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sesion del 30 de noviembre á causa de acontecimientos desastrosos en que no se quiso entrar, reconocimos que el estado de la patria era crítico, y que urgia dar un voto de confianza para animar á un gobierno que se estaba debilitando despues de una tormenta desecha. Yo sé que el Estamento debe tener esto presente; pero nada se pierde con renovar las impresiones. . . .

»Se dirá, señores, que los términos no eran tan esplícitos, que las espresiones eran vagas é indeterminadas. ¿Qué estraño es que en 30 de noviembre se creyera una cosa, y despues cuando se ha especificado esta, se vea que es muy distinta? Me parece que es todo lo que se puede esforzar este argumento, pues á esto y no mas viene á reducirse la diferencia de treinta dias.

Es preciso que yo vuelva á recordar al Estamento los elementos que entraron á formar el juicio del dia 30 de noviembre, en que los debates le arrancaron este voto de confianza. ¿Y cuáles fueron? No solo las reputaciones personales de los señores ministros; porque ya hemos visto dentro y fuera de España, que estas no sirven, si no van acompañadas de alguna cosa mas, que de meras reputaciones. Pasan estas, como la belleza de las mugeres, la frescura de la rosa, la brillantez y lozanía en todas las flores. Por mas que sean en su vida privada sus personales circunstancias, tan laudables como se quiera, de nada pueden servir por sí solas, en las crísis políticas. Con el programa de setiembre, se calmó una tempestad que corriamos desecha, sea su causa ú orígen el que quiera; sucesos humanos, que no es dado precaver fácilmente; y lo digo cara á cara, pues en igualdad de circunstancias hubieran tal vez ocurrido de la misma manera, aunque los hombres no la hubiesen provocado. »

» Condicion humana. Si los hombres fueran perfectos, no necesitamos gobierno representativo, ni absoluto, ni ninguno. El no gobierno seria lo mejor que nos conviniese. Tan lejos estoy yo de hacer cargos ni reconvenciones amargas; no señor; y mucho mas, cuando la probidad, la rectitud y demas circunstancias apreciables de las personas que fueron predecesores de los actuales ministros, son superiores á la calumnia y á las maliguas interpre

taciones: la posteridad incorruptible y severa haciéndoles justicia, los vengará como ha vengado á otros. . . . .

Pasando á las leyes que habian presentado los ministros, dijo: yo no concibo; es una idca peregrina para mí; enteramente nueva, que haya un gobierno tan infatuado, que existiendo un Congreso en el ejercicio de sus funciones, que muy en breve las debe legar á otro que le ha de sustituir, de naturaleza menos flexible, venga á presentarle tres leyes para que sean solo un juguete pueril, para que se coloquen en un gabinete ó en un archivo por mera curiosidad.»

» El mérito, señor, que tienen estas leyes, consiste en que el gobierno dice que quiere libertad de imprenta, y tal vez con este motivo algunos disputarán el carácter de hombres de Estado á los que le componen hoy, pues segun sus doctrinas, aquellos no dan armas contra sí mismos; pero cuando la opinion pública es mas fuerte que los hombres de Estado, no hay mas remedio que ceder ó sucumbir. La opinion podrá estar estraviada; pero no puede gobernarse ya en España, como se consigue hacerlo en los estados de Alemania. Es, pues, esta ley, uno de los títulos que tienen á la confianza del Estamento los actuales ministros desde el 30 de noviembre. Lo mismo digo de la ley electoral. Los elementos con que pudiera contar hoy el gobierno para ser sostenido en el Estamento, tal vez no los tendrá en la nueva legislatura. Vendrán jóvenes con toda la lozanía de la edad, nuevas opiniones, nuevas doctrinas, nueva manera de ver las cosas públicas, diferente de la nuestra; y yo aseguro al gobierno, que si para mí ha dado una prueba sincera, verdaderamente cordial, de que desea el bien de su patria, es el haber arrostrado el peligro de ponerse frente á frente de una asamblea, de carácter probablemente muy distinto del que tiene este Estamento. »

Lo mismo digo de la ley de responsabilidad. Nadie está mas convencido que yo, de que la responsabilidad de los ministros, considerada legalmente, si no aérea del todo, es casi nula. Pero señores, las leyes positivas con respecto á los magistrados y hombres públicos de todos los gobiernos, si se hubiera de juzgar

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de la bondad de ellas por los efectos que producen en su ejecucion, diriamos que eran inútiles. No señor, su existencia basta, y la fuerza moral que tienen en el nombre. ¿Cuántos magistrados vemos en el pais mas célebre por su obedicacia á las leyes, cual es la Inglaterra, que hayan sido juzgados por prevaricadores? Rarísimos; y ¿por qué? no porque no existan las leyes, si no porque los hombres públicos tienen buen cuidado en precaverse, porque estas leyes dadas ad terrorem, sirven de freno.....

Tenemos, pues, señores, que el gobierno, despues de haber reconciliado las provincias y levantado cien mil hombres, ha presentado todavía tres leyes, y yo deseo que se me diga, cuantos ejemplares hay de estos en los gobiernos que se llaman representativos. Con semejantes elementos de confianza en el actual ministerio, ninguna dificultad debemos tener en aprobar el voto, puesto que no es mas que realizar la promesa que le hicimos; pues si es verdad que existe una incógnita, si hay ese misterio inesplicable que se quiere suponer, que nadie ha podido esplicar, ¿qué lograriamos si este se revelase? Perdónenme los señores de la comision, pues yo en su lugar hubiese andado mas circunspecto. El haber dado á entender que estaban en el secreto del gobierno, han puesto armas contra su dictámen en la de sus adversarios. Yo nunca crei que lo estuviese, y solo entendí que las esplicaciones del ministro aludian á las variaciones del proyecto de la comision, refundiendo el decreto del gobierno. El Sr. Ferrer en rehusarse á la revelacion, prueba que conoce el arte de administrar un Estado.»

› Pues que, si nos despejasen la incógnita, si nos presentasen la operacion, sea cual fuere, reducida á una fórmula aritmética, ¿tendríamos que dar un voto de confianza? No señores: seria entonces un acto de justicia, acto á que ninguno siquiera de los cuatro que se han abstenido de votar podria resistirse, sin comprometer su reputacion ó su conciencia. La gracia está en no saberlo, porque para lo demas no necesitaba el gobierno un voto de confianza..

Pasó en seguida el orador á un exámen detenido de los tres artículos del dictámen, y como en la discusion se habian mezcla

do otras cuestiones incidentales, entre ellas el convenio de Lord Elliot, concluyó con este asunto su discurso. No podemos menos de copiar algunas de sus razones profundas y elocuentes, fiel espresion de sus sentimientos y recuerdos.

He oido, dijo, de la boca de un ilustre orador eminente, no solo por lo espléndido de su elocuencia, sino mucho mas por las virtudes que le honran, esplicaciones sumamente satisfactorias; pero al mismo tiempo permitirá S. S. que yo añada algunas otras, tanto mas, cuanto no necesito que para mí se suspenda por ahora la observacion del reglamento. S. S. hizo bien en manifestar el patriotismo que le guió en el asunto del convenio Elliot; pero S. S. no habrá olvidado que precisamente en aquella ocasion, personas en este Estamento, sin haber entrado en el exámen de semejante asunto detenidamente, porque no era tiempo oportuno, creian que era su deber pedir que se presentase aquel convenio..... Yo fuí uno de ellos, no porque desaprobase el objeto de aquella transaccion llena de humanidad, sino por el modo con que se hizo. . .

Yo no soy sanguinario, ni de los que creen que sea la sangre la que purifique y fecunde la libertad. No fué mi ánimo que no se llevase á efecto el tratado, sino ver si hubiera podido conseguirse el objeto por otros medios distintos, que sin dejar de producir aquel beneficio, hubiesen puesto á cubierto la independencia, el honor y dignidad de la nacion. Pero pues ha sido asunto, no solo de censura sino de terribles inculpaciones contra nosotros, justo es que aproveche esta ocasion para vindi

carnos. »

»Asi como reconozco gran mérito en el objeto que el ministerio sc propuso, asi creo que fué una fatalidad que se dirigiese para hacerlo en aquel momento á un gobierno que era entonces enemigo de la libertad española; asi lo creo y lo sostengo, y tengo muchos motivos para decirlo. »

»Soy dueño de manifestar esta opinion; soy Procurador, y responsable quedo: no me importa. Hablo solo de hombres pú blicos, de su conducta pública y política, no de la privada. Yo fuí uno de los primeros que se alteraron al oir aquella transac

cion; si hubiese sido de general á general de las fuerzas que contendian en Navarra, lo hubiera aprobado, y tanto mejor cuanto que estos tenian mil medios de evitar la efusion de sangre, y la necesaria influencia para conseguirlo de sus respectivos subordinados. Enhorabuena que hubiesen acudido al gobierno para ratificarlo, pero no á un estranjero como mediador.»

Ya dije entonces á mi ilustre amigo el Sr. Martinez de la Rosa, que sentia el arma que se le habia puesto en las manos al pretendiente, y que mi sentimiento no era que se hubiese verificado el tratado, sino que el gobierno se hubiese dejado arrebatar la gloria de hacerlo por sí solo y atribuírsela á un emisario estranjero, apareciendo ser necesaria una mision ó cruzada estraña, para venir á predicarnos humanidad, como si no la conociésemos.»

«Yo bien sé que se deben adoptar todos los medios rectos para conseguir un buen fin; pero entre los buenos, los hay mejores.

«No titubeé en censurar los personages que intervinieron en el tratado, porque desde 1823 por la posicion política que ocupaba, tuve entonces motivo y ocasion para juzgar y apreciar lo que valen ciertos y ciertos personages europeos. No olvidaré nunca la profunda impresion que causaron en mi ánimo los males que la intervencion estranjera de aquel tiempo acarreó á mí patria, y que tambien principió embozándose con esa misma capa plausible de la humanidad.»

Personas que en 1823 allanaron el camino á los franceses. con oficiosidades semejantes, y habrá alguno de los circunstantes que me oyen que lo sepan como yo, fueron las mismas que intervinieron ahora en ese suceso de Navarra; indiscrecion insigne cuando menos. En aquella época de 1823, muchos incautos los creyeron de buena fé, porque les decian que los franceses solo venian á España para evitar la efusion de sangre, que no era justo que por defender un libro, y sostener á determinados hombres, se encarnizase la lucha; y esto fué lo que hizo á los españoles desarmarse, para otra guerra que se les preparaba de persecucion y proscripciones. Este recuerdo hirió mi corazon, y

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