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mano del obispo de Huesca, y á presencia de todos, protestó como su padre, diciendo, que no recibía ni entendía recibir la Corona de mano del obispo en nombre de la Iglesia romana, ni por ella ni ménos contra ella, ni queriendo tácita y expresamente aprobar lo que el Rey D. Pedro había hecho en tiempo del Papa Inocencio, haciendo su reino censatario; y añadió, que por recibir la Corona en Zaragoza no se le causase perjuicio, ni á sus sucesores, para que no la pudiesen recibir en cualquier otro lugar del Reino, que les pareciese, lo cual ocasionó mucho disgusto á los aragoneses. No consta en qué manera fué el Rey ungido y coronado, pero, acabada la solemnidad, prestó públicamente en la misma iglesia, el juramento de Rey, que es de guardar y mantener los Fueros, usos, costumbres, libertades, franquezas y privilegios del reino, en presencia de los cuatro brazos, y en manos del obispo de Huesca, estando presente Juan Gil Tarin, Justicia de Aragon y el reino lo juró despues.

Al dia siguiente celebró Córtes, y varios ricos hombres en nombre del reino, reclamaron que el Rey ordenara su casa y Consejo con acuerdo y deliberacion de la Corte, lo cual fué

contradicho por otros ricos hombres y gran parte de mesnaderos y caballeros de la jura y Union, alegando, que los primeros no se contentaban ya con poner mano en los negocios públicos de la paz y de la guerra, como sus antepasados, sino que la extendian al gobierno de la persona y casa Real, y si los Reyes no defienden sus reinos con tanta prudencia y cuidado, cuanto los pueblos suelen procurar la libertad, que de suyo es muy apacible y dulce, lo inferior igualaría con lo más alto, y no habría cosa que sobre otras fuese superior; y aunque esto parecía cosa popular y movida con algun celo, al parecer del bien público, conocióse haberla inventado aquellos ricos hombres, porque quisieran tener más parte y lugar en la gracia y favor del Rey, que aquellos que lo contradecian. Contestó el Rey, que «no era tenido por fuero ni por privilegio de Aragon ordenar ni asentar su casa á demanda ni requisicion de aquellos que lo pedian, ni tal cosa se pidió á los Reyes sus antecesores, ni se había hecho jamás, y parecía ser más novedad y ocasion de suscitar escándalo y alteracion en el Reino, que celo de la conservacion de la libertad y de sus privilegios, ma

yormente habiéndose propuesto no en conformidad de la Córte', sino en contradiccion de tantos.» Hubo réplicas y teniéndose el Rey por muy importunado, como dice Zurita, partió de Zaragoza y se fué à la villa de Alagon. Los mismos ricos hombres y mesnaderos, divididos entre sí, acordaron someter la cuestion al juicio y decision de árbitros que se nombraran por ambas partes, pero los árbitros se desavinieron tambien y no hicieron más que agriar la querella.

Congregada de nuevo la Union en Zaragoza en Junio de 1286, teniéndose por agraviada de la manera como el Rey habia salido de la ciudad, intimáronle, so pretexto de ser necesaria su presencia para tratar asuntos graves, que volviese á Zaragoza á fin de ordenar los hechos del reino, y cumplir en general y en particular con lo que estaban obligados, conforme á las juras, restituyendo las expoliaciones hechas en tiempo de los Reyes D. Jaime y D. Pedro, que eran notorias y manifiestas. Tambien reclamaron se revocasen las embajadas enviadas á Castilla, al Rey de Tremecen, al de Granada, á la Curia Romana y á Francia é Inglaterra, y algunas donaciones y enajenaciones y empe

ños de cosas que tocaban á la comunidad del reino, sin pedir consejo, y se privase al judio D. Muza, del cargo de Mayor sobre los Bailes. Designada una comision, renovaron la jura de la Union, para dirigir al Rey las reclamaciones referidas, y en caso de no cumplirlas ó dilatarlas, para hacerle saber, que no servirian al Rey, ni le acudirian con las rentas; y si por aquella causa procediese contra ellos, ó contra algun particular de la jura, todos fuesen obligados de valerse y ayudarse con sus personas y haciendas. Esta resolucion se puso en conocimiento del Rey, amenazándole con que si no lo cumplia, embargarian todas las rentas y derechos que tenía en el reino y los honores que por él poseian los ricos hombres y caballeros que no se conformaban con aquella demanda. A tan atrevida intimacion, respondió el Rey, segun Zurita, que habría acuerdo y que despues de deliberar sobre ello, enviaría su respuesta á los de la Union con sus mensajeros.

Cerniase sobre la corona del Rey de Aragon, dura é inevitable tempestad, y mientras el Monarca, atento à la seguridad de su reino, recorria sus Estados, entró en Valencia el 11

de Setiembre, y allí se celebraron las Córtes de aquel reino, en las cuales confirmó á los valencianos sus libertades y privilegios. Alli recibió á los comisionados de la Union y mandó llamar Córtes para el 11 de Octubre en la ciudad de Huesca, donde cumpliria aquello que por él y el Rey su padre les había sido concedido, y realizado así, y reproducidas por los embajadores sus ya conocidas pretensiones, contestó el Rey, que aquellas demandas ni se debian otorgar ni cumplir, porque no eran del Privilegio General, y mayormente porque no concurrian todos los de la Union, en que semejantes cosas de aquella calidad se le pidiesen. No habiendo existido acuerdo, se sobreseyó por entonces por aquellos ricos hombres que perseveraban en su porfía á ruego y á instancia del Rey, y habiendo salido de Huesca y trasladádose á la villa de Huerto por reducirlos á su voluntad y servicio, se proveyó á las cosas particulares de cada uno de ellos, de tal manera, que se tuvieron por contentos, mandando que de allí adelante en el reino de Valencia se juzgase por Fuero de Aragon, lo cual ofreció la Union que sería cumplido. Resistiéronse á ello los valencianos, y la Union

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