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trono, libertando á mi país de los males que le amenazan. Nunca, Señora, me he hecho digno de que V. M. me retirase su aprecio. Mi sangre derramada en los combates, mi constante anhelo, todo mi sér consagrado à la consolidacion del trono y á la felicidad de mi pátria, la historia, en fin, de mi vida militar, ¿no dicen nada á V. M? ¿Es necesario que pruebe ahora la fé de mis juramentos satisfaciendo tal vez los conatos aleves de esos hombres que, sin los títulos que me envanezco de tener, han conseguido que V. M. se manifestase sorda á mis indicaciones y escuche sus insidiosas tramas? Yo creo, Señora, que no peligra el trono de mi Reina, y estoy persuadido, que pueden evitarse los males de mi país apreciando los consejos que para conjurarlos me pareció deber dar á V. M. Todavía, Señora, puede ser tiempo. Un franco manifiesto de V. M. á la nacion ofreciendo que la Constitucion no será alterada, que serán disueltas las actuales Córtes y que las leyes que acordaron se someterán á la deliberacion de las que nuevamente se convoquen, tranquilizará los ánimos si al mismo tiempo elige V. M. seis consejeros de la Corona de concepto liberal, puros, justos y sábios.

» Entonces, no lo dude V. M., todos los que ahora se han pronunciado disidentes, depondrán la actitud hostil, reconociendo entusiasmados la bondad de la que siempre fué madre de los españoles; no habrá sangre ni desgracias; la paz se verá afianzada; el ejército, siempre virtuoso, conservará su disciplina, mantendrá el órden y el respeto á las leyes, será un fuerte escudo del trono constitucional, y podrá ser respetada nuestra independencia, principiando la era de prosperidad que necesita esta trabajada nacion en recompensa de sus generosos sacrificios y heróicos esfuerzos. Pero si estas medidas de salvacion no se adoptan sin pérdida de momento, dificil será calcular el giro que tomarán las cosas y hasta dónde llegarán sus efectos; porque una revolucion, por más sagrado que sea el fin con que se promueve, no será extraño que la perversidad de algunos hombres la encamine por rumbo

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contrario, moviendo las masas para satisfacer criminales y anárquicos proyectos. Dígnese V. M. fijar toda su consideracion sobre lo expuesto para que su resolucion sea la más acertada y feliz en tan azarosas circunstancias. Barcelona 7 de Setiembre de 1840.-Señora: A L. R. P. de V. M.-EL DUQUE DE LA VICTORIA.»

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Al poco tiempo de recibirse en Madrid la manifestacion que precede, con un inmenso júbilo, recibíase la noticia de que Cristina habia nombrado desde Valencia un nuevo Ministerio, que aunque compuesto en su mayor parte de progresistas, no inspiraba total confianza á la Junta de gobierno de Madrid, la que publicó oficialmente, que los sublevados no dejarian las armas de la mano hasta tanto que se viese satisfecho el voto nacional contales garantías, que imposibilitaran para siempre una reaccion.

La revolucion habia triunfado en todas partes, y á la reina Cristina no le quedaba ya otro remedio que nombrar, como nombró, al general Espartero presidente del Consejo, con autorizacion para proponer los ministros que habian de ser sus compañeros. En vista de esto, dicho general, que à la sazon se encontraba en Valencia, pidió autorizacion á la Reina para pasar á Madrid y estudiar de cerca las aspiraciones de la revolucion y las necesidades creadas por esta, librándose al mismo tiempo del venenoso ambiente que rodeaba á S. M. en medio de tantos aduladores corrompidos.

El duque de la Victoria hizo su triunfal entrada en Madrid el 29 de Setiembre, á las dos de la tarde, en medio de un pueblo inmenso, que le recibia frenético de entusiasmo; del repique de las campanas, que demostraban la alegría del vecindario; del estampido del cañon, que saludaba al valiente guerrero; del marcial estrépito de las cornetas y tambores que habian guiado al ejército liberal en las innumerables batallas en que habia salido victorioso, y de los armoniosos ecos de las músicas militares que solemnizaron en otras ocasiones su entrada victoriosa en plazas que se habian rendido ante el denuedo de nuestras esforzadas huestes.

Seguidamente se ocupó el duque en la organizacion de un Ministerio-regencia provisional, que lo componian Espartero, Cortina, Ferrer, Gamboa, Chacon, Becerra y Frias.

Cristina abdicó sus cargos de Regente y Gobernadora del Reino, y se embarcó en Valencia en el vapor Mercurio el 12 de Octubre de 1840, haciendo rumbo á Francia. Antes de partir, recibió del alcalde primero de Madrid un pasaporte para viajar por el vecino imperio, Italia é Inglaterra, bajo el incógnito nombre de condesa de Vista-Alegre. Al abandonar á España encargó muy expresamente al conde-duque que cuidara de sus hijas.

Así concluyó Cristina su período de gobernacion; así concluyó una Reina que en los primeros años de su venida á nuestra pátria fué la idolatría de los españoles, que quedaban ahora llenos de miseria á causa de su mal régimen, por haber atendido los malos consejos de los que fingiéndose liberales moderados, no querian más que estar en el poder arruinando la nacion. La Reina, pues, tuvo que abandonar su pátria adoptiva al sentir los efectos de un nacional pronunciamiento que, siendo tan grandioso en su origen, no reportó á la nacion el ópimo fruto que de él esperaba.

III.

REGENCIA DE ESPARTERO.

Ministerio-regencia.-Reunion de Córtes.-Nuevo Gabinete.-Conspiran unidos moderados y carlistas.-Sublevaciones.-Sucesos de Barcelona y Sevilla.-De la Regencia á la proscripcion.

•EL L Ministerio-regencia (1), cuya época transitoria fué bastante poderosa para restablecer el órden, alterado en todo el reino desde los sucesos de Setiembre de 1840, sosteniendo en fuerza solo del prestigio y de la confianza que inspiraban al país sus indivíduos, un medio dificil entre la paz y la guerra, entre la autoridad y la rebelion, entre la inobediencia y la ley, finalmente, entre la revolucion y el Gobierno, que transigieron en cierto modo en manos de aquel poder provisional, fué sin duda alguna el que más notable ejemplo dió de justificada imparcialidad en el acto de las elecciones, grande siempre y trascendental, mucho más entonces, cuando las Córtes, llamadas á constituir un poder temporal, pero supremo, la regen. cia constitucional, que debia durar hasta que saliese de su menor edad la reina Doña Isabel II.

»Ahora bien; y una vez reunida la Representacion nacional, llano es que lo primero que debia ocuparla era subvenir á esta necesidad constitucional que legó á la nacion con su renuncia la reina Cristina. Todos al punto fijaron los ojos en el general Espartero, cuyos eminentes servi cios, cuyos compromisos, cuyo prestigio, cuya fama hacian de él el hombre indispensable para todos los amantes de

(1) Escuela del Pueblo, tomo VII, pág. 297.

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