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de un pueblo entregado á sus inmoderados ímpetus, si no se comprimian con medidas enérgicas y oportunas para atajarlos. Poca cosa fué y no podia ser bastante, el mandar que se diese libertad á los presos por opiniones políticas, y que el general Ballesteros reorganizára el disperso ejército del centro, para que pudiera servir de apoyo á la corona en las eventualidades y conflictos que pudieran sobrevenir. Así fué que al dia siguiente se vió el trono humillado y escarnecido por aquella misma multitud que no se habia sabido enfrenar.

Terribles y fatales fueron los sucesos del 9 de marzo para el prestigio de la persona del monarca y de la institucion de la monarquía. Una muchedumbre acalorada y frenética se agolpó en la plaza y á las puertas del Real Palacio, prorumpiendo en amenazas y gritos sediciosos: la guardia permaneció admirablemente tranquila, ¡á tanto llegaba ya el triste abandono del rey! y creciendo con esto la audacia de las turbas, penetraron en el patio de Palacio, y hubo quienes comenzaron á subir la escalera con resolucion al parecer de invadir la regia morada, y con síntomas de reproducirse en España algunas de las terribles jornadas de la revolucion de París. Merced á la influencia de algunas personas de la córte que bajaron, se contuvo la multitud. Pero ésta, á imitacion de los revolucionarios franceses, nombró seis comisionados que presentáran al rey sus peticiones (4). Puestos los llamados diputados del pueblo á la presencia del rey, y accediendo éste á la primera de sus pretensiones, ordenó al marqués de las Hormazas, que había sido alcalde en 1814, y al de Miraflores que lo habia sido en 1813, que pasasen á las casas consistoriales á restablecer el ayuntamiento del año 14. Pero el de las Hormazas fué rechazado por la multitud á causa de sus opiniones realistas y ser tio del general Elio, y solo acompañó á los amotinados el de Miraflores.

Llegado que hubieron á la casa de la Villa, se procedió á pasar oficios á los concejales de 1814, pero siendo desde luego aclamados alcaldes don Pedro Sainz de Baranda, que tan señalados servicios habia hecho á la capital durante la dominacion francesa, y don Rodrigo Aranda: el marqués de Miraflores fué recusado por haber ejercido el cargo en 1843. Fueron concurriendo los regidores citados, y quedó instalado el Ayuntamiento constitucional de 4844. Los seis sugetos que se decian comisionados del pueblo propusieron inmediatamente de palabra y por escrito que aquel mismo dia el reinstalado ayuntamiento recibiese del rey el juramento de la Constitucion. Acordóse así, y en su virtud anticipóse el marqués de Miraflores á dar noticia á S. M. de este acuerdo y del resultado de su comision. Siguieronle el ayuntamiento y

(1) Fueron éstos don José Quintanilla, don Miguel Irazoqui, don Juan Nepomudon Rafael Piqueras, don Lorenzo Moreno, ceno Gonzalez y don Isidro Perez.

TOMO XIV.

los comisionados del pueblo, y recibidos todos por el rey en el salon de Embajadores, juró Fernando á su presencia bajo el dosel del trono la Constitucion politica de la monarquía promulgada en Cádiz à 19 de marzo de 1812. Acto contínuo dió órden al general Ballesteros para que la jurase tambien el ejército, y el ayuntamiento regresó á las casas consistoriales, desde cuyos balcones lo anunció al pueblo, publicándolo despues por carteles, y acordando que en celebridad del suceso se cantase un solemne Te-Deum (1).

A propuesta de los mismos comisionados del pueblo, y era otra de las pcticiones que llevaban, accedió el rey á que se nombrase una Junta consultiva provisional, en tanto que se reuniesen las Córtes, cuyos individuos fueron, el cardenal de Borbon, arzobispo de Toledo, tio del rey, presidente, el general don Francisco Ballesteros, don Manuel Abad y Queipo, obispo electo de Mechoacan, don Manuel Lardizabal, don Mateo Valdemoros, don Vicente Sancho, el conde de Taboada, don Francisco Crespo de Tejada, don Bernardo Tarrius y don Ignacio Pezuela, todas personas respetables y dignas de la confianza que en ellas se depositaba, y cuya instalacion, si bien constituia al rey en una verdadera tutela, se vió despues haber sido oportunísimo acuerdo, por los grandes males que evitó con su prudente conducta, y pudiendo decir como dijo, «que la revolucion y variacion de gobierno se habia hecho con seis años de paciencia, un dia de esplicacion y dos de regocijo.» ¡Ojalá hubiera podido decirse lo mismo de los tiempos que siguieron á este breve período!

En aquel mismo dia, y oida ya la opinion de la Junta recien creada, se dió otro decreto aboliendo para siempre el odioso tribunal de la Inquisicion, que el rey á su regreso de Francia habia restablecido, mandándose en él quo inmediatamente fueran puestos en libertad todos los presos en las cárceles del Santo Oficio por opiniones políticas ó religiosas, y que las causas de estos últimos pasasen á los reverendos obispos en sus respectivas diócesis (2). El pueblo recibió con júbilo este memorable decreto, y por fortuna pasóse el resto de aquel dia en demostraciones de regocijo.

Al siguiente apareció el famoso Manifiesto del rey á la Nacion española: aquel Manifiesto por lo menos tan famoso como el de 4 de mayo de 1844, aunque en sentido diametralmente opuesto: aquel documento célebre, en que so estampaban frases como éstas: «Cuando yo meditaba..... las variaciones de «nuestro régimen fundamental que parecian mas adaptables al carácter na

(1) Miraflores, Apuntes histórico-críticos, y Documentos, número XVIII.-«Nosotros, adice el marqués, presenciamos este acto, aque será eternamente célebre en nuestros anales; pero por una de las anomalias en

«que tanto abunda España, este acto que
«hubiera en otro país derribado el trono,
«pasó como un suceso trivial y ordinario »
(2) Gacetas extraordinarias de 9 de
marzo.

1

«cional, y al estado presente de las diversas porciones de la monarquía espaañola, así como mas análogas á la organizacion de los pueblos ilustrados, me «habeis hecho entender vuestro anhelo de que se restableciese aquella Consti«tucion, que entre el estruendo de las armas hostiles fué promulgada en Cádiz ael año 1812, al propio tiempo que con asombro del mundo combatiais por la alibertad de la patria. He oido vuestros votos, y cual tierno padre he condes❝cendido á lo que mis hijos reputan conducente á su felicidad. He jurado esa «Constitucion por la cual suspirábais, y seré siempre su mas firme apoyo. Ya <he tomado las medidas oportunas para la pronta convocacion de las Córtes. «En ellas, reunido à vuestros representantes, me gozaré de concurrir á la agrande obra de la prosperidad nacional.»-Y sobre todo, estas otras palabras, que con el tiempo, visto el ulterior comportamiento de Fernando, han adquirido una triste celebridad, y se citan como ejemplo de insidiosa falsía: «Marchemos francamente, y yo el primero, por la senda constitucional (1).»

Juraron aquel mismo dia las tropas de la guarnicion con toda solemnidad él código proclamado. Se restablecieron los ministerios de la Gobernacion y de Ultramar, confiándose el primero á don José García de la Torre, que era ya ministro interino de Gracia y Justicia, y el segundo, tambien interinamente, á don Antonio Gonzalez Salmon, que lo era de Hacienda. Restablecióso por otro decreto (44 de marzo) la libertad de imprenta. Del mismo modo se reinstaló, con arreglo á la Constitucion, el Supremo Tribunal de Justicia (12 de marzo), suprimiéndose los antiguos Consejos, y se consagró además aquel dia á la fiesta popular de la colocacion de la lápida de la Constitucion, que se hizo con la ceremonia mas solemne, con gran concurrencia y público regocijo, y repartiéndose al pueblo con profusion ejemplares del Manifiesto del rey. El infante don Cárlos, como jefe del ejército, dió con motivo de la jura una proclama á las tropas, en la cual, entre otras cosas, después de exhortarlas al amor y defensa de la patria, del trono y de la persona del rey, al respeto de las leyes, á la disciplina, y al mantenimiento del órden público, les decia: «De este modo el solio augusto de los Alfonsos y de los Fernandos hará briallar á esta heróica nacion con un esplendor no conocido en los mas gloriosos «siglos de la monarquía: Fernando VII., nuestro rey benéfico, el fundador de ala libertad de España, el padre de la patria; será el mas feliz, como el mas poderoso de los reyes, pues que funda su alta autoridad sobre la base indes«tructible del amor y veneracion de los pueblos.»-Y concluia: «Militares de atodas clases: que no haya mas que una voz entre los españoles, así como sodo existe un sentimiento: y que en cualquier peligro, en cualquiera circuns

(1) Manifiesto de 10 de marzo de 1820.-Gaceta extraordinaria del 12.

:

<«<tancia nos reuna al rededor del trono el generoso grito de: ¡Viva el Rey!
a¡ Viva la Nacion! ¡Viva la Constitucion!—Madrid 44 de marzo de 1820.–
«Carlos.»

Segun que la noticia de esta mudanza política se iba comunicando oficialmente y difundiéndose por las provincias, recibíanse contestaciones manifestando el júbilo que tales nuevas habian producido. Y era verdad entonces la alegría que una gran parte de la poblacion experimentaba de salir de aquel estado de opresion, sin públicos trastornos ni desgracias personales, y de entrar nada menos que de real órden en un sistema de expansion y de libertad. Mandose formar causa en averiguacion de los culpables de los horribles asesinatos ejecutados por la tropa en la ciudad de Cádiz, en los dias 10 y 11, donde por lo mismo se recibió con mas delirio la noticia de haber jurado el rey la Constitucion. Publicóse con este motivo en la Gaceta toda la correspondencia que habia mediado entre las autoridades y jefes de las armas y de la marina de aquella plaza: vióse en toda su fealdad el hecho abominable de haber ametrallado á un pueblo indefenso, engañado y desapercibido, y gracias que se logró sacar de allí y embarcar sin nuevos desastres los batallones de Guias y de la Lealtad, ejecutores de la mortandad y del saqueo, contra los cuales el pueblo se hallaba con sobra de razon enfurecido (1).

No menos resentimientos habia creado en Valencia el tiránico proceder del general Elio, y aun duraban las impresiones producidas por los suplicios de Vidal y sus desgraciados compañeros, cuando en la mañana del 10 de marzo recibió el general el real decreto del 7, que inmediatamente mandó publicar, acompañándole con una breve proclama, en completa contradiccion con una alocucion que el dia 3 habia dado á los pueblos de aquel antiguo reino. En vista del cambio político, verificado en la córte, tan contrario á sus ideas, reunió los jefes de la guarnicion para manifestarles que no podia continuar ejerciendo el mando superior de las armas, y convocó el ayuntamiento para las tres de la tarde con el objeto de resignar en sus manos la autoridad. Mandó además poner en libertad á los presos en las cárceles de la Inquisicion, y muchos grupos se agolparon á las puertas del tribunal á recibir y felicitar á los allí detenidos, entre los cuales se hallaba el brigadier conde de Almodóvar, cuya presencia inspiró á todos las mas vivas simpatías. A pesar de los grupos, la poblacion no presentaba todavía una actitud hostil, cuando á las

(1) Los partes se publicaron en Gaceta extraordinaria del 21.-La órden para formar causa, comunicada á don Juan O'Donojú, nombrado capitan general interino de Andalucía en reemplazo de Freire, comenzaba: «El rey, escandalizado de los horro

erosos sucesos ocurridos en Cádiz......> Y
concluia: «Que inmediatamente se forme
«causa á los autores de aquellos desorde-
anes.... Debiendo V. E. darme parte diario
«de su progreso para ponerlo en noticia
«de S. M.»

3

tres de la tarde salió Elío de su palacio á caballo con una pequeña escolta y seguido de algunos miñones, en direccion del Ayuntamiento. Su presencia escitó sordos murmullos en las gentes: dos hombres se lanzaron á su encuentro, cogieron las riendas del caballo, y le obligaron á detenerse. Uno de ellos, persona caracterizada, le intimó con cierta energía que su autoridad habia cesado yá; replicóle el general algunas palabras, pero temiendo sin duda la actitud de la muchedumbre, aunque desarmada, retrocedió al palacio, siguiér.dole los grupos, y protegiéndole los miñones.

La guardia se puso sobre las armas, y la puertas de la capitanía genera! se cerraron inmediatamente. Alentados con este primer triunfo los constitucionales, y creciendo en la ciudad la efervescencia, proclamóse capitan general al conde de Almodóvar, el cual, puesto al frente del movimiento, pasó á palacio: franqueóle la guardia la entrada, y recibióle Elío con un abrazo. En tanto que los dos conferenciaban, aumentóse en la plaza el tumulto: á excitacion del mismo Elío asomóse al balcon el de Almodóvar, para exhortar á la multitud á que se aquietase, asegurándole que Elio renunciaba con gusto el mando. El pueblo gritó entonces que saliera el mismo Elio, pues sospechaba que se habia fugado. Dejóse ver en efecto al lado del conde, pero á su vista se exaltó más la muchedumbre, y solo se serenó la tormenta bajo la promesa que el de Almodóvar empeñó de responder de su persona. Así aquietado el tumulto, y apenas hubo anochecido, por consejo de Almodóvar se trasladó Elío á la ciudadela, como punto de mas seguridad para él. Para uno y otro fué fatal esta resolucion. Elio tuvo tiempo para haber abandonado á Valencia, y negándose á la fuga que su esposa le aconsejaba, se entregó él mismo á la suerte que la Providencia le tenia destinada. El de Almodóvar hizo entonces un gran servicio, evitando con su prudencia los desórdenes que sin duda habrian estallado en la poblacion, y haciendo que la Constitucion se proclamára y se instaláran las nuevas autoridades pacíficamente: pero la promesa de responder de la persona de Elio habia de ser causa de disturbios graves y de personales disgustos.

Veamos lo que pasaba en las esferas del gobierno. Aparece en primer término por su importancia el decreto de convocatoria á Córtes para las ordinarías de 1820 y 21, á cuyo efecto se mandaba por el artículo 2.° proceder inmediatamente á las elecciones de diputados en toda la monarquía; mas ni éstas podian hacerse ya este año en los períodos y con los intervalos que prescribia la Constitucion, ni las Córtes reunirse en la época en el mismo código determinada: señaláronse aquellos por esta vez, y se fijó el 9 de julio próximo para dar principio á las sesiones. Respecto á los diputados de las provincias de Ultramar, que por la premura del tiempo no podian acudir, se acordó ape

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