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Nápoles y Julio 25 de 1647.

(Tom. 129 fól. 722.)

Carta de la señora duquesa de Arcos al señor don Luis Fernandez de Córdoba, su tio (1).

«Aquí estamos todos buenos, que no ha sido poco con lo que ha pasado por nosotros, que el domingo 7 de este se apareció delante de Palacio un tumulto de 134.000 hombres, gritando que se les quitase las gabelas; y habiendo salido el Duque á un balcon, ofreciéndoles cuanto pedian, se entraron dentro, rompiendo las puertas, y yo me retiré con mis hijas por el parque á Castil Novo. El Duque salió con gran valor á la calle, pensando sosegar al pueblo; pero la multitud de gente fué de manera, que fué milagro no ahogarle, y que pudiese entrar en San Francisco de Paula de donde se retiró á San Telmo hasta que anocheció, que acompañado de algunos criados y otras personas bajó á Castil Novo, por estar mas cerca para dar las órdenes de lo que se debia de hacer, y esto queda de mejor calidad y no hay otra cosa por las calles que gritar: ¡viva el rey de España y el duque de Arcos y muera el mal gobierno! De todo avisaré á V. S. mas largamente, que ahora el tiempo no me da lugar á ello.

Mi señor y mi tio: Despues de haber entregado el pliego, hoy dia de Nuestra Señora del Cármen, á las seis de la mañana, al salir de Palacio el secretario del que habian

(1) Esta carta, que no es original sino copia, no tiene fecha; pero por las indicaciones que en ella se hacen no cabe duda se escribió en los últimos dias de Julio.

levantado por cabeza en este motin, encontró con un hombre de buena resolucion, y preguntándole que con qué órden estaba en aquel puesto, respondió que con la de su Excelencia; y replicó que no habia mas órdenes que la de Masanielo, y que era un traidor, y echando mano á una pistola le tiró, y no habiéndole prendido fuego sacó la espada y lo mató. Pasó la palabra de este suceso al mercado, donde estaba Masanielo, que era la cabeza, y recelándose que habia de suceder lo mismo de él, se retiró al convento del Cármen. Vinieron á dar cuenta de esto al Duque y á todos los capitanes que pidieron armas favor del Rey, de los que este pícaro habia nombrado por las calles, se las mandó dar, y en un instante se revolvió toda la ciudad gritando: ¡viva el rey de España y el duque de Arcos! y vinieron 200.000 almas con la cabeza de este pícaro, y de otros compañeros suyos, haciendo las mayores demostraciones de regocijo que se han visto jamás, y el Duque con el Cardenal, de aquí salió á caballo por todas las calles mas públicas. Doy á V. S. la norabuena de este suceso, que ha sido el mayor que se podia desear, y de habernos librado Nuestra Señora, hoy en su dia, del aprieto en que nosotros y toda la ciudad se hallaba, que no habia vida ni hacienda segura, como lo entenderá V. S. mas largamente por esa relaccion que envio.

El Duque mi señor se hallaba harto apretado, porque esto está sin un real, ni medio, ni esperanzas; y habiendo hecho un servicio de un millon este Reino para las guerras, lo impuso sobre la fruta, y el pueblo lo ha llevado tan pesadamente, que nos hemos visto en tantos aprietos, porque aquí la gente comun solo come fruta y pan, y como se han visto cargados en su principal sustento, nos han reclamado con repetidas instancias, y tales que han obligado al Duque mi señor á disponer se quite la gabela, aunque se quede sin un real, y ha sido muy sano

consejo y muy forzoso, especialmente con lo que ha pasado en Palermo, que ha sido un perniciosísimo ejemplar, porque el pueblo se resolvió á quitarse él mismo las gabelas, clamando: ¡fuera gabelas, viva el Rey, y muera el mal gobierno! con que el pobre marqués de los Velez (1) ha estado retirado y vive á merced del pueblo. Lo mismo que ha pasado en Palermo sucedió en lo restante del reino, sino es en Mesina, por la fidelidad que esta ciudad ha tenido siempre, y porque los mesineses son opuestos á los parlemitanos, y así habiendo estos faltado á su obligacion, aquellos afectaron mayores finezas. El pueblo al fin es dueño y manda, y ha restituido los fueros que antes tenia, y obra por sí sin moverse á nada el marqués de los Velez. Este ejemplar ha sido harto dañoso, y como aquí no faltan espías han aparecido carteles diferentes procurando levantar el pueblo animándolos con el ejemplo del vecino; pero es milagro de Dios y dicha del Duque mi señor que siendo este pueblo de 600.000 almas, y de su génio y naturaleza tan vario, no se ha movido, antes el pueblo mismo ha ofrecido una suma de dinero al que descubriere los delincuentes y amotinadores, que hasta en esto se conoce la verdad con que es amado nues!ro amo; pero toda su prudencia es menester para contemporizar y tolerarlos. Nuestro Señor guarde la vida de V. S. tantos años como yo deseo. La duquesa de Arcos. Al señor don Luis Fernandez de Córdoba, mi señor. >>

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(1) El tumulto de Sicilia tuvo el mismo origen que el de Nápoles, y fué casi simultáneo. La plebe de Palermo, capitaneada por un calderero, se entregó á los mayores excesos contra los nobles y ricos, saqueando y quemando sus casas, y cometiendo todo género de atrocidades. El virey, marqués de los Velez, se refugió á las galeras que estaban en el puerto, y se mantuvo allí hasta que restablecida la tranquilidad volvió á su palacio. Solo la ciudad de Mesina, por su rivalidad con Palermo, se conservó fiel al Rey de España.

Relacion del alboroto de Nápoles.

(Tom. 129, fól. 720.)

El señor duque de Arcos fué servido ocho meses ha con intervencion de los señoríos de este fidelísimo reino de echar una gabela en la fruta para la cobranza de un millon que se habia ofrecido á S. M. de servicio; y esta gabela se sintió del pueblo generalmente, y yendo S. E. á la devocion que tiene de la Madre de Dios del Cármen, en el mercado algunas viejas, mujeres y niños le cercaron el coche y ofreció quitar la gabela; pero quiso S. E. que se asegurase primero en otra cosa el servicio que se habia concedido á S. M.; habiendo grandes diferencias y dificultades sobre cargas y otras gabelas; en este tiempo hubo muchos carteles y amenazas por continuarse la cobranza de la gabela de la fruta, y quemaron la barraca que estaba en el mercado, tanto que muchos religiosos y ministros persua→ dieron á que no se cobrase, pero S. E. con el gran celo que tiene de remediar la necesidad de los tiempos presentes, no vino en ello, y con lo que sucedió en Palermo, con aquel ejemplar tan fresco y vecino, todos temian alguna desdicha, como ha sucedido.

Domingo 1. de Julio (2), de medio dia abajo, se juntó gran cantidad de portarapas, pícaros, niños, y llevando las armas reales pintadas en una tabla, vinieron á Pa

(1) Aunque son varias las relaciones del mismo suceso que se hallan en este tomo 129, hay razon para creer que esta y no otra es á lá que se refiere la duquesa de Arcos en su carta antecedente (pág. 37), y por eso la hemos colocado en este sitio.

(2) La copia dice 1.°, pero debió decir el 7 Véase la carta anterior pág. 36.

y

lacio gritando: «¡Viva el Rey nuestro señor de España !>> y subieron las escaleras dando muchas voces en los corredores, y S. E. envió al capitan de su guardia y á otros ministros para que les persuadiesen á volverse; pero no los pudo persuadir, antes creció el fuego de manera que su Excelencia les hizo gracia de quitar la gabela de la fruta, y aunque salió un escrito, pidieron se firmase en el Colateral (1). Tampoco quisieron quietarse y con mayor ímpetu comenzaron á romper las puertas del aposento de S. E. desarmaron la guardia tudesca, y lo atropellaron todo, y rompiendo puertas fueron entrando y arrojando por las ventanas sillas de terciopelo y cuanto topaban. En esto pareció para remediar algo que S. E. se asomase á un balcon, y se dejase ver de la otra parte del pueblo, que estaba dando voces en la plaza, y S. E. se asomó y desde el balcon les hizo gracia de la gabela de la fruta. Pidiéronle despues la de la harina, y tambien la concedió; pero no por esto cesó el motin de los que rompian el Palacio, con haberles tocado la trompeta de S. E. los ministros y caballeros que estaban en el último aposento. Rompiendo por último la lería, S. E. abrió una puerta y la volvió á cerrar, y se bajó solo y sin sombrero y con estupendo valor se arrojó en la plaza en medio del pueblo, y pasó el peligro que se puede entender de gente tan impía, hasta que arrojándoles algunas doblas y amparado de pocos caballeros, pudo entrar en San Francisco de Paula, de donde se salió solo y disfrazado por una puerta de un jardin pequeña, pegado al de los frailes, y se subió al castillo de San Telmo. La plebe cercó el convento, y por la parte de la Soledad rompieron una puerta del jardin que estaba murada, y como no hallaron al Duque, volvieron á apedrear el cuerpo de guardia español, si bien (loado sea Dios) sucedieron pocas

(1) Consejo, así llamado en el reino de Nápoles.

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