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Granada y Marzo 19 de 1648.

(Tom. 129, fól. 927.)

Pax Christi, &c. Estando hoy lunes esperando la procesion de letanías, de vueltas de San Jerónimo, empezó á entrar gente en nuestra iglesia, dando voces ¡que se ha levantado Granada! Salimos á la calle, y pasaron mas de 400 hombres con espadas desnudas, otros con palos, y muchachos sin número corriendo y dando voces: ¡viva el Rey y muera el mal gobierno! Encamináronse á San Jerónimo, donde pensaron hallar el corregidor y ciudad; pero ya se habian recogido en San Juan de Dios. Esta gente solo era un trozo, que lo demás, que dicen eran mas de 5.000 personas, estaban en arma en el campo del Príncipe. Luego que llegó la clerecía á la Iglesia Mayor, sacaron el Santísimo el señor Arzobispo y prebendados y le llevaron al campo del Príncipe, adorándole y diciendo eran católicos, que pan pedian. Antes deste motin habian entrado en la Audiencia pidiendo socorro y gobierno.

Preguntó el señor Presidente á quién querian: respondieron que al señor oidor don Francisco Vergara. Luego el pueblo alzó por corregidor á un caballero del hábito de Calatrava don Luis de Paz, santo y limosnero. Subiéronle en un caballo, y llevando las riendas el marqués de Venezuela y el de los Trujillos, él por vara una baqueta de escopeta y un Cristo en las manos procuraba aquietarlos. Dió provision el Acuerdo fuese corregidor, y su alcalde mayor don Francisco Vergara, alcalde del crímen don Vicencio Lebanto (1). Corrieron las calles dando voces, ¡viva don

(1) Así se lee en el original.

TOMO XIX.

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Luis de Paz!; pregonóse luego que pena de la vida manifiesten dentro de dos dias el trigo que tuvieren, y á los panaderos que saquen pan á la plaza. El señor Arzobispo envió á casa y lo mismo á todas las religiones; de casa le enviaron todo el pan que habia. El señor Presidente envió á pedir se amasase esta tarde todo lo que se pudiese, y luego se despachó al valle para que esta noche, esté el trigo aquí.

Esto ha pasado hoy lunes, que hemos visto algo de lo de Nápoles. Al corregidor le apedrearon la casa. Aquí tenemos un nietecito suyo, que estaba en las Escuelas. El buen caballero padece, y sin culpa suya se le ha caido la casa encima. Notable turbacion ha sido. Ya dicen está todo quieto con las diligencias del electo corregidor y de estos señores. No ha parecido alguacil ni veinticuatro; es cierto que si hubieran parecido, hubiera sucedido una gran desdicha: veamos qué hay de aquí á mañana.

Ya estaba algo quieto el lugar, porque los caballeros y el señor Arzobispo, y estos señores del Acuerdo socorrieron luego la gente con pan; mas sobre el tomarle en la plaza unos escribanos, dieron en los del pueblo y mataron á cinco, con que de nuevo se han amotinado, y se teme esta noche una gran desdicha. El corregidor salió en hábito de fraile jerónimo; su gente dicen se acogió al convento de Santa Paula. A su nieto tenemos en casa.

Anoche enviaron los amotinados á pedir que saliesen algunos del Colegio, para andar por las calles repartidos en barrios con las demás religiones; ocho fueron de casa; toda la noche se pasó en vela, y anduvieron divididos por barrios, el tribunal de la Inquisicion haciendo pregonar pena de excomunion á todos los que no manifestasen el trigo.

La nueva justicia y todas las religiones, estado eclesiástico y caballería, todo ha estado quieto, y voy lo está

la ciudad porque hay pan. Ayer no se halló pregonero; hizo el oficio el guardian de los capuchinos traido en hombros de caballeros. Estos ayer tarde habiendo solicitado el pan, ellos mismos se subieron sobre los cofines y los llevaron á la plaza para repartirlo. El marqués de los Trujillos entró de esta suerte con seis ó siete cargas de pan. Ello ha sido un alboroto notable. ¡Quiera Dios no haya otro!, no le habrá si hay pan (1).

Anoche acudieron mas de 400 hombres á la casa del escribano matador, y le pegaron fuego. Apagóse con brevedad por los vecinos. Al escribano han pregonado 100 ducados á quien le diere vivo ó muerto. Quicto está todo y mucho pan bueno, cabal y barato. Dios lo aumente y guarde á V. R. De Granada á 19 de Marzo de 1648. - Juan.= Al P. Cristóbal Fernandez de Acevedo, de la Compañía de Jesús, en Montilla.

Madrid y Marzo 31 de 1648.

(Tom. 129, fól. 991.)

no

Pax Christi, &. Padre mio: no siempre que deseo escribir puedo, que con estas calenturillas de ordinario estoy con sazon para poderlo hacer; mas cuando estoy mas aliviado, no dejo de escribir por lo que debo á V. R. á quien deseo servir en todo lo que me quisiere mandar.

De Nápoles no hay cosa cierta. Lo que se ha dicho es que los pueblos se han barajado los unos con los otros; que no nos puede estar mal esta division, y que ha habido peleona entre ellos; que unos y otros se fortifican para defenderse y defender á la otra parcialidad.

(1) Tiene igualmente esta carta como la anterior, un párrafo enteramente tachado con tinta, de manera que no puede leerse.

Tambien dicen que el de Guisa habia degollado algunos de la plebe; no se sabe la causa; él está metido en ruido que si sale dél bien y con la vida, no habrá hecho poco. Desto no hay mas fundamento que lo que corre por cartas de particulares.

De Sicilia avisan que una falúa que trae el cardenal Trivulcio en la costa de Nápoles habia llegado, y que la nueva que traia era que el pueblo capitulaba con el señor don Juan de Austria. Esto se ha sabido por otros dos avisos diferentes; mas hasta que vengan á S. M. cartas, no se tiene por cierto.

Han examinado al duque de Tursi los de la plebe, y héchole tres preguntas. Primera, si habia sido contra la plebe, á que respondió: que él habia servido al Rey de España como lo habian hecho los de su casa. Segunda, si de allí adelante sería contra la plebe, y respondió: que él todo el tiempo que Dios le diese vida, estaría á las órdenes y obediencia del Rey de España, y que el consejo mas acertado que les podia dar, era que ellos hiciesen lo mismo. Tercera, que si sus hijos se reunirian contra la república napolitana, á que respondió: que sus hijos eran personas que conocian sus obligaciones de su sangre y obrarian conforme á ellas.

La ciudad de Mesina ha ofrecido á S. M. el sustento de las galeras de Nápoles todo el tiempo que durare la guerra, asistiendo en su puesto.

D. Juan Chacon que estaba por visitador en Nápoles, ha llegado aquí. Cuando se supo habia desembarcado y que venia, le despacharon un correo que se detuviese 20 leguas de la Córte. No le encontró y con eso se vino. No obstante que está malo en la cama, se le insta de parte de S. M. para que salga con aprieto; mas hasta ahora no ha salido, suplicando del órden y alegando su poca salud. Con todo me persuado no le han de valer sus excusas.

El conde de Chinchon se casa con la hija del marqués del Fresno, hermano del Condestable.

Doña Antonia de Mendoza, dama de edad mas que mediana, se casa con el conde de Benavente, viudo.

La hija del conde de Castrillo se casa con el marqués de Aguilar, grande de España, y le da su padre de dote 7.000 ducados de renta para la casa, ahora tengan hijos ó no los tengan, y 30.000 escudos en oro y 20.000 de joyas.

De Italia avisan pretendieron dar veneno á la duquesa madre de Saboya, y al duque niño y á la heredera. Túvose noticia por una carta; prendieron á los que andaban en la trama. Culpan al príncipe Tomás, y unos dicen se ha ido á Milan, otros que á Nápoles, otros que á Turin para dar satisfaccion de su persona. Otros culpan á la príncesa de Cariñan. Nada desto se tiene por probable, y como corren tantas mentiras, debe de ser esta una de ellas.

Las comedias, dicen, se vuelven para pascua de Resurreccion, por excusar el tributo que se habia echado para el sustento de los hospitales.

Aquí ha corrido, no sé con qué fundamento, que habia un capitan muerto á don Diego Caballero, gobernador que habia de ser de Lérida. Dicen que el caso sucedió desta suerte que estando don Diego Caballero en un corro de soldados y oficiales de milicia y capitanes, llegó de nuevo uno y le dió la bienvenida á Zaragoza, y que se holgaba de ver que habia salido tan lucidamente de sus cargos, pues lo mostraba la confianza que S. M. hacia de su persona. Sabida la verdad, él respondió agradeciéndolo, y que lo que mas estimaba era que sus émulos quedarian corridos de las mentiras que en contra dél habian dicho, y arrojóse además en otras palabras descompuestas. Estaba en el corro otro capitan que habia dicho contra él, y dijo: «ea, señor, que alguno diria verdad.» Respondió don Die

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