Imágenes de páginas
PDF
EPUB

taba amenazada España, tenian su origen en la conducta de un gobierno y unas Górtes obstinadas; lo que queria era alentar de nuevo al ejército de la fé; es decir, á lá parté sana de la nacion, que combatia por los derechos de su soberano, segun decian las notas: lo que queria era persuadir á los constitucionales comprometidos, que tal vez podrian conservar sus derechos y su honor sin empeñarles en una guerra contra la Europa entera, como con tanto énfasis se propalaba.

[ocr errors]

El discurso pronunciado por Luis XVIII el dia 28 de enero, con motivo de la apertura de las Cámaras francesas, si bien era esplícito y terminante, no disipó todavía las sospechas y las dudas. Todo lo he intentado, dijo el Rey, para asegurar la tran quilidad de mis pueblos, y preservar á España de las últimas desgracias. La ceguedad con que han sido desechadas las proposiciones hechas en Madrid, dejan pocas esperanzas de paz. He ordenado llamar á mi ministro: cien mil franceses mandados per un príncipe de mi familia, por aquel á quien mi corazon se complace en llamar hijo, están prontos á marchar, invocando al Dios de San Luis, para conservar el trono de España á un nieto de Enrique IV, preservar este hermoso pais de su ruina y reconciliarle con la Europa.»

¡Proposiciones! ¿Qué proposiciones se habian hecho? ¿Cuándo? ¿A qué personas? A los ministros que gobernaban á la sazón, ninguna. Nada habia dicho que tuviese el aire de proposi cion, el conde Lagarde. La guerra era ya segura. Mas ¿cómo suponer que insistiese desde su trono el Rey de Francia, hablando de proposiciones desechadas, y presentándolas como la causa de la guerra? No se podia llevar mas adelante el plan infernal, de sembrar la desconfianza y las sospechas contra los ministros y las Córtes.

[ocr errors]

He aquí la única proposicion que se hizo, ó que podia tener este carácter. Para hacerla conocer necesitamos copiar una comunicacion de Sir Wiliam A Court, ministro plenipotenciario de Inglaterra en Madrid, con fecha de 27 de enero de 1823 (1).

(1) Es el documento número 43, de los insertos en el segundo tomo de la óbra del marqués de Miraflores.

TOMO FI.

6

«El ministro francés ha recibido hoy dos oficios de Mr. de Chateaubriand por el último correo; el uno para comunicarlo al ministro español, al tiempo de recibir sus pasaportes, y el otro para leerlo á S. M. y al mismo ministro, antes de su salida.»

«El primero, que se ha comunicado ya, contiene únicamente la manifestacion del sentimiento que ha causado el que la respuesta del gobierno español haya sido tan poco satisfactoria, que no deje mas alternativa al gobierno francés que el de retirar la legacion.»

Se ve por este párrafo que el gobierno español no habia dado al francés, mas que una respuesta, á saber; la comunicada el 9 de enero. No se puede producir mayor prueba de que al primero no se le han hecho mas preguntas, es decir, dirigídose mas comunicaciones que una, la famosa nota. Continúa el despacho.

En el segundo entra en mas pormenores. En él se dice que despues de los infructuosos esfuerzos, asi por los representantes de las potencias continentales, como Sir William A'Court y Lord Fitzroy Somerset (ya hablaremos mas adelante de este personage), á fin de que el gobierno español escuchase las sugestiones de la razon, y adoptase una conducta mas moderada, no quedaba otro recurso al gobierno de S. M. Cristianísima, que el de retirar su ministro de Madrid; que este era el único remedio que habia quedado para conservar la paz; que el duque de Angulema está pronto á ponerse en la frontera á la cabeza de 100,000 hombres, y que si se permite al Rey de España, que libre de su actual cautiverio, y puesto á la cabeza de su ejército se adelante hasta las márgenes del Vidasoa á fin de tratar con el duque de Angulema, puede establecerse una paz sólida y verdadera entre ambos paises, renovándose la antigua é íntima conexion entre la Francia y la España, y poniéndose desde aquel momento á disposicion de S. M. católica las escuadras, ejércitos y recursos de la Francia, y por último, que esta no trata de dic tar á la España las precisas modificaciones que deben adoptarse en su Constitucion; pero á fin de no esponerse á que se le acuse de haber dejado sus intenciones y deseos sin esplicacion, declara

terminantemente que no renovará sus relaciones de amistad con este pais hasta que se establezca un sistema con el consentimiento y concierto del Rey, asegurando á un tiempo las libertadés de la nacion y los justos privilegios del monarca; y hasta que se decrete una amnistía en favor de todos los individuos perseguidos por delitos políticos, desde la promulgacion de la Constitucion de 1812 hasta el momento presente. »

1

Escribo esto de memoria; pero estoy muy cierto de que, aunque puede ser que no haya usado las mismas palabras, no he variado nada al sentido. Este papel se ha leido ya por el general Lagarde al Rey, y regularmente se comunicará su contenido al Sr. de San Miguel, en toda esta mañana. »

Tal es el único documento oficial en que S. M. Cristianísima manifestó al gobierno español sus intenciones; comunicacion que fue leida únicamente, á que no se pidió respuesta alguna. Era una declaracion de guerra, en la forma mas inusitada y mas odiosa.

[ocr errors]

¿Será necesario un análisis de este documento, donde la mala fé y el desprecio hacia la nacion, incluso el Rey, por cuyos derechos se mostraban tan celosos, traspiran en cada línea, en cada espresion, en cada letra? ¡Ir el Rey de España á tratar en la frontera con el duque de Angulema! ¿Significaba otra cosa este paso que volver á su carácter de absoluto ? ¡ Mostrarse la Francia quejosa de la España! ¡Hablar de reformas en la Constitucion el gabinete que se habia comprometido á hacer la guerra á todos los gobiernos representativos y á la libertad de imprenta! ¡Y se dejaba en España esta nueva tea de discordia en el mismo acto de retirarse el embajador de Francia, cuando el Rey Cristianísimo iba á anunciar solemnemente la entrada de cien mil franceses en España!

Sentimos tener que insistir en verdades tan claras y axiomá ticas. Todavia á pesar de datos tan irrefragables, de hechos tan esplicativos y tan manifiestos, habià ilusos que creian en avenencias, y mal intencionados que fingian creer en ellas, como arma de partido contra los que entonces gobernaban. Todavia al cabo de tantos años, los dos autores ya citados, que sabian lo

1

ocurrido en Verona, lo que deseaban verdaderamente aquellos soberanos, se desatan en denuestos contra el gobierno español porque se resistia á hacer concesiones que no pedian, ni necesitaban, no siendo la única, de que el gobierno, las Córtes y el partido liberal, implorasen la gracia del monarca (1). Tal los cegaba entonces, y probablemente los cegó despues, el despecho de no lograr su carta á la francesa. La carta francesa era una solemne quimera. Era un caso de honra y de salvacion al mismo tiempo. Habia llegado el de defender con las armas en la mano la Constitucion, ó el derecho de tener una Constitucion si no se queria volver á los hierros del antiguo absolutismo. ¿No teniamos fuerzas para defendernos? Aun en este caso las Córtes y el gobierno, no hicieron mas que aplazar por algunos meses la catástrofe espantosa que era inevitable en España, á la caida de las instituciones liberales.

Tres ó cuatro dias antes de la salida del embajador francés, se presentó en Madrid Lord Fitzroy Somerset, el mismo á quien aludia el vizconde de Chateaubriand en su último despacho¿Cuál era su mision cerca del gobierno español? Ninguna de oficio. Se decia á Sir William A' Court, que pudiendo ser de mucha utilidad para él, tener á su lado alguna persona de la entera confianza del duque de Willington, y á propósito para tratar en nombre de S. E. con varios individuos á quienes habia conocido personalmente, y que en el dia formaban parte del gobierno español, ó la tenian en sus consejos, habia convenido Lord Fitzroy

(1)«A la Inglaterra, sin embargo, se le ve continuar en Verona sus esfuerzos para evitar la guerra, y aun ofrecer á la Francia su mediacion entre las dos potencias. Pero la guerra estaba decidida, y la Francia no admitió la mediacion de la Inglaterra. El gobierno francés deseoso de hacer el último ensayo de su consolidacion, tenia que probar, si podia contar con un ejército activo que no babia tenido ocasion ó no habia osado formar desde la restauracion, y ningun ensayo mejor y menos aventurado, que el que podia hacerse contra una nacion dividida, y sumergida en todos los horrores de una átroz discordia (el marqués de Miraflores, página 170).» Así este escritor, convencido como estaba de que la guerra estaba ya decidida, de que el gobierno francés necesitaba hacer un alarde de su ejército, de que se habia comprometido á destruir todo gobierno representativo, se olvida de lo mismo que dice, para tener el gusto de montar á menudo en su favorito eaballo de bataila de las concesiones.

Somerset en emprender su viage à Madrid, á fin de dar á V. S. este ausilio (1).

Sir William A' Court no necesitaba sin duda de ausiliadores. Todo lo que podia hacer un diplomático, hábil y sagaz como él era, en aquella cuestion, se habia ya puesto en juego. Mas el asunto estaba completamente concluido. Todo estaba dicho de una y otra parte. N

La Inglaterra, que no habia querido tomar parte en la cruzada de Verona, ni tampoco oponerse abiertamente á ella, habia tratado de impedirla ó neutralizarla por medios indirectos. Con este objeto ofreció por dos veces su mediacion al gabinete de las Tullerías; mas en ambas fué rehusada en términos corteses. Probablemente ignoraba el tratado secreto, ya mencionado en va, rias ocasiones (2).

Que el gabinete inglés reprobaba las comunicaciones de la Santa Alianza y las medidas hostiles que envolvian, consta de varias notas y documentos de la época. En el discurso del Rey á la apertura del Parlamento, acaecida pocos dias despues de la de las Cámaras francesas, se leen estas palabras. «Fiel á los principios que S. M. ha proclamado á la faz del mundo entero, como regla de su conducta, S, M. se ha opuesto á tomar parte en Verona en cualquiera medida que pudiera considerarse como una intervencion en los asuntos interiores de España por parte de las potencias estranjeras, y desde entonces S. M. ha empleado y continúa empleando sus esfuerzos, los mas ejecutivos, como tambien sus buenos oficios para calmar la irritacion que por des gracia existe entre los gobiernos francés y español. »

(1) Véase el número 20 de los documentos insertados en la obra del marqués de Miraflores, tomo II.

(2) Negada la Francia á admitir la mediacion de Inglaterra que Lord Welington le propuso, no se le ocurrió pedirla al ministro San Miguel, quien solo reclamó, aunque tarde, sus buenos oficios.» (Marqués de Miraflores, página 182). Estrañas frases usa á veces el Sr. Marqués. ¿Cómo pudo saber lo que ocurrió ó no ocurrió al gobierno en aquellas circunstancias? Lo que no podia ocurrir á un hombre de mediano juicio, era suponer que una mediacion negada á fuglaterra por Francia, seria concedida por solicitarla el gobierno español, á quien despreciabar, con quien no querian tratar los soberanos de la Santa Alianza.

« AnteriorContinuar »