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de voluntarios valencianos prefirieron incorporarse al ejército de Ballesteros y seguir hasta donde pudieran las banderas de la patria, á quedar espuestos á los desastres de una invasion y á las venganzas de los realistas furibundos, y se despidieron de sus desoladas familias (14 de junio), á las cuales esperaban largos sufrimientos. A los dos dias entraron en Valencia las bandas realistas, y comenzó, como en todas partes, el período de ruda reaccion, el de los groseros cantos populares, acompañados de insultos con que la gente soez provocaba y escarnecia á las señoras y familias que tenian sus esposos, hijos ó parientes en la milicia, el del apedreo de las casas, y la salvaje persecucion hasta á los objetos de colores que pasaban por signo de liberalismo, el del espionaje hasta el sagrado del hogar doméstico, el de las prisiones por opiniones ó por sospechas, el de las purificaciones y otros procedimientos con que hacia sentir su dominacion de hierro el mas feroz despotismo (1).

Ballesteros, cuyas filas se aclaraban cada dia más con la desercion, abandonó tambien la provincia de Murcia, dejando en las plazas litorales de Alicante y Cartagena cortas guarniciones, al mando la primera del coronel De Pablo (Chapalangarra), y la segunda al del general Torrijos, ambos firmes y decididos constitucionales, y encaminóse al reino de Granada, dirigiéndose á su capital. Allí fué tambien el general Zayas, en reemplazo de Villacampa, á quien el gobierno constitucional habia relevado del mando de los escasos restos del ejército de reserva, incomodado por haberle espuesto aquel general el verdadero estado de la opinion pública, la dificultad de sostenerse contra aquel torrente, y la conveniencia de negociar en tan desesperado trance una transaccion. Pero tambien el mismo Zayas, antes y despues de haber conferenciado con Ballesteros, manifestó al gobierno con honrosa franqueza el cuadro que ofrecian así el ejército como el país, exhortándole á que abrie➡. ra los ojos y viera lo que todos ya veian, y no dejase que el mal se agravára al punto de no tener ya remedio.

Avanzaba ya tambien en direccion de Granada el general francés conde de Molitor, despues de haber estado en Murcia, y tomado de paso á Lorca. Ballesteros determinó salirle al encuentro, quedando Zayas en Granada: sitúose aquél con su ejército, muy menguado yá y reducido á menos de diez

(3) A Valencia fué enviado por el gobierno realista de Madrid de comisario régio y con amplias facultades el brigadier don Luis Andriani, el cual, despues de una alocucion propia de la época, abolió la libertad de imprenta, formó un tribunal de seguridad pública compuesto de gente artesana, conocida por su exagerado realismo, y estableció la

junta ó tribunal de purificacion, debiendo ser los que solicitáran ser purificados convocados al tribunal por medio de carteles públicos, y sin cuyo requisito de purificacion ya se sabia que nadie podia obtener empleo colocacion, sueldo, honores, pension ni retiro..

mit hombres, aunque valerosos y decididos, en Campillo de Arenas, lugar situado en los confines de Granada y Jaen. Atacado allí por el ejército francés, que venia entero y victorioso, si victorias podian llamarse triunfos casi sin resistencia conseguidos, batiéronse nuestros soldados con un denuedo que asombró á los franceses, y la porfiada y bien sostenida batalla de Campillo (28 de julio) acreditó, aunque tarde, de cuánto habrian sido capaces las tropas del ejército constitucional, si se las hubiera empleado contra el invasor estranjero cuando éste entraba receloso y desconfiado, y aquellas se hallaban enteras y entusiasmadas. Mas ya no era posible sostener la lucha, derramado por el interior de España casi sin ningun descalabro el ejército francés, y pronunciada por todas partes en su favor la opinion del país. El mismo Zayas se habia visto obligado á retirarse sobre Málaga, acosado por el general Ordonneau, y no pudiendo Ballesteros incorporarse á él bizo desde Cambil proposiciones de capitulacion al conde de Molitor.

Estipulóse en efecto la capitulacion (4 de agosto) entre el general francés y el coronel primer ayudante de estado mayor de Ballesteros don José Guerrero de Torres, que aprobaron y firmaron después Ballesteros y el duque de Angulema. Los artículos de la capitulacion eran:-El general Ballesteros y el segundo ejército de su mando reconocen la autoridad de la Regencia de España, establecida en Madrid durante la ausencia del rey:-El mismo general ordenará á los demás generales y gobernadores de las plazas situadas en el territorio de su mando que reconozcan la espresada Regencia:-Las tropas que están á sus órdenes se acantonarán en los puntos que se designen de acuerdo con el general Molitor:-Los generales, jefes y oficiales del segundo ejército español conservarán sus grados, empleos, distinciones y sueldos correspondientes:-Ningun individuo de dicho ejército podrá ser inquietado, perseguido ni molestado por sus opiniones anteriores á este convenio, ni por hechos análogos, á escepcion de los que sean de la competencia de la justicia ordinaria: El sueldo se pagará por el tesoro español: en caso de retraso ó imposibilidad, se continuará dando á las tropas la racion de etapa en los acantonamientos designados:-Los nacionales que deseen volver á sus casas, podrán hacerlo libremente, y tendrán en ellas seguridad y proteccion.

Fácilmente se comprende el desaliento y el disgusto que produciria en todos los comprometidos por la causa liberal la capitulacion de Ballesteros y de su ejército, que habia sido una de sus mayores esperanzas. Esperanzas fundadas en el número y la calidad de las tropas, que pasaban por las mejores de entonces, y en las opiniones del general, tenido, aun entre los comuneros, por uno de los mas fogosos defensores de la causa de la libertad. Cierto que desde el principio de la guerra se habia observado que no correspondia su

conducta al concepto de que gozaba, y habia dado lugar é quejas 6 inculpaciones, de que el mismo Torrijos quiso dar conocimiento al gobierno de Cá diz, no obstante la amistad que á ambos generales unia, como miembros de una misma sociedad secreta. Así fué que las guarniciones de las plazas de Levante no quisieron someterse á la capitulacion, y aun una parte del ejército se retiró á Málaga, donde seguia todavía ondeando la bandera de la libertad. Pero ya era causa desesperada la de los constitucionales, por lo que verémos ahora que habia acontecido durante este tiempo en Galicia.

Mandaba, como hemos dicho ántes, el ejército de aquel antiguo reino el general Morillo, conde de Cartagena, el cual le habia reorganizado, disciplinado y moralizado, con laudable inteligencia y celo. Indicamos tambien que con objeto de dominar la Vieja Castilla y de amenazar á Galicia y Astúrias so habia situado el general francés Bourcke en la capital y reino de Leon. Concurria por otro lado á invadir las Astúrias el general Huber, unido al general realista español Longa, los cuales antes de entrar en el Principado batieron al intrépido Campillo, jefe de un cuerpo constitucional (21 de junio), y persiguieron sus restos hasta Rivadesella y Gijon, siendo recibidos los franceses en Astúrias como lo habian sido en todas partes, y Campillo que habia vuelto á rehacerse en lo posible en Avilés fué tambien atacado allí, y acabada de dispersar su gente. Huber y Longa se reunieron en Oviedo (27 de junio). Entretanto en el camino real de esta ciudad á Leon hubo un sério combate entre una columna de tropas constitucionales que mandaba el general Palarea y otra de franceses que guiaba el general D'Albignae, procedente del cuerpo de Bourcke y enviado para este objeto por él. De resultas de este encuentro Palarea se retiró por Astúrias á Galicia, y Huber y D'Albignao marcharon tambien juntos sobre Lugo. quedando Longa en Astúrias para mantener la tranquilidad.

Bourcke por su parte, con noticia de los sucesos y de los movimientos de Astúrias, dirigióse igualmente à Galicia por la carretera de Astorga y Villafranca, en cuyo camino su vanguardia habia tenido ya algunos choques parciales. Acababa de llegar á Galicia desde Sevilla el general Quiroga, uno de los proclamadores de la Constitucion de Cádiz el año 20, y uno de sus mas decididos sostenedores. Hallábase tambien alli el inglés sir Robert Wilson, que habia venido á ofrecer su espada al ejército de la libertad, el cual se puso al frente de aquel batallon de emigrados estranjeros que babia intentado atraer al ejército francés en el paso del Bidasoa, que ametrallado por su artillería se refugió en San Sebastian, y desde allí se embarcò después para la Coruña.

Mas como en este tiempo recibiese el general Morillo nôticias de lo acon

tecido en Sevilla, de la suspension del rey y el nombramiento de una regencia provisional, hiciéronle tál impresion, que desde luego, dando por fenecida una Constitucion por los mismos legisladores quebrantada, resolvió separar su causa de la de las Córtes, y desde Lugo dió á sus soldados la siguiente proclama (26 de junio):-«Soldados del cuarto ejército: habeis manifestado vues«tra decision á no obedecer las órdenes de la Regencia que las Córtes insta«laron en Sevilla, despojando de sus atribuciones al rey, de un modo repro«bado por nuestro pacto social. Animado de los mismos sentimientos que avosotros, he condescendido con vuestros deseos, y os declaro que no reco«nozco al gobierno que las Córtes han establecido ilegalmente; y que resuelto «al mismo tiempo á no abandonar estas provincias á los furores de la anar«quía, conservo el mando del ejército. Auxiliado por una junta gubernativa, atomaré las providencias que exijan las circunstancias, no obedeciendo á «ninguna autoridad, hasta que el rey y la nacion establezcan la forma de goxbierno que debe regir en nuestra patria.—Soldados: casi todos perteneceis á «estas provincias: vuestros padres, vuestros bermanos y vuestros vecinos ne❝cesitan de vosotros para conservar la paz y la tranquilidad, sin las cuales se challan espuestas sus propiedades y sus personas. Jamás fué vuestra presencia «mas necesaria en las filas, y no dudo que penetrados del noble encargo que cos está confiado, me daréis constantes pruebas de vuestra disciplina y «vuestra union (1).»

La junta á que el de Cartagena se referia, y que habia formado en Lugo, se componia del obispo, del jefe político, de tres individuos de las diputaciones provinciales de Lugo, Orense y la Coruña, y de algunas otras personas, las cuales, informadas de los sucesos de Sevilla y de los movimientos de los generales franceses sobre Galicia, opinaron todas que debia solicitarse de éstos un armisticio, hasta que libre el rey diese el gobierno que fuese de su agrado, continuando Galicia gobernada por las mismas autoridades, y no reconociendo entretanto ni la regencia de Sevilla ni la de Madrid. Quiroga ha

(1) Por mucho que esta evolucion del conde de Cartagena favoreciese á la causa realista, como quiera que no se sometia á la Regencia de Madrid, no le fué agradecida la resolucion. Hé aquí cómo se anunció en la Gaceta del 7 de julio la proclama de Morillo: La presente alocucion de este jefe revolu«cionario presenta dos observaciones: priamera, que hasta los que siguen el partido de la rebelion miran con escándalo la <inaudita conducta observada con nuestro <rey por los por sí llamados padres de la patria, verdaderamente sus verdugos: que

«luego que la necesidad y la impotencia fiasica y moral los constituye en la precision «de sucumbir, lo intentan con altanería y asin buena fé, sosteniendo el norte de sus «errados principios, tan contrarios á nuesatras antiguas leyes, como parto de los deaseos de dominar á la sombra de modifica«ciones, que dejando la grave enfermedad revolucionaria en pié, es demasiado conoacida para no ser mirada con desprecio, ahorror é indignacion por todos los españoeles sinceros amantes de la felicidad de la «nacion y de S. M.»

bia asistido à la junta y conformadose con su acuerdo. Mas luego quiso poner en salvo su persona, dispuesto al parecer á ausentarse de Galicia, para lo cual le facilitó el mismo conde de Cartagena una buena parte de los fondos que tenia en caja. Pronto, sin embargo, mudó de opinion, y puesto al frente de las tropas descontentas de la resolucion de Morillo, se declaró en hostilidad contra él, como otros jefes á quienes desagradó aquel acto, y le censuraban duramente, y aun interceptó al ayudante que llevaba las comunicaciones del de Cartagena á las autoridades de la Coruña. Obligó esto á Morillo á escribir á Quiroga una carta sumamente sentida sobre su comportamiento, y exhortándole á que apartándose de aquel camino evitára las desgracias que él mismo iba á hacer caer sobre Galicia su patria.(1)

(1) é aqui esta sentida y notable carta: facilité gustosamente, quedándome el senti.

«Lugo, 28 de junio de 1823. «Mi querido Quiroga: Has hecho una locura impidiendo el paso al oficial que de mi órden conducia pliegos para las autoridades de la Coruña, en que les participaba las ocurrencias acaecidas en esta ciudad en el dia 26 del corriente; y permitiendo que las personas que te acompañan alteren los sucesos y pinten mi conducta como la de un traidor á mi patria. Tú sabes bien, pues que lo has presenciado, que mi declaracion de no reconocer la Regencia, que con despojo de la autoridad del rey se ha formado en Se. villa en 11 de este mes, procede de los mismos principios que me obligaron á aceptar el mando de este ejército, decidido á em plear todo género de sacrificios para repeler la invasion estranjera, y defender la Constitucion política de la Monarquía. He visto atacada ésta en los fundamentos que la sostienen, y no puedo reconocer un acto que detestan los pueblos y la tropa. Tú has sido testigo de la opinion que generalmente han emitido las diferentes personas que he reunido para proceder con acierto en asunto tan delicado.

«Tú mismo, conviniendo en los principios que los dirigieron, y dudando únicamente de la autenticidad del papel que ha servido á todos para persuadirse del hecho, y de las noticias que por separado le confirmaban, solo reconociste la Regencia condicionalmente. Convencido de todo, te has decidido á poner en seguridad tu persona, y me pediste con este objeto auxilios, que le

miento de que el estado de los fondos, que solo ascendian á 70,000 reales, no me permitiese franquearte mas que 40,000, aunque te prometi librar á tu favor en lo sucesivo, de mi propio caudal, mayor cantidad. ¿Qué és, pues, lo que esperas? ¿Cometerás la bajeza de ser tú el traidor á las promesas que has hecho voluntariamente á tu salida, sin que yo las exigiese de ti, y añadirás á esta mancha sobre tu honor la de mancillar el mio, permitiendo las falsas noticias que los que te acompañan procuran esparcir acerca de mi conducta? Tengo formado tál juicio de tu honradez, que me decido á descansar en ella, prometiéndome que abrazarás el único partido que te queda, reconociendo el estravío á que te has conducido. El que en la Isla dió de buena fé el grito de libertad, no podrá nunca dejar de proponerse, como. único objeto de todos sus esfuerzos, la felicidad de su patria; y tú, nacido además en la hermosa Galicia, estás dispuesto seguramente à sacrificar tus opiniones y tu vida por librarla de los males que la amenazen. Los franceses parece que ya invadieron á Astúrias, y que el 24 de este mes se ballaban en Oviedo. Numerosas fuerzas se reunen sobre Leon, y la invasion de Galicia puede temerse como muy próxima. En este estado de cosas, me habia propuesto resistir esforzadamente la invasion, si los franceses no acceden á la proposicion que hice al general Bourcke, para suspender las hostilidades y conseguir después un armisticio, durante el cual debe quedar Galicia y las demas provincias libres de la comprension de!

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