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de todo ocupáronse los centrales de honores y condecoraciones. Al presidente se le dió el tratamiento de alteza; á los demás vocales de escelencia, reservándose el de magestad á la junta en cuerpo. Adornaron sus pechos con una placa que representaba ambos mundos, se señalaron el sueldo de 120,000 rs., é incurrieron por consiguiente en los mismos deslices que las juntas de provincia, sin ser ya iguales las circunstancias.>>

«No desdijeron otros decretos de estos primeros y desacertados. Mandóse suspender la venta de manos muertas, y aun se pensó en anular los contratos de las hechas anteriormente. Permitióse á los ex-jesuitas volver á España en calidad de particulares; restableciéronse las antiguas trabas de la imprenta, y se nombró inquisidor general; y afligiendo y contristando así á los hombres ilustrados, la junta ni contentó ni halagó al clero, sobradamente avisado para conocer lo inoportuno de semejantes providencias.»>

No diré yo ahora ni pensé entonces, que si la junta central hubiera llegado á instalarse en el año cuarenta y tres hubiese podido incurrir en los desaciertos que cometió la que la habia precedido. La altura á que han llegado desde entonces los conocimientos en la ciencia política y económica, las tendencias de perfectibilidad que se advierten en todos los instintos, el espíritu de desarrollo y de progreso, que si no alcanza á triunfar, hace sentir por lo menos su saludable influencia, dan seguridad de que en ningun caso pueda hoy retrocederse tan absolutamente. Pero habiéndose compuesto la junta central de nuestros dias en su mayor parte de personas correspondientes al partido moderado, pues este era el matiz que preponderaba en la juntas de las provincias, y hallándose la restante y mas pequeña porcion dividida en esparteristas, coalicionistas, y en otras varias y encontradas frac ciones, ¿qué mejora, qué adelantamiento se deberia esperar de la constante lucha que no podia menos de empeñarse, ni qué dudas podian caber sobre el resultado de un combate tan desigual como áspero y duro? Lo hemos dicho y lo repetiremos mil veces. Si la junta central se hubiera llegado á formar en la época

de agitacion y contrariedades en que se demandaba, las cosas no hubieran llevado ciertamente la marcha que ahora siguen; pero tal vez la hubieran tenido peor y hubiesen sobrevenido mayores desgracias que las que hemos sufrido y presenciado. Harto significativa debe creerse esta indicacion, pues bien difícil es concebir una situacion mas lastimosa que la presente, á no hacer entrar en el círculo de las conjeturas todos los horrores que producen el choque violento de los intereses y de las pasiones en delirio.

Tales fueron en resúmen las razones que movieron al Gobierno provisional para no acceder al pensamiento de instalacion de una junta central que pocas provincias demandaban. No se dirá, sin embargo, que se mostró ingrato olvidando los eminentes servicios que en el tiempo de la lucha habian prestado las juntas de las provincias, ni que dejára de proclamar su mérito, de hacer justicia á sus intenciones y á su conducta, y de pagar á sus actos el homenaje de aprobacion que exigian, en cuanto este podia conciliarse con la justicia. Así, al acordar en 1.o de Agosto que en cada provincia no se conservase mas que una junta, y que estas tomasen el carácter de auxiliares, ensalzó el gobierno como era justo el mérito contraido por aquellas corporaciones, declarándolas identificadas con sus ideas (60); y al confirmar en la parte posible y por regla general los nombramientos que estas habian hecho, los empleos y distinciones que habian acordado (61), mostró el gobierno tanta deferencia como respeto á los acuerdos de aquellas autoridades populares, poniéndose á cubierto de la nota de olvido, de inconsecuencia y de ingratitud á la revolucion y á lo que en ella se habia hecho, nota odiosa que con tanta razon ha debido recaer despues sobre otros hombres y sobre otras resoluciones. Pero ya es tiempo de que pasemos á ocuparnos de otra materia que reclama tambien algun exámen, y sobre la cual debe saberse cuál fué la conducta que en ella siguió el Gobierno provisional.

CAPITULO VIII.

Mayoría de la Reina.'

El acto de declarar á S. M. mayor de edad era de suyo grave, y de graves y trascendentales consecuencias. Cada uno apreciará estas segun su modo de ver las cosas, y por lo tanto necesario es que se demuestre la parte que el Gobierno provisional tuvo en aquel acontecimiento.

La opinion del Gobierno provisional desde los primeros dias en que ejerció el poder, fué que la Reina debia ser declarada mayor y empezar á regir por sí misma los destinos del pais; pero de una opinion à un hecho media una distancia inmensa, y la del gobierno no podia salir del círculo de sus ceñidas atribuciones, ni pasar jamás á adquirir la fórmula solemne y decisiva que solo competia darle á la representacion nacional. He dicho cuál era la opinion del gobierno; y poco se necesitará reflexionar sobre las circunstancias en que se hallaba la nacion en aquella época, para convencerse de que el juicio de aquel descansaba sobre robustos fundamentos y sobre no livianos temores.

El Gobierno provisional no podia continuar ni de derecho ni de hecho. No lo primero, porque en la ley fundamental no se reconocia, y esta no dejaba mas medios que la instalacion de una Regencia o la declaracion de mayoría. Está bien que las provincias en los primeros momentos de su heróico alzamiento crearan este poder irregular y estraordinario, consultando solo al natural instinto de salvarse y á la necesidad de reconcentrar la direccion y el mando; pero cuando ya se había salido del conflicto; cuando las cosas habian adquirido regularidad y aplomo; cuando se hallaban reunidas las Córtes y avanzados sus trabajos legislativos; cuando la situacion se habia hecho nor

mal y legal á la vez; cuando solo se aspiraba á entrar de lleno en el camino constitucional, de que en mas borrascosos dias habia obligado alguna vez á separarse la necesidad mas imperiosa, ¿podia continuar sirviendo de eje á la máquina politica un elemento que la Constitucion desconocia, y que por lo tanto no se podia con ella amalgamar? Esto hubiera sido contradictorio y absurdo.

No podia tampoco el Gobierno provisional continuar de hecho. En las graudes revueltas, en las oscilaciones que llevan consigo, en el contínuo vaiven y mas continuo choque de los intereses y de las pasiones, los hombres colocados al frente de este movimiento tan rápido como violento, podrán dominar una situacion por corto plazo; mas á la larga su prestigio se evapo→ ra, su autoridad se debilita, su mágia queda impotente, y por último naufragan, porque se rompió ya en sus manos el tridente de Neptuno, domador de los vientos y de las tempestades.

Búsquense donde se quiera y como se quiera los hombres mas á propósito: convéngase en que se encuentren dotados de las cualidades mas ventajosas y brillantes; invistaseles de la autoridad en una situacion absolutamente idéntica á aquella en. que estaba confiado el poder al Gobierno provisional: yo estoy seguro de que si á tal investidura acompaña la circunstancia de interina, que debilita y mata de suyo, los nuevos gobernantes cederán bien pronto al poder corrosivo del tiempo y á todas las influencias mortiferas á que no es posible resistir. La perpetuidad es un escudo. Con él caen á los pies los dardos; sin él alcanzan y traspasan el corazon. Así vemos á Bonaparte, que reunia los talentos políticos á los militares, despreciar el poder temporal que se le confiaba, y como si no bastase obtenerlo perpétuo en su persona, aspirar á trasmitirlo haciéndolo hereditario.

Tampoco los individuos del Gobierno provisional querian continuar en el mando. Con harta repugnancia y amargura lo habian aceptado, habiéndolo resistido antes con tanta tenacidad, que á la invitacion apremiante que se les hizo por la junta salvadora de Valencia para que se trasladasen á aquella capital y em

pezasen á regir como gobierno, contestaron que no tomarian tal investidura hasta que la mayor parte de las provincias los aclamasen y confiasen la autoridad. Esto ocurrió en los dias en que Madrid se aprestaba para la defensa, en que las pasiones se hallaban exacerbadas, y en que alguna de las personas del gabinete de Mayo se encontraba oculta y en riesgo en un pueblo que sostenia con heróico entusiasmo la causa del ex-Regente. Véase si los que nunca se mostraron ambiciosos, podrian serlo para retener con el Gobierno provisional un poder barto pesado para sus débiles hombros. Yo bien sé que al lado de tantos intrigantes que buscan y compran su encumbramiento aun á precio del honor y de la moralidad, esta conducta de abnegacion podrá parecer estraña; pero cada cual tiene en su corazon un Dios á quien sacrifica, y nuestro Dios era la independencia, que se pierde ó amengua al menos en las regiones incómodas del alto gobierno.

No habia, como se ha dicho, sino dos caminos que seguir: ó nombrar una regencia, ó declarar la mayoría. Aspero y lleno de dificultades estaba el segundo; pero el primero se presentaba todavía mas erizado de obstáculos y de peligros. ¿Se habian olvidado por ventura las tristes escenas que habian tenido lugar al confiarse la anterior Regencia? ¿No se recordaba ya acaso la pugna violenta, las apremiantes instigaciones, la division y enemistad implacable entre los que antes habian marchado unidos, y tantos otros males nacidos ó preparados en aquel período borrascoso? Y eso que se presentaba un candidato revestido de la confianza pública, acreedor á tan alta distincion por sus señalados servicios, coronado de laureles, hijo predilecto de la fortuna y de la victoria; ¿qué hubiera sucedido al traer á la arena pretensiones oscuras ó menos brillantes, al ofrecer cada partido y cada fraccion política su ídolo de barro para que recibiese el falso dorado que puede dar brillantez, pero no mérito ni capacidad? ¿Y nos habíamos de aventurar á surcar un piélago con tantos escollos y vagíos, para conservar una peligrosa menoría, pues que las menorías han sido en todos tiempos y

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