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nuestro noviciado, porque le pareció al señor don Luis de Haro tomar la posesion del patronazgo con esta accion. Acudieron de las tres casas buen número de PP.; salió el cuerpo de la suya en un coche. El concurso de señores fué el mayor que se ha visto; dijéronle un nocturno y responso, y quedóse debajo del altar mayor el ataud. Hizo el oficio el señor Inquisidor general, y los capellanes de honor con la música de la capilla. Despedidos los señores y la gente con solo los deudos y los de casa, se bajó el cuerpo á la bóveda, donde se enterró. Mañana es novenario, y está para él convocada toda la Córte.

Murió don Francisco Antonio de Alarcon, presidente de Hacienda, y se enterró, en la capilla que tenia hecha en los Carmelitas Descalzos, con grande acompañamiento; fué el entierro de dia á las cinco de la tarde.

Han hecho presidente de Hacienda al señor don José Gonzalez, Oidor del Consejo Real y de Cámara, persona de grandes prendas.

De Italia corren varias cosas, y no malas. Hasta ahora no ha venido carta á S. M. y así no se dá crédito hasta que venga de ministros de satisfaccion. Adios que guarde á V. R. como deseo. El P. Alvarado me ha dicho ha entregado el memorial de su pleito para enviarlo á V. R., al P. Inojosa, con que el cuidado correrá por cuenta de su Reverencia. Madrid y Noviembre 26 de 1647. Sebastian Gonzalez. Al-P. Rafael Pereyra, de la Compañía de Jesús en Sevilla.

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Madrid y Diciembre 3 de 1647.

(Tom 129, fól. 985.)

Pax Christi, &c. Padre mio: lo que hay de nuevo es que el marqués de Aytona tuvo un encuentro con don Antonio de la Torre, su auditor y proveedor del ejército. Este caballero era eclesiástico y del hábito. Dicen era oidor de Granada, que le habia hecho alcalde de Córte, y habia enviado á Roma por caballeratos y á sacar alguna pension sobre la renta que tenia. Esto supuesto el marqués le dió órden que del pan que tenia para la provision del ejército diese 500 fanegas á unas monjas. Díjole que no lo podia hacer sin órden de S. M. El dia siguiente le preguntó si habia dado el trigo que le habia mandado. Respondió lo mismo, que sin órden de S. M. no lo podia dar. Díjole el marqués que era un bachiller, y que hiciese lo que le mandaba. Afirmóse en lo dicho. El marqués le dijo era un pícaro, y que lo diese. Dicen respondió: «no lo soy, y eso es mentira.» Otros dicen no fué esto último tan claro. A esto el marqués echó mano á la espada y le dió de cintarazos, diciendo: «prendan ese loco.» Fué llevado al castillo de Lérida preso. El marqués escribió á S. M. el caso, y dijo quedaba haciendo la averiguacion. El preso tambien escribió dando cuenta de lo sucedido. Dicen que cuando lo supieron los deudos del marqués, tuvieron junta, y que se habia en ella resuelto le avisasen le despachase, porque de otra suerte quedaría cargado, y viniendo el pleito acá se libraria el don Antonio. Estas cartas con esta resolucion llegaron antes que las de S. M., con lo cual el de Aytona envió al gobernador de Fraga, con órden de que dentro de cuatro horas, como llegase á Lérida, le cortase la

cabeza. Fué el gobernador al castillo, y entró donde estaba el don Antonio de Torres. Preguntóle como le iba; dijo que cansado de la prision y esperando el correo de Madrid. Pues no lo espereis, le dijo el gobernador, que solo teneis cuatro horas de vida. Respondióle don Antonio: «y ¿no serán seis siquiera? Díjole que no, que traia órden que dentro de cuatro horas le hiciese degollar. Con esto, con muy buen semblante, dijo le trajesen dos PP. de la Compañía, y se confesó y dispuso, y al tiempo señalado le cortaron la cabeza. Estuvo tan en sí y con tanto valor, que admiró á los que se hallaron presentes.

De allí á dos dias llegaron las cartas de S. M., en que mandaba, unos dicen se hiciese averiguacion y se remitiese aquí; otros que se hiciese averiguacion, se sentenciase y se le admitiese la apelacion. Luego llegó aviso de la resolucion de Aytona aquí, y ha parecido mal, que habiendo dado cuenta á S. M. del caso, él obrase absolutamente, y es indicio de ello el que S. M. ha mandado se remita á un oidor á hacer la informacion, y señalado nueve jueces para que, vista, juzguen la accion de Aytona: tres de Consejo Real; tres de Guerra, y tres de Estado. Esto queda en este estado.

Algunos quieren decir estaban Aytona y el de Mortara desazonados con él, porque avisaba lo que por allá se hacia á S. M., y que estando el ejército con todo lo necesario, no se obraba ni se hacia cosa de importancia. Esto se dice, la causa principal es la dicha. El de Aytona dicen ha enviado por absolucion al señor Nuncio; mucho le ha de atrasar este suceso.

S. M. tuvo el otro dia una fiesta de montería; hallóse en ella la señora Infanta y damas; fué muy entretenida y se volvieron luego á Madrid.

Aquí se hace tres dias de fiesta á San Francisco Javier; uno la Casa, otro que, es hoy, la señora duquesa de Osuna;

el tercero dia hace la fiesta un caballero de la órden de Santiago, devoto del santo.

No se ofrece otra cosa de que avisar á V. R. á quien nuestro Señor guarde y dé la salud que deseo. Madrid y Diciembre 3 de 1647.-Sebastian Gonzalez. Al P. Rafael Pereyra, de la Compañía de Jesús en Sevilla.

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Milan y Diciembre 31 de 1647.

(Tom. 129, fól. 798.)

Copia de una carta del Condestable á S. M.

En mis últimos despachos dí cuenta á V. M. de haber

dejado este gobierno, conforme á sus reales órdenes, al conde de Haro, y que se habia resuelto, con asistencia del embajador de Génova, socorrer á Sabioneda con víveres y municiones, teniéndola el enemigo abrasada con los cuarteles de sus tropas. Túvose por operacion fácil, juzgando que la gente de franceses y del duque de Módena no era capaz de impedir el fin de los ministros de Italia y Alemania, persuadiéndose á que las tropas dichas no eran en la calidad y número de porte que pudiesen dejar de echarse del Estado. Han hecho sumas instancias para que se obre, facilitando de lejos lo que se ha reconocido en el acto práctico. Siempre, señor, tuve el mismo deseo, y lo voté en Pavía, habiéndome ordenado el conde de Haro y D. Antonio Ronquillo asistiese á la junta que allí se hizo, en que se hallaron para este fin, no solo las dificultades ordinarias de la guerra, con tanta falta de medios, sino las que trae consigo un país tan impracticable de pisar en el invierno, y la constitucion del tiempo.

Encaminóse el ejército á Cremona en número de 3.300 infantes de pelea, y 2.500 caballos, habiendo dejado muy poca gente en las plazas de esta frontera, y aventurando á. que se entrase el príncipe Tomás, que aun hoy está retirado.

Habiendo doblado la gente en Cremona, tuvo aviso D. Antonio Ronquillo, (que ha encaminado, como no es creible, á mi hijo, aun desde aquí, no habiendo por su enfermedad pasado á Cremona) como el rey de Francia habia pedido paso á la república de Génova para embarcar sobre su armada las tropas del Cremonés en el golfo de la Especia (Speccia) donde le esperaban los bajeles. Esto mismo nos obligó, y muchas cartas de Génova que avisaron se habia concedido en el Consejo, á procurar seguir lo comenzado con toda prisa, porque habiéndose de encaminar la armada naval á Nápoles, no llevase estos regimientos, que son los mejores que tiene la Francia, y reliquias de la operacion de Orbitelo, en que tanta fuerza puso al cardenal Mazarino.

Pública es en Génova esta verdad, porque en el Consellete se propuso, y quedó por auto concedido, el paso que franceses pedian con suma dificultad. Escribe el conde de Haro pasó la artillería hasta acercarse al enemigo, y marchó derecho á Sabioneda, intentando ocupar á Riberol, lugar cerrado del príncipe de Roselo, donde el enemigo se juntó antes con mas infantería que nosotros, y algo menos caballería, dejando 2.000 milicianos en Casalmayor. Siguió nuestro ejército la marcha, y á dos dias continuos fué peleando con el enemigo, y siempre llevando franceses, gracias á Dios, la peor parte.

A los 27 de este nos cargó despues de mediodia, y aquella noche quedó uno y otro ejército en batalla; el del enemigo al calor de Cividal, y este al de Bezolo, y con resolucion de pelear el dia siguiente, porque no ocupase el

TOMO XIX.

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