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constitucional, y la gloria, la independencia y libertad de la nacion española.

Se hallaba firmado este dictámen por los individuos de la comision diplomática, á saber: los Sres. Galiano, Canga Argüelles, Alava, Argüelles, Saavedra, Ruiz de la Vega, Adan y Salvato.

Admitida á discusion, pidieron la palabra en su apoyo, los Sres. Saavedra, Canga Argüelles, Ferrer (D. Joaquin), Argüelles, Galiano, Alonso, Marau, Infante, Munarriz, Buruaga y otros varios; mas solo la usaron los seis primeros, por el órden en que van nombrados.

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Seria agradable para nosotros insertar testualmente los discursos elocuentes que todos ellos pronunciaron; mas el plan de nuestra obra, nos impone el deber de atenernos solamente á los pasages que nos parecen de mas méritos se ha bebasanẻ Cuando los gobiernos arbitrarios, dijo el Sr. Saavedra, atacan á las luces del siglo, y al torrente de la opinion general, mas poderosa que ellos, é insultan de palabra á una nacion que se constituye segun le place y es mas conveniente á sus intereses particulares, es la ocasion en que deben estrecharse mas y mas los vínculos que unenlos poderes del Estado, para que de esta union resulte aquella fuerza necesaria para imponer á los provocadores, y demostrar al mundo que la libertad no se amalgama con el despotismo. A esto tiende el mensage; á ma nifestar á la Europa entera la union intima en que está la repre sentacion nacional con el trono del Rey, y que sabrá oponer lá fuerza á la fuerza, si necesario fuese, antes que tolerar se haga nuevo insulto á la libertad de la nacion, y á la magestad del tro, no constitucional, ein

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Las notas pasadas por los gobiernos de Viena y San Pe tersburgo á nuestro gobierno, deben mirarse mas que come comunicaciones diplomáticas, como proclamas incendiarias y ominosas, en las que valiéndose de las mas atroces calumnias, confunden los principios y atacan á la libertad, sean cuales fué ren las bases sobre que esté establecida; porque ¿qué facultad tienen los gobiernos estranjeros para entrometerse en nuestros negocios particulares? Ninguna. ¿De qué se quejan, señor, es

tos gobiernos). 2 Osan calumniar la decision de esta nacion generosa, atribuyéndola á una convulsion militar: yo contestaré que nuestros guerreros ya no son los árbitros de los pueblos, si no los defensores de la libertad y el baluarte de sus leyes y derechos. Esta hazaña á que se insulta, pasará de generacion en generacion á la posteridad, á pesar de los tiranos y de los imperios que se conjuren contra ella.»

Nos dicen que usamos de la fuerza, los que tal vez subieron al trono en medio del estruendo de las armas, ó por crímenes de que se estremece la humanidad, y se han sostenido en ellos por medios de que se avergonzaria el particular mas oscuro. Se indignan porque hemos reformado las rentas eclesiásticas: es cosa particular que los cismáticos y luteranos, to men ahora su defensa..... (el orador fué interrumpido por un largo y estraordinario aplauso de los concurrentes en las ga lerías.)

Es bien estraño que los que se han apoderado de estados enteros que pertenecian à la Iglesia, ahora se escandalicen por que hemos hecho entrar en el Erario nacional los fondos de las miserables fincas de algunos monasterios, que acaso eran per judiciales á los intereses de la misma religion. Vituperan nuestro código sagrado; este código, por el que moriremos todos. Este código que hizo traducir en su lengua el Emperador de Rusia en el año 13, este código que hizo jurar ese mismo Emperador á algunos pocos españoles que se hallaban en sus dominios, y código que reconoció el Rey de Prusia en el año 14. ¡Ah, señores! en aquella época necesitaban de nuestros brazos para sostener sus tronos. Conocían que el fuego sacrosanto de la libertadera el que debia darles la energía necesaria para" derrocar al tirano que nos amenazaba....

moia La nota 'de Francia tiene otro carácter, y aunque propendé al mismo objeto, está concebida en términos mas confusos; pero ciertamente es estraña la reconvención por parte de un gobierno que debe su existencia á nuestros esfuerzos, y acaso á la influencia de nuestra Constitucion: un gobierno, de quien tenemos los españoles tan justas quejas, que no se podrán bor

rar jaunas de la memoria. Me permitirá el Gongreso recordar le que dijo un célebre diputado de la convencion francesa en 7 de marzo de 1793. Las quejas contra este gobierno (el de España), son justas y patentes; no es necesario para probarlo, referir las vejaciones que en España sufren los ciudadanos franceses; nos basta solo recordar las multiplicadas ofensas hechas á la soberanía nacional: el empeño con que el Rey sostiene en la frontera el cordon de tropas: la proteccion y socorro que se da á nuestros rebeldes y fanáticos, todo contra la amistad y buena armonía que debe reinar entre las dos naciones.

Por lo tanto, concluiré diciendo solamente, que la nacion española no está en estado de que ninguna otra le imponga la ley que aun tiene en sí fuerza y recursos: que serán siempre terribles para los enemigos de nuestra libertad, y que la nacion española no reconocerá nunca una dominacion estranjera. No señor: aun viven los valientes que destrozaron al intruso; aun están teñidas sus espadas de la sangre de los que osaron invadir su territorio. Dicen que estamos desunidos, acaso en esto tienen su confianza. Nosotros estamos todos unidos: todos queremos libertad en los principios, todos estamos conformes: la libertad de la nacion y la independencia es lo que queremos,

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no hay enemigos, suficientes para arrancárnoslas. El que se atreva á insultarnos, venga, pues, á este suelo, donde encontrará en vez de mala fé, la virtud y el hierro.) is th I') Asi concluyó el orador, con un general aplauso de todos los espectadores,¶ od za

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El Sr. Canga Argüelles tuvo momentos felices, que arrancaron tambien aplausos de las galerías. Por no repetir las mismas cosas, solo insertaremos dos ó tres párrafos de su discurso.

Se toma tambien por pretesto la abolicion de los derechos antiguos. Si por esto se entiende la abolicion de la Inquisicion, vuelvo á mi tema; las grandes potencias no saben la historia de España, sino desde el tiempo de Cárlos V. Si entienden (por derechos antiguos los feudales, les diré que vean la historia antigua; verán qué lucha tan terrible han tenido siempre los pue blos, desde que se les impuso este yugo. El confesor de la Rei

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na Católica, fué víctima del celo que manifestó para hacer entrar en razon á aquellos reyes. Por ventura, los derechos antiguos, ¿serán los diezmos?»

Ya sabemos su orígen, y los señores diputados eclesiásticos han manifestado en la discusion de estos dias, que tienen las ideas exactas que deben tener, saben lo que son diezmos, de quién dependen, y las facultades que tienen para reformarlos. ¡Derechos antiguos! ¿Será tal vez el tormento? Pues yo diré á estas grandes potencias, que en las provincias de Aragon y Vascongadas, nunca se habia conocido el tormento; y si fué conocido en Castilla, fué solamente por un abuso del poder.

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¿No es cosa seguramente original ver á la Rusia y á la Prusia defender la causa de la Iglesia Católica, Apostólica Romana? Pero yo no veo á estas dos naciones, no señor, veo á la curia romana. Sabemos que en el Congreso de Verona concurrió, con el carácter que se quiera, un cardenal, y con esto está dicho todo sabemos que se van á completar las plazas de cardenales, y los motivos; sabemos, aunque no de oficio, que el otro dia remitió el nuncio de S. S. al gobierno, una nota origi'nalísima: una nota en que se trata de esta que dicen violencia; y estoy autorizado para creer, que la política romana ha tenido una parte inmediata en este negocio; es decir, que considerándose ya sin aquel poder que tenia en los siglos de hierro; conociendo por otra parte que estábamos en la época de la ilustracion, se ha puesto acorde con las altas potencias, y les ha dicho; inserten ustedes éste artículo, á ver si saco partido (Aplausos en las galerías.).

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»Dice la nota de Rusia, que la fortuna pública y las particulares, se han visto atacadas á un tiempo por empréstitos ruinosos, y contribuciones contínuamente renovadas. Aqui tenemos á la corte de Rusia que se compadece de nosotros porque somos pobres, cuando todo aquel pais se ve inundado de papel moneda; y por último; que adoptemos ó no medidas económicas, ¿qué le importa al ruso? ¿Vamos por ventura á pedirle algo? Si fuésemos á pedirle ausilio como el de la famosa escuadra de

TOMO II.

navíos podridos que tanto nos ha costado; esta escuadra, que debia legar á nuestros campeones la América, que si se hubiesen embarcado en ella, tal vez hubiesen perecido, entonces podria tener mas razon.›

Se nos hace cargo de que corrió la sangre en palacio. Es verdad: sangre española se derramó por homb: es que habian sido antes constitucionales, y á quienes la seduccion estranjera apartó de la senda de la razon. Corrió la sangre española; pero ¿qué sangre? ¡la del malogrado Landáburu! Los constitucionales en el heróico 7 de julio, suspendieron el fuego á la voz del monarca; y cuando los rebeldes faltaron á la capitulacion, nuestras tropas no hicieron fuego en palacio, por no manchar aquel sagrado; y no basta á las cortes estranjeras su manifestacion de 60 y tantos diputados, contestando á las calumnias atroces que se nos hacian? ¿No lo vieron los agentes y encargados de negocios de estas mismas cortes estranjeras? Pero, señor, estas potencias tienen unos agentes, que ni ojos siquiera han tenido para ver. . .

«Así que, es bien clara y manifiesta la idea de las cortes estranjeras, por mas que ellas aseguren que no quieren tomar parte ninguna en nuestros asuntos. Yo les diré que España tiene buenos españoles, que jamas admitirán ninguna intervencion estranjera; y les repetiré, que en una ocasion prefirieron tener un Rey bastardo y español, á uno legítimo y estranjero; y por último, les diré como diputado de la nacion española, lo que los aragoneses dijeron en el año 1524 á Cárlos V, cuando se empeñaba en que le concediesen ausilios. Señor, no será razon que el reino que tantas coronas ha dado á V. M. á costa de su sangre y privaciones, pierda ahora su libertad. ›

Las mismas ideas emitió sobre poco mas ó menos el señor Ferrer. Oigamos al Sr. Argüelles.

Como individuo de la comision, debo esponer los fundamentos que la han movido para someter á la deliberacion de las Córtes, la minuta del mensage que se ha leido. Las razones en que se fundan son tan evidentes, que no me detengo en anticipar mi opinion de que las Córtes no podrán menos de aprobarle

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