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MIS HORAS DE RECUERDOS.

INTRODUCCION.

Yo he pensado y sufrido mucho durante mi vida, y no pocas veces he intentado en mi juventud trasladar al papel lo que penşaba y sentia. Bien pronto quedaba convencido de la inutilidad de mis esfuerzos, porque el pensamiento y el sentimiento pasan rápidos sin dejar huella como el vuelo de un pájaro; son el sonido de una cuerda, poderoso ó rudo, que muere al instante en el espacio, sin que quede en pos de él mas que un recuerdo débil ó melancólico. No me abatia, pues, el triste resultado de mis tentativas. Solo veia en él la triste realidad de aquellas palabras de un poeta contemporáneo.—¿Escribe, por ventura, el viento lo que canta en las hojas sonoras de los árboles? ¿Escribe el mar los gemidos de sus playas? Nada de lo que hay escrito es bello. Lo mas divino que contiene el corazon del hombre, no sale jamás de él. El instrumento es de carne; la nota es de fuego. ¿Qué quereis hacerle? Entre lo que se siente y se espresa hay la misma distancia que entre el alma y las veinte y cuatro letras de un alfabeto, es decir, lo infinito. ¿Quereis producir con una flauta de caña la armonía de las esferas?-Esta observacion me convencia y me consolaba á la vez. Arrojaba la pluma, rompia el papel, y volvia á entregarme á mi habitual tristeza meditativa.

Pero con la edad cambian las disposiciones y hasta las creencias del alma. En años mas adelantados, ganan las impresiones en profundidad, lo que pierden en rapidez y viveza, y es mas fácil apoderarse del pensamiento, porque la imaginacion, como el pulso, caminan mas lentamente; vénse tambien mas claras las cosas, así como se distinguen mejor los objetos al rayo de tibia luz de una tarde callada y apacible, que en medio de la tempestad de la mañana en que las nubes descienden hasta las ramas del bosque, y ruedan en torbellinos con el soplo bramador del viento. En esta situacion de sombría calma, siente el hombre la necesidad de escribir, tal vez porque quiere dejar trás de sí algo que recuerde su existencia; tal vez porque desea poder comparar cada año la dolorosa decadencia de sus facultades, como miramos descender un globo que abate su movimiento hácia la tierra, porque le vá faltando el gas que lo sostenia y elevaba. En medio de una generacion que bulle y se agita, pero que ya no es la nuestra; estraños á todos los placeres; sin las ilusiones que han ido arrancando del corazon los dias y los desengaños; sin amores, que son el mas dulce entretenimiento de la vida; sin odios que ocupen y conmuevan el alma, nuestra existencia moral se mueve en el vacío, y busca la sencilla distraccion de ir poniendo algunos registros en los archivos de la memoria. Hé aquí lo que me ha movido á recoger las ideas que han cruzado por mi cabeza en momentos dados, lo cual me proporciona un entretenimiento solitario, que no debe desperdiciarse en una época en que la vida no es mas que un perpétuo bostezo. Nuestros destinos parecen enclavados; la política duerme, ó á lo mas marcha por los carriles que le han trazado los hombres que la dirigen; nadie ó pocos piensan entre nosotros en ese porvenir que nos aguarda, y hacia el cual se abalanzan todos los pueblos; el siglo es de placeres ruidosos, con que yo no simpatizo, y por eso me refugio á mi soledad y escribo.

TOMO VI.

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MIS HORAS DE RECUERDOS.

Nuestro saber consiste en acordarnos; es la máxima de Pitágoras y de todos los filósofos que han creido en la transmigracion. Mas ellos la ponian en la cuna del hombre, y yo la pongo al lado de su sepulcro. A cierta edad no vivimos mas que de nuestros recuerdos; y esta edad no se mide por los dias acumulados sobre nuestras cabezas, sino por las esperiencias dolorosas, por los sinsabores y desengaños que tejen y destruyen la vida á la vez.

El hombre cuando llega a ese estado de vejez natural ó prematura, vuelve maquinalmente su vista sobre lo pasado. Se parece al caminante que está para concluir un largo viaje, y que emplea las horas de insomnio y de cansancio en recorrer con su memoria todos los sitios por donde pasó. Este entretenimiento silencioso vá por lo regular acompañado de los quejidos del dolor. Nuestra existencia remeda el movimiento del mar. La juventud se lanza sobre el horizonte que la rodea, como las olas avanzan sobre las costas que señalan su cárcel. La edad madura por el contrario sigue un impulso de concentracion, exhalando un acento lastimero, como esas mismas olas retroceden, despues de haber dejado oir sobre las rocas un sordo mugido, que se asemeja al estertor del leon aplanado por la fiebre.

¡Feliz todavía el que en la soledad del corazon, en la region de los recuerdos, pueda distinguir con claridad los objetos que no acertó á comprender en la fascinacion ó en la velocidad de su tránsito! Siempre la actualidad está rodeada de sombras, y la vida es un fanal que solo arroja su luz sobre lo pasado. Yo quiero aprovechar esa luz para darme cuenta á mí mismo de las escenas á que he asistido como espectador ó como protagonista; y que si entonces veia con los ojos de la ilusion,

hoy miro solo en su desconsoladora realidad. Mi infancia, mi juventud y mi vida política, forman los tres puntos salientes que llaman mas poderosamente mis recuerdos. Mi trabajo participará á la vez de ligero y concienzudo, de alegría y de tristeza, de flores y de espinas, segun lo vario y encontrado de unas épocas que han venido á dejar á mi espalda nada menos que cerca de medio siglo. Medio siglo de perpétua agitacion, de revueltas, de trasformaciones, de verdades conquistadas, de errores que las han ahogado. Medio siglo perdido para mí, pero por fortuna no perdido para la humanidad.

La humanidad se perfecciona en medio de tantos giros y vicisitudes, y construye su espléndido monumento hasta con las ruinas que vá amontonando el génio del mal. Desde la oscuridad que nos rodea, vemos mejor la luz que brilla en lontananza, y esa luz debe ser para nosotros lo que la antorcha que guió á Colon á un mundo desconocido. La política es una religion, y la fé es la primera de sus virtudes. Esperar y trabajar es el destino del hombre, y nunca lo frustra sino cuando se entrega al desaliento ó al letargo. Un siglo en la vida de las naciones est infinitamente menos que un instante en la vida de los individuos. Las grandes obras piden mucho tiempo, y ninguna obra tan grande como la perfeccion de las sociedades humanas.

Solo siento tener que emplear mis horas en recorrer un espacio por donde yo no he de volver á pasar, cuando necesitaba invertirlas en cuidar del presente y del porvenir. Pero mi presente tiene poco de agradable; mi porvenir se me presenta sombrío, y uno y otro rechazan al pensamiento, que no se ceba sino en las perspectivas mágicas, ó por lo menos consoladoras. ¿Ni quién tendrá la presuncion de interrogar al tiempo ni de querer levantar el velo que cubre sus arcanos? El tiempo marcha ahora mas rápidamente que otras veces, y cada uno de sus pasos renueva la faz del mundo. El tiempo debe ser tambien. nuestro colaborador y nuestra esperanza.

Pero un recuerdo no es mas que el pájaro que huye, la exhalacion que pasa, cuando no le acompaña el trabajo de la re

flexion. Nuestro pensamiento no debe contentarse con asistir á un panorama, cuyas figuras se deslicen rápidas y mudas á nuestra vista, sin darnos la menor esplicacion. No: yo quiero invocar la memoria, no solo sobre los hechos, sino tambien con la importancia que les dá la filosofia. Quiero levantar el paño que cubre el cuadro que ya ví, para que de nuevo se me ofrezca por entero con todo su contorno, con todas sus proporciones y con todo su colorido. Quiero, en una palabra, evocar las ideas en todo su conjunto y en todas sus relaciones.

Dificil seria definir el género de este trabajo. No es rigorosamente histórico, porque no tendrá la fisonomía severa ni el lenguaje cortado de la historia. No será de biografías, porque no descenderá á pormenores. No será filosófico, porque no tendrá ni el tono ni la difusion de las demostraciones científicas. Carecerá por lo tanto del mérito que pueden tener en sí cada uno de estos géneros, pero en cambio tendrá otro, que será el de la verdad.

Conozco todas las dificultades de mi empeño. Tener que hablar de sí mismo y de los demás, espone de una parte al riesgo de incurrir en pedantería y acaso en el ridículo, y de otra el inconveniente de confundir la linea de la discusion con la del agravio.

Yo espero, sin embargo, no tocar en ninguno de estos escollos. Hablaré solo de mí, como punto de partida para fijar los hechos, ó para presentar las observaciones. Respecto á los demás, para llamar á juicio sus teorías, para analizar sus principios y para combatir sus sistemas, no necesito dar nombres, ni invadir el sagrado de las personas. El exámen filosófico no es ciertamente la sátira.

Una cosa me queda que advertir. El que busque erudicion, que no lea este entretenimiento.

Antes de tomar la pluma, he cerrado todos mis libros, porque solo quiero que hablen en él mi memoria y mi corazon.

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