A LOS GENERALES SERRANO, PRIM Y TOPETE LIBERTADORES DE ESPAÑA. ILUSTRES PATRICIOS: Un débil obrero de la inteligencia os dedica estas desaliñadas hojas que han sido inspiradas por la libertad; por esa vivificante luz de que disfrutamos, gracias á vuestro denodado esfuerzo y al de las heróicas víctimas que, secundando el grito que lanzásteis en Cádiz, derramaron su preciosa sangre en Santander, Béjar y Alcolea Recibidlas, pues, como la más irrécusable prueba de lo que admira vuestros valerosos hechos V. S. y C. LEOPOLDO DE ALBA SALCEDO. PRÓLOGO. Describir los hechos heróicos, así como los grandes crímenes, cualquiera que sea su procedencia; los unos para que sirvan de honroso estímulo, de saludable escarmiento los otros; manifestar los ocultos gérmenes de grandeza y decadencia en hombres y pueblos, los móvi les que impulsan el movimiento del organismo social y presentar el espectáculo grandioso y nunca bastante meditado de la humanidad, siempre en peregrinacion hácia un ideal que avanza delante de sus pasos y que nunca llegará á realizarse por entero, tal es la tarea verdaderamente gigantesca de la historia; tal es el peso abrumador con que cargan sus hombros cuantos se deciden á emprenderla y llevarla á cabo. Pero inútiles serían sus generosos esfuerzos, si otros más modestos artífices no les proporcionaran materiales adecuados para obra tan colosal, facilitándoles documentos con que conocer y apreciar en su justo valor hombres, sucesos, épocas y civilizaciones. Estos modestos artífices son los historiadores de sucesos particulares, de períodos determinados; los biógrafos, especialistas y escritores de memorias. Ellos, muchas veces testigos oculares y casi siempre contemporáneos de los hechos que describen, saben presentarlos con ese vivo y verdadero colorido que en vano buscaríamos en otra clase de obras; manifiestan pormenores en alto grado interesantes para poner de relieve un carácter entero, la causa oculta de algun suceso ruidoso y decisivo, ó la atenuacion y aun la disculpa de acciones en apariencia censurables; por último, conocen mejor las partes, aunque fre cuentemente no alcancen á dominar el conjunto. Les acontece en el campo de la historia, lo que en el Campo de batalla al oficial y al soldado: tambien estos conocen muchos pormenores; más el vasto panorama del combate solo está reservado á los ojos del general, que serenamente puede contemplar desde una altura todo el terrible espectáculo de la lucha, y hasta presumir su desenlace y consecuencias. En todas las naciones civilizadas, y particularmente en la nuestra, no han escaseado, antes al contrario han sido notables por su número é importantes por su mérito, los historiadores de épocas y sucesos particulares: las crónicas y relaciones de la Edad media, las biografías, monografías, anales, décadas, apuntes y memorias de la moderna lo demuestran á cada paso con documentos tan preciosos, que despues de haber servido para la historia general, conservan todavía su importancia, y son consultados ávidamente por literatos, políticos y filósofos. En nuestros mismos dias tenemos historias particulares de la obstinada guerra civil promovida por don Cárlos y el bando llamado apostólíco; de la regencia de doña María Cristina; de la de don Baldomero Espartero; de los actos del ministerio Lopez; del reinado de doña Isabel; de la trasformacion sucesiva de la Sociedad española desde principios del siglo hasta 1840; de la titá nica lucha sostenida contra las huestes napoleónicas; de la expedicion del marqués de la Romana al Norte y su peligrosa vuelta á la Peninsula; en suma, de todos los acontecimientos importantes, y aun de otros que lo son ménos, pero que todos en proporcionado término figurarán en el gran cuadro de la historia venidera. Eljóven don Leopoldo de Alba, á cuya obra sirven de prólogo estas líneas tan desaliñadas por la precipitacion con que se escriben, tambien ha tomado puesto, y un puesto honroso, entre los que afanosamente allegan materiales y documentos para la historia; y decimos puesto honrroso, aun cuando solo fuese por el valor |