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guerra á Francia, bajo el pretesto de protejer á los católicos. Lo mismo hizo con Holanda; si Isabel de Inglaterra ayudó á los holandeses, no fué por intervenir en su forma de gobierno, sino para oponer un dique al desmesurado poder de Felipe II. Este no apeló para hacer las guerras que emprendió, al exámen de las constituciones de los paises que trataba de conquistar: Hay ademas otro ejemplo.>

Cuando la Inglaterra se vió agitada en el siglo XVII por su terrible revolucion, y se sucedian unos á otros los presbiterianos y demas sectas, hasta hacer subir al cadalso á su Rey, ninguna potencia de Europa, ni aun la Francia ni la España, que entonces estaban regidas por gobiernos despóticos, trataron de intervenir en sus negocios: antes al contrario, no se desdeñaron de reconocer al usurpador: .. llegando hasta el estremo de perseguir á los príncipes Estuardos, fugitivos de Inglaterra, que hallaron un asilo, no en los palacios de los déspotas, sino en la generosidad de la república holandesa. Véase, pues, como jamas se reconoció el derecho de intervencion, ni se atendió en las guerras que se emprendian, al objeto de modificar ó alterar las formas de gobierno de cada pais. Los soberanos no reconocian entonces mas derecho que el de la espada, ni mas juez que la justicia Divina.ɔɔf

Estaba, pues, reservado al siglo XVIII, á ese siglo en que los hombres, dejando estudios amenos, pero frívolos, aplicaron la metafísica á la política, é inventaron el derecho de intervencion. En este siglo, pues, al paso que se pusieron en planta las grandes doctrinas políticas, se trató de erigir en axioma el absurdo derecho de intervencion de una potencia, en los negocios interiores de otra. ¿Cuándo empezó este derecho? No en otro tiempo, sino al principio de la revolucion de Francia: ¡estaba reservado para esta época de ignominia, el inventar semejante derecho (aplausos repetidos)!»

Cuando las potencias estranjeras empezaron á combatir á los revolucionarios franceses, y clamaron contra los desórdenes del faccioso club de los jacobinos, el duque de Brunswick fué el primero que públicó un documento de esta especie. ¡Ojalá que

no se hubiese olvidado el resultado! Entonces los ejércitos enemigos, quebrantaron las cadenas de los pueblos.

y la memoria de estos trastornos llegó á tal punto, que obligó á los reyes en el año 14 á renunciar aquel principio, á apelar á otros mas sanos, á prometer constituciones liberales á sus pueblos, y declarar que renunciaban al derecho de intervencion; estas promesas augustas y solemnes, fueron desatendidas poco tiempo despues por la ambicion de los gobiernos.>

No ignoro que esta liga impía, viendo que los tronos absolutos se iban desmoronando entre sus manos, tuvo precision de adoptar una combinación complicada, por la cual todas las autoridades se dirigieron á cerrar la puerta de que hubiese libertad en sus paises, é hicieron de la Europa un verdadero infierno. Este principio de intervencion se ha renovado por causa de la revolucion de España; pero dado caso que este supuesto derecho fuese en cierto modo digno de reconocerse, ¿se halla nuestra nacion en el mismo caso que la Francia, cuando sufria los efectos de su revolucion? No, señores, de ninguna ma

nera. »

<Abandonado este pueblo de sus reyes; cautivos estos por una perfidia de que no hay ejemplo, y á la que cooperaron las tres potencias que mas claman ahora contra nuestras insti. tuciones; abandonado este pueblo, y fluctuando entre los diversos gobiernos que por no tener legitimidad, carecian de la solidez necesaria para sostenerse, fué á buscar en los eternos principios de la justicia, y en las antiguas leyes de la monarquía española, las bases sólidas de un gobierno fijo y estable, capaz de asegurar su felicidad; entonces fué cuando se hizo esta inmortal Constitucion, cuya perfeccion ó imperfeccion no podemos ni debemos discutir, porque es para nosotros un objeto sagrado; pero que encierra en si todos los medios de remediar sus defectos, si alguno tuviese; y si alguno dudase de este principio, no tiene mas que leer ese axioma que en los pueblos libres está siempre al frente del trono de los reyes: á saber: la soberanía reside esencialmente en la nacion (vivas y repetidos aplausos con vehemencia). »

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¿Y cuál fué entonces la opinion que de nuestra ley fundamental formaron los monarcas de Europa? Ninguna al principio, porque no vieron en ella mas que la obra de los que para ellos no tenian otro dictado que el de insurgentes. Pero llegó despues una época en que fué preciso resistir al poder de Napoleon, y entonces no solo la reconoció por un tratado espreso la Rusia elogiándola, sino que siguió su ejemplo là Suecia; y por último la Prusia, sierva entonces y sierva ahora, unió sus votos con los de estas dos potencias. »

«Penetran los ejércitos españoles en Francia; penetran tambien los de los aliados; hacen la guerra favorable al poder de los reyes: cae el trono de Napoleon, y al mismo tiempo entra en España el Rey Fernando. Doloroso es, señor, que cuando estos dias estaban consagrados al olvido de lo pasado, vengan estos monarcas imprudentes á renovar nuestras llagas, y la memoria de los sufrimientos del año 14. »

«Pretenden esos monarcas fundar sus gobiernos en la tiranía y opresion de los pueblos; pero estos están autorizados para recobrar su libertad. No me detendré en hacer reflexiones sobre la conducta de estas mismas potencias que reconocieron antes el gobierno español en 1812, y que despues le injurian y vilipendian. >

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«Pretenden que las doctrinas nuestras, que llaman ellos subversivas, pueden contagiar á otros paises; pero realmente no es esta la causa para entrometerse y mezclarse en los negocios de la nacion española. ¿Esperan por ventura que nos olvidemos del interés que tienen en estender sus reinos á costa de las naciones circunvecinas? Yo contestaria á las imputaciones que se hacen ahora á la nacion española, y contestaria á la nota del gabinete de Prusia, que habia prometido dar una Constitucion á sus Estados, cuya promesa no habia cum plido. Diria al de Austria, que S. M. I. habia dado su hija á un aventurero á pesar de tener otra legítima esposa, por sus intereses particulares; y en fin, al de Francia diria, que habia entronizado su gobierno actual á costa de la fuerza, y no como quiera, sino estranjera (repetidos aplausos en el Congreso y galerías). ›

Hé aquí, señores, cómo responderia á esas notas llenas de hechos tan falsos como calumniosos. Este debia ser nuestro lenguaje, por el sagrado ministerio de que en este momento estamos revestidos momento á la verdad de crisis, pero de una gloria inmarcesible: si; estamos prontos á sacrificarnos por el bien de la patria que nuestros comitentes nos han encargado. Deseamos la paz; mas si bien es verdad que nuestras fuerzas no son tan considerables como las de estas potencias, tenemos una ventaja sobre ellas, á saber: que nuestra nacion sabe sufrir y pelear por su independencia nacional; y yo aseguro á las Córtes que si se nos provocase á la guerra, se renovaria el ejemplo que dió al mundo en 1808 la nacion española, de su energía y decision. Hasta en esas abominables bandas de ilusos que tanto desean el pronunciamiento de las naciones estranjeras contra nosotros; hasta en esas, digo, encontrarian enemigos declarados. >

Si señores: todas las facciones se abrazarán para unirse contra el comun enemigo, si tiene ese comun desenlace el drama cuya primera escena ha comenzado á representarse en esas notas. Todos por la salud de la patria y por la conservacion de la libertad, los esperaremos como hijos de una nacion libre; y naciones libres habrá, que estrecharán entonces mas y mas sus relaciones con nosotros. Entonces verá la Europa entera que solo tendemos todos á la felicidad de la patria, y que nuestras leyes sábias y benéficas, y nuestra decision á morir y sacrificarnos por ellas, hace digna á la nacion, á la cual representamos, del recuerdo honroso de la posteridad. »

Así concluyó su discurso el Sr. Galiano, con repetidos aplausos de los señores diputados.

Se preguntó en seguida si estaba el punto suficientemente discutido, y aunque el Sr. Bertran de Lis hizo ver que no era justo dar fin al debate, mientras algun señor diputado desease hablar en la materia, se acordó darle fin en aquel acto. Era imposible, en efecto, dilucidar ya el asunto, de un modo mas claro y elocuente.

Aunque se decidió por unanimidad que habia lugar á votar sobre el mensage, se determinó que la aprobacion fuese no:ni

nal. Tuvieron en ella parte todos los diputados presentes hasta el número de 145, cuyos nombres siguen. Zulueta, Grases, Valdés (D. Dionisio), Seoane, Surrá, Valdés (D. Cayetano), Argüelles, Gil de la Cuadra, Alvear, Alava, Taboada, Nuñez, Falcon, Ferrer (D. Antonio), Apoytia, Buruaga, Domenech, Muro, Lillo, Murfi, Infante, Llorente, Somoza, Rojo, Valdés Bustos, Alvarez (D. Elías), Roset, Torre, Trujillo, Alcántara, Melo, Vargas, Herrera, Canga, Gil Orduña, Riego, Rico, Posada, Adanero, Sierra, Belmonte, Bayges, Prat, Moreno, Villanueva, Ferrer (D. Joaquin), Someron, Garmendia, Villaboa, Sanchez, Lodares, Blake, Torner, Rubinat, Lamas, Alcalde, Septien, Navarro Tejeyro, Montesinos, Busaña, Silva, Arias, Vizmanos, Neyra, Bertran de Lis, Pumarejo, Reyllo, Casas, Martí, Rey, Benito, Belda, Sarabia, Enrique, Gonzalez Ron, Fernandez, Cid, Pedralvez, Ruiz del Rio, Gonzalez (D. Manuel), Manso, Cortés, Soria, Garoz, Gomez (D. Manuel), Sotos, Rodriguez Paterna, Buey, Alvarez Gutierrez, Tomás, Cuevas, Bauzá, Gonzalez Alonso, Serrano, Alava, Adan, Ladron de Guevara, Marchamalo, Prado, Escudero, Jaimes, Eulate, Munarriz, Vega Infanzon, Santos Suarez, Varela, Jener, Lopez Cuevas, Gisbert, Salvá, Oliver, Ruiz de la Vega, Salvato, Alix, Galiano, Saavedra, Abreu, Atienza, Romero, Latre, Jimenez, Alfonso, Nuñez, Santa Fé, Lagasca, Lopez del Baño, Pacheco, Gonzalez Aguirre, Sangenís, Lasala, Quiñones, Escovedo, Luque Ayllon, Sequera, Meca, Velasco, Sedeño, Villavieja, Fuente del Rio, Castejon, Falcó, Diez, Melendez, Flores Calderon, Gomez Becerra, y Sr. Presidente (Isturiz).

En seguida se nombró la comision que debia poner en manos del Rey este mensage, á cuya cabeza figuraba el nombre de Riego; y entre los demas individuos los de Alava, Salvato, Argüelles, Galiano, Saavedra, Valdés (D. Cayetano), Flores Calderon, Ruiz de la Vega, Infante, Gomez Becerra, etc.

Tambien determinaron las Córtes á proposicion de algunos diputados, que á fin de que aquella memorable é interesantísima discusion, llegase con la mayor rapidez á noticia de todos los

TOMO III.

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