el aspecto que ofrece la lámina que acompañamos,

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El ser muy conocida de todos la obra que escribió el señor Vergés con el título de San Llorens de Munt, son pasat, son present, son venider; y el haber reunido en ella cuantas noticias pueden desearse sobre los orígenes é historia de este monumento, hace que nos sea innecesario estendernos en detalles. Con estas líneas creemos honrar la memoria de tan modesto como entusiasta propagador de la historia,

REVISTA DE PARIS,

Los grandes hombres.-El monumento de Lamartine, Sauvage, Gautier, Aggossir, Manin, Sinedlu y Poé.-Los cuadros de la Nueva Opera. Sesion anual del Instituto de Francia.

Sres. Directores de la «Revista Histórica Latina. »

En la imposibilidad de poder dar cuenta de las sesiones de las academias francesas, con motivo de mi ausencia, creo no tomarán Vds. á mal que en compensacion de ello apunte á vuela pluma, alguno de los acontecimientos científicos que con tanta frecuencia se presentan en esta ciudad, hoy constituida sin duda como centro del saber de todos los pueblos latinos. Paris, como la Francia, despues de sus pasadas catástrofes tiende à enaltecerse y á presentar ante el mundo el ejemplo de sus glorias y de sus grandes hombres; es notable en este concepto la coincidencia de levantarse tantos monumentos en este año para honrar á sus sábios, politicos y guerreros; muchos son los proyectados y vários los ya llevados á cabo, entre estos, el mas notable es el que se erige al célebre escritor y político, al gran Lamartine, en la ciudad de Macon; la parte arquitectónica está á cargo de M. Scellier; para la estátua que ha de rematarlo, abierto público concurso, se ha elegido el modelo presentado por M. Falguier: la figura es de gran espresion y originalidad, viste capa plegada con cierto estudiado descuido y botas altas, tiene un estilo en la mano y á sus piés en la parte posterior derecha la bandera republicana francesa yaciendo inclinada sobre un monton de libros y coronas de laurel. Mientras tanto en Bologne sur-mer se conmemora de semejante manera la memoria del célebre y desgraciado Federico Sauvage, inventor de la hélice. Además recordamos el sepulcro que vá á construirse para los restos de Teófilo Gautier. Mas no esto solo en Francia; en Fribourg se ha arreglado un monumento en la casa del célebre naturalista J. Luis Aggossir. Italia, la que mas se distingue en este concepto, despues de honrar con suntuosas fiestas la memoria de Ariosto y Miguel Angel, funde en Venecia la estátua en bronce de Manin; y en América se levanta un gran monumento á Abraham Lincoln y en Baltimore y New-York se discute la manera de figurar por la escultura al fantástico escritor Edgardo Poé. Permítanme Vds. recordar con este motivo à nuestra España, en el desgraciado éxito de su panteon nacional, y la vergüenza de tener almacenados los restos de sus preclaros varones que en mal hora fueron á turbar en su reposo; déjese para otra generacion mas ilustrada, que no levante raquíticos monumentos á Cervantes, olvide à Aribau, y tenga en un archivo los restos de Capmany y de tantos otros que ni una sencilla lápida guardará su nombre para recuerdo y estímulo de los venideros.

Aunque tanto se ha hablado y escrito de los célebres cuadros de M. Pablo Baudry destinados á adornar el gran teatro de la Nueva Opera, no quiero pasar á otro asunto, sin apuntar ciertos datos que prueban la fama que han alcanzado estas producciones artísticas en la exposicion particular que se ha arreglado para exhibirlos, sus numerosos admiradores han dado al autor 14,095 francos 65 cent. en entradas, de cuya cantidad, van destinados 2000 francos para el pueblo de Roche-Sur-Yon, pátria del gran artista.

Pasando á asuntos mas directamente históricos, diré, que se ha dado mucha importancia á la última sesion anual pública de las cinco Academias del Instituto de Francia celebrada el dia 28 del mes pasado. Presidió Mr. Bertrand de la Academia de Ciencias y se leyeron los siguientes trabajos que despues se han publicado: el ilustre colaborador de la « Revista Histórica Latina» Mr. Kesseeuw Saint Hilaire: La disgrace et la chute de la princesse des Urssins: el conocido escritor Mr. Carlos Blanc: Des expresions de la humiere. M. de Loménie Mirabeau et son pere á la veille de la Revolution: M. Miller Un poete de la cour des Conmienes. Se dió cuenta de no haberse dado el premio de 1500 francos sobre filología comparada, sino tan solo 600 francos á M. Jonet por su obra. Du C dans les langues romanes. Loi des finales en espagnol, é igual suma á M. Halevy por sus Melanges d'epigraphie et d'archeologie semitiques.

Paris 15 Noviembre 1874.

NÚM. VIII.

P. W.

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DISCURSO LEIDO ANTE LA ACADEMIA DE LA HISTORIA

POR EL SR. DON A. LLORENTE,

(CONTINUACION.)

En cuanto á los Generales, si bien fuera larga obra enumerar sus hechos, se ahorran palabras solo con mencionar entre los gobernadores al duque de Alba, á D. Juan de Austria, al duque de Parma y al conde de Fuentes, cuyos nombres, b'en conocidos, son compendio de lo talentos y virtudes militares mas celebrados por la fama, y á su lado, entre los cabos principales, á Sancho Dávila, á D. Fadrique de Toledo, a Cristóbal de Mondragon, a Francisco Verdugo, á Hernan Tello de Portocarrero, al mismo D. Carlos Coloma, y á otros en cuyos triunfos se funda la altivez española para consolarse de posteriores desdichas, y de ellos quedó ciertamente tal memoria en el teatro de sus hazañas, que apénas hay allí lugar que no hicieran célebre las victorias ilustres de los españoles. Cómo pudo acontecer que de estas últimas no se sacara inayor fruto es el enigma que para enseñanza de generaciones futuras procura descifrar la historia, y, entre las causas que pudieran alegarse, me reduciré á hacer de las principales breve reseña.

Como si la misma naturaleza hubiese querido señalar á los combatientes un límite repartiendo entre ellos los elementos, sucedió que sostuvieron los españoles desde el principio la superioridad de sus armas en los encuentros y batallas terrestres, mientras que, llevando la mar fama de variables en competencia con la fortuna, fueron casi siempre, tanto la una como la otra, constantes en favorecer á los holandeses cuando hubo encuentros entre una y otras naves. Así es que cuantas veces habian intentado los partidarios y amigos del príncipe de Orange, desde las fronteras de Francia ó de Alemania, donde los habian acogido, invadir con tropas aguerridas y numerosas los Estados que gobernaba el duque de Alba, otras tantas habia logrado este célebre general contenerlos con diestras maniobras ó escarmentarlos con fáciles triunfos y obligarlos á volver vencidos á las tierras extrañas que les daban abrigo. Pero cuando un corto puñado de aventureros, con unas cuantas frágiles naves pobladas de pobres pescadores y marineros de aquellas costas, se apoderaron de la isla y fuerte de Brielle, á la entrada de Holanda, en 1572, aunque pareció ésta haber sido efímera victoria y leve conquista, con crecer luego y extenderse la insurreccion, ya asieron una presa que nunca habian de soltar, sentando su planta en terreno que habia de ser suyo para siempre, y todavía se celebra en el reino de los Países Bajos el dia en que se verificó aquel desembarco como aniversario de su independencia.

Pero media entre el continente y el Océano como una especie de incierto limite formado por aquellas provincias, adonde penetran brazos de mar tan prolongados como si fuesen rios, por donde cruzan rios tan anchos que apenas alcanza la vista de una á la otra orilla, con lagos ó mares internos, tan dilatados y profundos que sirvieron de teatro á reñidas batallas navales, con playas tan mal resguardadas, que la industria incansable de los naturales se ejercita con incesan

te afan en levantar parapetos de arena que defiendan las tierras hurtadas al Océano contra el furor de las olas; y al creer que se ha llegado al sólido elemento, se encuentra una region, cuando ménos se espera, interrumpida por estaños, pantanos, turbales y lagunas, y cruzadas de canales, caños y acéquias, donde crece á lo sumo la penalidad y peligro de las operaciones militares.

En aquel dudoso término, entre el mar y el continente, habrán podido notar los que estudien atentamente nuestras guerras de Flandes que, aun á costa de contrariar la voluntad de la naturaleza, de una y otra parte se empleaban inauditos esfuerzos para alterar, por decirlo así, las fronteras propias de cada elemento, siendo como premio de las mayores proezas el conseguirlo y extender el dominio del uno ó del otro, segun era á cada contendiente mas favorable. Así sucedió, por ejemplo, en la empresa de Tergoes, que por ser una de las hazañas mas conocidas y memorables de los soldados españoles excuso referir como élla merece, y me limitaré á mencionar; pues cuando fué urgente acudir al socorro de aquella isla, teniendo de por medio un brazo de mar de mas de tres leguas, y no valiendo las naves por ser de mayor fuerza las del enemigo, sin vacilar un momento el coronel Cristóbal de Mondragon dió la orden y el ejemplo á sus soldados de pasar adelante como si caminasen por tierra firme ó por la mas sólida calzada, con el agua á la boca, con la cuerda, los frascos de pólvora y el vizcocho sobre la cabeza, al abrigo de la noche, con el favor de las mareas, andando á veces, nadando otras, hasta que en cinco horas llegaron á la playa, y con otras dos de camino al punto donde urgía el socorro y donde lograron se levantase el sitio, con tanta mas brevedad como que por aquel lado no era fácil que los aguardasen.

Fué accion, por cierto, digna de la mayor celebridad, y que parecia inimitable si tres años mas tarde no hubiesen vuelto los españoles á igualarla y aun á excederla, con Juan Osorio de Ulloa y con el mismo Cristóbal Mondragon á su frente, pasando casi desnudos, con las picas, espadas y arcabuces en alto, á través del agua, del lodo y de las algas, por medio de dos hileras de navíos y barcas de holandeses, bajo una lluvia de balas que la artillería de estos últimos disparaba, desde la isla de Philipitand primero, hasta ganar un dique, del que desalojaron á diez bandadas de franceses y otros extranjeros, y despues, de la misma suerte, hasta llegar á la isla de Zierichzee, donde alcanzaron mayores

triunfos.

Como caso contrario, se ha de contar la manera que tuvo Guillermo de Orange de disponer el socorro de la ciudad de Leyden, que ya estaba á punto de rendirse, sin tener ejército que pudiera forzar á Francisco de Valdés á levantar el sitio; porque con estar el pueblo asediado dentro de las tierras, á distancia no breve de las costas, hasta el pié de sus muros puede decirse que trajeron el mar los holandeses, abriendo paso á sus olas al través de los rotos diques con singular audacia, aun á trueque de anegar, con daño indecible, ganados y cosechas y de arruinar villas y aldeas, por medio de las cuales pasó luego la escuadra rebelde, enseñoreándose las barcas sobre los prados y vergeles, y navegando los navíos como si surcaran un golfo; y al cabo de varios combates navales en la que antes fuera tierra firme, salvaron del peligro, por último, á la ciudad sitiada. Pero fueron éstos, así unos como otros, hechos extraordinarios, con los cuales se alcanzó alterar la disposicion de las cosas naturales, y lo que, como regla general, puede afirmarse es que, sentado el pié en tierra, sostenian los españoles la superioridad de sus armas, y que los contrarios se resistian briosamente

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