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los rasgos del amor de las selvas, ó del amor del delirio; yo deseo bosquejar el amor que pueden inspirar los hábitos sociales, la cultura y la ciencia que proporciona la civilizacion. Muy grato seria para mí que la educacion de las mugeres mejorase cada dia, y que se hallaran muy frecuentemente en el mundo tipos parecidos al de mi creacion fantástica. La ley del progreso intelectual y moral, no debe hallar una escepcion en esa mitad querida de la especie humana, que indudablemente mandará en la otra, cuando al poder de sus gracias reuna el poder mas sólido que dan la superioridad del talento y de la instruccion.

MANUSCRITO.

La memoria es una amiga festiva y complaciente euando nos presenta cosas agradables; pero es una enemiga cruel cuando renueva nuestras heridas, ofreciéndonos los recuerdos amargos del bien que hemos perdido, y de la esperanza que para siempre huyó. Por eso sin duda ha dicho el Dante:

Nessun maggior dolore

Che ricordarsi del tempo felice
Nella miseria.

Y sin embargo, yo no sé qué secreta mágia tienen esas reminiscencias, que siempre volvemos á ellas mostrándonos ingeniosos en atormentarnos; y es que los ensueños valen mucho cuando ya se ha perdido la realidad y es que el rigor de un destino inexorable se templa al acordarnos de las dulces horas que pasaron en la dicha: y es que los mismos males tienen un sabor de felicidad y de consuelo, á que el corazon no renuncia sino con pena. Yo no cambiaria mis recuerdos, tan dolorosos como son, por todos los tesoros de la tierra. Quiero, por el contrario, alimentarme con ellos; quiero mecerme contínuamente sobre sus alas sombrías; quiero recorrer con la imaginacion los sitios por donde se deslizó mi entonces plácida existencia; quie

ro vivir y morir con un solo pensamiento; el amor á que debo mis placeres de ayer, y mis penas de hoy. Por eso escribo estas notas ellas me darán, tal vez, algun alivio, y me servirán de dulce entretenimiento.

Mis padres contaban ya algunos años de matrimonio cuando yo vine al mundo. Miraba mi madre con tristeza su union solitaria, y pedia sin cesar al cielo que le concediera un hijo. ¡Votos insensatos! Si pudiéramos penetrar con una mirada en las tenebrosas regiones de lo futuro y ver en ella los dolores que prepara el destino á los que todavía no han nacido, preferiríamos una vejez sin apoyo, y una muerte sin consuelos, á reproducir nuestra existencia en otros seres infortunados.

Mi infancia fué tan dichosa, que me parece haber durado un solo dia. Yo habia nacido en Marsella, pero viviamos en una casa de campo construida en medio de una deliciosa campiña y en la situacion mas feliz. Mis horas se dividian entre los juegos y el sueño. Despertábame al canto de las aves, y me dormia al agradable ruido de nuestras fuentecillas. Mis ocupaciones se reducian á vaguear ó correr por la llanura, á alcanzar los nidos de los árboles, y á coger las flores del jardin y de la pradera. Solia detenerme tambien á la orilla de los límpidos arroyuelos que cruzaban nuestra posesion. Mi alma era tan pura como sus aguas, y mi vida se asemejaba á las conchitas depositadas en su fondo, que recibian sin cesar el blando beso de la linfa fugitiva, y estaban muellemente recostadas sobre un lecho de bordada arena. Yo tambien recibia á todas horas el beso de placeres inocentes, y despues iba á reclinarme sobre el pecho de mi madre. En la primavera pensaba que se acercaba el verano, en que nadaria con mis amigos en el lago; en el estío me acordaba del otoño cargado de sabrosas frutas; en el otoño esperaba que viniese el invierno para oir las consejas que contaba la familia reunida alrededor del hogar, y en el invierno volvia á pensar en la primavera con sus pájaros, sus brisas y sus perfumes. Fuera de este reducido círculo, que forma una vida de siete años, dentro y como separado del grande círculo del mundo, no habia

nada para mí. Acuerdome tambien de que mostraba grande interés por los pájaros y por los perros, y que lloraba mucho cuando se morian ó les veia padecer. Entonces mi madre me decia:

-Hijo mio, tú tienes una escesiva sensibilidad; el mundo te matará ó te la hará perder. Este es un presagio seguro de futuras desgracias.

Una lágrima se desprendia de sus párpados, y me besaba en la frente con una espresion tristísima y con el corazon lleno de sobresalto. Horas de placeres y de efusion, ¿á dónde habeis huido? Pasásteis por delante de mis ojos como una exhalacion luminosa, y solo me habeis dejado tristeza y oscuridad.

Entre tanto á nada me habian dedicado, y era ya necesario pensar sériamente en instruirme. Mi padre profesaba la máxima

que no debe ponerse en accion la parte intelectual de un niño hasta que la física esté perfectamente desarrollada. Un antiguo marino, amigo de mi padre, que vivia con nosotros, hombre que habia viajado mucho, y que era á la vez muy versado en las ciencias, se encargó de mi educacion. Pude adelantar mas que lo que comunmente se adelanta en las escuelas, porque mi preceptor no tenia el retraimiento ni la esquivez de un pedagogo, porque nuestras lecciones eran contínuas, y porque me instruia siempre deleitándome. El me enseñó idiomas, las matemáticas, la geología, la filosofía, la bella literatura, y con especialidad la poesía; esa lengua de los dioses, cuyos ecos nacen y resuenan en los cielos, y vienen á perderse en la tierra para que los recojan algunos pocos mortales favorecidos. En cuanto à la música y la pintura, dos maestros célebres de la capital venian dos veces cada semana á revelarme los misterios de su arte; y como yo cobrase por él suma aficion, hice pronto progresos que lisongeaban el amor propio de mi familia.

Nunca olvidaré el embeleso y los consuelos que nos proporcionaron estas ocupaciones. Mi pobre madre pasaba horas enteras á mi lado viendo cómo el lienzo se animaba al golpe de mi pincel; y despues, cuando llegada la noche empezaban aquellas

TOMO VI.

9

largas veladas en que el tiempo es una carga y el pensamiento una fatiga; cuando los astros brillaban en medio del reposo de una naturaleza helada y muda; cuando el soplo de los vientos producia en las ramas desnudas de los árboles un quejido lastimero que lleva al corazon una melancolía profunda é indefinible, entonces mi madre me hacia tocar en el piano piezas escogidas, cantarle trozos de óperas ó romances nacionales, que le recordaban la patria y su juventud. Cuando espiraba el último eco de estas armonías, me abrazaba con indecible ternura, y nunca faltaba un beso y una lágrima como recompensa á mis atenciones. En aquella hora nos recogiamos hasta el dia siguiente, en que volvíamos á las mismas ocupaciones y á los mismos entretenimientos. Nuestra vida no era ciertamente una rica tela de oro bordada de pedrería; pero tenia la suavidad y los colores agradables de la seda, y nosotros la íbamos tejiendo exentos de ambiciones, y agenos á los cuidados y sobresaltos de un mundo ruidoso y corruptor.

En esta época se obró en mí una trasformacion repentina. De vivo é inconstante que era, me hice quieto y reflexivo. Permanecia en inaccion y silencioso largos ratos, y despues marchaba con celeridad, sin saber á dónde me dirigia. Resortes hasta entonces desconocidos me comunicaban un impulso nuevo. Me causaba tédio cuanto antes me habia encantado, y buscaba en el horrible vacío de mi existencia otra cosa que no podia definir, pero à la cual se abalanzaba mi deseo con tanta ánsia como inquietud. Yo habia leido algunas novelas, y algunos años antes habia traducido del latin los Metamorfóseos de Ovidio. La imágen de las divinidades mitológicas estaba clavada en mi alma y en mi corazon. Mi imaginacion corrió todo el espacio. Siempre tenia delante de mai una aparicion dichosa que me brindaba amor y me prometia ventura. Si vagaba por las soledades, esta belleza ideal venia pegada á mi sombra; y cuando despertaba á media noche oia sa aliento suave, y me parecia percibir algunas palabras confusas que escapaban de sus labios. Sus formas se ostentaban como impalpables; su rubia y flotante cabe

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