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época la Constitucion de 1812 ¿Qué importaba el cómo ni el motivo? El tribunal que iba á entender en un asesinato jurídico, no le juzgó sin embargo por este acto, ni por otros que le siguieron. Sin alegar mas delito contra él que el haber sido uno de los diputados que habian votado en Sevilla la regencia, se le condenó al suplicio de horca, á donde debia ser conducido arrastrado en un seron ó espuerta. Confirmó el Rey la sentencia hallándose en el camino de Madrid, y aun se dice que se detuvo exprofeso, para dar lugar á que antes se consumase el sacrificio.

Tuvo lugar esta deplorable escena el 7 de noviembre; sin disminuirse el rigor de la sentencia, marchó Riego ó fue arrastrado hasta el suplicio, con todo el infame aparato destinado á los mas viles malhechores. Le rodeaban las turbas manifestando ferozmente su alborozo. ¡Cuántas lágrimas corrieron sin duda en secreto por los amantes de la libertad, á quienes no era ya permitida la espresion de todo sentimiento honrado y noble! Solo habia libertad para prorrumpir en gritos feroces, para gozarse con todo el delirio que inspira el fanatismo ciego, en el espectáculo de un atentado inaudito que cubrirá de infamia eterna á sus autores. El nombre cuya vida arrancaban con tanta alevosía, habia sido en muchas ocasiones dueño de la suya. Era su destino abrir y cerrar una época enteramente nueva en nuestra historia; época rara, singular, estraordinaria, de que tantos han hablado, y que aun no ha tenido historiadores.

Con pena y hasta con cierta repugnancia hemos trazado algunos de sus rasgos principales; tan confuso es el cuadro; tan complicado el juego de pasiones, de ideas, de intereses que ofrece; tan confusos los matices con que se distinguen los par. tidos; tan faltos de plan verdadero sus hombres principales; tan inesplicables muchos de sus hechos, para el hombre imparcial que no puede penetrar en interioridades de la vida secreta; tan contradictorios al parecer los medios con los fines. Fué época verdaderamente de revolucion por los intereses que se aspiraba á crear, y por los cuya destruccion se promovia; época mas de ruido que de esceso, por lo que se habló, se declamó, se alborotó, se cantó en las calles, en las plazas, en las sociedades pa

trióticas; época en que á escepcion del partido servil, atento siempre á promover cuanto tendiese á la destruccion de un sistema detestado, ninguno podia darse razon de su conducta, ni estar á lo menos moralmente convencido de que tendia á seguros resultados. ¿Qué profesaba el partido moderado? Legalidad estricta, observancia exacta de la Constitucion, libertad sin licencia; emision del pensamiento, tanto por escrito como de palabra, sin salir de los límites de la prudencia. ¡Aspiracion sin duda noble y generosa! Mas ¿era esto posible? ¿Podian lisonjearse de que hombres que acababan de salir de la opresion, no habian de alborozarse al menos con ruidosas manifestaciones del placer que les causaba respirar en atmósfera mas libre? ¿Qué hombres no acostumbrados á la vida pública, sin ninguna ó con poca esperiencia en el uso de la palabra, en el arte de espresar sus pensamientos por medio de la pluma, se habian de contener en los límites de la justa moderacion? ¿Qué la libertad, en fin, se habia de presentar en todos casos bajo los atributos y carácter de una noble matrona, segun la espresion de uno de los oradores que mas brillaron en aquella época? Las pretensiones de los moderados eran justas, pero irrealizables: la conviccion que debian tener por otro lado de que las instituciones políticas eran objeto de secreta enemiga por parte de la corte, y de la hostilidad mas o menos abierta por las clases poderosas acostumbradas á ejercer tanta influencia en las populares, debia de hacerles ver que era imposible que se pudiesen contener en los limites de la ley, que favorecia en muchos casos tanto á sus enemigos, como á sus apasionados. La libertad de imprenta, alcanzaba á todo el mundo; la libertad personal, era un sagrado á que todos se acogian; y en la Constitucion, se hallaban armas para combatirla. ¿Eran estos hombres sinceros en su profesion de que era posible contener á tantos enemigos por la misma fuerza de las leyes, y que despues del alzamiento de tantas banderas enemigas de la fundamental que nos regia, se les habia de reprimir á fuerza de convicciones, á fuerza de moderacion, y de hacerles ver que la razon estaba de su parte? ¿Y qué plan era el de los exaltados, que manifestaban sus sospechas con

tanto encendimiento, que señalaban tan altamente con el dedo á los enemigos de la nacion, que tanto clamaban contra el sistema de indulgencia y tolerancia escrita en el pendon de sus enemigos en política? Ninguno fijo, ninguno determinado que manifestase el fin á que tendian. Se abandonaban ciegamente al impulso de su descontento; lo manifestaban con sobrado ruido, dando á pensar, sin tener tal vez intencion, que abrigaban planes de trastorno, suministrando con su conducta argumentos especiosos para acrecentar el odio de sus enemigos. Aspiraciones de trastorno, no entraron en el espíritu de estos exaltados: tambien concibieron la idea de que la Constitucion podia sostenerse, adoptando formas marcadas con el sello de mas severidad y mas dureza; y la prueba mas convincente de este aserto es, que en cuantos alborotos huho, en cuantas ocasiones se desobedeció al gobierno, acudian siempre en vindicacion de sus agravios, á las Córtes, consideradas constantemente como el paladium de las libertades públicas. El plan de república de que se les acusó sin fundamento no entró nunca en sus cabezas, y no pasó, en caso de existir, de muy contados individuos. Se aborrecia la cosa; el nombre solo, asustaba como fatídico y funesto. La Constitucion de 1812, renació muerta : era imposible su observancia, como la de toda ley que no es querida por el mismo que está llamado á ejecutarla, como toda ley que incurre en la viva enemistad de clases poderosas, cuya influencia no destruye y anonada desde su creacion. Si en un principio las apariencias hicieron concebir halagüeñas esperanzas de que el Rey, de que estas clases, podian ceder á la voz de la justicia, debió de disiparse la ilusion cuando el nombramiento de un capitan general, sin firma del ministro responsable; cuando los que alzaron públicamente el estandarte de la rebelion, se vendian por protegidos y por protectores de los derechos absolutos del monarca. Esta imposibilidad de ejecucion, no consistia en el carácter democrático de aquel código de leyes; en la unidad de su cámara legislativa; en las cortas facultades del poder ejecutivo; en la restriccion del veto; no: otra vez lo hemos dicho, y no nos cansaremos de repetirlo, para destruir un error que entonces y

despues nos hizo mucho daño; error que pondrá de manifiesto la historia de los tiempos sucesivos. Cualquiera otra Constitucion que publicase reformas; que agrandase la esfera de los derechos públicos; que abriese un campo al pensamiento, hubiese incurrido en los mismos ódios; tal era el arraigo de las preocupaciones de tres siglos; el apego tenaz á su preponderancia, de las clases poderosas que se creian nacidas para avasallar á las pequeñas. ¿Qué Constitucion era posible que todo lo dejase intacto? Nosotros estamos convencidos de que si la corte, si estas altas clases se hubiesen conformado con el espíritu del tiempo, que todo lo altera y modifica; que si hubiesen parado la atencion en lo que la historia contemporánea les estaba enseñando á cada paso, y sentido por lo mismo la necesidad de perder algo, puesto que la civilizacion del mundo estaba en contradiccion con que lo conservasen todo, hubiesen caminado las cosas con algunos embarazos, sí; pero sin convulsiones ni sacudimientos. Mas lejos de entenderse los reformadores y los reformados, apellidaron estos guerra, é hicieron imposible toda clase de avenencia. Lo mismo habia sucedido cuando la revolucion de Francia, en que desde los principios se pusieron unos y otros en abierta pugna. Se sabe cómo degeneró esta en escenas de furor, en actos de ferocidad inaudita, en choques de masas que produjeron lagos de sangre, el cadalso en permanencia. Fué el recuerdo vivo de tales convulsiones, el temor de seguir la pendiente que podia conducir á estos escesos, lo que contuvo á los constitucionales de España y los movió á llevar el ensayo de la ley fundamental hasta donde podia ir, sin considerar que corrian á los mismos males, tomando por la senda opuesta. Asi se puede decir que la Constitucion de 1812, renació con todos los gérmenes y síntomas de una muerte inevitable. Arrastró tres años de existencia lánguida y permaneció en pié, mientras sus enemigos y declarados rebeldes fueron todos españoles. Debia de cambiar la escena cuando se mezcló directamente en los debates la política estranjera, y cuando al rigor de amenazas que tan claras é insultantes eran, afiadieron el argumento de sus bayonetas. A penetrarse todos los españoles interesados en la conser

TOMO III.

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vacion del código fundamental, que se trataba nada menos que de la destruccion completa de sus libertades; que en ellas iba envuelta la ruina de cuantas reformas se habian hecho en los tres años y épocas anteriores; que tras las cosas irian las personas; que no se podian llevar adelante los planes de la Santa Alianza sin repetirse en mas vasta escala la catástrofe de 1814, no se hubiesen en cierto modo cruzado de brazos aguardando que se desplomase la tempestad que los estaba amenazando; mas unos no la creyeron, otros se imaginaron que se podia conjurar con oportunas concesiones, mientras no pocos se lisonjearon de que la borrasca seria mas benigna, y que contentándose con arrollar las cosas, respetaria las personas, respetaria, sobre todo, los empleos, las condecoraciones cuanto se designaba con la calificacion de derechos adquiridos. Mas no queremos insistir mas en lo que dejamos esplicado en su lugar correspondiente. A los que no quisieron comprender una cuestion que tan clara se ofrecia, se les puede aplicar lo de

Quos vult perdere Júpiter, dementat.

Para concluir lo que nos resta de esta época de 1820 á 1823, debemos añadir que hubo convicciones, hubo fé, aunque no en las mas fuertes bases sustentada. Hubo sinceridad en los principios, franqueza y hasta candor en las manifestaciones. No queremos decir con esto, que dejó de haber entre ellos muchos hipócritas y hermanos falsos; unos para encubrir mejor las tramasque en secreto promovian, otros con el fin de sembrar, á fuerza de exageraciones, el ódio y una invencible repugnancia sobre principios y doctrinas de que se vendian por apóstoles fervientes. ¿En qué corporacion, en qué sectas no se encuentran estos traidores encubiertos? En lo general hubo desinterés, desprendimiento, decision, y hasta valor para arrostrar obstáculos: faltó direccion, faltó el tino y hasta el pensamiento en los partidos, á escepcion del que cantó al fin el triunfo, gracias á las bayonetas estranjeras. Los altos funcionarios públicos, administraron con pureza. Los dos Congresos que se sucedieron en el poder legislativo, fueron un modelo de desinterés y de desprendimiento. Los ministros que gobernaron durante aquella época, dejaron sus

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