Imágenes de páginas
PDF
EPUB

me habia abstenido de tomar contra ellos medidas rigorosas..... Pero viendo que mi silencio pudiera achacarse ya á débil condescendencia, escitado mi 1eal ánimo por lo mas selecto de la poblacion del reino, movido tambien en secreto por muchos de os mismos que el sobrecogimiento y amenazas de muerte han envuelto y comprometido en la estraviada causa de los revoltosos, y advertida no menos del espanto que tamaños desórdenes y desacatos han infundido en nuestros mas fieles y poderosos aliados, he resuelto romper, en fin, aquel silencio, reprobar altamente la desobediencia, los descarrios y los torpes y abominables hechos de algunos individuos, y señalar de nuevo á la nacion el camino que muy desde los principios he trazado á la marcha de mi gobierno, y del que en manera alguna me desviaré, como el medio mas adecuado de llegar al término de asegurar la felicidad de España, conciliando los intereses y derechos del trono con los de la nacion......... Cualquiera otro conduciria á una infalible ruina, pudiendo comprometer hasta la independencia misma de la nacion. Por tanto, he dispuesto que mis ministros, no apartándose de esta senda, repriman vigorosamente al que se quiera alejar de ella, adoptando providencias que al paso que anuncien olvido y reconciliacion para aquellos que no siendo incendiarios y asesinos se sometan en breve tiempo á mi gobierno, indiquen tambien y manden aplicar castigos prontos y severos á los que insistan en sus estraviados y criminales intentos; resuelta yo á no perdonar medio para alcanzar el fin importante y sagrado de restituir la tranquilidad al reino. Los hombres buenos y por tanto la mayoría inmensa de la nacion, auxiliarán al gobierno en esta obra de órden y aun de civilizacion, seguros del triunfo, debiendo no olvidar que en ello les va la conservacion de sus mas caros y propios intereses y la del honor y gloria de la patria, fiando yo, mas que en todo, cono reina y como madre, en los nobles y leales sentimientos de sus pechos generosos.-Yo la Reina Gobernadora.-San Ildefonso 2 de setiembre de 1835.»

Por el decreto que seguia, se declaraban las juntas ilegales, usurpadoras de la autoridad real, y atentatorias á las leyes fun

damentales de la monarquía. Quedaban disueltas desde la promulgacion de aquel decreto, y sujetas á las penas contra la rebelion, las que no obedeciesen en el acto. Se prohibia la obedienciencia á las órdenes de dichas juntas para imponer contribuciones, sin tener derecho los que las pagasen á que se las tomasen en cuenta de las que debiesen al Estado. Quedaban privados de sus empleos, honores y consideraciones, los que no obedeciesen este decreto; encargando á las autoridades hiciesen en sus distritos respectivos las declaraciones consiguientes y procediesen á lo que hubiese lugar, con arreglo á las instrucciones que se les comunicasen, para la mas puntual observancia de aquella real resolucion.»

Prescindiendo del acto de desobediencia en que habian incurrido las provincias y las juntas, no hay duda que el cuadro que los ministros habian puesto en el manifiesto de la Reina Gobernadora era escesiva y hasta enormemente exagerado. Cualquiera al leerle se imaginaria que los hombres pronunciados no habian pensado mas que en robar, matar, incendiar templos y conventos, asesinar á los venerables sacerdotes, etc. No se habia presentado con tales caracteres ningun movimiento de esta clase en nuestra España; no los tenia seguramente aquel, ni ningun otro de los ocurridos en tiempos posteriores. De algunos escesos y desórdenes, ¿cuál de ellos se vió exento? Manchadas estan con ellos no pocas páginas de la historia de la guerra de la independencia. En las juntas habia muchas personas respetables: con ellas habian tomado parte patriotas puros, militares de gran mérito, probados en la carrera del honor, y que no podian menos de abrigar los mas leales sentimientos. ¿Quién ignora lo que son revoluciones, y que en estas pugnas y conflictos cada una se forma una opinion, y ve una virtud en lo que otro considera como crímen? Las dos Reinas, reinante y gobernadora inspiraban á todos simpatías, y en atentar á su trono ninguno podia pensar, como efectivamente no pensó ninguno. Los tiros iban todos contra los que gobernaban, sobre todo contra el que estaba á su cabeza. Quizá hubiese sido muy conveniente que el Conde de Toreno se hubiese retirado de la escena pública, cuando

su compañero el Sr. Martinez de la Rosa; mas se fió sobrado en sus fuerzas para asir el timon de la nave del Estado, en mar tan borrascoso. Su nombre fue impopular desde su entrada en los negocios. Recordaban todos que el Conde de Toreno habia sido. unc de los mas hábiles y mas ardientes adalides de los principios liberales en una época de prueba, y debido su gran reputacion á dicha circunstancia. Verdad es que en la de los tres años, se habia moderado mucho; mas la Constitucion de Cádiz habia sido siempre su divisa. Entre este código y el Estatuto Real, mediaba una enorme diferencia; y no era lo mismo aceptarle como un hecho, que mostrarse su ardiente campeon, como no podian menos de serlo los ministros. Es muy difícil que un mismo hombre figure con igual felicidad en dos cosas de especic muy diversa; y si las conversiones sinceras son posibles, no cree en ellas el público muy facilmente.

De todos modos, el decreto de 2 de setiembre no produjo el efecto que sus autores esperaban. Las juntas no daban muestras de disolverse ni arredrarse: los armamentos iban en aumento. Los generales que estaban á la cabeza de las tropas del gobierno, adver tian en ellas síntomas de inclinacion hacia los insurreccionados, y no se atrevían á obrar en consecuencia. Algunos desertaban de sus filas para pasarse á las contrarias. En realidad no tenia fuerza el gobierno de reprimir el alzamiento, cuyo fin no podia ser obra mas que de la conviccion y de la confianza que inspirasen los que manejaban las riendas del Estado. Felizmente se presentó entonces en la escena pública un hombre muy conocido en la segunda época constitucional, que habia figurado mucho en la restauracion de doña María de la Gloria; mas que era nuevo, y fue esto un bien, en la dominacion del Estatuto.

Don Juan Alvarez y Mendizabal, pues el lector ha visto que aludimos á este personage, habia sido nombrado ministro de Hacienda el 13 de junio de aquel año, como ya hemos dihco; Mas establecido en Londres á la cabeza de una gran casa de comercio, y ocupado ademas por órden del gobierno en organizar una legion inglesa que habia de venir á España, al sueldo de su.. Reina, tardó en efectuar su viaje mes y medio. No sabiendo 55

TOMO III.

por

[ocr errors]

otra parte bien à fondo el estado de los negocios públicos de España, debia de tomar tiempo para ver si las circunstancias eran á propósito para desempeñar su nuevo cargo. Sin aceptarlo pu es definitivamente, se movió de Inglaterra, y tomando la direccion de Paris para conocer el estado de cosas de Francia, se embarcó en Burdeos para Lisboa con el objeto de verse alli con sus muchos conocidos, hombres todos relacionados con las cosas públicas. En los primeros dias de setiembre entró en España por Estremadura, cuando se hallaba en todo su calor la insurreccion de las provincias. El dia 5 de setiembre, muy cerca á Madrid, leyó el decreto del 2 de setiembre que le hizo ver lo crítico de los negocios. A su presentacion á la Reina Gobernadora, inmediatamente que llegó á la capital, manifestó que no podia encargarse del ministerio hasta que se decidiese el sistema que se habia de seguir, en vista de las circunstancias críticas en que el pais se hallaba.

El 14 de setiembre se celebró con este objeto un consejo de ministros, en que hubo diversidad de pareceres. El ministro del Interior (D. Manuel Riva Herrera), se declaró por la política de resistencia y represalias. El conde de Toreno, que comprendia mejor el estado de las cosas, sostuvo que las circunstancias del pais exigian que el poder pasase á otras manos, que salvasen las instituciones y el órden, reconciliando los ánimos divididos.

Animado de estas ideas tuvo una conferencía el conde de Toreno con D. Juan Alvarez y Mendizabal, á quien informó por estenso de la situacion del pais; manifestándole en seguida, que si se hallaba con fuerzas bastantes para devolver al trono el prestigio perdido, el sosiego á los ánimos y la paz al pais, tendria él la honra de aconsejar á la Reina que le confiase el gobierno del Estado. Contestó Mendizabal, que se creia capaz de apagar el encono de los partidos, en que estaba dividida la familia liberal; que tenderia sobre lo pasado el velo del olvi do, que respetaria en sus destinos siempre que ofreciesen servirlos con lealtad á las principales autoridades civiles, políticas y militares; que haria respetar el Estatuto, ley fundamental del Estado, sometiéndolo á una revision legal; que los Estamentos

condenados por las provincias serian convocados, para que en ningun caso se digese que las nuevas Córtes eran el producto de una coaccion revolucionaria, y que repararia los agravios causa dos, particularmente en el personal de la administracion, por la intolerancia política. En resúmen, que su programa estaba formų. lado en estas palabras: olvido, respeto, reparacion y reforma.

Aprobó el conde de Toreno estas ideas, y á consecuencia de la entrevista, fué Mendizabal invitado á presentarse en cl Pardo, donde entonces residia la corte. La Reina Gobernadora, despues de aceptar su pensamiento de gobierno, le encargó de la formacion del ministerio (1).

Fué nombrado, en efecto, el Sr. Mendizabal presidente interino del Consejo de ministros el 14 de setiembre. Con la misma fecha hizo á S. M. la Reina Gobernadora una esposicion, que por la gran importancia que tuvo entonces, insertaremos integra. Decia asi:

Señora Doce años he vivido ausente de la patria; y en medio de tantos acontecimientos como me rodearon, no pasó un dia sin que mi memoria y mi corazon no formase un voto ardiente por la felicidad de esta misma patria.

>> Asociado á la empresa sublime de un príncipe grande é ilustrado, la causa de la humanidad entera me hacia celebrar con entusiasmo los triunfos que sentaron en el trono de Portugal á su augusta hija la Reina Fidelísima; mi alma se enagenaba de gozo al contemplar en ello, un prestigio, ó mas bien un precursor, de otra suerte no menos venturosa para mi pais.

› V. M. se dignó nombrarme para desempeñar el ministerio de Hacienda, y me impuso asi unos deberes, ya que no superio res á mi resolucion y buena voluntad, muy espinosos y graves en las circunstancias en que se halla el Estado. La inmensidad del peso hubiera podido acobardarme, si de una parte no me estimulara la gratitud á la real confianza de V. M., y de otra no

(1) Véase la carta que en 1851 circuló impresa, escrita por el Sr. Mendiza→ bal al Sr. Martinez de la Rosa, de donde están sacados estos apuntes, copiados en la mayor parte testualmente.

:

« AnteriorContinuar »