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berlos rendido á discrecion, le correspondieron con la barbarie de volar los cuarteles que tenian minados de.

antemano.

Ellos han tenido la bajeza de insitar á nuestros jenerales y gobernadores, abusando del derecho sagrado de parlamentar, para que nos traicionasen escribiendo cartas con publicidad y descaro á este intento. Han declarado que las leyes de la guerra observadas entre naciones cultas no debian emplearse con nosotros; y su jeneral Pezuela despues de la batalla de Ayuhuma, para descartarse de compromisos, tuvo la serenidad de responder al jeneral Belgrano, que con insurjentes no se podian celebrar tratados.

Tal era la conducta de los españoles con nosotros cuando Fernando de Borbon fué restituido al trono. Nosotros creimos entonces que habia llegado el término de tantos desastres: nos pareció que un Rey formado en la adversidad no seria indiferente á la desolacion de sus pueblos; y despachamos diputados para que le hiciesen sabedor de nuestro estado. No podia dudarse que nos daria la acojida de un benigno principe, y que nuestras suplicas le interesarian é medida de su gratitud y de esa bondad que habia ecsaltado hasta los Cielos los cortesanos españoles. Pero estaba reservana para los paises de América una nueva y desconocida ingratitud, superior á todos los ejemplos que se hallan en las historias de los mayores tiranos.

El nos declaró amotinados en los primeros momentos de su restitucion á Madrid; él no ha querido oir nuestras quejas ni admitir nuestras súplicas, y nos ha ofrecido por última gracia un perdon. El confirmó á los Virreyes, gobernadores y jenerales que habia encontrado en actual carnicería. Declaró crímen de estado la pretencion de formarnos una constitucion, para que nos gobernase fuera de los alcaces de un poder divinizado, arbitrario y tiránico, bajo el cual habiamos yacido tres siglos: medida que solo podia irritar á un príncipe enemigo de la justicia y de la beneficencia, y por consiguiente indigno de gobernar

El se aplicó luego á levantar grandes armamentos con ayuda de sus ministros, para emplearlos contra

nosotros. El ha hecho trasportar á estos paises ejércitos numerosos para consumar las debastaciones, los incendios y los robos. El ha hecho servir los primeros cumplimientos de las potencias de europa, á su vuelta de Francia, para comprometerlas á que nos negasen toda ayuda y socorro, y nos viesen despedazar indiferentes. El ha dado un reglamento particular de corzo contra los buques de América que contiene disposiciones bárbaras, y manda ahorcar la tripulacion: ha prohibido que se observen con nosotros las leyes de sus ordenanzas navales formadas segun derecho de jentes y nos ha negado todo cuanto concedemos á sus vasallos apresados por nuestros corsarios.

El ha enviado á sus jenerales con ciertos decretos de perdon, que hacen publicar para alucinar á las jentes sencillas é ignorantes á fin de que les faciliten la entrada en las ciudades; pero al mismo tiempo les ha dado otras instrucciones reservadas, y autorizados con ellas, despues que las ocupan, ahorcan, queman, saquean, confiscan, disimulan los asesinatos particulares, y todo cuanto daño cabe hacerse á los supuestos perdonados. En el nombre de Fernando de Borbon es que se hacen poner en los caminos cabezas de oficiales patriotas prisioneros; es que nos han muerto á palos y á pedradas á un comaadante de partidas lijeras, y es que al coronel Camargo despues de muerto tambien á palos por mano del indecente Centeno, le cortaron la cabeza y se envió por presente al jeneral Pezuela participándole: que aquello era un milagro de la Virjen del Carmen,

Un torrente de males y de angustias semejante es el que nos ha dado impulzo para tomar el único parti, do que quedaba. Nosotros hemos meditado muy detenidamente sobre nuestra suerte; y volviendo la atencion á todas partes, solo hemos visto vestijios de los tres elementos que debian necesariamente formarla-Oprobio, ruina, y paciencia. ¿Qué debia esperar la América de un Rey que viene al trono animado de sentimientos tan crueles é inhumanos? ¿De un Rey que antes de principiar se apresura á impedir, que ningun príncipe se interponga para contener su furia? ¿De un Rey que paga con cadalzos y cadenas los inmensos sacrificios que

han hecho sus vasallos de España, para sacarlo del cautiverio en que estaba? Unos vasallos que á precio de su sangre y de toda especie de daños han combatido por redimirlo de la prision, y no han descansado hasta volver á ceñirle la corona: si unos hombres á quienes debe tanto, por solo haberse formado una constitucion, han recibido la muerte y la cárcel por galardon de sus servicios, ¿qué deberia estar reservado para nosotros? Esperar de el y de sus carniseros ministros un tratamiento benigno, habria sido ír á buscar entre los Tigres la magnauimidad del Aguila.

En nosotros se habrian repetido entónces las escenas de Caracas, Cartajena, Quito, y Santa Fé: habiamos dejado conculcar las senizas de ochenta mil personas que han sido víctimas del furor enemigo, cuyos ilustres manes convertirian contra nosotros con justicia el clamor de la venganza; y nos habriamos atraido la execracion de tantas jeneraciones venideras condenadas á servir á un amo siempre dispuesto á maltratarlas, y que por su nulidad en el mar ha caido en absoluta impotencia de protejerlas contra las invasiones estranjeras.

Nosotros pues impelidos por los españoles y su Rey nos hemos constituido independientes, y nos hemos aparejado á nuestra defensa natural contra los estragos de la tirania con nuestro honor, con nuestras vidas y haciendas. Nosotros hemos jurado al Rey y Supremo Juez del mundo, que no abandonaremos la causa de la justicia; que no dejaremos sepultar en escombros y sumerjir en sangre derramada por manos de verdugos la Patria que el nos ha dado; que nunca olvidaremos la obligacion de salvarla de los riesgos que la amenazen, y el derecho sacrosanto que ella tiene á reclamar de nosotros todos los sacrificios necesarios para que no sea deturpada, escarnecida y hollada por las plantas inmundas de hombres usurpadores y tiranos. tiranos. Nosotros hemos gravado esta declaracion en nuestros pechos, para no desistir jamas de combatir por ella. Y al tiempo de manifestar á las naciones del mundo las razones que nos han movido á tomar este partido, tenemos el honor de publicar nuestra intencion de vivir en paz con todas, y aun con la misma España desde el momento que quie

ra aseptarla--Dado en la sala del congreso en BuenosAyres á veinte y cinco de Octubre de mil ochocientos diez y siete. Dr. Pedro Ignacio de Castro y Barros presidente.-Dr. José Eujenio de Elias Secretario.

NUMERO TERCERO.

El Sr. D. Victor Saez, secretario del despacho de Estado, diee en papel de 1.

de este mes

al Sr. secretario de Estado del

despacho de Gracia y Justicia lo que signe:

Exmo. Sr.: el Rey nuestro Señor me acaba de dirijir el decreto siguiente:

BIEN públicos y notorios fueron á todos mis vasallos los escandalosos sucesos que precedieron, acompañaron y siguieron al establecimiento de la democrática constitucion de Cadiz en el mes de Marzo de 1820: la mas criminal traicion, la mas vergonzosa cobardía, el desacato mas horrendo á mi Real Persona, y la violencia mas inevitable, fueron los elementos empleados para variar esencialmente el gobierno paternal de mis reinos en un código democratico, oríjen fecundo de desastres y de desgracias. Mis vasallos, acastumbrados á vivir bajo. leyes sabias, moderadas y adaptadas á sus usos y costumbres, y que por tantos siglos habian hecho felices á sus antepasados, dieron bien pronto pruebas públicas y universales del desprecio, desafecto y desaprobacion del nuevo réjimen constitucional. Todas las clases del estado se resistieron á la par de unas instituciones en que preveian señalada su miseria y desventura.

Gobernados tiránicamente, en virtud y á nombre de la constitucion, y espiadoș traidoramente hasta en sus

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mismos aposentos ni les era posible reclamar el órden ni la justicia; ni podian tampoco conformarse con leyes establecidas por la cobardía y la traicion, sostenidas por la violencia, y productoras del desórden mas espantoso, de la anarquía mas desoladora, de la indijencia universal.

El voto jeneral clamó por todas partes contra la tiránica constitucion; clamó por la cesacion de un código nulo en su orijen, ilegal en su formacion, injusto en su contenido; clamó finalmente por el sostenimiento de la santa relijion de sus mayores, por la restitucion de sus leyes 'fundamentales, y por la conservacion de mis lejímos derechos que heredé de mis antepasados, que con la prevenida solemnidad habian jurado mis vasallos.

No fué esteril el grito jeneral de la nacion: por todas las provincias se formaban cuerpos armados que lidiaron contra los soldados de la constitucion: vencedores unas veces y vencidos otras, siempre permanecieron constantes en la causa de la relijion y de la monarquía: el entusiasmo en defensa de tan sagrados objetos nunca decayó en los reveses de la guerra; y prefiriendo mis vasallos la muerte á la pérdida de tan importantes bienes, hicieron presente á la Europa con su fidelidad y su constancia, que si la España habia dado el ser y abrigo en su seno á algunos desnaturalizados, hijos de la rebelion universal, la nacion entera era relijiosa, monárquica y amante de su lejítimo soberano.

La Europa entera, conociendo profundamente mi cautiverio y el de toda mi real familia, la mísera situacion de mis vasallos fieles y leales, y las mácsimas perniciosas que profusamente esparcian á toda costa los ajentes españoles por todas partes, determinaron poner fin á un estado de cosas, que era el escándalo universal, que caminaba á trastornar todos los tronos y todas las instituciones antiguas, cambiándolas en la irrelijion y en la inmoralidad.

Encargada la Francia de tan santa empresa, en pocos meses ha triunfado de los esfuerzos de todos los rebeldes del mundo, reunidos por desgracia de la España en el suelo clásico de fidelidad y lealtad. Mi

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