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GLOSA

à las palabras de un creyente, de Mr. Lamennais, ó sea el pasado y la actualidad

INTRODUCCION.

Monsieur Lamennais ha escrito las palabras de un creyente para enseñanza del pueblo, y con el propio objeto escribo yo esta glosa. Es doblemente necesario hablar é instruir al pueblo, por lo mismo que casi siempre se ha querido tenerle sumido en las tinieblas; condenarle à la ceguera de Edipo para que asi se dejara mas fácilmente conducir.

Y no es este mal de un pais y de una época determinada: ha sido la constante aspiracion de todos los tiranos y de todos los impostores. En Grecia se juraba no instruir al pueblo ni darle sino consejos funestos. Alejandro reprendia á Aristóteles porque habia publicado sus obras, y esclamaba:-«¿Qué será de nuestra supremacia y ascendiente si el pueblo llega á saber tanto como nosotros?»-En Egipto la ciencia estaba encerrada en el colegio de los sacerdotes, y en Atenas y Roma en las escuelas. Todos los filósofos de la antigüedad tenian dos sistemas de doctrina:

(1) Esta glosa fué escrita por el señor Lopez despues de haberse verificado la revolucion de Julio de 1854.

uno para ellos y sus adeptos, y otro para el pueblo, á quien nada revelaban que pudiera serle útil.

Pero esos tiempos concluyeron, porque ha llegado el dia en que el velo del templo de la oscuridad debe romperse; porque nos ha tocado una época de elaboracion intelectual, de reformas y de trabajo comun, en que cada uno de nosotros debe llevar su piedra al edificio.

¿Y quien es el pueblo que inspira este interés? Es la porcion mas numerosa de la sociedad, que vive para trabajar y trabaja para vivir, y que sin embargo es la base de la opulencia de los que al nacer encuentran llena de riquezas la cuna que los recibe: es la clase morigerada y de rectos y maravillosos instintos, porque el trabajo purifica al corazon y suaviza las costumbres, en tanto que el ocio y los placeres pervierten y relajan y engendran los vicios: es el gigante que sostiene sobre sus hombros el peso de las cargas públicas, sin que frecuentemente se le conceda otro derecho que el de derramar su sangre y pagar las contribuciones: que sufre y calla por largo tiempo devorando en resignado silencio las injusticias y los ultrages: que cuando llega el supremo momento en que agotada su paciencia pronuncia el terrible Non plus ultra, pelea como un leon en lo valiente y en lo generoso: que vé casas atestadas de riquezas mientras está combatiendo, sin que un deseo de codicia se infiltre en su corazon á través de su modesto vestido: que pide con el sombrero en la mano un vaso de agua para refrescar sus labios ennegrecidos con la pólvora, á los mismos por quienes está arrostrando tantos peligros: que si muere no obtiene un recuerdo ni una cruz, y que si vive, despues del triunfo, con la una mano deja el fusil y con la otra toma la herramienta de su oficio para trabajar sin descanso y ganar para el dia siguiente el pan que ha de alimentar á su familia. No tiene ni mas horizontes, ni mas espectativa, ni mas porvenir, ni mas aspiraciones, ni mas recompensa. El dá su heroismo, y nunca se lo cobra. Este es el pueblo.

Monsieur Lamennais ha escrito para su instruccion páginas

inmortales. Sus palabras son las de un Apóstol y las de un Mártir. Cuando habla de la libertad y de los derechos de los pueblos, torrentes de conviccion brotan de cada una de las letras, y el fuego que llevan al alma es la lava del volcan que abrasa los matorrales y las serpientes que punzaban ó envenenaban en las comarcas vecinas. Cuando quiere darse al sentimiento como en el artículo del desterrado, su voz es el arpa misteriosa y triste del bardo, que hacia llorar hasta las piedras en las montañas de Morven.

Pero su estilo es conciso y fija el dogma sin esplicarlo. Esta circunstancia me ha sugerido el pensamiento de escribir esta glosa. Mi trabajo es rápido, porque el movimiento incesante de las circunstancias no permite otra cosa. Todo él constará de pocas entregas. ¿Y para qué se necesita de mas dilatacion? Todas las verdades que al pueblo le interesa saber y tal vez cuantas han descubierto con seguridad los sábios, pueden escribirse en una cuartilla de papel. Lo que importa es que el pueblo las aprenda bien y nunca las olvide lo que importa es que las recite todos los dias á la hora de la oracion matinal, y que las repita para sí, su muger y sus hijos al entregarse al descanso con la oracion de la tarde lo que importa es que se convenza de que la edad de oro no está detrás de nosotros, sino que nos la guarda el tiempo, y el destino la ofrece como premio á nuestros esfuerzos: lo que importa es que conozca que la libertad es el pan de los pueblos que han de ganar con el sudor de su frente: lo que importa es que piense que el galardon no es para el que entra en la carrera, sino para el que la sigue y llega felizmente á su término: lo que importa es que se persuada de que todos trabajamos para adquirir algun patrimonio, y que la libertad es el mejor patrimonio que podemos poseer en nuestra vejez y dejar en herencia á nuestros hijos: lo que importa es tambien que aprenda á conocer á los proteos políticos, cuyas palabras suenan dulcemente al oido, pero llevan la muerte al corazon.

Mas necesita pensar el pueblo. Es necesario que comprenda que condenamos el sistema de injusticia porque hemos pasado,

y que para condenarlo en alta voz y sin rubor, se hace forzoso que nosotros nos mostremos eminentemente justos: que detestamos la inmoralidad, y preciso es que nosotros nos presentemos morales y virtuosos con la rigidez de principios de un Sócrates ó de un Arístides: que acusamos á otros hombres de haber hollado las leyes y conculcado los principios, y que para ello debemos respetar las leyes, que son el resultado de la conciencia pública, y seguir invariablemente los principios, que son el producto de las teorías y de la esperiencia, la guia y el escudo de todas las sociedades. Solo de este modo podremos ser verdaderamente libres, y podrá conocer el mundo que nos comtempla la diferencia que hay de épocas á épocas, de doctrinas á doctrinas y de hombres à hombres.

Monsieur Lamennais ha empezado el prefacio de su obra con estas proféticas palabras:-«Ahora los hombres juzgan y condenan; pronto Dios juzgará: bienaventurados los que vean su justicia. La tierra está triste y agostada; mas ella reverdecerá. El aliento del malvado no pasará eternamente sobre ella como un soplo aniquilador. Luego que los que abusan del poder hayan pasado por delante de vosotros, como el lodo de los rios en un dia de tempestad, entonces comprendereis que el bien es la única cosa durable y temereis infestar el aire que el viento del cielo haya purificado. El Poniente está negro, mas el Oriente empieza á blanquear.»—

¿Quién no vé en estas cláusulas de un vaticinio fatídico para los opresores, la amenaza de la cólera divina y de las leyes inmutables de la naturaleza; y quién no conoce en ellas el eco de la voz terrible de los profetas, que anunciaban mil desastres con la servidumbre á los reyes y á los pueblos que se separaban del camino de la justicia y hacian ostentacion de sus violencias y depredaciones?

Triste es la suerte del esclavo, que arrastrando su cadena riega con su sudor una tierra que no es suya para arrancarle frutos que tampoco han de ser para él. Ni patria, ni hogar, ni muger, ni hijos; nada tiene, porque nada le pertenece. Separa

do de todo en el mundo, no está unido mas que con el látigo, que frecuentemente descarga sobre su descarnado cuerpo el enojo de su señor. Sí: esta suerte es por cierto miserable; pero mas debe serlo allá en los senos ocultos de su conciencia la suerte de los dominadores de los pueblos, que ejercen el poder solo para el abuso y mandan por la injusticia. En buen hora que la fortuna les sonria por breves instantes, y que el fausto, el lujo y los placeres de la vida les hagan olvidar que sus pies descansan sobre la superficie mal cerrada de una honda sima. El hombre puede hacer un pacto de olvido con su conciencia; pero hay cada dia ó cada noche una hora vengadora que presenta á la imaginacion todos los desafueros, como otros tantos fantasmas ensangrentados, que demandan con horrendo grito castigo y espiacion. No envidiemos, pues, al poder que reina por la iniquidad. El oro que guarnece sus vestidos, es hierro que le oprime ó le ahoga, y lo que nos parece sus bordados es una serpiente enroscada á su pecho, que multiplica y aprieta sus nudos para dar apenas paso á una respiracion fatigosa y anhelante.

Dios ha puesto los gobiernos para que hicieran el bien de los pueblos, y ha maldecido de antemano á los que se convirtieran en opresores. Su pueblo escogido, que se habia gobernado mucho tiempo por formas democráticas, las varió inconstante y ligero. Roboam fué un monarca violento y duro; y quejándosele su pueblo de la exorbitancia de los impuestos, le contestó:-<<Mi padre os azotaba con varas, pero yo os azotaré con escorpiones.»-Desde aquel instante se separaron las tribus, se evocó la servidumbre, y el dueño insensato de aquel pueblo creyente, depósito fiel de la ley verdadera, tuvo que llorar su ruina con un arrepentimiento tardío. Tal es el fin del que hiere al pueblo con la espada que este le habia entregado para su custodia, y arroja con desprecio el escudo á que confiara su defensa. Chateaubriand ha dicho:-«No os perturbe la prosperidad de los malos es verdad que no padecen angustias que los arrastren á la muerte; que al parecer ignoran las tribulaciones humanas; que llevan el orgullo sobre su cuello como un collar de oro; se em

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