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cidad que refluyera en su descrédito (1). De allí á una hora se presentó el gobernador de la plaza en el mismo principal, acompañado de muy pocos, y fué recibido con toda las muestras de respeto. En cuanto á la entrega y rendicion que asimismo propuso, hubiese sido esto, en la altura á que habian llegado las cosas, hasta un acto de demencia por parte de Cardero.

Impasible y silencioso se mantenia este con sus tropas; en actitud de defensa, mas sin propasarse á hostilidad alguna. Sin duda aguardaba por instantes el que le trajese la noticia de que se habian movido y declarado como él los muchísimos comprometidos, mas ninguno se dió por advertido. Era él solo el que se habia mostrado fiel á su palabra. ¿Quién ignora los azares á que estan espuestas esta clase de combinaciones? Del calor y entusiasmo con que se delibera en reuniones secretas, al valor sereno con que se da cumplimiento á las palabras, es enorme la distancia. Bien á sus espensas lo conoció Cardero; mas aunque en su corazon no debió de morir nunca la esperanza de que seria auxiliado por los suyos, se mantuvo tranquilo, con resolucion de arrostrar todas las consecuencias de aquel lance tan com. prometido.

Principal por la

Mientras tanto pusieron en movimiento las autoridades militares sus medios de accion para reducir á los amotinados. Los ministros se reunieron. A la cabeza de una columna con artillería, tomó el de la Guerra la direccion del calle Mayor; otras columnas bajaron por las de la Montera, Alcalá, Carrera de San Gerónimo y Carretas. Una guardia avanzada que tenia Cardero situada junto á San Felipe el Real, se batió con las guerrillas de la primera; mas supeditados por el número tuvo que replegarse al cuerpo principal, distribuido ya militarmente por todo el edificio.

Por espacio de una hora se oyeron algunas descargas, y

(1) Cuando lleguemos á los debates á que dió lugar este suceso, se verá que todas las probabilidades estaban, per que no habia salido el tiro de las filas de Cardero.

TOMO III.

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no cesó poco ó mucho el estampido de la fusilería. Se defendian los de Cardero con animosidad, haciendo fuego desde las ventanas. No fué de ninguna de ambas partes mortifero el conflicto. Uno ó dos muertos y algunos heridos tuvieron las tropas del gobierno. No sabemos la pérdida de los de Cardero. El fuego se suspendió, sin que el público supiese los motivos. Se estaba sin duda en negociaciones sobre la rendicion de los amotinados: mas el gefe no dió oidos á cuantas proposiciones, con este motivo se le hicieron.

En vista de tal negativa, no quedaban mas que dos recursos: ó batir de una vez el edificio con artillería (los fusiles eran inútiles), ó bloquearle enteramente, para privar de todo recurso á los sitiados. Lo primero parecia violento, y lo era sin disputa. Era visible la poca energía con que las tropas, y sobre todo la milicia urbana, los hostilizaban. Si los comprometidos no habian tenido valor para segundar su movimiento, debian de mirarle al menos con cierta simpatía. Un acto tan sério como batir un edificio en medio de la poblacion, podia aplicar la mecha á una mina que estaba muy cargada, y el gobierno lo sabia perfectamente. En cuanto al bloqueo, la tropa se habia provisto de algun pan al tomar posesion del edificio; varios amigos oficiosos, no habian dejado de introducir por las ventanas provisiones y hasta cigarros. Era probable que en todo aquel dia no podian ser rendidos por el hambre.

Si Cardero habia conservado la esperanza de que se declarasen sus asociados, debió de perderla enteramente ya al pasar el medio dia. Se hallaba completamente solo y aislado, y el combate podia renovarse á cada instante. No mostró, sin embargo, vacilacion en sus resoluciones, y á las consecuencias se resignó tranquilo. Si esta conducta no puede menos que atraer admiracion, ¿qué se dirá de aquellos quinientos ó seiscientos, hombres que en aquella situacion angustiosa y apurada, viéndose perdidos, sin comprender siquiera la cuestion politica de que se trataba, se mantienen animosos sin faltar á la subordinacion y disciplina, á un subalterno, ayudado de otro solo oficial, á saber, el abanderado Rueda único del regimiento que se habia encerrado en el

edificio con Cardero? Basta este solo rasgo para dar una idea del mérito militar de los oficiales y la tropa. Debemos añadir que en cerca de diez horas que permanecieron en la Casa de Correos, no tocaron ni un papel, ni una moneda; que respetaron á las gentes que la habitaban sin cometer desman alguno, y permitieron á todos la salida. Referimos simplemente un hecho militar, prescindiendo de otras consideraciones.

Las horas se pasaban. ¿Cuál va á ser el desenlace de este drama, se preguntaba el público ? De renovar el combate no habia trazas; todo daba á entender que se terminaria por negociaciones. En medio de aquella situacion tan crítica, no daban muestras los de la Casa Correos de arredrarse. A cuantas proposiciones se hicieron á Cardero, respondió con firmeza que no admitia mas condicion que la de salir del edificio con su tropa formada, batiendo marcha, fusil al hombro y bayoneta armada. En vista de su resolucion que parecia irrevocable, se decidieron en fin los ministros á ceder, conformándose con las circunstancias. A eso de las tres y media de la tarde vió con asombro la muchedumbre que rodeaba la Casa de Correos salir á los sitiados, en los términos ya dichos, mandados por su mismo comandante acompañado del general Solá, que representaba al gobierno como garantía de la especic de capitulacion que se habia concertado entre ambas partes. Atravesó la column a la Puerta del Sol, y por las calles de la Montera y Fuencarral se encaminó á la puerta de Bilbao, donde se le reunieron los oficiales y tropa que habia quedado en el cuartel, y de allí tomó la direccion á Búrgos que era por entonces su destino. Salieron asi Cardero y los suyos con todos los honores de la guerra, triunfo de un género nuevo, de que en tantos conflictos y agitaciones pasadas no teníamos modelo. Fué Cardero separado de su cuerpo despues de haber llegado á Búrgos, y destinado á las Baleares: el regimiento marchó á las provincias á verter su sangre con toda lealtad y honor por las libertades del pais, y el trono de su Reina.

Se censuró mucho entonces la debilidad del gobierno por los hombres que profesan la doctrina, de que los gobiernos no

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deben ceder nunca. Los gobiernos han cedido, ceden y cederán siempre, delante de toda tempestad que no puedan conjurar de frente. Se presentaba aquella situacion sumamente embarazosa é inminente un conflicto, tal vez mas sério que el de la Casa de Correos. No podia ignorar el gobierno que el terreno estaba minado, y que habia muchos partícipes de los planes de Cardero. Ya que no habian tenido todavia la resolucion de declararse, nada le importaba tanto como deshacerse de aquel batallon antes que llegase la noche, y volviese el valor á los que le habian perdido. No habiendo podido desarmarle, apelaron al recurso de hacerle salir de la capital, y desembarazarla de este núcleo de alzamiento. Otra resolucion hubiese sido mas grande, mas heróica, pero no era fácil calcular las posibles consecuencias.

Ocupó este asunto á entrambos Estamentos, sobre todo el de Procuradores. Cualquiera que conozca la índole de estas asambleas, comprenderá fácilmente que fue una especie de triunfo para la oposicion, tan pronta siempre á zaherir, á inculpar al ministerio. Al dia siguiente, es decir, en la sesion del 19, le interpelaron los Próceres sobre las pocas precauciones que habian tomado para impedir los escandalosos sucesos de la víspera. Se defendió el ministerio como pudo, haciendo ver que no basta á veces la prudencia humana en lances de esta especie, y que desde que llegó á su noticia lo que se tramaba, habian adoptado cuantas medidas estaban á su alcance. La ocupacion de la Casa de Correos no podian en efecto preverla, ni del modo con que se llevó á efecto, embarazarla. «El fúnebre manto de la muerte, dijo el ministro del Interior, cubre los datos que podian ilustrarnos sobre las disposiciones que pensaba adoptar el capitan general, hallándose como se hallaba instruido con la necesaria anticipacion de los proyectos de los conjurados. Las medidas que ha adoptado este desgraciado jefe, si hemos de juzgar por los resultados, han sido calculadas mas sobre su valor individual, que sobre la prudente precaucion que exigian las circunstancias. Esto confirma la idea que hemos enunciado, de que el capitan general provocó con su conducta poco meditada, una catástrofe tan lamentable.

La sesion terminó con la adopcion de la proposicion siguiente: No creyendo posible terminar esta discusion sin la presencia de todo el ministerio, propongo (era el marqués de Espeja el que la hacia), que el Estamento manifieste al gobierno de S. M. su deseo de que concurra todo él á ilustrarle para terminarla..

En el Estamento de Procuradores promovió el mismo lance debates de otro género. Se habló de los acontecimientos de la víspera, reprobándolos por una parte, y examinando por otra las causas que pudieron haberlos motivado. Se pas revista en cierto modo á la mayor parte de los actos del gobierno, á las disposiciones del ministro de la Guerra, á la situacion de la que se hacia en Navarra y las provincias Vascongadas, á los rumores que corrian de transacciones, etc. Las respuestas fueron vagas y reducidas á generalidades, como lo eran las acusaciones. Sobre el asesinato del capitan general, dijo el ministro de la Guer ra: «Aquel malogrado general ha espiado con su sangre y con su vida su confianza. Son españoles, dijo; me voy solo á ¦ellos. el Debo decir sobre este particular, que la tropa me protesta, regimiento todo me asegura, que es el mayor sentimiento que ha tenido ver la muerte de su capitan general, y que si 'supiesen que un individuo de él habia hecho fuego, ellos mismos le pasarian por las armas; que no pueden dar razon de cómo fue el suceso; pero que no fueron militares los que asesinaron al general Canterac. El hecho es que la subordinacion de este cuerpo (no puedo menos de repetirlo), en el momento en que estamos, y con referencia á avisos del mismo general que los conduce es completa, y que va en el pic mas brillante. Por mi parte estoy tan persuadido de ello, que no tendria reparo en ponerme á la cabeza de este cuerpo y atacar con él á nuestros comunes enemigos. Sin embargo, el gobierno tiene deberes muy graves que cumplir para evitar el escándalo, evitar que se repita y dar satisfaccion al mismo ejército, á fin de conservar esa disciplina que tiene y hace su gloria.»

La discusion fue larguísima: no se terminó hasta el dia 23, es decir, que ocupó cinco sesiones. Es imposible analizarla y

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