Imágenes de páginas
PDF
EPUB

tuto Real, y que en su virtud tuviesen derecho á entrar como miembros natos en el Estamento de los Próceres del reino: en 17 de junio, se espidieron los decretos relativos al nombramiento de los demás Próceres que no eran grandes.

Continuaban mientras tanto los negocios de Portugal con semblante próspero para la causa de la Reina. La fortuna parecia haber abandonado á su competidor, quien se esforzaba en vano luchando contra ella. Algunas tropas le se guian, aunque en número escaso y muy inferior al de sus perseguidores, pues por todas partes le acosaban. Gon él se habia unido definitivamente D. Cárlos, como resuelto á participar en todo de su suerte; mas aunque esta parecia fijada por entonces, causaba grandes recelos al gobierno español, que el pretendiente se hallase tan arrimado á la frontera. Ansioso de que terminase cuanto antes la contienda, no solo habia reconocido el gobierno de Doña María, sino que habia formado un cuerpo de observacion bajo las órdenes del genera! Rodil, capitan general de Estremadura, dispuesto á pasar á Portugal en caso de que su ausilio-fuese necesario. Para legitimarle mas, y asegurarle protecciones poderosas á la causa de Isabel, negoció y ajustó el tratado de la cuádruple alianza entre España y Portugal de un lado, y la Francia é Inglaterra por el otro, en que estas dos naciones se comprometieron á combatir con sus fuerzas, á los enemigos armados contra el trono de ambas reinas. A lo mismo se obligaban mútuamente Portugal y España.

Antes de firmarse este convenio, ya habia pasado la frontera el general Rodil, con cerca de diez mil hombres, y puéstose en combinacion con las tropas de D. Pedro. Fué para D. Miguel el golpe de gracia, este aumento de fuerzas en su perseguimiento. Sin hallar asilo en parte alguna, ni punto fuerte en que apoyar su defensiva, tuvo que ceder á la ley de la necesidad y recibirla del mas fuerte. Despues de cortos é inútiles esfuerzos, se vió obligado á embarcarse con su compañero D. Cárlos para Ingla-, terra, donde los dos príncipes permanecieron juntos poco tiempo, como vamos á ver luego. En Portugal quedó triunfante sin i ninguna oposicion Doña María de la Gloria, y el general Rodil

se presentó con sus tropas á mediados de junio en Madrid, donde les pasó la Reina Gobernadora una magnífica revista. En se-' guida tomaron la direccion de las provincias del Norte, habiendo recaido en el mismo general, el mando en gefe de aquel ejército de operaciones.

Parecia la guerra civil reconcentrada entonces en Navarra y las Provincias Vascongadas; y aunque no estaban libres de su azote algunas de las confinantes, eran las que mas llamaban la atencion por la grande importancia, que en lo militar como en lo politico, habian adquirido. La lucha seguia con sucesos varios, sin que ningun hombre reflexivo que conociese un poco el arte militar, pudiese prometerse cuando tendria término. Nuestras tropas iban y venian, sin tregua ni descanso. Pocos dias se pasaban sin que en la Gaceta se insertase algun parte de encuentros, de escaramuzas, de batallas, de ataques de puestos, de cogidas de prisioneros, de dispersion de enemigos. Las esperanzas eran siempre lisonjeras, y el porvenir risueño; mas el desenlace no avanzaba: parecia al contrario mas viva y animada la contienda. Aunque los pueblos principales de Navarra y las Provincias Vascongadas eran nuestros todavia, el interior del pais pertenecia casi esclusivamente á los contrarios. En rigor no podia decirse que poseiamos mas terreno, que el que mate-> rialmente pisábamos. Las comunicaciones estaban interrumpidas, y solo se conservaban con grandes precauciones militares. A proporcion que se acostumbraban á la guerra, que se formaban oficiales y jefes, que se oian cada dia nuevos nombres militares que daban lustre á las armas de la Reina, crecia tambien la pericia, crecia el renombre de los que seguian la bandera de Don Cárlos. Se trabajaba bastante para adquirir gloria; mas no habia elementos para nadie, de triunfos decisivos. Aun no llevaba un año aquella guerra, y ya habia cambiado el ejército del Norte de general en jefe por tres veces. El nombramiento del general Rodil reanimó algun tanto la esperanza. Las tropas que le seguian procedentes de Portugal, eran en aquella situacion un refuerzo muy considerable.

La guerra y la política, tenian alternativamente preocupa

[ocr errors]

dos los ánimos de cuantos se ocupaban en las cosas públicas: todos miraban el 24 de julio designado para la convocacion de las Córtes, como principio de una época fecunda en acontecimientos de importancia. ¿Qué iban á ser aquellas Córtes? Distintas en su origen, en sus funciones, hasta en su carácter de las que aquella generacion habia visto por dos veces, ¿harian el bien sin mezcla de mal, como se habian prometido sus autores? ¿Seria esto una ilusion, uno de los infinitos sueños con que se alucinan los hombres sistemáticos, que atribuyen á las leyes lo que es efecto de nuestros vicios y pasiones? ¿No era ver demasiado los objetos de color de rosa, imaginar que con una Cámara de Próceres se daria á los negocios políticos y legislativos la fijedad que no habian tenido en otras épocas; que con este equilibrio entre las dos Cámaras se armonizaria la máquina administrativa; que con la restriccion de las facultades de las modernas Córtes, no saldria el espíritu público de la línea que le trazaban los nuevos gobernantes; que todo se modelaria por el bello ideal que se habian propuesto, de combatir con una mano el despotismo y con otra la licencia?

De tan halagüeña perspectiva se dudaba mucho. A proporcion que los alumnos de la nueva escuela política encomiaban el Estatuto Real y cantaban el triunfo de sus doctrinas, como adelantos de la época, manifestaban otros desvio y hasta abierta oposicion, y no precisamente porque echasen de menos el código de Cádiz ni aspirasen á restablecerle, sino porque les chocaba y ofendia el empeño que tenian los primeros en censurarle y atacarle á todas horas, la complacencia con que recordaban los desór denes de la época constitucional, la repugnancia que mostraban cuando se trataba de personas que habian pertenecido á aquel órden, y del que se les suponia aun celosos partidarios. Las llamadas Córtes, decian los periódicos ministeriales, la llamada Constitucion, la llamada Milicia Nacional, la llamada libertad de imprenta, el llamado jurado, etc.

Las represalias eran vivas; la disputa se encrespaba; poco á poco se formaba un espíritu de reaccion hácia lo mismo que con vehemencia se anatematizaba, y se creó un semipartido constitucio

nal, donde se afiliaron infinitos antiguos soldados de aquel código, y que entonces se hallaban agraviados, porque no hay que olvidar que la amnistía no les habia devuelto los empleos y condecoraciones que habian obtenido en la época de los tres años.

Mientras tanto elegian las provincias sus procuradores. No se olvidó la de Oviedo del hijo del pais, que como representante de la nacion le habia dado tanto lustre por su elocuencia, por el celo, las luces y el teson con que habia trabajado en obsequio de las libertades públicas. Fué el nombre de D. Agustin de Argüelles de los primeros que sonaron en la reunion de los electores; mas teniendo presente que tan benemérita persona no tenia la renta de los doce mil reales requeridos para ser procurador á Córtes, ellos mismos levantaron el impedimento, imponiendo sobre sus bienes dicha renta á favor de su elegido. Hé aquí la escritura del otorgamiento, tan honorífica para los donadores como para el mismo interesado.

En la ciudad de Oviedo á 29 del mes de junio de 1834, ante mí, escribano y testigos presentes los Sres. D. Juan Posada Argüelles, D. Francisco Lomban y Castrillon, D. Blas de Posada, D. Antonio María Argüelles, D. Lorenzo Martinez Posada, D. José Llanes, D. Manuel María Acebedo, D. José Uria y Terrero, D. Francisco Bernaldo de Quirós, D. José Ramon Montao, D. José Cuervo, D. Felipe Soto Posada, D. Toribio Cifuentes, D. José Maria Bravo, D. Manuel Francisco Taranco, D. Cayetano Navia Osorio marqués de Ferrera, D. Pedro Salas Omaña, D. Victoriano Garcia Sala, D. Antonio Gonzalez, D. José Rodriguez de Castro, D. Francisco Rodriguez Valdés, D. Bernardo Valdés Hevia, D. José Caveda Nava, D. Francisco Sierra, Don Estanislao Bon, D. José Maria Leon, D. Antonio María Faes, D. Francisco Alvarez Quiñones y D. Pedro Cienfuegos, como electores de los quince partidos en que estaba dividida la provincia de Oviedo, principado de Asturias, para nombrar los procuradores que habian de concurrir á las Córtes generales que se habian de instalar en Madrid el 24 de julio del año 1854 indicado, trataron confidencial y amistosamente acerca de las personas que por su patriotismo, fina adhesion á la causa y legiti

midad de la persona de nuestra Reina, probidad, conocimientos y talentos parlamentarios fuesen aptos para desempeñar tan honroso y delicado encargo en todas circunstancias, y demas en que se halle la nacion: entre otros sugetos fijaron la atencion en D. Agustin Argüelles, por ser sugeto que poseia todas aquellas cualidades en un grado sobresaliente, las que ha merecido constantemente al Principado desde el año de 1810 en que se le nombró diputado para las primeras Córtes generales; que en atencion á que dicho Sr. D. Agustin Argüelles no poseia una renta propia anual de doce mil reales, que para ser procurador del reino prescribia el párrafa tercero, titulo segundo de la real convocatoria; que deseando relevar al Sr. D. Agustin Argüellesde aquel impedimento legal, y dando un testimonio del sumo aprecio que les merecen sus virtudes, padecimientos y conducta jamas desmentida al Principado, todos dichos otorgantes impusieron sobre sus predios rústicos y urbanos, la renta anual vitalicia de doce mil reales en favor del Sr. D. Agustin Argüelles, y todos y cada uno de ellos, se obligaron bajo la mancomunidad espuesta con todos sus bienes y fincas raices, á hacer, como lo hacen efectivos en su propiedad y lo firmaron, á quienes doy fé.-Carlos Escosura Lopez. ›

Por aquellos dias salió el decreto del ceremonial que debia observarse á la apertura solemne de las Córtes, y asimismo dos, relativos al modo de proceder en el ejercicio de su encargo entrambos estamentos. Respiraban estos dos reglamentos, como era de esperarse, la mayor atencion, las mas esquisitas precauciones, para que no olvidasen jamas su procedencia; y que solo por otorgamiento de una gracia especial del trono, estaban congregados. El modo de discutir, de votar, sobre todo de hacer pe-ticiones, estaba circunscrito á los mas estrechos límites. Solo faltaba que los ánimos estuviesen preparados para respetarlos, no solo en sentido literal, sino en el de las intenciones y pensamientos de quienes los trazaban. Las cosas se hallaban fuera de data; y tal vez con la mejor buena fé del mundo, incurrian aquellos gobernantes en anacronismos.

Los dos estamentos celebraron sus juntas preparátorias para

« AnteriorContinuar »