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bertad, y para el trono absoluto hay otra persona mas cerca y que cuenta con otras simpatías, que es Cárlos V y su descendencia.

Yo bien sé que se miran por muchos con sangre fria hasta las cuestiones mas vitales; pero no es lo mismo la sangre fria que la sangre muerta; y ay de nosotros si nos sorprendieran los sucesos en esta soñolencia, en esta impasibilidad imprudente en que muchas veces vejetamos. Yo creo firmemente que tenemos la nube encima, y que el ministerio ni siquiera la vé para conjurarla. Yo la presagio y la anuncio: ladro á la tempestad como el perro de los buques de los holandeses, cuando los demás ó duermen ó la provocan, seguro que como ese perro cuando la tempestad se disipe ó pase, volveré al rincon oscuro de mi bodega. A mi no me mueven ni las pasiones políticas, porque ninguna tengo, ni los celos ni las envidias, porque jamás los he conocido, ni el deseo de encumbrarme, porque harlo conozco los vientos que corren en esas alturas para no desear volver á habitarlas. Pero desde la pequeñez de mi individualidad veo la marcha del mundo, contemplo la índole de los sucesos, penetro en su tendencia y veo que el guante está arrojado. La alternativa en que la imprudencia de los gobiernos puede colocarnos, es á la verdad aterradora. O un despotismo sin límites en que acaso no quede nada de lo que existe, ó una reaccion sangrienta, porque las injusticias producen los odios, y los ultrajes el deseo de la venganza. Un medio hay para evitar lo uno y lo otro. Hacer del gobierno representativo una verdad, y no una solemne impostura, como lo es al presente, y seguir aunque con prudencia el movimiento de la civilizacion. Por esto estoy clamanen vano hace mucho tiempo, y no cesaré jamás de clamar, porque obedezco á mi corazon y á mi conciencia y á la fuerza de mis convicciones.

DE LA CIVILIZACION.

La civilizacion es el triunfo de la inteligencia sobre la naturaleza inculta ó sobre ideas menos adelantadas. Ella marcha mas rápida ó mas lentamente, segun que las circunstancias la farorecen ó la contrarían; invade los pueblos; penetra en los espíritus; cambia los hábitos; y enlazando á los hombres de diferentes y lejanos paises por los vínculos del pensamiento ó del interés recíproco, estiende su cetro desde la una á la otra parte del mundo, y hace de la humanidad entera una sola familia.

Inmensas esperanzas deberíamos poner en su influjo bienhechor, si por desgracia no fuera su movimiento alternativo; si no tuviera como la luna sus crecientes y sus menguantes; si por nuestro mal no retrocediera sin cesar tanto como antes hubiera adelantado. Los hombres se afanan en ciertos períodos por conquistar la ciencia; descubren algunas verdades; entonan su himno de triunfo inspirado por el orgullo de su pequeñez, y cuando se creen como los gigantes de la Mitología á punto de escalar el cielo, la oscuridad renace y se estiende de nuevo; las últimas indagaciones se pierden en ella; millares de años gravitan sobre las verdades descubiertas, y la especie humana, condenada á parodiar la tela de Penelope, se agita en esa oscilacion contínua de adelanto y retroceso, volviendo despues de todas sus incursiones al mismo punto de que partió. Cuando a través de

largas épocas arranca á la naturaleza algun arcano, se ufana en su vanidad insensata; y por lo regular no ha hecho otra cosa que desenterrar descubrimientos anteriores, perdidos y ocultos á las miradas de la generacion que vive bajo los escombros de las generaciones que pasaron. Vasco de Gama dobla el Cabo de Buena Esperanza, y todos contemplan atónitos su talento, su osadía y su fortuna: sin embargo, en tiempo de Salomon se habia hecho el mismo camino, y cuatrocientos años despues lo habian repetido los Fenicios con no menos propicia suerte. Colon, guiado por el vuelo de las aves y por la vacilante luz que derrama sus destellos en las sombras de la noche, penetra en las remotas playas en que parece que el sol va á ocultarse cada dia: y no obstante, los viajeros encuentran despues en medio de los bosques impenetrables de la América Septentrional ruinas de monumentos levantados en ignorados tiempos por una inteligencia muy superior á las de los indígenas; lo cual nos dá á conocer que otros hombres habian recorrido de muy antiguo aquellas comarcas, y habian dejado en ellas vestigios que atestiguasen su presencia y su génio. Chateaubriand refiere que á la orilla del Chanón y muchos pies bajo del agua, existen caractéres trazados en las paredes de un precipicio, de que resulta que antes corria el agua á aquel nivel, y que algunas naciones desconocidas escribieron aquellas letras misteriosas al pasar por el rio. Este hecho testifica á la vez el trastorno de aquellos lugares y la destruccion de sus habitantes. Encuéntranse tambien sepulcros de particular construccion, y en ellos ídolos, esqueletos y huesos humanos. ¿Habrá existido la famosa Atlantida de Platon? No sabemos. ¿Estaria entonces unida la América al Africa, y un suceso estraordinario las habrá separado como el filo de un sable corta la mano del cuerpo á que estaba unida? Tampoco lo sabemos. Tal es nuestra ciencia cuando queremos echar la sonda á los misterios de la naturaleza, y tales son los títulos de nuestro orgullo cuando nos envanecemos de adelantamientos que morirán con nosotros ó poco despues, para aparecer de nuevo cuando se hayan ya borrado todos los vestigios de su memoria. La civilizacion, pues, y

el talento creador del hombre, tienen su flujo y reflujo como el Océano. En el primero avanzan sobre las ideas como las aguas sobre las costas; mas en el segundo retroceden otro tanto cuanto antes habian salido de sus límites.

Pero si la civilizacion es altamente bienhechora, tiene tambien sus inconvenientes, como los tienen todas las cosas. No hay duda que perfecciona y une á los pueblos; pero hasta cierto punto separa á los individuos, y dándoles hábitos de mas refinamiento y cultura, les hace perder las costumbres inocentes, aquellas costumbres patriarcales que están en la cuna del género humano, y que suponen una felicidad tranquila, parecida al dulce sosiego del niño que se sonríe mientras duerme en su cuna de mimbres. Los salvajes de esa parte occidental del mundo eran cándida y afectuosamente hospitalarios. Apenas el estranjero que llegaba á la puerta de su cabaña empezaba la danza del suplicante, cuando sus huéspedes entonaban aquel canto:-«Vé aquí al enviado del grande espíritu.»-Un niño salia á su encuentro, le introducia de la mano hasta el hogar, le sentaba sobre la fria ceniza, se bebia la copa de la hospitalidad, se fumaba la pipa de la paz por tres veces y resonaba en boca de las mugeres aquella cancion consoladora que nunca sabrán producir las nuevas sociedades: -«El estranjero ha encontrado una madre y una esposa, el sol saldrá y se pondrá para él como antes.»-Desde entonces el hogar era un altar para el desgraciado, y su dueño se hubiera dejado matar antes de que se tocase á un cabello del hombre á quien habia recibido. En cambio nuestra civilizacion ha endurecido las almas y metalizado los corazones. ¿Encontraria hoy el estranjero igual acogida á la puerta de los magníficos palacios de Londres, ni tal vez ante los ostentosos edificios de esas ciudades que se han levantado sobre las ruinas de aquellas chozas, asilo de hombres rudos, pero de costumbres tan tiernas. y benéficas? Las ceremonias salvajes usadas en el nacimiento de los hijos: las que tenian lugar al ir á recojer los frutos que les concedia el cielo: el himno de gratitud que en esta ocasion elevaban al sol mostrándole los hijos que colgaban del pecho de

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