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discurso opuesto en su manera de apreciar tan importante y trascendental asunto, al de su compañero el Sr. Canga Argüelles.

Fijó el Sr. Porcel el asunto bajo tres puntos de vista (1): 1.° Si el habilitar el pabellon extranjero podia dar por resultado á los comerciantes la seguridad á que habian de aspirar necesariamente para sus especulaciones. 2.° Si áun cuando esto se obtuviese, parcial ó completamente, sus consecuencias producirian mayores males en un órden diferente, relativo, no sólo al bienestar de la nacion, si que tambien en cuanto á su seguridad en el continente europeo y en el ultramarino; y 3.o Si la afluencia de buques extranjeros no dificultaria el cortar las disidencias en que ya se hallaban algunas de las provincias de allende los mares y la suspirada conciliacion de todas ellas con la Península.

Planteado en este terreno el asunto, resultaba necesariamente á grande altura; el desarrollo de estos puntos era de verdadero interes, y el ministro lo hizo con grande elevacion y alcance de conceptos. Entendia que la tan ambicionada seguridad para el comercio no se obtendria bajo el pabellon extranjero, pues el abuso daba en aquellos momentos por resultado que la bandera no cubria la carga, y en cambio causaba grave daño á la marina nacional. Expuso su creencia, de que si no se trataba de aumentar los buques de guerra, preciso era que se renunciase á que España fuese comerciante y áun á la defensa de la Península, afirmando el Sr. Porcel que por fin habria de llegar un momento en que se comprendiera que el mejor modo de reunir las provincias de Ultramar no pudiese ser otro sino el prestarles proteccion y apoyo verdadero, consistiendo más en las fuerzas marítimas que no en las de tierra, pues nada se obtendria con conquistas, sino por medio de la fraternidad, asegurando que si lo que á este fin se habia consumido

(1) Diario de las actas y discusiones de las Córtes de 1820 á 1821: tomo I, pá

se hubiese empleado en marina, otra sería la suerte de España, y sus frutos nada tendrian que temer al navegar bajo su bandera.

En tal estado el debate, intervino en él como presidente de la comision el conde de Toreno, que se expresó en estos términos (1):

Otro objeto no ha tenido la comision en dar su dictámen que el del acierto. Con motivo de haberse concedido privilegios particulares á algunas casas de Santander y San Sebastian, el gobierno hizo esa propuesta, y la comision seguramente estaba muy lejos de creer que no estuviesen de acuerdo entre sí los secretarios del despacho antes de presentar una medida á la aprobacion de las Córtes; porque proponerla un ministro y combatirla otro, es una especie de escándalo nunca visto en un gobierno representativo. Cuando el ministerio haga una propuesta deben sostenerla todos sus individuos, porque si discordan entre ellos, ¿á qué se atendrá el Congreso? Yo mismo, que despues de haber oido al secretario del despacho de Hacienda y varios de mis dignos compañeros, me habia confirmado en el dictámen de la comision, estoy ahora perplejo é indeciso. Las razones del Sr. Vargas y de otro señor diputado que me ha precedido, no me habian hecho mudar de parecer: pero lo que me hace vacilar es el discurso del secretario de Ultramar; así que sólo trataré de defender el dictámen de la comision en la parte que puede ser defendido. El Sr. Vargas ha considerado á la nacion española como si estuviere en el siglo XVI, en que España y Portugal eran las dos mayores potencias marítimas de Europa; pero desgraciadamente no estamos en aquella venturosa época, en la que nuestras armadas triunfaban en Lepanto y daban terror á la Inglaterra. Ni nos hallamos tampoco en el siglo xiv, en que la sola provincia de Cataluña echaba tantos buques al Mediterráneo, que competia con las dos poderosas repúblicas de Génova y Venecia. Como no estamos en aquellos tiempos, no podemos adoptar las medidas que hubieran podido adoptarse en aquella época. Es preciso tambien advertir que la que propone la comision es temporal; y yo no hubiera suscrito á ella si hubiese de durar más tiempo, creyéndola destructora de nuestra marina y contraria á nuestro honor. No hay diputado, que teniendo sangre española en sus venas, deje de sentir una especie de vergüenza al ver que necesitamos de barcos extranjeros para ha

(1) Diario de las actas y discusiones de las Córtes de 1820 á 1821: tomo I, pá

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cer nuestro comercio. Yo lo estaba al tiempo de firmar ese dictámen; pero entre este sentimiento y la reclamacion de todo el comercio español, que dice: «hay ciertos privilegios concedidos á diversas casas para embarcar efectos en buques extranjeros, y que están para realizarse las expediciones,» ¿qué partido debería tomarse? ¿Se arruinan estas casas, ó se hará extensivo á todas por el término de cuatro ó cinco meses el permiso que aquellas tenian? Preguntaria al Sr. Vargas, que con tanta ilustracion y erudicion nos ha manifestado las épocas gloriosas de nuestra marina, dando noticias que corroboran más y más la opinion que tenemos todos de sus conocimientos profundos en esta y otras materias, le preguntaria, repito, si era posible poner á nuestra marina en estos cuatro ó cinco meses en disposicion que pudiera proteger nuestra navegacion. El mismo Sr. Vargas, por sus argumentos, ha manifestado que no, y que en tiempos más felices para la marina estaban las tripulaciones de los buques de guerra desnudas y mal comidas. Y si esto sucedia en tiempos florecientes, ¿qué podremos prometernos ahora? No hay que engañarnos, pues todos lo saben. Por lo mismo me opuse á los señores que decian se tratase esto en secreto, para que no encontrase tantos reparos el dictámen. ¿Puede guardarse un secreto de modo que no transpire entre 200 individuos, y ménos cuando ha de producir una resolucion que interesa á todo el comercio de España? Esto hubiera sido cerrar los ojos á la razon, y no tener idea de lo que pasa en semejantes cuerpos, sobre todo, con respecto á providencias generales y que interesan á tantas personas. Esto ciertamente hubiera sido el secreto á voces; y así los que opinaban en favor del dictámen, no deben variar en el dia; porque no hay circunstancia particular que pueda hacerlos cambiar de opinion.

Algunos señores han confundido el comercio libre con esta providencia, que en nada se le parece; porque el permiso en cuestion es para sacar frutos españoles con la proteccion de bandera extranjera, llevarlos á la América, y retornar los suyos á la Península. El comercio libre consiste en llevar directamente á aquellos puertos artículos de país extranjero. La cuestion tampoco es que se suprima el reglamento de 78, sino que se dispense en la parte de la bandera extranjera y por sólo cuatro ó cinco meses. Todos con venimos en que ese reglamento es muy sábio, y una de las providencias más juiciosas del reinado del Sr. D. Cárlos III; reinado, que segun la opinion de la comision y de todos los españoles ilustrados, ha sido de los mejores y que más han distinguido á la nacion, desde Ataulfo hasta nuestros dias. La comision, lejos de querer anularlo, ha querido sólo suspenderlo para proteger nuestro comercio, no viendo otro medio. Este era mi dictámen; pero ahora estoy muy perplejo, porque como veo

divididas las opiniones de los señores secretarios del despacho, y me faltan datos, no sé á qué atenerme.»>

Este discurso de Toreno, que estuvo realmente á la altura del debate que venia ocupando á la Cámara, tiene, á nuestro juicio, verdadera importancia, pues como hombre de parlamento comprendió desde luego la difícil situacion en que el Congreso se encontraba para resolver, ante la diversidad de pareceres en el ministerio, y como presidente de la comision de hacienda con sus palabras entonces, y más tarde con algunas frases que pronunció, hizo más fácil el acuerdo prudente, adoptado despues por la Cá

mara.

Usó acto contínuo de la palabra el secretario del despacho de Marina D. Juan Jabat, á cuyo departamento tan directamente afectaba este asunto, y desde luego suscribió á lo manifestado por el Sr. Porcel, indicando que (1) habia dado órden de que se aprestasen dos navíos de guerra para que salieran de Cádiz y fuesen al puerto del Callao en el otoño próximo, protegiendo así al comercio, y que de retorno trajeran los crecidos caudales que habia en Lima pertenecientes á los negociantes de Cádiz. Dijo tambien que se estaban preparando otros buques para prestar apoyo al comercio en distintos puntos; pero que, á su juicio, la verdadera proteccion que necesitaba consistia en establecer cruceros constantes sobre los puntos principales de recalada de América y de la Península; mas para esto eran precisos auxilios pecuniarios de que carecia la marina.

Antes de rectificar el conde de Toreno habló en contra del dictámen el Sr. Moreno Guerra (2), opinando ser el asunto grave, y que habiendo dicho algunos secretarios del despacho que era inútil, iba sólo á ocuparse en los perjui

(1) Diario de las actas y discusiones de las Cortes de 1820 á 1821: tomo I, página 431.

(2) Diario de las actas y discusiones de las Córtes de 1820 á 1821: tomo I, pá

cios que podia causar. Hízolo así en efecto, pero sin aducir nada nuevo, obteniendo tan sólo el ser interrumpido al calificar de escandaloso que los ministros se presentaran á hacerse la guerra ante la Cámara.

Toreno rectificó en estos breves términos (1):

«Yo por mi parte recogeria el dictámen de la comision con tal que el señor secretario de Marina facilite los medios de poner en práctica inmediatamente lo que ha propuesto. >>

Terciaron despues en el debate varios diputados, defendiendo unos y atacando otros el dictámen; pero siendo prolijo y apartándose de nuestro propósito el dar á conocer cómo opinaron cada uno de estos, nos limitaremos á decir que el Sr. Sierra Pambley (2), individuo de la comision de hacienda, lo apoyó combatiendo principalmente los razonamientos del Sr. Vargas Ponce, manifestando que si era posible antes de la legislatura de 1821 establecer los cruceros, no sólo él sino tambien sus colegas se hallarian dispuestos á rectificar su informe, porque su objeto estaria logrado; pero no lo creia posible en vista de la mala situacion en que se encontraba el Erario, hasta el punto de no poder cubrir las atenciones más apremiantes. Se extendió despues en otros razonamientos que no creemos necesario indicar.

Declarado el asunto suficientemente discutido (3), manifestó el Presidente que aunque en conformidad con lo prescrito por el reglamento, se estaba en el caso de hacer la pregunta de si habia lugar á votar sobre el dictámen de la comision, como ésta, segun lo expresado por el conde de Toreno, se hallaba dudosa sobre insistir ó no en él, creia conveniente que pasara de nuevo este negocio á la comision para que expusiese su parecer.

(1) Diario de las actas y discusiones de las Córtes de 1820 á 1821: tomo I, página 434.

(2) Diario de las actas y discusiones de las Córtes de 1820 á 1821: tomo I, página 434.

(3) Diario de las actas y discusiones de las Córtes de 1820 á 1821: tomo I, pá

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