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D. EUGENIO GARCIA RUIZ,

DIPUTADO POR PALENCIA.

I

Dugenio García Ruiz es uno de los hombres más distinguidos del partido republicano. Apóstol ardiente de la idea democrática, siempre fiel y consecuente á su bandera, presenta su vida política el cuadro completo de sus progresos y vicisitudes.

La historia de los partidos ofrece no muchos ejemplos de hombres cuyo noble carácter se asemeje al de García Ruiz, que lejos de dirigirse á la apostasía por el camino de los más elevados honores, elige el de las persecuciones que le abre su inquebrantable fé, marchando con sereno espíritu á la emigracion ó al destierro, confesándola Ꭹ defendiéndola.

Nació en Amusco, provincia de Palencia, el 15 de Noviembre de 1819. Fueron sus padres D. Juan y Doña María Ruiz, labradores medianamente acomodados; quienes con su modesta fortuna y no interrumpidos afanes lograron ver siempre próspera su casa, y atender holgadamente á la esmerada educacion de sus hijos.

Eugenio García Ruiz cursó humanidades en la villa de Frómista y filosofía en la de Palencia. Siguiendo el consejo de su piadosa madre, emprendió sus estudios con ánimo de dedicarse á la carrera eclesiástica; pero próximo á terminarlos, prendió la guerra civil; y en 1834, cediendo á las circunstancias, principió la carrera de leyes, matriculándose en la Universidad de Valladolid.

El que por consejo y tal vez por sentimiento estaba destinado á ser

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vir el altar, se vió repentinamente lanzado en distinto camino, y tomando parte en el agitado palenque de las divisiones políticas, encontróse en opuesto bando al en que estaba antes destinado á figurar; combatiendo las pretensiones y doctrinas políticas del clero y sosteniendo con él ardientes pero elevadas polémicas.

García Ruiz que se habia dado á conocer distinguidamente como escolar en Frómista y Palencia, manifestó talento y recto juicio en el estudio de la jurisprudencia; y continuándolo con aplicacion y lucimiento terminó brillantemente su carrera, doctorándose en leyes cuando aún no habia cumplido 21 años. No nos detendremos por más tiempo siguiéndole en sus estudios literarios, toda vez que más adelante habremos de consagrar algun espacio á darnos cuenta de sus obras y trabajos en todos conceptos notables.

En sus primeros años, cuando apenas frisaba en la juventud, y animado tal vez por la referencia de los padecimientos que su padre y muchos de los individuos de su familia sufrieron en la reaccion de 1823, se dicidió resueltamente por la causa de Isabel II; defendida por los mismos que en otro tiempo, enemigos del Gobierno absoluto, tuvieron que emigrar para evitar las consecuencias de la persecucion. Los que á través de los años trascurridos y de las pasadas vicisitudes, recuerdan esos primeros tiempos del reinado de una niña inocente, en rededor de la cual, se agrupa para defenderla del bando carlista la nacion en masa, son los únicos que pueden atestiguar y dar exacta idea del noble entusiasmo de sus defensores, de la fisonomía especial que presentaba aquella época de lucha constante, de ansiedad y de esperanza. Unido iba el nombre de la reina al de la libertad en los himnos populares, en las arengas patrióticas, en las conversaciones del hogar, en todas partes. La historia no puede conservar, ni áun ligera, una espresion de aquel período en que todos los esfuerzos se concentraban para llegar á un fin; salvar un trono que simbolizaba el reinado de la libertad.

García Ruiz no es por carácter ni por temperamento de los hombres que se dejan conducir por distinto camino del que le trazan sus convicciones, y esto nos lo prueban los actos de su vida toda; pero una vez decidido, se le ve consecuente recorrerlo hasta el fin, sin que le arredren las dificultades, ni le detengan los obstáculos que encuentra.

No contaba aún 16 años cuando se alista en las filas de la Milicia Nacional, No lleva García Ruiz por objeto al hacerlo, figurar en una institucion que caracterizaba como liberal al que vestia su uniforme, que por entonces ofrecia peligros; toma las armas el dia 1.o de Agosto de 1835, y acto contínuo abandona su casa para salir en persecucion de las partidas facciosas que se levantaban ó invadian la provincia de Palencia.

Seis meses despues, cuando se encontraba estudiando en Valladolid, el canónigo Batanero, al frente de fuerzas carlistas, bajando de la Serra

nía de Soria, viene á colocarse en los límites de las provincias de Búrgos, Palencia y Valladolid, amenazadora posicion de que es preciso desalojarle. De esta última capital sale una columna, formada por tropa del Ejército y de la Milicia, á la cual se incorpora un peloton de 200 estudiantes mandado por D. Claudio Moyano, catedrático que era de aquella Universidad, y entre ellos se encontraba García Ruiz. Por espacio de ocho dias aquellos jóvenes se sometieron á todas las privaciones de campaña, y despues de largas y penosas marchas regresaron á la capital de Castilla.

Aquella reunion de escolares que, estimulada por un sentimiento de patriotismo, se habia reunido para combatir el peligro comun, se hizo permanente y sirvió de núcleo para formar un batallon de Milicia en que se alistaron los demás compañeros que estaban en aptitud de tomar las armas. Denominóse batallon de Minerva y adquirió mucha celebridad por el espíritu eminentemente liberal que le animaba y por la participacion que tuvo en todos los acontecimientos posteriores hasta su disolucion en 1839.

No habia de faltar la Minerva á su puesto de honor cuando el general Conde de Negri al frente de una division de 4,000 hombres próximamente, se presentó en las alturas de San Isidro á las inmediaciones de Valladolid por la Semana Santa de 1838. A la intimacion del general para que la ciudad se entregara, se preparó esta á la resistencia, rechazando las proposiciones del enemigo; y el batallon de la Minerva mandado por su comandante Moyano, ocupó la puerta de Tudela punto el más inmediato á las posiciones que habian tomado los facciosos. Entonces, tal vez noticioso Negri de que venian tropas en su seguimiento, ó considerando arriesgada la empresa, principia un movimiento de retirada por el camino de Palencia y Sahagun, para tropezar cerca de dicho punto con las fuerzas constitucionales que le batieron y derrotaron.

La guerra civil concentrándose y perdiendo terreno constantemente, vino á terminar por el convenio de Vergara. Despues de este fausto suceso, un pronunciamiento derriba en el mes de Setiembre de 1840 á María Cristina de la regencia del reino, elevando al poder con el partido exaltado al general Espartero. García Ruiz, que se habia ya recibido de abogado, entra en el camino de la vida política activa, afiliándose desde luego en el partido dominante, al cual le unian grandes simpatías pero del que le separaban radicales diferencias de principios." Estas por cierto no habian de tardar en manifestarse.

II.

Acontece con frecuencia que no todos los hombres afiliados á un partido se encuentran en perfecto acuerdo con las doctrinas y principios que sostiene, por más que aquellos les presten su decidido apoyo en las distintas evoluciones á que le obligan, ya los intereses generales del mismo, ya las circunstancias en que accidentalmente se coloca. García Ruiz al penetrar por primera vez en el estadio de la vida pública, se alista en las filas del progreso; pero es por conviccion, es por inclinacion demócrata.

Nutrido su espíritu en el estudio profundo de los clásicos griegos y latinos, pudo esplicarse filosófica é históricamente el fundamento y desarrollo del dogma democrático, único en su sentir que en la esfera del gobierno reconoce y respeta la independencia y dignidad del hombre dentro del estado social.

La monarquía cabe, á no dudarlo, dentro de los principios democráticos, pero la república es la forma especial de Gobierno que acepta á que aspira la democracia.

Esto es lógico y natural. Donde todo parte de un principio fundamental, el de la Soberanía popular, el derecho no puede prevalecer contra él: nada es por lo mismo más ocasionado á la tiranía que la existencia de instituciones que pueden luchar á favor de atributos soberanos con el principio creador á que deben su sér.

Si como consecuencia legítima la democracia tiende necesariamente á las formas republicanas, la historia les ofrece repetidos ejemplos de que no es la monarquía el elemento que pueden elegir para vigorizar y desenvolver sus principios. Carlos V, Felipe II, Fernando VII, no respetaron por cierto los fueros y franquicias de los pueblos, pasando por cima de ellos cuando á sus planes de engrandecimiento convino; y no fueron bastante poderosos á hacérselos respetar los toledanos que capitaneaba Padilla, ni los que sostuvieron á Lanuza, ni los compañeros de Riego; pereciendo todos ignominiosamente en el cadalso.

Solo las preocupaciones vulgares ó el respeto que naturalmente inspiran instituciones seculares y profundamente arraigadas, á cuya sombra se crearon y vivieron prósperos, grandes y respetables intereses, pueden obligar á una transaccion que de suyo es peligrosa: no es lógica la monarquía dentro de los principios democráticos. En España sería tal vez prematura la república áun hoy mismo que ya se oye y se examina con calma la cuestion política de forma de Gobierno; y harto ha caminado la opinion pública cuando apenas hace veinte años se consi

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