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dose una porcion al punto de Despeñaperros para oponerse á la invasion de los franceses en Andalucía, y otra á Sevilla para proteger á las Córtes y al gobierno. Ninguna de las espediciones produjo el objeto deseado. Los franceses atravesaron fácilmente la barrera que los dividia de la Bética; las tropas que llegaron á Sevilla despues de la salida del gobierno, tuvieron que abando nar esta ciudad y dirijirse hácia los puertos. Faltaba ya en nues-> tras tropas la fé: faltaba la esperanza. Cundia el desaliento, haciendo los estragos que eran consiguientes, comenzando por lo alto: algunos jefes en que se tenia mas confianza, desertaron con sus regimientos. Estaban los ánimos, halagados unos con la esperanza del perdon, aterrados otros con la idea tremenda del castigo; y cuantos mas compromisos en favor de la causa cons→ titucional recordaba la conciencia, mayor era el ansia de salir de aquel conflicto á cualquier precio.

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Las tropas que no quisieron tomar parte en la capitulación del general Morillo, se replegaron sobre la Coruña. Allí sufrieron un sitio por parte de las tropas francesas, ausiliadas de las que componian el tercer ejército. En la misma situación se ha-i Haban las de Santoña y de Pamplona.

Las guarniciones de las plazas del levante que no quisieron reconocer la capitulacion de Ballesteros, permanecieron fieles á sus compromisos, y tambien sufrieron sitios de que hablaremos luego. Otra parte del mismo ejército que se hallaba en igual caso se retiró á las costas de Málaga, resuelta á probar de nuevo la fortuna de la guerra.

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En Cataluña, se habia casi concluido con las bandas de la fé, cuando la invasion de los franceses que el veterano mariscal Moncey acaudillaba. Aunque se verificó la entrada sin obstácu los, no hallaron los enemigos tan bien preparado el terreno como en todas partes. Se decidió Mina desde un principio á disputarlo, con los que venian á imponer cadenas á su patria. Hubo choques y conflictos sérios en cuya descripcion no entramos, y que no fueron siempre favorables á los invasores. Las plazas se conservaban todas fieles á la causa nacional, y las tropas de operaciones, mantenian todavia su terreno. A imitarse esta conducta

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en las demas provincias, se hubiese prolongado la contienda; y los azares de la guerra en un pais que ofrece tantos recursos a la defensiva como España, hubiese indudablemente dado lugar á descalabros por parte de los invasores. Mas la situacion de aquellas provincias, tan lejos del centro de España, las hacia depen-i dientes del semblante que aqui tomasen los negocios; perdida la causa nacional en las Castillas, en Estremadura, en Andalucia, en Valencia y Aragon, no podia menos de envolver esta ruina la de Cataluña. Para colmo de desgracias, de resultas de una es-> pedicion del general Mina al norte del pais, en que padeció los horrores de un recio temporal de hielos y nieves, se resintió no tablemente su salud ya muy quebrantada, y tuvo que entrarse en Barcelona moribundo, quedando asi privado el ejército de un jefe tan precioso en aquellas circunstancias. El ejército habia esperimentado pérdidas, mas no estaba destruido. Cuando se verificó la capitulacion de Ballestéros, todavía estaban en pie las plazas de Barcelona, Tarragona, Tortosa, Lérida, Solsona, Car dona, Hostalrich, y algunos otros puntos fuertes. Ninguna estaba investida formalmente, aunque alguna en estado de bloqueo. Un ataque á viva fuerza que intentaron sobre Tarragona, habia sido vigorosamente repelido..

I

Comenzaban mientras tanto los franceses á enseñorearse do la Andalucía. En Andújar espidió el príncipe generalísimo una especie de proclama, que con el nombre de Ordenanza de Andújar, ocupa un lugar distinguido en la historia de aquel tiempo. Como es de cortas dimensiones, le insertaremos en seguida.

.1. Las autoridades españolas no podrán hacer ningun arresto sin la autorizacion del comandante de nuestras tropas, en el distrito en que ellas se encuentren.

2. Los comandantes en jefe de nuestro ejército pondrán en libertad á todos los que hayan sido presos arbitrariamente, y por ideas políticas, y particularmente á los milicianos que se restituyan á sus hogares. Quedan esceptuados en es la regla aquellos que despues de haber vuelto á sus casas, hayan dado justos motivos de queja.

3.° Quedan autorizados los comandantes en jefe de nuestro

ejército, para arrestar á cualquiera que contravenga á lo manda do en el presente decreto. en ad

- 4. Todos los periódicos y periodistas, quedan bajo la ins

peccion de los comandantes de nuestras tropas.

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15. El presente decreto será impreso y publicado en todas partes,erpol

Dado en nuestro cuartel general de Andújar, á 8 de agosto de 1823. Luis Antonio. Por S. A. R. el general en jefe, el mayor general, conde de Guilleminot.

-¿Era el príncipe generalísimo sincero en sus manifestaciones? Partiendo del principio de que el sistema político del gabinete de las Tullerías, se reducia á restituir al Rey de España su carácter de absoluto, ¿entraba en sus planes el sistema de olvido, de tolerancia y de perdon, ó aspiraba al contrario bajo estas dulces apariencias al de rigor y proscripcion que se planteaba al abrigo de sus estandartes? La imparcialidad histórica nos induce á que adoptemos la primera de las dos hipótesis. Satisfecha y cumplida ya su pretension de que en caso de gozar España de algunos derechos políticos, los debiesen todos á la bondad y generosidad de su monarca, no debia naturalmente desear que fuese acompañada esta llamada restauracion, de circunstancias que la hiciesen odiosa á los ojos de la Europa culta. Querian despotismo sí, pero á su modo; querian una reaccion, mas sin venganzas ni catástrofes. Probablemente, ni el Rey ni sus ministros tenian una idea exacta del estado de los partidos, ni comprendian las exigencias brutales del absolutista. No conocian sin duda todos los instintos feroces de la fiera que intentaban desatar; mas la desataban sin embargo. Conforme adelantaba la conquista, se manifestó mas la disidencia entre los libertadores y los libertados. Chocaba á los primeros la atrocidad que respiraban los procederes de los últimos: se indignaban estos de que aquellos intentasen ponerles ninguna cortapisa. Cuantos convenios ajustaban, en efecto, los franceses, eran objeto de censura por la benignidad que respiraban. Escitó la ordenanza de Andújar la mas viva indignacion, por parte de la regencia de Madrid y de sus apasionados. Contra ella llovieron represen

taciones de muchas provincias; los mismos embajadores de las potencias del Norte la tacharon de antipolítica, alegando que era hasta atentatoria á la independencia de la España. 'Arredrado el príncipe generalísimo con tanta oposicion, temeroso de que el fanatismo de los impugnadores se propasase á vias de hecho contra sus soldados, modificó su famosa ordenanza, por complacer las miras ó el orgullo de los que tal la difamában. Así los soldados franceses, por profunda que fuese la Haga de su amor propio al verse con aliados tan estraños, tuvieron que ser los instrumentos, y por consiguiente los cómplices, de cuantas atrocidades bajo el manto de lealtad monárquica y religiosa se cometian en España.

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Con estas disposiciones y bajo auspicios tan funestos; se adelantó el duque de Angulema á presenciar el sitio, ó mas bien bloqueo, que las tropas francesas habian ya puesto á la isla gaditana. A mediados de agosto llegó al Puerto de Santa María, donde sentó sus reales.

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CAPITULO XXXVIII.

Abren las Cortes sus sesiones en Cádiz.-Modificacion del ministerio.-Sítuacion de los ánimos.-Sensacion que produce la capitulacion de Ballesteros. -Salida de Riego para Mílaga.-Estado de las tropas.-Su entrevista con Ballesteros. Resultado -Se retira hacia Jaen.-Su derrota y captura.Cierran sus sesiones las Córtes ordinarias.-Discurso del Rey.-Estrechar los franceses el sitio.-Carta de Angulema al Rey. Contestacion.-Toma -del Trocadero.-Vuelven á abrirse las Córtes. Las cosas sin remedio.Comunicaciones entre el gobierno de Cádiz y el cuartel general.-Infructuosas.-Tentativas con el gobierno inglés.-Sedicion de las tropas.-Ultimos suspiros del gobierno constitucional.-Necesidad de dejar salir al Rey sin' condiciones. Preparativos del viage.-Manifiesto del Rey del 30 de setiembre. Sale para el Puerto. -Decreto del 1.o de octubre.-Desenlace espantoso.-Rendicion de las plazas de Cartagena, Alicante, Tarragona y Barcelona.-Suplicio de Riego.-Consideraciones sobre la época constitucional de 1820 á 1823.-Era imposible otro desenlace considerada la conducta de los gobernantes y fegisladores.-La Constitucion de 1812 muerta por sí misma,

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Llegar

Alegaron los legisladores españoles à la isla gaditana, casi al mismo tiempo que el gobierno. Algunos dias despues se instalaron en la ciudad de Cádiz, teatro pocos años antes de tanto entusiasmo, donde se habian concebido las mas halagueñas esperanzas de ver para siempre á la patria venturosa y libre. ¡Cuán mudados estaban ya los tiempos! ¡Con qué amargura debieron los diputados emprender de nuevo unas tareas, cuyo resultado quizá consideraban ya del todo inútil! Acaso conservaban todavia sus ilusiones algunos ó demasiado animosos, ó que apartaban la vista de lo que por todas partes ocurria. Mas era imposible que la generalidad no contemplase con horror el abismo en que iban á hundirse las leyes, las instituciones, el porvenir y hasta el buen nombre de la patria.

TOMO III.

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