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que habia mostrado una repugnancia manifiesta á la medida, se espresó contra ella en términos tan fuertes, y opuso una resistencia tan firme, cual nunca los ministros habian esperimentado, y de tál manera, que considerándoka invencible se retiraron de su presencia sin insistir más por entonces, y con el convencimiento de que era llegado el caso de presentar sus dimisiones. Mas como al dia siguiente (19 de febrero, 1823) hubiesen de cerrar sus sesiones, cumplido el plazo natural, las Córtes extraordinarias, determinaron diferirlo. hasta despues de concluido este acto.

No quiso el rey solemnizar con su presencia esta ceremonia. El discurso de clausura fué leido por el presidente (1). Además de la frialdad del acto, presentaba todo un aspecto sombrío, y los ánimos se mostraban preocupados, como á la aproximacion de una gran novedad. En efecto, apenas los ministros habian regresado á sus secretarías, cuando recibieron los decretos de exoneracion, á escepcion del de Hacienda, á quien se habia encomendado el refrendarlos y comunicarlos. Mas al anochecer de aquel mismo dia alborotóse una parte de la poblacion pidiendo la reposicion de los ministros: llenóse do gente la plazuela de Palacio; oyéronse voces y gritos subversivos; algunos de <<¡Muera el rey! ¡muera el tirano!» y el régio alcázar se vió amenazado por atrevidos, aunque no muy numerosos grupos: algunos subieron las escaleras, y la persona del rey parecia correr peligro: guardábale solo la milicia, y eran muy contadas las personas que acompañaban á Fernando, fucra de sus hermanos, abandonado en aquella ocasion de casi todos sus servidores (2). La multitud no se aquietó hasta que le fué anunciado que el rey habia revocado los decretos, y repuesto provisionalmente á los mismos ministros, á quienes se llamó en efecto a las once de la noche, con órden de que acudieran inmediatamente á sus puestos. Accedieron á ello los ministros, despues de haber conferenciado entre sí, y consultado con sus amigos, y á poco más de la media noche quedaba restablecido el ministerio.

Todavía en la mañana del 20 (febrero, 1823) una gavilla de sediciosos do

(3) El discurso respiraba liberalismo, como todos los que el gobierno ponia en boca de Fernando.-«Los facciosos, decia entre Cotras cosas, que meditaban ta ruina de la aley fundamental, van cediendo el campo al «valor de las tropas nacionales. Esa junta ade perjuros, que se titulaba Regencia de «España, ha desaparecido como el humo, y los rebeldes, que contaban con triunfos tan fáciles y tan seguros, ya comenzaron á sentir los tristes resultados de sus extraavíos. D

(2) Atribuyóse esta asonada å ta sociedad de los masones de que había traido su origen el ministerio, á fin de arrancar la anulacion del decreto de exoneracion. En la de los comuneros, su rival, habia habido excisiones, las cuales produjeron largos mənifiestos y contestaciones, atizando unos la guerra entre las dos sociedades secretas, queriendo otros establecer la paz y concordia. Estas polémicas se agitaban precisamente en aquellos dias.

oficio y de comuneros de la ínfima clase se dirigió al palacio del Congreso, donde celebraba sesion la diputacion permanente, pronunciando á gritos la palabra regencia, que equivalia á pedir la suspension del rey. Aturdida la diputacion, aunque menospreció la demanda, no tuvo energía para hacer castigar á los audaces alborotadores. Al mismo tiempo otros de algo más alta esfera estendian una representacion pidiendo lo mismo, y para recoger firmas colocaron mesas en las plazas y calles principales. No faltó, como no falta nunca gente para todo en las grandes poblaciones, quien la suscribiera, pero los mismos comuneros de mas representacion se encargaron de poner término á tan escandaloso acto, y hubo quien derribó las mesas, dejando atónitos á los que convidaban á firmar, con lo cuál se restableció, al menos en lo material, el sosiego.

Mas el poder obtenido de una manera violenta y conocidamente inconstitucional, con visible repugnancia del monarca, no podia satisfacer á los mismos que así le habian recobrado. Reconociéndolo ellos, espusieron al rey que no podian serle ya útiles sus servicios, y pidieron ser relevados. Deseábalo tambien el monarca; si bien, hecho cargo de su posicion respectiva, para exonerarlos de cierta manera honorifica accedió á hacerlo de un modo singular que se le propuso, á saber, que no cesasen en sus cargos hasta que leyesen en las Cortes ordinarias, segun práctica de entonces, las Memorias espresivas del estado de los negocios de cada departamento (1). Este ardid era un triunfo para los ministeriales, interesados en que se llevára á efecto el viaje del rey acordado por las Córtes. Así continuaba de hecho, y para aquel objeto, un ministerio caido, no obstante haber procedido el rey al nombramiento de los que le habian de reemplazar, cuyo nombramiento recayó en las personas siguientes: don Alvaro Florez Estrada, para Estado; don Antonio Diaz del Moral, para Gobernacion; don Lorenzo Calvo de Rozas, para Hacienda; el general don José María Torrijos, para Guerra; don Ramon Romay, para Marina; don Sebastian Fernandez Vallesa, para Gracia y Justicia. Todos eran de la parcialidad exaltada, algunos pertenecian á las sociedades secretas. No hablaremos ahora de las condiciones de cada uno. Embarga nuestra atencion, como embargaba entonces la del país, la relacion de los sucesos que estaban abocados, y con que darémos principio al capítulo siguiente.

(1) Art. 82 del Reglamento de las Córtes: «Al dia siguiente (el segundo de su instalacion) se presentarán los ministros, y cada uoo en su ramo darán cuenta del estado en que se halla la nacion. Sus Memorias, que

deben imprimirse y publicarse, se conservarán en el Congreso para que las noticias que contengan puedan servir á las comisiones.>

CAPITULO XV.

SALIDA DEL REY Y DEL GOBIERNO DE MADRID.

LAS CORTES EN SEVILLA.

SESION MEMORABLE.

1823.

(De 1. de marzo á 15 de junio.)

Apertura de las Córtes.-Discurso del rey.-Sus protestas de ardiente liberalismo.-Informe del ministro de Estado sobre la actitud del ejército francés de observacion.Acuérdase manifestar al rey la necesidad de trasladarse el gobierno y las Córtes á punto más seguro.-Accede Fernando á la traslacion.-Se designa la ciudad de Sevilla.— Señálase para la salida el 20 de marzo.-Ocupaciones y tareas de las Córtes en este período. Salida del rey y de la familia real.-Llegan á Sevilla.-Abren allí las Córtes sus sesiones.-Discurso arrogante del presidente.-Noticia de la invasion de los franceses en España. Declaracion de guerra á la Francia.-Cambio de ministerio.-Asuntos en que se ocupan las Cortes.-Manifiesto del rey á la nacion española.-Mensaje de las Cortes al rey.-Proclama del duque de Angulema en Bayona.-Entrada del ejército francés. Vanguardia de realistas españoles.-Regencia absolutista en Oyarzun.-Su primer decreto.-Distribucion de las tropas constitucionales.-No resisten la entrada de los franceses.-Avanzan éstos sin obstáculo camino de Madrid.—Estraña y torcida conducta de los condes del Montijo y de La-Bisbal.-Comunicaciones que entre ellos mediaron.-Gran disgusto en la corte y en el ejército.-Tiene que esconderse el de LaBisbal.-Toma el mando de las tropas el marqués de Castelldosrius.-Sale con ellas de Madrid.-Queda el general Zayas para conservar el órden público.-Capitúla con el principe francés.-Intentona de Bessières sobre Madrid.-Escarmiéntale Zayas.-Escesos y castigo del populacho.-Entra Angulema en Madrid.-Sale Zayas.-Regencia y ministerio realistas.-Vuelven las cosas al 7 de marzo de 1820.-Creacion de voluntarios realistas.-Desenfreno de la plebe.-Representacion de los Grandes de España.Contestacion de Angulema.-Sesiones de las Cortes en Sevilla.-Dictámen de la comisjon diplomática.-Sensacion que causan los sucesos de Madrid.-Medidas de las Córtes.-Alarma en Andalucía.-Trátase de la trastacion del rey y de las Cortes á Cádiz.Resistencia del monarca.-Comision de las Cortes.-Respuesta brusca del rey.-Pro

posicion de Alcalá Galiano.-Se declara al rey incapacitado momentáneamente.-Nombrase una regencia provisional.-Traslacion del rey, de la familia real y de las Córtes á Cádiz.-Desmanes en Sevilla.-Llegada del rey y del gobierno á Cádiz.-Cesa la regencia provisional, y se repone al monarca en sus funciones.

El 1.o de marzo abrieron sus sesiones las Córtes ordinarias, despues de las juntas preparatorias de costumbre. Tampoco asistió el rey en persona, y tambien leyó su discurso el presidente. Como obra de los ministros, los discursos del rey en esta época contenian siempre frases y protestas del más ardiente liberalismo. «Las potencias continentales de la Santa Alianza (decia en «<éste) han levantado ya la voz contra las constituciones políticas de esta na«cion, cuya independencia y libertad ha conquistado con su sangre. La Espa«ña, respondiendo á las intimaciones insidiosas de aquellos potentados, ha <manifestado solemnemente al mundo que sus leyes fundamentales no le pue«den ser dictadas por ella misma..... El rey Cristianísimo ha dicho que cien «mil franceses vendrán á arreglar los asuntos domésticos de España, y á en«mendar los errores de sus instituciones. ¿De cuando acá se dá á soldados «la mision de reformar las leyes? ¿En qué código está escrito que las invasio«nes militares sean precursoras de la felicidad de pueblo alguno? Es indigno «de la razon rebatir errores antisociales, y no es decoroso al rey constitu«cional de las Españas el hacer apología de la causa nacional, ante quienes, «para hollar todos los sentimientos del pudor, se cubren con el manto do «la más detestable hipocresía.»

Fueron al siguiente dia llamados los ministros; é interrogados sobre los movimientos del ejército francés de observacion, y sobre lo que de él podia temerse: respondió el de Estado, que aquél tomaba una actitud hostíl, que hacia temer se realizasen las amenazas sabidas de todos; y para que las Córses se enterasen mejor de todo lo relativo al asunto, tendria el honor de leer la Memoria de oficio, correspondiente á su departamento, en que se contenia todo. No permitieron las Córtes que se leyese, y aun tomaron acuerdo formal para que se suspendiese la lectura de las demas Memorias de los secretarios del Despacho; manera de prolongar la vida de aquel ministerio, puesto que el rey habia aplazado su relevo para cuando hubiese leido sus Memorias en las Córtes. Tratóse luego con gran calor sobre la urgencia de trasladarse el gobierno con el rey, amenazado como estaba el reino de una próxima invasion, y sobre el punto donde habria de verificarse, añadiendo algun diputado que la medida le parecia insuficiente, y que en su conciencia creia necesario declarar la impotencia física de S. M., cuya proposicion produjo aplausos en las galerías, prueba del estado de exaltacion en que se encontraban los ánimos. El gobierno manifestó que sobre el punto de traslacion habia consultado á

una junta de militares, y después al Consejo de Estado, el cual aun no habia evacuado su informe. El resultado de esta sesion fué acordar que los ministros espresáran al rey la necesidad de que eligiese inmediatamente el punto á que habian de trasladarse, y que al dia siguiente dieran cuenta á las Córtes del que se hubiera designado, así como de las medidas que se hubiesen tomado para realizar la traslacion. Si así no se hiciese, habia dicho el señor Canga Argüelles, las Córtes usarán de sus facultades.

No hubo necesidad de esto, porque al siguiente dia (3 de marzo), cuand las Córtes acababan de aprobar el proyecto de contestacion al discurso de la Corona, se leyó una comunicacion del gobierno, participando que el rey, á pesar de su anterior repugnancia, vistos los deseos de las Córtes, y oido por fin el Consejo de Estado, cuyo dictámen estaba conforme con aquellos, habia accedido á que se verificase la traslacion, y designado para ella la ciudad de Sevilla; y que para llevarla á efecto el gobierno habia dado las órdenes convenientes, así para la seguridad de los caminos, estableciendo en ellos puestos militares, como para la provision de trasportes y víveres, y cómodo aposentamiento de la real familia y de las Córtes, á cuyo fin habia destinado los fondos posibles, y se ocupaba en dictar otras medidas al mismo propósito. Autorizáronle además las Córtes para ello, y se aprobó tambien una proposicion, facultándole para que con el sigilo y celeridad posibles hiciera recoger todas las alhajas de plata, oro y pedrería de las iglesias y conventos, á fin de que no fuesen presa de la rapacidad de los facciosos, ó del ejército estranjero que invadiera la nacion, y las hiciese trasportar á las plazas fuertes que juzgára conveniente.

Tratóse de fijar el dia y hora de la salida, que se acordó dejar á la designacion del rey, con tal que fuese ántes del 17, á cuyo efecto pasó una comision de las Cortes á hacer la pregunta y conferenciar con S. M. Mostróse el monarca dispuesto á preparar su marcha para ántes del 17, si las Córtes lo querian así; pero exponiendo que si aquellas no encontraban reparo en que lo difiriese hasta el 20, puesto que en tan corto plazo no era verosímil que variáran las circunstancias, lo preferiria, por exigirlo así el estado de su salud y de sus negocios, y que en cuanto á la hora no le era posible señalarla cou tanta anticipacion. Volvió la comision á poner en conocimiento de las Cortes esta respuesta del rey; hicieronla objeto de algunas observaciones, pero conviniendo en que la dilacion de tan contados dias no podia ofrecer dificultad, ni contrariar el objeto y fin que en la resolucion se habian propuesto, acordaron, no sin darle cierto aire de galanteria, complacer al rey en cosa que parecia tan pequeña y tan justa.

Ocuparonse las Cortes en los dias siguientes en los medios de recompensar

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