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el Congreso que yo aclare. Si es la de que el pueblo se ha tomado la justicia por su mano, repito que se halla reducida á decir que, en el supuesto de ser cierto, como no puedo dudar, lo que ha dicho el señor Palarea, de haber ido los liberales al contraresto de los serviles por un movimiento bien combinado, es el mayor cargo que se puede hacer al gobierno; porque no administrando justicia, ha dado lugar al pueblo á que se la tome por sí mismo. No siendo esta la especie de que se me pide aclaracion, no sé cuál sea.

El SR. PRESIDENTE: Ya ha oido el Congreso las proposiciones del Sr. Romero Alpuente, y hecho cargo de su letra y sentido, podrá determinar lo que le pareciere justo.

El SR. BAAMONDE: Sr. Presidente, insisto en la indicacion de V. S. de que se abra la página de que ha hecho mérito el señor secretario del despacho, á cuyo efecto pido que se pregunte al Congreso si se abrirá.

El SR. MARTINEZ DE LA ROSA: Me opongo á que se haga semejante pregunta. ¿A dónde nos conduciria nuestra precipitacion? Me opongo, repito, á que se haga semejante pregunta, porque el gobierno que tiene á su cargo la conservacion de la tranquilidad pública, y que la tiene con una responsabilidad estrechísima; el gobierno, que tiene en sus manos los datos suficientes para tomar las medidas que juzgue oportunas, y dar razon, en caso necesario, de sus procedimientos; el gobierno, que posee el secreto del origen de estas turbulencias, de la faccion y los facciosos, del crímen y sus autores, graduará por sí mismo hasta dónde podria, sin comprometerse, descubrir, á la faz del Congreso y de la nacion, unos hechos que deben hacer patente la justicia de sus pasos y medidas. Él tiene la responsabilidad, y él debe pesar, en la balanza de su prudencia, lo que, sin arriesgar el cumplimiento de sus determinaciones, puede hacer público en este sitio.»>

Calmáronse los ánimos con estas prudentes palabras del Sr. Martinez de la Rosa, y pudo Argüelles volver á usar de la palabra, pronunciando un extenso y notable discurso (1). Comenzó manifestando que el gobierno no habia venido á ser acusador, pero que no le era posible resistir á las insinuaciones del Sr. Romero Alpuente, porque coincidian con los rumores y la agitacion pública que ocuparon á Madrid en aquellos dias. Añadió que el gabinete se habia visto obli

(1) Diario de las actas y discusiones de las Córtes de 1820 á 1821: tomo V, pá

gado á dictar providencias, en las que quizá se equivocara, que desde luego alguna produjo cierta agitacion; pero deseoso de justificar la conducta del gobierno, hizo una larga y hábil historia de lo ocurrido con el ejército de la Isla y con Riego.

En apoyo de sus palabras, prestando un gran servicio en aquellos momentos, no sólo al ministerio, sino tambien á la causa del órden, vino el general Quiroga que, con la autoridad que respecto de este asunto tenia, aseguró que la opinion del ejército de la Isla no era la de tres ó cuatro personas, y que se hallaba, por el contrario, siempre pronto á obedecer las órdenes del gobierno (1).

Tomaron entonces parte en el debate los Sres. Gutierrez Acuña y Moreno Guerra, combatiendo el primero (2) la disolucion del ejército de la Isla, vituperando al paso que Riego hubiese sido enviado de cuartel á Oviedo, é insistió. mucho en la necesidad de que se descorriese el velo de todos aquellos «misterios, » porque los españoles no eran ya un rebaño de carneros. Por su parte, Moreno Guerra se esforzó (3) en pedir que se dieran noticias exactas de las providencias que en el dia anterior se habian tomado.

Estos dos discursos hicieron que Argüelles pronunciase uno excelente (4), en el que defendió con vigor la conducta del gabinete, acusando al paso á Riego por la suya en el teatro y por todos sus actos en Madrid, entre los que puso en primer término la publicidad que dió á su conferencia con el gobierno.

Despues de hablar el Sr. Ramonet (5) para pedir que se

(1) Diario de las actas y discusiones de las Córtes de 1820 á 1821: tomo V, página 35.

(2) Diario de las actas y discusiones de las Córtes de 1820 á 1821: tomo V, página 36.

(3) Diario de las actas y discusiones de las Córtes de 1820 á 1821: tomo V, página 41.

(4) Diario de las actas y discusiones de las Córtes de 1820 á 1821: tomo V, página 41.

(5) Diario de las actas y discusiones de las Córtes de 1820 á 1821: tomo V, pá

11.

prohibiesen las pequeñas reuniones en las calles y plazas, por lo que podian influir en los sucesos posteriores, cerró el debate el Sr. Martinez de la Rosa, con un magnífico discurso (1), anatematizando los alborotos, en el que decia:

«Arrojada ha sido la tentativa de los malévolos, terribles sus amenazas y pérfidas sus artes; mas ¿qué han logrado sino el provechoso desengaño de que no prenden en este feliz suelo esas semillas destructoras que, creciendo al lado del árbol de la libertad, acaban por secarle?...

Ahora presentan las Córtes el grandioso espectáculo de un Congreso nacional que, unido con el gobierno, trata en este instante de decidir una cuestion importantísima, á saber: si es ó no incompatible la libertad de las naciones con la seguridad y tranquilidad de los pueblos. Esta es la gran cuestion, cuya decision esperan con ansia, no sólo los pueblos, la España toda, las generaciones futuras, sino las demas naciones que, pendientes de nuestra moderacion y firmeza, esperan ver en nuestra conducta la mejor apología de la libertad. Y ¿podríamos faltar de una vez à tantos deberes, y presentar á la compasion de los demas pueblos el triste cuadro de la desunion y la anarquía? No; no veo la imágen de la libertad en una furiosa bacante, recorriendo las calles con hachas y alaridos; la veo, la respeto, la adoro en la figura de una grave matrona, que no se humilla ante el poder, que no se mancha cen el desorden.»>

Oponiéndose despues este ilustre orador á la suspension que se habia pedido de algunos artículos de la Constitucion, dijo:

«Tengo una idea demasiado elevada de nuestra nacion, para creer que al principio de nuestra gloriosa carrera necesitemos dar al mundo el triste ejemplo de tener que suspender un solo artículo que asegure nuestra libertad. Mostraríamos entonces que nuestros primeros pasos eran vacilantes é inciertos, y que era incompatible la conservacion de la tranquilidad pública con la observancia de las fórmulas constitucionales. >>

Combatió vigorosamente Martinez de la Rosa el principio sentado por el Sr. Romero Alpuente, de que cuando el

(1) Diario de las actas y discusiones de las Córtes de 1820 á 1821: tomo V, pá

pueblo nota cierta negligencia en el gobierno y que no refrena los abusos, debe por sí mismo hacerse justicia. Aplaudió al paso la conducta del ministerio con relacion á Riego, diciendo que estuvo en su perfecto derecho y dentro de sus atribuciones.

«Pues si esta facultad, dijo, no pertenece ni áun á las Córtes, ¿qué autoridad, qué persona en el Estado puede entrometerse en su libre ejercicio? ¿Quién tiene derecho de decidir si el gobierno ha usado convenientemente de una facultad propia y privativa de sus atribuciones? ¿Sería acaso un general, por más cubierto de laureles que se presente á nuestra admiracion?.... ¿Dónde iria la libertad de las naciones, si un caudillo decidiese de la conveniencia ó perjuicios, de la posicion y distribucion de los ejércitos? ¿Qué seria de la nacion que concediese esta facultad al mismo jefe de la fuerza armada?.... El señor general Quiroga acaba de coronar sus triunfos con una modestia que le hará honor eternamente; ha manifestado que aquel valiente ejército reune, á la gloria militar, las virtudes cívicas, y ha dado en sus expresiones un testimonio de moderacion, que no le honra ménos que su valor y su osadía.»>

A juicio de este orador, aquel debate no podia ménos de ser provechoso, porque serviria para rectificar la opinion ofuscada por las pasiones. Se lamentó de que hubiese en España quien pensara en establecer la república, porque semejante idea no podia ser sino un sueño, pues todo conspiraba para sostener la Monarquía. Terminó su discurso con estas palabras: «Ya tienen trazada su senda las naciones que aspiren á ser libres; y á pesar de las teorías y vanas declamaciones, no pueden ménos de reconocer, como el axioma más importante, que sólo la observancia rigorosa de la ley produce la verdadera libertad, y que esta es la que constituye la fuerza y la prosperidad de los estados. »

La importancia de este debate nos obliga á trascribir tomándolo del Diario de Sesiones su terminacion, única manera de dar idea cabal de esta. Dice así (1):

«Declarado el punto suficientemente discutido, dijo el Sr. Cala

(1) Diario de las actas y discusiones de las Córtes de 1820 á 1821: tomo V, pá

trava, que era indispensable fijar la cuestion para que el Congreso supiese lo que deberia votar. Contestó el Sr. Presidente, que hallándose completamente satisfecho el objeto de la indicacion del señor Moreno Guerra, no podia el resultado ser otro que, ó poner á votacion las indicaciones del Sr. Palarea, ó declarar que se habia llenado el fin para que fueron llamados los señores secretarios del despacho. El Sr. Palarea dijo, que habia puesto la primera parte de su indicacion con ánimo de quitar todas las trabas que pudiesen encontrar los poderes ejecutivo y judicial para las prisiones, formacion y conclusion de las causas que se estaban siguiendo y pudieran incoarse, pero que cerciorado por la discusion de que no existian semejantes trabas, y que el gobierno se hallaba expedito para proceder, retiraba la mencionada primera parte, insistiendo en la segunda, porque la creia necesaria para evitar la siniestra inteligencia que los perversos habian querido dar á las voces de viva el Rey.

El SR. PRESIDENTE: Mientras el Sr. Palarea reforma su indicacion, no puedo ménos de hacer presente al Congreso que, desde el momento en que anoche se empezó á conocer la perturbacion de la tranquilidad pública, se presentaron en la Secretaría de las Córtes una multitud de dignísimos oficiales, así de los que componen el cuerpo de guardias de la real persona, como de ambos regimientos de guardias españolas; de los demas de la guarnicion y milicias nacionales. Todos á porfía me manifestaron las mejores disposiciones para arrostrar toda clase de peligros, y sacrificarse en sostener la Constitucion, el Congreso nacional y el Rey constitucional. Yo no puedo ménos de manifestar con la mayor emocion de mi alma las singulares ofertas y disposicion de la guarnicion de este heróico pueblo, que ha confirmado tantas veces con sus obras. Tampoco cumpliria con mi deber si no pusiese en consideracion de las Córtes el distinguido mérito del vecindario de Madrid. Ayer más que nunca ha manifestado su cordura, su amor al órden, su respeto á las leyes, su adhesion á las nuevas instituciones y la inalterable lealtad de sus principios, que no pudo debilitar en un ápice la gavilla de facciosos ó alucinados que intentaron trastornar el órden público. Observe el Congreso esas galerías, ejemplo de la moderacion más discreta; obsérvelas con atencion, y recuerde que en todo el tiempo que llevamos de sesiones, jamas han desmentido el decoro que las caracteriza, falsificando las imputaciones calumniosas que en otro tiempo se les hicieron. Propongo, pues, que en nombre del Congreso nacional se manifieste al gobierno, para que lo haga presente á toda la guarnicion de Madrid y á su heróico vecindario, la gratitud con que las Cortes han recibido los testimonios de su moderacion, de su obediencia á las leyes y de su patriotismo; y que al mismo tiempo se

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