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su casa medio muerto, y puesto con toda su familia en medio de la calle, y su casa fué, no cerrada con llaves, sino clavada. Un vecino se apiadó de ese infeliz y su familia y se los llevó á su casa, en donde Sagares murió á los pocos dias. Cándida Sangenís, viuda de Francisco Ferrater, muerto en accion de guerra, siendo miliciano nacional, dejando seis hijos, no habiendo querido salir de su casa por más que hicieron para echarlos, la dejaron por fin dentro y la clavaron tambien la puerta de su casa. Por espacio de algunos dias se alimentó de lo que sus vecinos le echaron por las ventanas, como si fuera una fiera, hasta que por fin murió. Esos dos infelices murieron, sí; pero allí están sus familias para maldecirnos mientras vivan. ¿Y qué hizo el pueblo de Ruidecañas? No hizo nada, señores; ahogar la ira dentro del pecho, sufrir y callar. Díganme los señores Diputados: ¿en qué país pasa eso? Señores, y si no tengo razon para lanzar sobre el Gobierno que lo permite no digo dardos ni centellas, sino..... no lo diré, porque respeto el sitio en que estoy hablando. Pero esto, señores, no pasa ni en Berbería; pues allí, segun nos dijo el otro dia el Sr. Ministro de Estado, no llega á tanto; allí no hacen las tropas del emperador más que recoger los bienes: pero no se llega á las personas; y aquí no solo se les priva de sus bienes, sino que sé clava á los vecinos dentro de sus casas y se les deja morir como bestias feroces.

Hace pocos dias, señores, que he venido de Cataluña por primera vez despues de once años; he visitado aquellos pueblos y aquellos campos en donde tantas veces sonó el clarin de guerra y silbó la bala; y al contemplar algunos de aquellos pueblos en ruina todavía, al contemplar con religioso recogimiento los osarios de tantos como állí perecieron como buenos, un sentimiento de dolor se apoderaba de mi alma y á cada paso repetia maquinalmente: ¡Y para qué tanto sacrificio! ¡ Para qué tanta victima inmolada!!!» Pero este modo de discurrir me llevaria á donde no quiero, y dejo lo que no digo á la perspicacia de los señores Diputados. El dia que lo crea conveniente seré algo mas esplícito; hoy no cumple á mi propósito.

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La Milicia Nacional ha prestado grandes, inmensos servicios, han dicho algunos hombres muy respetables por sus antecedentes, por su patriotismo, por su esclarecido talento, y con cuya amistad me honro. La Milicia Nacional peleó con heroismo en la primera época constitucional, como en la guerra de los siete años; ella ganó honra y prez en cien combates. El 7 de Julio salvó la libertad, y el año 37 cuando D. Cárlos estuvo en las puertas de Madrid salvó á la reina; mas sin embargo, no opinamos por el armamento de la Milicia Nacional más que en ciertos casos. Yo respeto mucho la opinion de mis distinguidos amigos; pero permítanme que no opine como ellos. Es innegable, señores, que cada

partido tiene sus condiciones de vida propia, como tienen distintos elementos de Gobierno.

Las condiciones, pues, del partido moderado, son: la centralizacion política y administrativa, el encadenamiento de la prensa, la restriccion del sufragio electoral; en una palabra, la compresion; y sus elementos de Gobierno son disponer de un poderoso Ejército de soldados, y otro no menos numeroso de agentes de policía públicos y secretos. Ahora bien; las condiciones de vida propia del partido progresista; pero del partido progresista que está en marcha constante, y que por lo mismo tiene escrito en su bandera el lema de: más liberal hoy que ayer, más liberal mañana que hoy, ¿podrán, pues, ser las mismas que las del partido moderado? Es claro que no; y puesto que deben ser distintas, ¿cuáles serán, pues? Voy á decirlas tales como las comprendo; pero advierto que lo que digo, lo digo de mi cuenta, que no estoy en combinación con nadie, ni hablo en nombre de nadie.

Creo, señores, que las condiciones del partido progresista hoy, deben ser de ensanche, de desahogo y de completa expansion; y para que esto se realice, en primer lugar, y no se alarmen los señores Diputados, deberá armarse la Milicia Nacional. De nada ha servido mi voz preventiva de no alarmarse, pues en cuanto los señores Diputados han oido: la Milicia Nacional, han saltado de sus asientos como si les hubiese picado el escorpion. Siento la picadura y por ella comprendo el salto; pero no transijo: yo quiero Milicia Nacional y no tema el señor Martinez de la Rosa que su presupuesto venga á acabar de ahogar el Erario. Porque yo no quiero que la Milicia ciudadana esté uniformada, tampoco la quiero con numerosas bandas, elegantes músicas, ni lujosas banderas, porque nada de esto me hace falta; pues todo ese lujo, esterioridad y compostura, que son tan necesarios, tan indispensables en los cuerpos del Ejército, es inútil y hasta ridículo aplicado á los batallones del pueblo.

Tampoco quiero yo que la Milicia Nacional se moleste, haciendo ejercicios, ni revistas, ni paradas; el miliciano tiene bastante con saber cargar y hacer fuego; y con saber hacerse matar con valentía el dia en que haya un Gobierno que destroce la ley como el actual. Ahora mismo señores, hace muy pocos dias si hubiera habido Milicia Nacional, habria llegado el caso de morder el cartucho y hacerse matar. Ya podeis encarcelar, destruir, deportar, y matar; inútil todo, inútil: las ideas no se extinguen con los encarcelamientos, las deportaciones, ni con la misma muerte; porque todos sabemos que cada gota de sangre que se nos haga derramar, ha de producir un vengador, oomo sabemos que la solucion del drama ha de ser indudablemente vuestra ruina, ha de ser la gloria de los mártires y la regeneracion de los buenos principios. Pero á vosotros, ¿qué os importa que se pierda lo que deberiais salvar, no digo á costa de vuestro mando y vuestras fortunas, sino tambien á costa de vuestras

vidas? Si algo os importara, ya hace tiempo que habriais resignado el poder en manos de hombres de otras ideas, únicos que pueden salvar lo que vosotros vais á perder.

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>Pero vosotros no aprendeis nada, porque de nada sirve la historia para vosotros, y no aprendeis, porque estais resueltos á hacer lo que Sanson en el templo de los Filisteos:» si hemos de perecer, que perezca todo con nosotros. Pero no, no lo hareis; eso tendria algo de grande; lo que hareis, sí, será dejar que se hunda el templo, y procurar salvaros vosotros. » Ya que he empezado mi profesion de fé, si el señor Presidente me lo permite, la concluiré en cuatro palabras. He dicho que queria Milicia Nacional; ahora digo que quiero que la libertad de imprenta sea una verdad, pero verdad completa: un freno para los escritores que se atrevan á descorrer el velo de la vida privada, pero en política como en religion, que cada uno diga lo que le acomode. El sufragio electoral es la base de los sistemas liberales; si él está restringido es facil que se corrompa; y como una vez corrompido queda falscado el sistema, quiero que tenga voto todo español que á los veinte años de edad sepa escribir el nombre del candidato á quien quiera honrar con su confianza.

El horizonte amenaza grandes tempestades; es muy posible que antes de mucho se abra una lucha de jigantes; dos banderas flotarán por los aires; cada una tendrá sus partidarios, y para entonces es preciso que los catalanes sepan á cuál de las dos banderas deberán prestar su robusto brazo. ¿Son los catalanes españoles? Pues devolvedles las garantias que les habeis arrebatado, garantías que son suyas, que tienen derecho á usar de ellas, porque las han conquistado con su sangre; igualadlos á los demás españoles; si no los quereis como españoles, levantad de allá vuestros reales, dejadlos que para nada os necesitan; pero si siendo españoles los quereis esclavos, si quereis continuar la política de Felipe V, de ominosa memoria, sea en buen hora, y sea por completo; amarradles á la mesa el cuchillo como lo hizo aquel rey; encerradlos en un círculo de bronce, y si esto no basta, sea Cataluña talada y destruida, y sembrada de sal como la ciudad maldita; porque así, y solo así, doblareis nuestra cerviz; porque así, y solamente así, vencereis nuestra altivez; así, y solamente así, domareis nuestra fiereza.

En el discurso que acabamos de trascribir, sino íntegro por su mucha extension, en los principales párrafos que envuelven cargos incontestables contra el Gobierno, vemos, sobre las eminentes dotes parlamentarias ya demostradas con anterioridad por el Conde de Reus, al perfecto adalid en quien pudo fundar desde luego su esperanza el partido progresista, principal depositario entonces de la noble idea, que conducirá á la pátria redimida hasta el destino de grandeza que entre los demás pueblos le corresponde. Vemos que hace diez y ocho años el elocuente tribuno, inspirado en la verdad, al enumerar los males originados al país por el

sistema opresor de sus contrarios, eleva su sentida palabra hasta predecir á través de los tiempos el trágico fin reservado al trono de doña Isabel II, que habian de abandonar cobardemente los mismos que ocasionaran su ruina. »

Con pasmosa rapidez sucedieron por entonces en el poder muchos otros Gobiernos moderados al Ministerio Bravo Murillo, concluyendo así la legislatura de 1851, y obligándose inmediatamente á D. Juan Prim, cuya jigante sombra estorbaba, como siempre, á la reaccion, á marchar á Francia, llamando el Gobierno voluntaria licencia al destierro político que le imponia.

Convocadas nuevas Córtes para 1853, tuvieron lugar las elecciones en el mes de Enero de dicho año, época en que al figurar el Conde de Reus como candidato por varios distritos, fué electo Diputado en uno de Barcelona á pesar de no permitirle el Gobierno que viniese á España para cuidar de su candidatura, ni más tarde á conferenciar con sus comitentes en dicha capital respecto al cargo que acababan de conferirle. Estas arbitrariedades, como todas las de aquellas célebres elecciones, fueron expuestas por D. Juan Prim en el discurso que, digno de su reputacion parlamentaria, pronunció en dicha legislatura, el 6 de Abril del expresado año, al discutirse el dictámen sobre las actas de Vigo.

IX.

Concluido el primer período de la legislatura de 1853, y residiendo en París el Conde de Reus, se inauguró la jigantesca guerra de Oriente originada ostensiblemente por la posesion de los Santos Lugares, constante pretesto de Rusia para llegar á extender su imperio hasta los Dardanelos.

Dominado D. Juan Prim por su carácter, tan impresionable con todo lo grande, y llevado por el amor que tiene tambien á su carrera, solicitó y obtuvo del Gobierno permiso para pasar á estudiar aquella lucha, cuyo solo anuncio, despertando el mayor entusiasmo, tenia ya el privilegio de causar el asombro del mundo.

Era tambien conveniencia de España, cuyos intereses en Oriente iban á resolverse al propio tiempo que los de las demás naciones latinas, tener en el teatro de aquellos acontecimientos cuando menos una caracterizada y digna representacion que diese cuenta exacta al Gobierno de lo emprendido por los ejércitos beligerantes; y se decretó pasase á Oriente una comision compuesta del coronel graduado comandante de estado mayor D. Federico Fernandez San Roman, del coronel graduado comandante de infantería D. Cárlos Detenre, teniente coronel D, Agustin Pita

del Corro, capitan de ingenieros D. Salustiano Sanz, capitan de artillería D. Joaquin María Enrile, un escribiente de la clase de tropa, una escolta de un sargento y 12 individuos voluntarios de las rondas volantes extraordinarias de Cataluña, como varios otros jefes y oficiales que con real licencia se trasladaban tambien por su cuenta á estudiar la guerra, todos á las órdenes del general Conde de Reus.

A la presencia en Oriente de la comision española se reunieron, tambien debidamente autorizados por sus Gobiernos, un jefe de estado mayor piamontés, un capitan inglés del ejército de las Indias, un comandante polaco, el doctor francés Mr. Pelltan, jefe de sanidad militar del ejército de Romelia, y el comandante del estado mayor turco Saofet Efendí, como intérprete y auxiliar, con una escolta de lanceros.

Además de la conveniencia, tenia de simpática para la Europa occidental, la causa de la Turquía, que á riesgo ésta de inmerecidos ultrajes, en su justa tolerancia á todos los cultos, habia tenido que protejer en los Santos Lugares la existencia de los latinos contra la absorcion é intolerancia de los griegos.

Jamás tampoco Gobierno alguno de un gran pueblo habia hecho sin humillarse más sacrificios por la paz que en 1853 la Sublime Puerta, respondiendo dignamente así á los insultos y agresiones de la Rusia, que ocupaba con 40,000 hombres los Principados Danubianos, al propio tiempo que concedia en su ultimatum un plazo á Turquía para decidirse á aceptar la paz. Así es, que convencidas las naciones de Occidente de que todas las protestas moscovitas obedecian solo al mejor éxito de un plan preconcebido de agresion, de que no bastaria ya nada á separarla, dieron órden Francia é Inglaterra, á sus escuadras combinadas, para presentarse corca de los Dardanelos á protejer ante todo los Estados del Sultan, fondeando por consecuencia de esa determinacion á mediados de Junio en la bahía de Besika las dos flotas fuertes de 54 buques entre ellos 25 navíos y á las órdenes de los almirantes Hamelin y Dundas.

Rusia ante las naciones de Europa siguió protestando de su buena fé hasta la saciedad, al ocupar los Principados Danubianos; y el príncipe Gortschakoff, jefe de su ejército invasor, al despojar de todo á los moldoválacos, no se cansó tampoco de encarecer su respeto á las instituciones de la Turquía.

Declarada al fin la guerra en 9 de Octubre, se invitó á la comision. española para que presenciara la solemnidad del acto en el ejército mandado por Omer-Bajá, que acampado en Chumla juró fervoroso ante el Ulema rodeado de todas las banderas, combatir hasta sacrificarse dignamente por la religion y por la pátria.

La crudeza del invierno y el tiempo necesariamente invertido en los preliminares de la guerra, no permitieron ya á Omer-Bajá emprender otras operaciones que contener á los rusos en la orilla izquierda del Da

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