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noble ambicion que produce los grandes repúblicos, y sus aspiraciones encontraban en Sevilla un horizonte estrecho. Pronto alcanzó la ocasion de venir á fijar su residencia en Madrid, donde le tenia preparado el porvenir brillantísimos triunfos.

Habia conocido en Écija á Doña Loreto Custodio, con quien simpatizó y contrajo matrimonio, y tenia en aquella poblacion amigos influyentes, entre los cuales era el más allegado D. Diego García. Desde luego concibió la idea de utilizar aquellas relaciones en la primera ocasion que se le presentara para salir Diputado. Vino acariciando esta idea. á Madrid, donde hizo sus primeros trabajos de política activa como redactor de El Siglo, al lado de Diaz Quintero, Font y otros, bajo la direccion de Baralt. Contrajo relaciones con la brillante juventud de entonces, adoptando desde luego los principios más avanzados y radicalos, y preparando la campaña democrática que en la legislatura de 1847 á 1848 habia de iniciar, como Diputado que al fin fué elegido por Écija.

En aquellas Córtes, donde brillaron Orense, Mendizábal, Lujan, Olózaga, Cortina, Madoz, Calatrava, Muchada, Gomez de Laserna, Galvez Cañero, Ordax Avecilla y otros distinguidos patricios, comprendió Rivero que el porvenír era de la democracia. Los sucesos de 1843 habian dividido el partido progresista, honrado, pero ingénuo y cándido, destinado en lo sucesivo á nuevas divisiones como en 1856, jamás aleccionado por la experiencia de ciertas coaliciones.

Levantó Rivero con Orense, Ordax Avecilla y otros, el pendon de la democracia, partido que nació en medio de la empezada desorganizacion de los demás y cuando ya les iba corroyendo el cáncer que despues los habia de destruir.

Uno de ellos, el moderado, que se habia robustecido con tránsfugas, porque no siendo mas que partido de artificio, siempre ha hecho la propaganda por medio de la seduccion, dando posiciones á los jóvenes de talento, comenzó desde la plenitud de su predominio á fraccionarse; y á no sobrevenir la revolucion francesa de 1848, que le dió por instinto de defensa alguna cohesion simulada, sus divisiones hubieran estallado mucho antes de lo que posteriormente lo hicieron. Nocedal, Pidal, Bravo Murillo, Sartorius, Pacheco, todos querian ser jefes, y en tanto el nuevo partido democrático cumplia, en medio de la persecucion, el primer período de la vida de toda comunion política, el de propaganda,

Habíase formado causa á Rivero, quien entonces tambien estaba en el primer período de la vida de todo reformador, el de agitador, el de revolucionario, porque en las épocas de propaganda, el apóstol ha de saber, no solo persuadir, sino fascinar tambien con su accion y su conducta.

Fué la tiranía extremada en el lujo de persecucion que desplegó, si bien á los demócratas no los castigaba por su doctrina, que era mirada

como sueño, sino porque los consideraba peligrosos y los tenia por locos y amotinadores. Por eso cuando rugia sordamente la tempestad que habia de producir el alzamiento de 1854, hallábase Rivero preso en la cárcel del Saladero.

La actitud del Senado ante el Gobierno, las manifestaciones que con tanta valentia publicó la prensa, las medidas adoptadas por el poder contra algunos generales, apresuraron los sucesos. D. Leopoldo O'Donnell y Messina se quedaron ocultos en Madrid, sin que las pesquisas más esquisitas de la policía pudieran dar con ellos. La confianza del Ministerio era sin embargo firme, como suele serlo siempre en ocasiones parecidas, porque la tiranía en los últimos momentos se ciega, y como las protestas de adhesion se multiplican con tanta mayor intensidad cuanto mayores son los deseos que todos los ánimos abrigan de un cambio político, olvidan los déspotas, á pesar de las lecciones de la historia que la conspiracion existe á su misma proximidad y entre los que más fieles servidores parecen. No puede esto achacarse á la deslealtad de los hombres, sino á la fuerza de las circunstancias. En esos casos hay mucho de providencial.

Estalló por fin la sublevacion en el campo de Guardias, y en la mañana del 28 de Junio de 1854, pudo D. Leopoldo O'Donnell provocar en Madrid el alzamiento, aprovechando por un lado el desconcierto que se apoderó de las autoridades, y por otro la actitud y disposicion del pueblo. Pero temió sin duda que fuesen las cosas más allá de lo que él se proponia, y se alejó.

Ocurrió la batalla de Vicálvaro, sangrienta é indecisa, pero despues de la cual se retiraron los sublevados emprendiendo su marcha hácia Andalucía, seguidos por una columna al mando del general Blaser.

Cuando aquel pronunciamiento, no secundado por el país en los primeros dias, quiso ser Revolucion con la proclamacion del programa de Manzanares, el pueblo de Madrid no tardó en responder al llamamiento pátrio, y fué uno de sus primeros actos, entre algunas significaciones de ira y de castigo contra sus opresores, el de mostrar tambien su afecto y simpatía para con sus amigos encarcelados, acudiendo á romper sus prisiones.

Fué Rivero sacado de la cárcel por el pueblo y conducido entre aclamaciones á la casa de Ayuntamiento, donde estaba un gentío inmenso pidiendo armas. Tenia el destino decretado que en otra revolucion habia de entrar por las mismas puertas para ser Presidente de la Municipalidad; pero en aquellos dias no era bastante fuerte todavía el partido democrático para sobreponerse á los demás y hacerse dueño de la situacion. Aún necesitaban para ello los liberales nuevos desengaños; aún tenian que ser burlados y despues perseguidos y fusilados; prueba de que nunca las revoluciones deben hacerse á medias ni entregarse

confiadas en brazos de los hombres, siquiera sean los mismos jefes revolucionarios.

Gozaba entonces de gran prestigio el general D. Evaristo San Miguel, que se habia hecho por su integridad á toda prueba, por su consecuencia inmaculada y por sus respetables años, el ídolo del pueblo. Era efectivamente el hombre en quien más ciega confianza podia entonces abrigarse, y sin embargo, empleó su ascendiente, no tan sólo para defender el trono, que esto disculpable hubiera sido en aquellos tiempos, sino para consagrarse fascinado hasta el fin de sus dias, al servicio inmediato de la hija de Fernando VII.

Si bien no podia entonces aspirar Rivero á la completa victoria de las ideas democráticas, cabíale en la revolucion suficiente parte para que en ella figurase dignamente. Nombrado Gobernador de Valladolid, dió allí pruebas de buenas condiciones para el mando y administracion; mas no le satisfacia aquella situacion apartada de los políticos negocios, y abandonó su cargo para venir á sentarse en las Constituyentes, elegido Diputado por Valencia y Sevilla.

Vino la democracia á la Asamblea con exigua minoría, que votó contra la institucion monárquica, necesitándose para ello entonces un valor cívico, que sólo en almas como la de Rivero y sus compañeros podia existir. Cierto es que aún estaba llamado á sostener con más valentía rudas lides parlamentarias contra la tiranía y las arbitrariedades de la reaccion.

IV.

Faltaba despues de la Revolucion de 1854 un órgano en la prensa á la democracia, y lo fundó Rivero con el nombre de La Discusion, en 2 de Marzo de 1856. Este periódico alcanzó desde sus primeros números una reputacion extraordinaria, y contribuyó mucho á la propagacion creciente de la doctrina democrática, que se abrió paso haciendo aceptar á los contrarios escritores la lucha razonada y digna de donde fueron saliendo las convicciones populares, que tanta extension habian de alcanzar andando el tiempo.

La activa imaginacion de Rivero no podia someterse á la lentitud que para él significaba la necesidad de escribir ó de dictar á un escribiente ordinario los artículos que destinaba á su periódico. Eran las ideas que de su mente brotaban más rápidas que el tiempo necesario para escribirlas. Acudió, pues, al empleo de taquígrafos, á quienes dictaba los escritos, siendo uno de ellos el Sr. D. Primitivo Fuentes, y despues D. Mariano Vallejo, actual gobernador de Toledo. Todavía re cuerdan estos señores la entonacion con que Rivero, acudiendo á su

inspiracion de orador, cual si en medio de una gran Asamblea se encontrase, les dictaba lo que habian de transcribir.

En aquel diario escribieron casi todos los hombres más notables del partido democrático, separados hoy de Rivero por la cuestion de forma; cuestion, que de ningun modo, en concepto nuestro, ha debido ser nunca motivo de encolerizados ataques. Juntos habian luchado todos, juntos habian difundido por todo el país sus creencias, juntos creian cuando existia la monarquía en pié, que con ella podian plantearse los principios democráticos, y con ella existir las libertades. La desaparicion de la dinastía ha dividido ahora el campo en monárquicos y republicanos, creyendo éstos que no debe desaprovecharse la ocasion de dar á la democracia la garantía de su existencia, pensando los otros que no se pasa de una á otra situacion política radicalmente diferente, sin alguna transicion, sin alguna concesion á los elementos que todavía conservan raices en el país, y á las preocupaciones que aún es necesario combatir.

Cree el que esto escribe con más razon á los primeros que á los segundos: piensa que las soluciones mejores son siempre las más sencillas, y que siendo la forma republicana la más conforme con los principios democráticos, los hombres públicos de la España de hoy hallarán en la historia una reconvencion que los venideros sucesos han de justificar, por no haber comprendido que una Revolucion no puede quedarse incompleta sin suicidarse, y que un monarca cualquiera ha de mirar con desconfianza á los que saben derribar dinastías, como de ello nos dan ejemplo todas las revoluciones modernas. Pero no por eso puede considerarse como defeccion, ni como apostasía la creencia contraria. Nadie en España habia pronunciado hasta ahora la palabra república como inseparable del credo democrático, cuya escuela ha podido muy bien dividirse, al llegar, quizá antes de esperarlo, á la cuestion de forma, sin renunciar á los principios, sin faltar á la consecuencia, sin romper con el pasado, así como tampoco seria justo conceptuar como apóstatas á ninguno de los republicanos que sin haberse antes pronunciado, se dividieran en unitarios Ꭹ federales.

Pero reuníanse en Rivero mayores consideraciones todavía para que con él fuese nadie ingrato. Sus servicios á la causa del pueblo, su infatigable accion, su in esante propaganda, sus discursos en las Córtes ante la tiranía, sus trabajos en la prensa, todo-esto son honrosos títulos que han tenido su parte muy principal en el triunfo de la democracia y en la posibilidad misma de la existencia del partido republicano.

Ello es que La Discusion extendió por todos los ámbitos del país el sagrado ardor de la libertad sin restricciones, y formó esas creencias que para algunos hombres han aparecido súbitamense causándoles suma extrañeza, sin reparar que las creencias ya existian, aunque sus manifestacionės eran antes ahogadas y reprimidas por un poder que hasta la

pretension tenia, en medio del silencio que le rodeaba, de ser la espresion de la opinion pública.

V.

Despues de los sucesos de 1856, que entronizaron de nuevo la reaccion, como solucion indispensable de toda situacion que se queda entre dos fuerzas opuestas y pretende hermanar los partidos medios, Rivero continuó sus tareas en La Discusion sin arredrarle las denuncias, ni la cruda guerra que el poder le hacia; al contrario, buscaba medios de llevar tambien su palabra al Parlamento, y por fin lo consiguió en el año 1859, no sin empeñar una valiente batalla con los candidatos protegidos del gobierno en Murviedro, donde hasta del asesinato echaron mano los sicarios de la reaccion, saciando sus crueles iras en la persona del heróico D. Tomás Bru, cuyas huérfanas acogió bajo su proteccion el partido democrático, que tuvo con esto ocasion de medir su número y su fuerza. Una suscricion abierta por iniciativa de Rivero y Orense, entonces estrechamente unidos, dió los resultados más brillantes, llegando de todas partes numerosas listas de adhesion.

Vino Rivero solo entre los demócratas á aquel Congreso, y solo tuvo que sostener los principios, comenzando á hacerlo con ese valor cívico. de que tantos ejemplos ha dado durante su laboriosa vida política. Atrevióse en la sesion de 7 de Febrero de 1859 á protestar contra el decreto de 2 de Setiembre de 1856, que habia declarado disueltas las Córtes Constituyentes, y no retiró su protesta, á pesar de las amenazas que sobre él cayeron y de la peticion de expulsarlo del Congreso, que escuchó con imperturbable serenidad.

Durante todo el tiempo que alternaron en el mando las fracciones moderadas con la union liberal, estuvo constantemente Rivero en la brecha, siendo quien más rudos golpes descargaba sobre los enemigos de las libertades. Como orador parlamentario, de enérgica frase, de intencionado fondo, de conceptos elevados, de filosóficas consideraciones, de metódica dialéctica, asombraba á sus mismos contrarios, sabiendo dirigirse al corazon al mismo tiempo que á la cabeza, hermanando la razon con el sentimiento.

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Defendia Rivero siempre la libertad absoluta de imprenta, la del sufragio, la descentralizacion, las garantías individuales, pedia el jurapara toda clase de delitos; pero en medio de sus creencias, revelaba de vez en cuando, que en la cuestion de aplicacion, el apóstol tenia que convertirse en conservador, ó por mejor decir, que la gran habilidad del propagandista consiste en atraer á los conservadores á su campo para hacerlos, no ya tan solo creyentes, sino partícipes en la ejecucion.

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