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y

los uno para evitar prolixidad fastidio. Si omito otros es porque ya dí razon de ellos en la obra del Napoleon ó don Quixote de la Europa. Aunque pudiera haber va riado la idea de ciertas cláusulas por estar ya destronado Napoleon, me ha parecido sin embargo conducente publicarlas del mismo modo que las escribí, para hacer mas sencilla y gustosa su narracion, y probar á qué grado llegaba la entereza y heroismo del pueblo español y de Madrid; pues en medio de tantos seductores, espías, suplicios y opresiones no per

donaba fatiga, diligencia, ni peligro para adquirir los papeles mas reservados de las provincias libres, suministrar armas y vestidos, y hacer tales esfuerzos para sacudir el yugo, que pasmarán y acaso se harán increibles á los venideros.co

Y con esto á Dios que os guarde, y á mí no me olvide, como en ocasion semejante concluyó el ingenioso Cervantes,

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Léanse las historias con cuidado,

y se verá que es sin comparacion mas el tiempo en que los mortales han vivido sumergidos entre los horrores y confusiones de la guerra, que disfrutando los bene ficios y dulzuras de la paz. La historia de nuestra España puede salirme en parte garante de esta verdad, y la revolucion espanto

sa, que últimamente acabamos de experimentar, servirá de confirmacion. No recorramos la memoria por los tiempos remotos de los cartagineses, romanos, godos y sarracenos, Fixémosla solamente desde la época en que el gran Carlos V empuñó el cetro de las Españas ácia los años de 1518, y recordando con fidelidad nuestra historia hasta el fin del reynado de Felipe V, se verá que apenas tuvieron los españoles quarenta años de paz en los doscientos veinte y seis que mediaron de uno á otro extremo. Llegaron por fin los reynados de Fernando VI y Carlos III: y si bien no fueron del todo pacíficos, á lo menos florecieron la religion, las ciencias y las artes; se mejoró la agricultura y comercio; se honró á los menestrales y artesanos; y todo

se fué poniendo en tal auge y movimiento, que los mas pensaban que el reynado del Sr. D. Carlos IV sería mucho mas pacífico y feliz, Pero sucedió al revés.

Ya los españoles inteligentes se lamentaban de que el gobierno monárquico de España habia degenerado de aquella moderacion prevenida por sus leyes, fundamentales, y que apenas quedaba recurso á la Nacion para precaverse de las disposiciones arbitrarias con que pudiesen mandarla sus reyes y ministros, Por esto para la jura y coronación del señor Carlos IV se pensó en tener unas córtes que pudiesen proponer algunos medios para evitar dicho mal. A este fin concurrieron á la corte varios obispos y diputados de las respectivas provincias y ciu dades. Pero el conde de Florida

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