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discurso de Luis XVIII en la apertura de las Cámaras? ¿No ven en él una nueva prueba de lo que se dijo en la sesion del 14 de enero último, que lo que se deseaba era restablecer en España el poder absoluto? Me permitirán las Córtes leer algunos párrafos de su discurso, porque es muy importante. He becho cuanto ha estado de mi parte (dice S. M. Cristianísima á los representantes y Pares de Francia) para asegurar la tranquilidad de mis pueblos, y preservar á la España de las últimas desgracias..

Las Cortes y la nacion saben cuanto ha hecho S. M. Cristianísima en favor nuestro; y yo por mi parte le estoy reconocido, y digo, á pesar de mi insignificancia, que no haré jamas votos que puedan comprometer á su sagrada persona ni á su familia; pero quisiera que sus consejeros no le hubieran comprometido de este modo: «pocas esperanzas de paz nos deja el modo con que han sido desechadas por el gabinete de Madrid, las comunicaciones que se le han hecho. Yo rogaria á los señores secretarios del despacho, si es que no hay inconveniente en decirlo, manifestasen si hay alguna propuesta categórica y esplícita del gobierno de las Tullerías, mas que la carta que nos ha comunicado el gobierno, del ministro plenipotenciario de aquella corte.

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Habiendo manifestado estos que no habia otro, continuó el Sr. Argüelles: «digan, pues, todos los españoles & son proposiciones exactas, precisas y categóricas como debieran ser las que se nos han hecho? Señor, porque hemos tenido tres siglos de Inquisicion, todavia se nos considera tan estúpidos que no podamos saber lo que se conoce por sentido comun? En lo que dijo el señor conde de Lagarde, no hay mas que declamaciones vagas, insultantes, capaces de irritar el sufrimiento de una naeion. Añade el discurso: «cien mil franceses, mandados por un principe de mi familia, por aquel á quien mi corazon se complace, en nombrarle hijo mio, van a ponerse en marcha, invocando al Dios de San Luis, para conservar en el trono de las Españas á un nieto de Enrique IV, libertar aquel hermoso reino de su ruina, y reconciliarlo con la Europa.

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Algunos señores de la comision dirán mucho mas que yo;

pero solo añadiré una corta reflexion. Los periódicos que constantemente han sido el vehículo de la opinion del ministerio francés, han hecho entender que nada habia mas fácil que hacer una punta sobre Madrid; y si por una operacion militar se lograse hallar en la capital al Rey, á su familia y al Congreso, las desgracias que esto ocasionaria, serian infinitas, aunque de ningun modo lograrian su objeto. He dicho que no conseguirian su objeto, y ahora es cuando yo recomiendo la Constitucion española, que ha previsto el caso de una invasion. Es muy fácil, señor, que se verifique una sorpresa en la capital, porque uno de los medios que se emplearian, seria el de interceptar las correspondencias y los avisos: no hay cosa mas fácil; los mismos facciosos serian los encargados de interceptarla, y es seguro que despues de situarse una columna fuerte en Vitoria, estariamos muy espuestos á una sorpresa, porque el objeto no es una guerra de campaña, es un golpe de mano; y yo pregunto ¿si las Córtes sin haber asegurado la residencia del Rey, de su familia

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de la representacion nacional, esperasen aquí aviso de que los franceses estaban en Tolosa ó en Vitoria, de qué modo se haria una traslacion conveniente? Se espondrian, como sucedió á la Junta central cuando tuvo que abandonar á Aranjuez, sin poder resolver asunto de ninguna especie.

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Añade S. M. Cristianísima, que la nacion española no puede recibir otras instituciones que las que emanen del mismo monarca; y hé aquí trastornados todos los principios de justicia, reconocidos por todas las naciones. Hasta ahora nadie se habia atrevido á decir, que los pueblos no pueden recibir su Constitucion política sino de los reyes. Léase el célebre decreto de 4 de mayo de 1814, y se verá que Fernando VII invocó las leyes antiguas, reconociendo en ellas la necesidad de la cooperacion de la representacion nacional. Ofreció convocar Córtes, pero no lo cumplió. Desgraciadamente la España ha tenido seis años de una triste esperiencia, en los que ha sufrido tantas vejaciones, por abusar de la bondad del monarca los consejeros y aduladores que le rodeaban; y en ellos ha conocido la necesidad de una Constitucion que pusiese freno á los desórdenes.

TOMO IH.

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Las potencias que han dirigido estas notas, no adoptaron desde luego el lenguaje del consejo ni de la persuasion, y solo han tratado, como se suele decir, de ponernos entre la espada y la pared; pero tengan entendido que nosotros, ni tenemos poderes, ni queremos variar en nada la Constitucion de la monarquía que hemos jurado defender, y lo haremos á costa de nuestras vidas.

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Pero supongamos que se cometiese la imprudencia de exigir poderes para reformar la Constitucion, esto es, para hacer otra, ¿cuál seria el resultado? Que acaso no cuadraria la nueva Constitucion que se diese, á las naciones que desean se reforme la actual: ¿y entonces, qué medios ni qué garantías se reservaba la nacion española para en el caso de que aquellas dijesen, no es esta la reforma que nosotros deseábamos, y si esta otra? .

Véase que fué lo que sucedió en la invasion de la península italiana por los austriacos; preciso es que las Córtes lo oigan (en seguida leyó las bases de la Constitucion que el Rey de las Dos Sicilias habia ofrecido á sus pueblos). El orador continuó. ¿Qué fué lo que sucedió despues? Que se faltó á tan solemne promesa por el Rey mas respetable de la Europa, puesto que es el mas anciano. »

Me valgo de esto para hacer ver la mala fé y la insidiosidad con que se nos ha atacado, puesto que no puede haber garantías estranjeras en los negocios interiores y administrativos de una nacion, como sucedió en las Dos Sicilias cuando los austriacos invadieron aquel territorio para mudar la forma de su gobierno, y en cuya invasion se mantuvo neutra la Inglaterra. »

Sentimos no copiar todo el discurso del Sr. Argüelles, cuyo fin se redujo á aprobar el dictámen de la comision, como el mas oportuno para conseguir el objeto que la nacion se proponia de conservar su independencia y libertad.

Entre algunos oradores que hablaron en pró del dictámen, se distinguió el Sr. Valdés (D. Cayetano). «Los señores diputados, dijo, que han impugnado el dictámen de la comision, se han fundado para ello en lo que se dice al principio de él; pero no en la base principal. Muchos señores han hablado de valor, pare

ciéndoles que era una prueba de no tenerle, el opinar de distinto modo que sus señorías. Yo no me avergüenzo de decir que tengo muchísimo miedo, porque en la carrera militar no me han enseñado otra cosa que á tenerle; yo he sido gefe en ella, y he enseñado á todos mis subalternos los mismos principios; y en el mo mento que he visto uno que echaba brabatas y no tenia miedo, le quitaba del sitio, porque consideraba que podia ser sorprendido; porque no tener miedo es echarse á dormir, y la consecuencia forzosa es, que el que duerme no puede tener valor.»

«Es menester no confundir lo que es el valor personal, con el miedo. El general mas valiente dá primero muchas señales de cobardía, forma reservas, cubre sus flancos, prepara sus operaciones, y hace todo lo posible para no ser envuelto; pues todo esto no es mas que miedo. Las mismas Córtes, al tratar de la ordenanza militar, indican la cautela con que se manda vivir en las plazas fuertes y dirigir los ejércitos, y esto no puede ofender á nadie, porque ofende á todos. Cuando hay una alarma en un pueblo y me paran por la noche, me preguntan quién soy, toman todas las precauciones que son consiguientes á este caso, y no me ofenden, porque veo que es necesario hacerlo así. En cuanto al miedo personal, importa poco que un general tome cuantas determinaciones quiera, para libertarse del peligro.

«Se ha dicho que se alarmará la nacion cuando sepa que hay guerra; pues señor, yo digo que el que no se haya alarmado con el discurso de Luis XVIII, no se alarma nunca Este tiene su alma bien tranquila, y toquen los instrumentos que quieran, hagánse los preparativos mas grandes, es bien seguro que no se alarmará. ¿Pero, señor, habrá un gobernador de una plaza tan ignorante que por no alarmar, no mande tocar generala el dia que se vea amenazado? ¿Diria que por no alarmar no habia querido tomar las disposiciones necesarias, y habian sido cogidos y degollados en la cama todos los habitantes?»

«La nacion, vuelvo á repetir, está alarmada; yo lo estoy horrorosamente, sin que pueda tranquilizarme. Mi existencia me importa poco; pero mi honor me importa mucho, y no me detendria ningun género de consideracion para cumplir con mi deber.

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A mí particularmente me incomodará mucho salir de Madrid, me ocasionará unos gastos que no sé como los haré; pero en una situacion semejante, no me acuerdo de nada; soy diputado de la nacion, y quiero que se salve. ¿Y cómo se conseguirá? Tomando todas las medidas de precaucion que deban tomarse, y seguramente no habrá una persona que no conozca que declarada la guerra, la determinacion primera que hay que tomar, es trasladar el gobierno á un punto seguro, y que pueda defenderse. Las materias de esta clase deben tratarse con toda madurez, y no debe dejarse su resolucion para los últimos momentos. »

«Se dice que es imposible que el gobierno francés se sostenga bajo los principios en que quiere seguir: yo lo que sé es, que mientras le dejen obrar arreglado á ello, lo hará, sí. Sea tan imprudente é injusto como se quiera, si manda hacer una invasion á los franceses que están á la frontera, la harán; y no se diga que será contra sus opiniones, porque aunque asi sea, los resultados serán los mismos, siempre que de buena ó mala gana obedezcan al gobierno..

En la guerra no se ven mas que los sucesos, y que se pier, dan muchos ó pocos hombres, no significa nada con tal que se consiga el objeto. Si cuarenta mil hombres tratasen de invadir á Madrid, le importaria muy poco al gobierno francés perder treinta y ocho mil, si lograba ponernos en desconcierto, hacer un saqueo en el pueblo, y llevarse á la familia real á las fron

teras. »

«Al general que se presentase con los dos mil hombres restantes, se le darian muchas gracias, ó tal vez al que le hubiese sustituido, aunque no hubiese hecho nada. En las guerras no hay mas que esto; al hombre se le considera como un instrumento semejante á otro cualquiera; y la prueba es, que cuando se trata de una accion en que se han perdido cuatro ó cinco mil soldados, se dice que no ha valido nada la pérdida, y que ha sido de cuatro hombres. Yo confieso que para la masa de la nacion, nada significa en efecto; pero para los que han muerto, significa algo. »

«Se ha dicho que no es Napoleon el que manda estas tro

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