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El prior de los beneficiados apeló de 18 artículos, y entre ellos, que los sirvientes de los beneficios no los señalasen los propietarios, y que algunas de las obvenciones que les tocan se den á los curas, y así de otros. Para otros pleitos se han aunado todos los beneficiados, así los de la ciudad como los del distrito, y de sus rentas decimales ofrecen la décima, con que dicen habrá para pleitear.

Hay otras cosas bien estatuidas y recibidas de todos; una de ellas es haber aumentado el señor obispo á cada cura 100 ducados de renta, sacando el principal de la suya, y que esto se dé por oposicion.

Siguióse al sínodo la solemnidad de los toros y fiestas reales, á que acudieron de toda la comarca, y muchos caballeros de Sevilla con el conde de Arenales. Fué mucho el gentío, y al principio á diez reales daban las ventanas, despues subieron á tres y cuatro ducados. No hubo desgracia, porque todos se resolvieron en heridas de caballos y en una que un caballero sacó en una pierna. Hubo caballero que airosamente mató á lanza y á rejon tres toros, y otro saltó del andamio á sufrir la falta del herido que era su deudo, y subiendo en su caballo con la espada hizo maravillas, hasta quebrarla y matar al bruto, con que desagravió, dicen, al pariente.

Luego dia de los Santos hubo carrera en la plaza, en que corrió el conde de Cabra, y nosotros paseamos ese dia las calles con doctrina; pero no asomamos á la plaza por evitar el ruido.

Hoy viernes dicen habia de haber unos torillos, y que queria lidiar dicho conde; no sé si fué así.

Ve aquí V. R. todas las nuevas de Córdoba; ahí van las de Madrid. Advierta V. R. que para 12 ó 15 deste estará en Sevilla el arriero de Montilla, de donde llevará los higos que allí dejé pagados junto con el porte ; para

V. R. va una arroba, y la mitad la contribuye el P. Cristóbal. Para el señor beneficiado van dos, y todos son excelentes y escogidos, y ogaño por la falta de ellos se pueden estimar (1). Prevenga V. R. al P. Valenzuela, porque á la huerta de Madre de Dios irán á parar, y vea si soy de provecho, y mándeme. Nuestro Señor á V. R. guarde, &c. De Córdoba á 30 de Octubre de 1648.-Pedro Martinez. = Al P. Rafael Pereyra, de la Compañia de Jesús, en Sevilla.

(1) Aquí se halla un párrafo de letra del P. Pereyra así encabezado: Inquietud en Sevilla desde 10 ó 12 hasta el 21 de Noviembre de 1642, en cuyo tiempo vinieron y se fueron los soldados napolitanos.

«Con ocasion de esperar 2,000 soldados napolitanos, que trujo en el armada el de Ciudad Real, de vuelta de Cataluña, y haber de venir á esta ciudad de paso para Badajoz, se han puesto compañías de guardia en las puertas de la ciudad de noche, y una de ellas sucedió que venia el teniente mayor de fuera de Sevilla de unos negocios, y no le dejaron entrar, aunque dijo que era el teniente mayor, si no daba el nombre, y por tanto no entró, porque le dijeron que no conocian á nadie, Y el Asistente mandó que en el alcázar no dejasen entrar á nadie, aunque fuese el conde de Chinchon y D. Juan de la Calle que vivian en él, desues de las ánimas.

Todo esto ha sucedido de unas sospechas que se han divulgado que 90 hombres de tiradores de oro, doradores, pasamaneros y de este géro de oficiales, despues de las pragmáticas, como impedian el ejercic de sus oficios, andaban con esta determinacion de dar, ó en la casa dla Moneda, ó en la santa iglesia, ó en la Contratacion, ó en casas dalgunos mercaderes ricos, y robar y hacer lo que pudiesen para tene con que sustentarse.

sta ha sido causa de que se pongan compañías de guardia en las pueas principales, en el alcázar, en la casa del cabildo, en el Alhóndiga y ella torre, en donde han hecho y puesto puerta en ella.

In ocasiones de los temores todos viven en vela en sus casas, cerrandas, y para que la ciudad esté quieta, andan de noche muchas ronda en las parroquias y por la ciudad, y en algunas parroquias han puestescuadras.

O dias antes de venir los soldados napolitanos se ha hecho esta prevenon, porque han querido decir que los que vienen y los que están inquiet se habian de juntar y hacer un saco ó robos en la ciudad. Los soldadovienen tales que no vienen para nada, desnudos y descalzos, y

Segovia y Diciembre 15 de 1648.

(Tom. 129, fól. 705.)

Habiendo estado el marqués de Ayamonte preso desde 28 de Marzo de 1645 en este alcázar de Segovia, adonde fué traido desde la prision de Santorcáz, jueves, 10 de Diciembre de este año de 1648 á la una

la ciudad les tiene prevenido dinero, vestidos y zapatos para cuando lleguen, y sin detenerse que pasen su viaje.

Todos estos soldados de la milicia son oficiales de la ciudad, y como faltan á sus oficios, de donde se sustentaban, es fuerza que hagan algunas demasías y busquen la comida por donde puedan y como puedan.

Han querido decir que todas estas prevenciones han sido porque un confesor con licencia que tuvo descubrió habia de haber este motin, y los jueces y justicias han procedido con toda esta vigilancia.

En fin entraron los 900 que vinieron á Sevilla, y estuvieron en San Telmo, mal digo, que llegaron, porque los trujeron, y tales que luego se murieron algunos, y seis coches llenos de ellos los llevaron al hospita' del Amor de Dios. El tiempo ha sido rigurosisimo de aguas y viento; ello desnudos y sin camisas ni zapatos; todos oliendo peor que muertos, po que tales venian, todos cubiertos si no de ropa por lo menos de sarn, piojos y cochambre, gran lástima verlos, así comian el bacallao cruo como si fueran perdices sazonadas; y por sombreros traian esportillas le palma; las carnes de fuera, y aunque estaban prevenidos zapatos, ncse los dieron por no haber con que pagarlos; diéronles de comer, queno fué poco el dárselo, aunque escaso para la mucha hambre y gana que traian y salieron bácia Alcalá del Rio en barcos en mal tiempo lloviedo, el rio crecido y desnudos. ¡Cuáles llegarian, y cuáles dejaran los luares por donde pasasen! El dia de Nuestra Señora se quitaron las guards de soldados de las puertas à 26 de Noviembre; la otra mitad fuero por Alcalá de Guadaira; allí les dieron bien de comer, y van á Carmna y de allí un viaje.

Como pelearan estos tales con tal disposicion y tan malos que se han certificado que con las muchas aguas, y viéndose desnudos se qedaban debajo de los olivos donde los hallaban muertos á los desdichade. ¡Gran desdicha! Temer se puede no causen peste los que traen tanta desentura."

de la tarde, llegó á esta ciudad el licenciado D. Diego de Villaverde (1), alcalde de corte con Juan de Pinilla, secretario del crímen, y seis alguaciles de córte, y apeándose en el meson grande, desde el mismo portal, sin quitarse botas ni espuelas, partió con cuantos venian con él á la casa del corregidor, que avisado, habia bajado á la puerta con priesa y en cuerpo. Díjole el alcalde: «vmd. se venga conmigo.» Repondió subiria por un ferreruelo, y díjole: «Diga que se lo bajen;» con que partieron al alcázar. Detuviéronse á las puertas de las casas del obispo. Acababa de comer el marqués, y habíase recogido. Asomóse á las rejas de la prision Santiago Ramirez Gamarra, su criado, que solo y siempre le sirvió en la prision, y díjole: «Señor, á las puertas del obispo están muchos alguaciles.» Asomóse el marqués, y viéndolos, dijo: «Estos son alguaciles de córte; yo los conozco: esto es hecho.» Así lo refirió el criado mismo á quien esto escribe.

Llegaron al alcázar, á cuya puerta esperaba ya el alcaide D. Juan de Navacerrada, á quien el alcalde dijo: «Vmd. me entregue á D. Francisco Manuel Silvestre de Guzman, marqués de Ayamonte, que está preso en estos alcázares, en virtud de esta cédula de S. M.,» la cual dió al alcaide, que besándola y diciendo que la obedecia, subieron todos á la torre y bajaron con el marqués, á quien el alcaide dijo: «V. E. entre en esa silla;» y entrando en ella el marqués, y poniéndose tres alguaciles á cada lado y el alcaide y corregidor detrás, por la calleja del pasadizo del Obispo y por la ronda, salieron por la puerta de San Andrés, y arrimados á los muros, subieron á la solana del Rastro, y entrando por la puerta fronteriza á San Martin, subieron á la cárcel, donde esperaba D. Pedro de Valencia, su alcaide propietario, al cual el alcalde entregó al

(1) Esta roto el original y no se lee mas que Villave.....

marqués, y subiéndole al aposento que hace esquina, á la puerta, clavaron las ventanas y entraron luces. Mostró el marqués gran sentimiento al verse en la cárcel pública. Entró luego fray Diego de Miranda, lector de teología de San Francisco, confesor del marqués, y el P. Pedralvéz, jesuita, que hasta la muerte asistieron.

El alcalde de córte mandó llamar alarifes y les ordenó hiciesen un cadalso de una vara en alto en una sala contigua alaposento en que el marqués estaba. Tambien mandó hacer ataud y que se cubriese de bayeta muy basta: tambien mandóllamar á un cuchillero y le mandó que hiciese dos cuchillos de muy agudo corte. Entró el sota-alcaide y echó dos pares de grillos al preso, que mostrando sentimiento, dijo: «Esto era bien excusado,» y pidiendo una cuerda con que sostenerlos, el alcaide se quitó una liga y se la dió. Luego entró el secretario á intimarle la sentencia, que oyó con valor, y respondió que la consentia, y ofrecia la vida á su Dios y criador. Despues dijo á su confesor que quedaba con gran confusion de si le habian de cortar la cabeza por detrás, y si habia de ser en público. Procuró el confesor divertirle de este pensamiento y reducirle al de su salvacion.

Entró luego su criado á despedirse, con gran sentimiento de ambos y de los circunstantes. Díjole: «Hijo, no tengo con qué pagarte la buena compañía que me has hecho en tan larga prision: Dios te lo pagará. Toma esta sortija,» y dióle una que (segun dicen) valdrá 100 ducados; y despidiéndose con muchas lágrimas, se fué al convento de San Francisco á pedir el hábito.

El marqués, asistido de los religiosos, estuvo hasta las 11 que se recogió. A media noche, atendiendo á que no sosegaba, entró el alcaide y le dijo si queria algo: respondió que con el embarazo y frialdad de los grillos, no podia sosegar; y mandando llamar á su teniente, se los hi

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