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un oficio al comandante general de ella, encargándole cuidase de que no se alterase el órden, y que por un momento desgraciado perdiese la marina la reputacion que habia adquirido por su prudente y sábia conducta, siendo mi idea que se ganase tiempo para dar lugar á que se desvaneciese el fundamento que ocasionaban los deseos de trastornos, con el desengaño que era inmediato. El pueblo se hallaba en el mismo estado de fermentacion y todo amenazaba una revolucion espantosa; se decia que la guarnicion de esta plaza estaba decidida á subversion y habia pocos datos para dudar de su verdad. En momentos tan criticos, llegó á mi casa morada el general en jefe del ejér cito reunido D. Manuel Freire (1), que con iguales noticias que las que yo tenia, venia con ánimo de desvanecer con su presencia los males que se temian, se impuso de mi determinacion, con respecto á la eseuadra, pareciéndole bien, y queriendo observar la misma conducta de contemporizar sin oponerse abiertamente al pueblo con una fuerza de que no podia tener confianza; se comisionaron oficiales para que explorasen las voluntades con sagacidad, pidiendo se dilatase el rompimiento hasta saber el partido que seguia la nacion toda, y recibir órden de la capital, de donde faltaban dos partes; pero las noticias que aquellos oficiales adquirieron y las que se recibieron por otra parte estaban contestes en que solo se esperaba la noche para romper los diques de la obediencia y poner la ciudad en convulsion. El general Freire y yo, con nuestros ayudantes y otras personas, paseamos juntos por la plaza de San Antonio, donde la inquietud de las gentes daban indicios bastantes de la disposicion de los espíritus; sin embargo, nada se de

(1) Empeñados los satélites del poder en despreciar el movimiento de la Isla, ninguna otra determinacion tomaron á su cargo que el nombramiento del general Freire para jefe de las fuerzas realistas que debian operar contra los liberales, continuando despreciando las manifestaciones francas de varios patricios; pero esta inaccion era sin duda efecto de su misma debilidad, y porque la mano del destino les habia señalado el momento de concluir aquella situación que hizo época entre los españoles.

terminó, retirándonos á comer á nuestra casa. No bien lo habia yo hecho, cuando sali á reunirme con el citado general Freire, porque todo me convencia de la necesidad de tomar una providencia, antes que llegase la noche, que salvase á Cádiz de las desgracias que amenazaban á su vecindario, y pareciéndonos mejor salir á la plaza de San Antonio á invitar al pueblo reunido à que esperase tranquilo noticias ciertas de lo que pasaba en el interior del reino y órdenes de la superioridad; en el momento que empezó á hablar el general Freire, fué interrumpido con una aclamacion espantosa y unánime de Viva la Constitucion, repitiéndose las veces con exaltacion y júbilo, que al instante fué acompañado de repique de campanas de la parroquia misma de la plaza. Fué necesario ceder al torrente y solo se logró el sosiego con ofrecer que al dia siguiente sería proclamada la Constitucion. La noche fué alegre para ef pueblo; hubo iluminacion general, música y repetidos vivas, conservando así el órden hasta las once de la mañana siguiente: cuando reunidos en la misma plaza de San Antonio para gozar de la fiesta que se preparaba en el concepto de todos, y que ya se habia anunciado en el Diario, apareció el batallon de Guias del general haciendo fuego con bala á la multitud. En este momento entraba yo en la referida plaza con Freire, y nos costó mucho contener por el pronto el ardor de la tropa. La gente corrió por todas las calles á evitar la muerte que les amenazaba, y empezaron á oirse tiros por distintos parajes; á poco rato se habia hecho general el partido de la tropa por el Rey, y dispersa á su voluntad por las calles, cometieron les excesos en que siempre incurre la soldadesca cuando le falta el freno de la subordinacion y no tiene quien le contenga y dirija en sus acciones. Por tanto, hubo sobradas víctimas y no faltaron robos y otros atentados cometidos contra las personas y casas. El general Freire se dirigió al cuartel general para dictar las providencias convenientes á fin de restablecer el orden, y yo pasé à la cortadura de San Fernando, donde mi presencia se hizo necesaria, porque llegaron allí noticias de que

me habian preso, y esto tenia en alarma la tropa de la marina que guarnece aquel punto. Volví á comer y me trasladé al cuartel general de donde salieron distintas patrullas de oficiales para restablecer la tranquilidad pública, recogiendo los soldados sueltos que se habian entregado á toda clase de excesos. A las cinco de la tarde estaba casi en sosiego la ciudad, y continuó en reposo toda la noche, por lo que seguro de ello, à las once me' retiré á mi casa.

»Al amanecer de hoy fuí á bordo del navio la Insignia, con objeto de explicar mi oficio al general Campana, á quien á las ocho y media pasé otro con motivo de oirse desde el navío fuego de fusilería en la ciudad y haber dado aviso un bote que se retiró del muelle, que de la muralla se hacia fuego á los que se hallaban en aquellas inmediaciones; pero antes de recibir contestacion salí de dudas por el parte que recibí de mi ayudante, el teniente de navío D. José Medina, y que original incluyo.

N

»Serian las diez de la mañana cuando me entraron aviso de que llegaba un parlamento de la Isla, cuyo objeto mi contestacion expresa la copia del oficio que en el acto dirigí al expresado general Campana, añadiéndole por postdata que no reuitia les parlamentarios á la playa por no comprometer su existencia y seguridad.

»A las once bajé á tierra, y la ciudad estaba tranquila; pasé al cuartel general á confirmar al gobernador y al general Campana lo que por escrito le habia dicho, y á hablar á ambos jefes sobre las disposiciones que convenia tomarse para que no se repitan los horrores anteriores, y me han asegurado han dictado y dictarán cuantas son imaginables para lograr un fin tan importante y en que se interesa la humanidad y el reposo de este desgraciado vecindario. »Nada digo á V. E. en cuanto al ejército, porque supongo lo habrá hecho el general en jefe.--Dios guarde, etc. Cadiz 11 de Marzo de 1820.-E. S. Juan Villavicencio.E.. S. Secretario de Estado é interino del despacho de Marina. »

Afortunadamente nuestra historia no es fecunda en he

chos como los que relata el documento que precede; antes al contrario, nos presenta miles rasgos de noble sentimiento que contrastan notablemente con lo acaecido en Cádiz el 10 de Marzo de 1820, dia que no se olvidará jamás de la memoria de los gaditamos, ni de todo buen español.

Dos meses habian trascurrido desde el movimiento de las Cabezas, y el Gobierno aunque hizo por contrarestar la revolucion, carecia de medios para poder lograr su intento, pues no encontró apoyo en ninguna clase del Estado, carecia de administracion, y finalmente, un Gobierno inmoral, tan desacreditado como el que nos ocupa, debia sucumbir al éxito de la opinion general del país. Así fué en efecto: la grandeza y el clero reconocieron la Constitucion de 1812; pero desde el mismo dia en que la proclamó Fernando, el partido absolutista, ese partido enemigo de todo progreso humano, de todo lo que tienda á ilustrar al pueblo y á enseñarle cuáles son sus derechos y sus deberes, empezó á trabajar para derribar la obra empezada.

El nuevo ministerio que se formó en vista del sistema que iba á regir, compuesto de eminentes patricios, entre ellos D. Agustin Argüelles, se vió muy comprometido contínuamente en vista de los palaciegos manejos del partido reaccionario, que no podia ver con tranquilidad le hubieran perjudicado sus intereses con las reformas planteadas en la organizacion aristocrática y feudad de España.

El 9 de Julio se reunieron las Córtes, y la mayoría estuvo muy comedida y prudente nombrando para que las presidiera á D. José Espiga, arzobispo de Sevilla.

Empezaron sus trabajos las Córtes, y estas y la Constitucion hicieron caer para no levantarse jamás al tribunal de la Fé, que habia sido restablecido por Fernando VII en 1814, con objeto sin duda de presenciar las ejecuciones con el suplicio del fuego. El Gobierno estaba intranquilo con la permanencia del ejército liberal en San Fernando, y para decretar su movilizacion, nombra á Riego capitan general de Galicia, y este, en lugar de marchar á su destino, se presenta en Madrid, donde es recibido con gran entusias.

mo y donde fué el ídolo de un pueblo que tiene dadas infinitísimas pruebas de su amor á la libertad.

Le dieron un banquete cívico y le hicieron pasear por varias calles, en las que era contínuamente aclamado; pero este paseo triunfal, permítasenos la frase, produjo algunos desórdenes, en que tuvo que intervenir la tropa, y que fueron el origen de la division de la Cámara en moderados y exaltados y más tarde del movimiento retrógrado.

Las Córtes terminaron su legislatura el 9 de Noviembre, hallándose Fernando voluntariamente en el Escorial.

Riego, que fué á Madrid con el objeto de que no movilizasen al ejército liberal de Andalucía, no solo no obtuvo lo que deseaba, sino que, depuesto del mando de Galicia, para que habia sido electo, lo desterró el Gobierno á Oviedo, achacándole haber alentado á las masas en algunos desórdenes, que tuvieron lugar cuando este general llegó á Madrid, y que fueron hijos únicamente del entusiasmo que causó su presencia.

Los liberales creyeron deber unirse á la vista del peligro, pues el sistema constitucional se empezaba á comibatir en todas partes por el clero y otros altos funcionarios; empezaron los convites patrióticos con el objeto de proporcionar la union: el ministerio conoció que habia obrado de ligero en Setiembre, y que habian sido víctimas de una trama por parte de ciertos absolutistas.

Riego fué nombrado capitan general de Aragon, ArcoAgüero de Navarra y Lopez Baños de Málaga.

El partido realista, luego que se hizo ostensible la repugnancia que el palacio presentaba á la Constitucion, empezó á desenmascararse; el obispo de Orihuela se negó á mandar explicar la Constitucion á los párrocos de su diócesis: el nuncio de su Santidad pasaba notas al Gobierno por todo lo que era consiguiente al sistema constitucional y contrario á la ambicion del clero. El arzobispo de Valencia indicaba la resistencia al Gobierno. Los obispos de Pamplona y Barcelona seguian igual conducta: el general

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