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cio en los claustros de los conven tos; y otros sitios equivalentes, mereciendo singular mencion el gran patriota don Josef Carranza, que sin embargo de su avanzada edad aprendió el exercicio como un muchacho, y luego défendió á Madrid como el mas valiente soldado.

Interin que esto así pasaba, bien instruidos de todo los franceses por los traidores españoles, no deja ban de tender mas y mas sus artificiosas redes, y sobre todo hacer que Napoleon traxese del Norte la mayor parte de su grande exército para dar á los madrileños y demas españoles otros dias y esperanzas bien diferentes de las: pasadas. Por esto el señor Ceballos, ministro de estado, publicó en tiempo tan oportuno su apreciabilísimo manifiesto de los prin

TOM. I.

cipales sucesos de Bayona, y otros antecedentes y consiguientes. Y como en él se reproducian y probaban hasta la evidencia los viles y alevosos designios de Napoleon y sus secuaces, fue recibido del pueblo español con el mayor gusto y aceptacion, y sirvió infinito para aumentar en la corte y lo restante del reyno el entusiasmo y patriotismo: abrió los ojos á la Rusia; yalarmó á da Europa contra el Tirano... 100Mas sin embargo, á vuelta de todas estas esperanzas, papeles y disposiciones, siempre se notaba micha dilacion en nuestros armamentos militares, y que los exérci tos no concurrian con la presteza que era menester á desalojar áslos franceses de las orillas del Ebro. - Luego que las provincias se pusieron sobre las armas, casi to→

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das crearon para su armamento y gobierno unas juntas, que por la mayor parte exercian en su territorio la autoridad soberana. Al principio se consideraron como necesarias,y no dexaron de ser útiles. Pero luego ya se notó que no habia en ellas aquella union y armonía, que hace á la virtud irresistible, reune todas las operaciones con la celeridad posible, y asegura el feliz éxito de qualquiera empresa..

Por de contado no conviniendo todas en un punto céntrico de gobierno y superior, era casi con siguiente que entre las mismas juntas hubiese sus zélos, disputas y competencias, y que las tropas no fuesen dirigidas ni abastecidas con aquella brevedad, que exigia la importancia del asunto, y situa

cion lastimosa de la nacion. Asíque todos deseaban y pedian que ya que desde un principio no se hubiese llamado á la princesa del Brasil, ú á otro de los Borbones, como el medio mejor de arrancar las semillas de anarquía y de hacer ver á Napoleon quan distante estaba la España de subscribir á sus ideas, y lo poco que adelantaba con tener arrestado al señor don Fernando, se pensase por ahora en formar una regencia única y central, que teniendo al frente uno de dichos señores, exerciese exclusivamente la soberanía. Esta era la voz y deseo comun, hasta de la ínfima plebe, que no dexaba de oir si la Junta de Seviilla y otras lo repugnaban ó prétendian dilatarla.

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Por estos dias se publicaron

dos noticias á qual mas plausibles: La primera fué la del empeño y teson del pueblo Cadizeño, que luego que supo la capitulacian otorgada á Dupont y todo su exército de poder regresar á Francia con sus infinitos hurtos y alhajas; dió sobre todos ellos sin excluir al mismo Dupont, y logró quitarles la mayor parte de aquellos. Morla ponderaba todo esto, como era razon, y añadia que solo á Dupont, se le habian cogido 80 onzas.

La segunda fué la relación de las fiestas y regalos con que los ilustres malagueños habian obsequiado al gran don Teodoro Reding por la victoria de Baylen, como á su gobernador y capitan general que era al principio de la revolucion. Esta relacion estaba pintada tan á lo vivo por los discretos

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