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libertades de Aragon, para producir ciertos efectos políticos en determinadas circunstancias, repitiendo exageraciones recibidas sin exámen, y prohijadas, á pesar de su falsedad, como palancas del tumulto y armas poderosas para desenfrenar la muchedumbre (1).

El porfiado empeño del Sr. Balaguer de atribuir á sólo el reino de Aragon instituciones que son comunes á toda la patria-porque los grandes acontecimientos sociales se deben á causas generales y al progreso constante y bien entendido de la humanidad,-le ha llevado, en el punto que motiva este trabajo, á falsear completamente la historia, á retirar sus atrevidas afirmaciones, á llevar al tranquilo y reposado recinto de la Academia de la Historia aseveraciones peligrosas y discusiones que no quisieron aceptarse donde las grandes cuestiones políticas se debaten. No es, por lo mismo, extraño, que la prensa periódica más imparcial, dijera en la noche del 30 de Enero, que el acto había sido esencialmente político, y que el discurso del Sr. Romero Ortiz, lo mismo

(1) Conde de Quinto: Del Juramento político de los Reyes de Aragon.

que la contestacion que le había dado el señor Balaguer, habian tenido un marcado color politico de actualidad. Podía decirse, añadian, que el acto de la recepcion del Sr. Romero Ortiz en la Academia de la Historia, era el acontecimiento del dia y así lo creian todos los políticos, que deducian consecuencias y hacian comentarios del discurso pronunciado por el nuevo académico (1).» En vez de un debate sereno y reposado de investigacion histórica, donde se demostrara la exactitud de la fórmula aragonesa, hemos escuchado dos discur sos galanamente escritos, pero que encierran una intencion política bien conocida, bien que para ello se hayan tenido que alterar las leyes invariables de la historia.

La historia, esa grande escuela de la política, testis temporum, lux veritatis, vita memoriæ, magistra vitæ, es y será siempre espejo clarísimo, donde se retraten los progresos de la humanidad. No hay fatalismo en creer que el espíritu humano ni puede sentir, ni pensar, ni querer sino dentro de leyes verda

(1) Correspondencia de España y otros del 30 de Enero de 1880.

deras y reales. La historia tiene tambien sus leyes tan grandes como la Providencia (1). El verdadero saber del hombre consiste en el estudio de la humanidad por medio de la historia, escuela comun del género humano, á semejanza de la fama, segun la expresion de Séneca, liberrimum principum judicem. Ella es, segun las elocuentes palabras de Tácito, la que imprime á las acciones realmente bellas el sello de la inmortalidad, y á los vicios la nota de infamia, que no puede borrar la accion de los siglos, Præcipuum munus annalium reor, ne virtutes sileantur, utque pravis dictis, fatisque ex posteritate, et infamia metus sit. La historia apela á la posteridad, y ésta, sin respeto á las personas y sin temor á un poder que ya no existe, condena con inexorable severidad el abuso injusto de la autoridad ó los ciegos errores de la muchedumbre. Este ramo de la literatura que debía compartirse entre la razon y la imaginacion, se deja dominar por una de estas dos fuerzas alternativamente. Si raciocina demasiado, degenera en sistema; si inventa, se convierte en novela.

(1) Castelar: Estudios sobre la Edad Media.

Inspirándose en estos principios, permitida ha de ser la defensa de su punto de vista, á quien, nacido en Valencia, conocedor de su historia y de sus leyes, y habiendo su país formado parte del antiguo reino de Aragon, tiene por deber y por aficion que conocer las instituciones fundamentales de su patria querida, restituirlas su desconocida significacion, devolver á la verdad su pureza nativa, y demostrar el origen, naturaleza y desenvolvimiento de la Monarquía aragonesa á través de los siglos, y de los grandes acontecimientos sociales que en ellos se realizaron, para venir en último término á evidenciar, que en vez de merecer D. Pedro IV de Aragon las injustas calificaciones que se le prodigan por haber abolido los privilegios de la Union, cuna de la libertad aragonesa, segun algunos historiadores, dicho Monarca con un talento inmenso, muy superior á su siglo, supo salvar por aquel medio la corona, que, segun expresion feliz del Sr. Castelar (1), flotaba como un juguete en aquel reino henchido de tumultuosas libertades, y destruyó los gérmenes de una república

(1) Castelar. Obra citada.

aristocrática, que hubiera concluido por secar todas las fuentes en que bebía su vida y su gloria el reino aragonés. Si atacó al privilegio de la Union, confirmó el privilegio general, y si con el puñal hirió la oligarquía aristocrática, dió al pueblo participacion en los negocios públicos, modificando esencialmente su condicion y trasformándole en fuerza social para venir luego á ser fuerte cimiento de la libertad política española. Por esto ha podido con razon decir el Sr. Castelar, que del seno de la revolucion iniciada por D. Pedro IV, así como del fondo de la victoria de Épila, léjos de salir la servidumbre salió la libertad, y que en este reinado sí que puede con razon decirse, que se despertó centelleante y gloriosa la espada de la justicia, y que sirvió de amparo á todos los oprimidos y de freno á todas las tiranías (1).

El Sr. Balaguer, pues, y el que este trabajo escribe con la perentoriedad á que le obligan sus deberes profesionales, parten de distinto y áun opuesto punto de vista. Lo que el Sr. Balaguer califica de libertades aragonesas, en un

(1) Castelar. Id. id.

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